La relación entre el racismo y el declive urbano no siempre es evidente a primera vista, pero está profundamente arraigada en la historia social y política de muchas ciudades, especialmente en las del Rust Belt. Este fenómeno, aunque frecuentemente asociado a la desindustrialización y a la obsolescencia de la infraestructura urbana, está íntimamente relacionado con la racialización de las poblaciones. Las ciudades de Detroit, Cleveland y St. Louis, entre otras, muestran patrones claros donde las comunidades afroamericanas coinciden con las áreas de mayor declive urbano.
Si bien las explicaciones convencionales apuntan a factores económicos como la falta de resiliencia post-industrial, o a la combinación de impuestos altos y servicios deficientes que empujan a los residentes y capitales a las afueras, estas no logran abordar la compleja intersección entre raza y declive urbano. Las estructuras de poder y las políticas públicas, sumadas a la percepción racial, han jugado un papel fundamental en la transformación de ciertas ciudades en territorios de exclusión social.
El análisis empírico de los últimos cincuenta años en las ciudades del Rust Belt revela una fuerte correlación entre las zonas con mayor concentración de población negra y aquellas que experimentan un mayor descenso poblacional y económico. A través de este patrón, se puede observar que las áreas más afectadas por el declive son aquellas donde la población negra estaba más concentrada en 1970. Este fenómeno no es aleatorio, sino que está profundamente vinculado a una narrativa construida alrededor de la idea de "amenaza racial".
La amenaza racial ha operado de diversas formas en las políticas urbanas. Desde la desindustrialización que ha afectado desproporcionadamente a las comunidades afroamericanas, hasta el éxodo blanco hacia los suburbios, las estructuras de poder han promovido un ciclo de empobrecimiento concentrado en áreas donde las comunidades negras tienen un peso demográfico relevante. La narrativa de que la presencia negra es sinónimo de declive se ha perpetuado a través de varias modalidades, como la discriminación estatal, la tolerancia a la discriminación privada y la perpetuación de políticas que aseguran el aislamiento social y económico de estos grupos.
El empoderamiento municipal de las comunidades negras, que en principio podría haber sido una victoria, ha sido a menudo una "premio vacío". En muchas ocasiones, el control político de estas áreas no ha podido revertir los efectos del abandono económico y las políticas de segregación que han marginado a los residentes. En lugar de ser un catalizador para el cambio, el poder local ha servido más bien como una fachada de poder sin los recursos adecuados para implementar un cambio real.
Esto ha dado lugar a un fenómeno que se puede entender como "privación compuesta", donde las áreas de mayor concentración negra experimentan no solo el abandono físico y económico, sino también el despojo simbólico de la dignidad y la seguridad. Este ciclo de privación es alimentado por la falta de inversiones públicas y privadas, y por la percepción generalizada de que estas comunidades son incapaces de revertir su situación debido a las estructuras históricas que las han mantenido al margen.
El vínculo entre la amenaza racial y el declive urbano se ve claramente reflejado en los patrones de desplazamiento y pérdida de capital humano. La fuga blanca, que comenzó en las décadas de 1950 y 1960, ha continuado hasta la fecha, dejando atrás ciudades empobrecidas y sin recursos. Este desplazamiento no solo ha alterado la estructura social, sino que ha reforzado la percepción de que los barrios predominantemente negros son espacios de inseguridad y devaluación económica. En este contexto, el declive urbano no puede ser entendido como un fenómeno económico aislado, sino como un proceso social y racialmente cargado que involucra tanto a políticas públicas como a actitudes sociales profundamente arraigadas.
El fenómeno no se limita solo a las ciudades de Estados Unidos. La urbanización en contextos postcoloniales ha revelado patrones similares, donde las poblaciones marginadas, a menudo racializadas, se enfrentan a procesos de exclusión y abandono. Este proceso de marginalización urbana, sin embargo, también puede ser visto como una resistencia colectiva. A pesar de los desafíos, las comunidades afectadas han desarrollado formas de resiliencia, creando espacios de agencia política y cultural dentro de sus propios límites geográficos.
Este fenómeno no es exclusivo del pasado, sino que continúa afectando la dinámica de las grandes ciudades en la actualidad. La pregunta es si las políticas públicas actuales, que aún arrastran las sombras de una segregación estructural, podrán cambiar el curso de este ciclo destructivo. La clave para entender esta intersección entre raza y urbanismo es la conciencia crítica sobre las formas en que las estructuras de poder han creado y sostenido las disparidades urbanas. En este sentido, es fundamental examinar cómo las políticas urbanas, tanto a nivel local como estatal, se entrelazan con las percepciones raciales, y cómo estas han moldeado las ciudades en espacios de privilegio y pobreza, según la raza de sus habitantes.
¿Cómo la discriminación racial contribuye a la decadencia urbana en Estados Unidos?
En el proceso de compra de viviendas en Houston, Elizabeth Korver-Glenn reveló una compleja danza en la que los agentes inmobiliarios ideaban formas de comunicar la composición etnoracial de los vecindarios a los clientes blancos que expresaban el deseo de evitar vivir cerca de personas negras. Descubrió además, que persistía el uso de estereotipos raciales por parte de agentes, tasadores, suscriptores y prestamistas, lo cual tenía el efecto agregado de mantener la segregación y suprimir el valor de las viviendas (y las trayectorias de apreciación) para los residentes no blancos. Toda esta discriminación estaba cuidadosamente codificada, de manera que resultaba difícil desafiarla legalmente. Estos actos de discriminación tienen una dimensión obvia de derechos humanos, pero también afectan directamente la decadencia urbana, en la medida en que restringen la asignación de capital hacia las personas y los espacios negros.
La discriminación en el empleo sigue siendo un problema grave en los Estados Unidos. Muchos corporativos y conservadores niegan que tal discriminación exista. Algunos insisten en que, al contrario, las empresas discriminan contra los solicitantes blancos para contratar a personas negras. Sin embargo, estudios como los realizados por Marianne Bertrand y Sendhil Mullainathan, quienes enviaron currículos igualmente calificados pero con nombres estereotípicamente negros (como Lakisha, Aisha, Jamal, Darnell) frente a nombres estereotípicamente blancos (como Allison, Emily, Brad, Greg), revelan una historia diferente. En otros experimentos, actores negros y blancos fueron usados para postular a empleos en persona con currículos idénticos. En uno de los estudios más famosos de este tipo, Devah Pager encontró que los testers blancos con antecedentes penales eran más propensos a recibir una entrevista de trabajo que los testers negros sin antecedentes. En todos estos estudios, los investigadores descubrieron que los empleadores eran significativamente más propensos a llamar y ofrecer trabajos a los candidatos aparentemente blancos que a los candidatos aparentemente negros.
Aunque el impacto de esta discriminación es obvio para cualquier individuo afectado, los procesos descritos tienen un impacto desproporcionado en los ingresos y el valor de las viviendas en ciudades que albergan a una población negra más grande. Los conservadores luchan contra cualquier intervención que pueda obstaculizar la "libertad" de las empresas privadas y los arrendadores para tomar sus propias decisiones. Estos actores han debilitado activamente y diluido la legislación existente a nivel local. La falta de voluntad para crear una vigilancia efectiva y una aplicación de estas formas de discriminación ha permitido que continúen sin un riesgo significativo de sanción.
La vivienda y el empleo son dos esferas particularmente relevantes para la decadencia urbana, ya que se traducen directamente en niveles diferenciales de riqueza, oportunidades residenciales y trayectorias de ingresos. La decadencia urbana en el Cinturón Oxidado de los Estados Unidos es un fenómeno complicado y multifacético. Ningún factor único explica todas las manifestaciones de la decadencia en la región. Sin embargo, es innegablemente cierto que su aparición desigual se refleja en las variaciones de las poblaciones negras tanto como en cualquier otro factor. Algunos académicos y activistas han descartado un vínculo causal, insistiendo que la raza es simplemente un indicador de clase, o que fue la animosidad de los negros hacia los blancos, y no al revés, la que produjo tales resultados. Estas explicaciones ignoran investigaciones serias que no solo documentan un vínculo empírico, sino que también lo explican. En términos generales, las investigaciones subrayan que la construcción de la negritud como una amenaza para la seguridad blanca, el poder político y la propiedad se ha convertido en cinco modalidades que producen la decadencia urbana.
En primer lugar, el efecto legado de décadas de discriminación legal contra las personas negras ha dejado impactos residuales en las ciudades menos blancas. En segundo lugar, la constante negativa de los blancos a vivir cerca de concentraciones significativas de personas negras ha erosionado la demanda de viviendas y la viabilidad comercial en los espacios negros. En tercer lugar, el ascenso del poder político municipal de las poblaciones negras ha sido respondido con la fuga de empresas, hostilidad suburbana y austeridad desde el estado. En cuarto lugar, la policía dirigida y los métodos de recaudación de ingresos han afectado más la vida económica de las personas y los espacios negros que la de los ciudadanos blancos. Finalmente, la tolerancia jurídica hacia la discriminación continua por parte de las empresas privadas ha dejado sin control comportamientos discriminatorios que socavan la equidad, el poder adquisitivo y las vidas económicas de las personas negras.
Estas modalidades contribuyen a una privación compuesta que afecta a las personas y los espacios afroamericanos más que a los espacios y personas blancas. Estas fuerzas actúan tanto de forma independiente como combinadas con factores no raciales, como la desindustrialización y la sobreproducción de viviendas en la periferia suburbana, para producir la decadencia urbana: la huida de personas y capitales de los espacios urbanos.
La relación entre la negritud y la decadencia urbana es un aspecto frecuentemente subestimado e infravalorado de este fenómeno. Sin embargo, esta conexión no es solo una serie de teorías que explican la producción de la decadencia urbana real, sino que las ciudades y los espacios en declive también son activamente imaginados como sustitutos de la negritud. La próxima fase de este proceso será detallada, cuando los conservadores, con fines políticos, refuercen y exploten esta relación, convirtiendo a la ciudad negra, al igual que a las personas negras, en un “otro” sistemáticamente excluido por el movimiento conservador. A pesar del papel de la reacción blanca, los conservadores han desplegado una serie de explicaciones sobre la decadencia urbana que, de forma afirmativa, señalan el problema hacia el fracaso y la patología individual de las personas negras.
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