Las diferencias entre las subtradiciones evangélicas, como los bautistas, pentecostales, denominaciones sectarias y los cristianos no denominacionales, van más allá de la mera identificación religiosa; se reflejan también en sus comportamientos religiosos y posturas políticas. De acuerdo con los datos del Pew Research Center de 2014, aunque todos estos grupos se identifican de manera predominante con valores conservadores, las variaciones entre ellos son claras tanto en sus creencias como en sus prácticas.
En cuanto a la identidad religiosa, se observa que los pentecostales son los más activos religiosamente. Son quienes más frecuentemente asisten a la iglesia, leen las escrituras, comparten su fe y oran. Por otro lado, los cristianos no denominacionales muestran un alto nivel de compromiso religioso, pero su énfasis no está tanto en la tradición ritual como en la conexión personal con la fe. Los bautistas, aunque también comprometidos, no alcanzan el nivel de participación de los pentecostales o los no denominacionales. La característica más distintiva de los pentecostales es la práctica del "hablar en lenguas", que se observa semanalmente en una porción significativa de este grupo, algo menos frecuente en los otros.
En cuanto a las diferencias políticas, es claro que, aunque todas las subtradiciones tienden a alinearse con posiciones conservadoras, existen matices notables. Todos estos grupos son predominantemente republicanos y conservadores en temas sociales como el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo y el tamaño del gobierno. Sin embargo, los cristianos no denominacionales y las denominaciones sectarias tienden a ser menos conservadores en cuestiones sociales, como el matrimonio entre personas del mismo sexo, y son más proclives a apoyar un gobierno más pequeño. Los pentecostales, por su parte, aunque profundamente conservadores en cuestiones sociales, tienen una postura más ambigua sobre el tamaño del gobierno, prefiriendo uno más grande en comparación con los bautistas y otros grupos sectarios. Los bautistas, en cambio, son los más conservadores en todos los temas y se distinguen por una postura fuertemente antiinmigrante. De hecho, una mayoría de bautistas considera que el aumento de la inmigración en los últimos cincuenta años ha sido "un cambio para peor".
Al analizar estas diferencias políticas, es evidente que, aunque estas subtradiciones comparten un núcleo de valores conservadores, la variedad de sus posturas también refleja las diferencias de contexto social, racial y geográfico en los que se encuentran. Los modelos de actitud política muestran que, incluso después de controlar variables como la afiliación partidaria, la asistencia a la iglesia y la raza, las subtradiciones continúan teniendo actitudes distintas hacia cuestiones como el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la inmigración y el tamaño del gobierno.
Los pentecostales son particularmente interesantes porque, aunque son los más conservadores en cuanto a cuestiones sociales, sus posturas económicas no siempre siguen la misma línea. Mientras que otras subtradiciones evangélicas apoyan más la idea de un gobierno pequeño, los pentecostales prefieren una postura más intervencionista. Esta contradicción entre conservadurismo social y una postura económica más abierta podría estar vinculada a la influencia de la corriente populista dentro de este grupo.
Por otro lado, los cristianos no denominacionales, al ser más jóvenes y menos institucionalizados, también muestran posturas más moderadas en cuanto a la inmigración y, en algunos casos, en relación con el matrimonio entre personas del mismo sexo. Este grupo tiende a ser menos estricto en sus posturas, pero también más flexible en su enfoque hacia el gobierno y las políticas sociales.
Es importante destacar que, a pesar de estas diferencias políticas y sociales, las subtradiciones evangélicas comparten una profunda devoción religiosa. Casi todos los grupos, independientemente de sus diferencias, coinciden en que la religión es "muy importante" en sus vidas, lo que refuerza la idea de que, a pesar de las divisiones, hay una fuerte cohesión dentro del movimiento evangélico. Sin embargo, al analizar las elecciones, como en el caso de las elecciones presidenciales de 2016, es posible que estas diferencias políticas no sean tan significativas en términos de apoyo electoral. Las subtradiciones evangélicas pueden diferir en cuestiones secundarias, pero su lealtad política a menudo se ve unificada frente a temas nacionales clave, como el apoyo a los candidatos republicanos.
Lo esencial es que, más allá de los números y estadísticas, el estudio de estas subtradiciones revela cómo la religión puede influir no solo en las creencias espirituales de una persona, sino también en sus posturas políticas. La forma en que cada grupo aborda cuestiones como el matrimonio, la inmigración o el tamaño del gobierno está profundamente influenciada por su interpretación de la Biblia y la naturaleza de su identidad religiosa. Al comprender estas diferencias, podemos obtener una visión más matizada de cómo los evangélicos se posicionan no solo dentro del contexto religioso, sino también dentro de la esfera política y social.
¿Cómo se configura la subcultura de los evangélicos liberales en un contexto religioso y político?
Dentro del amplio espectro de la subcultura evangélica, existe un grupo más reducido, pero significativo: los evangélicos liberales. A pesar de ser identificados con posturas ideológicas progresistas en temas políticos y sociales, estos individuos siguen estando profundamente influenciados por las normas y valores de la subcultura evangélica en la que fueron formados. Esta paradoja de ser evangélico y liberal, a la vez, tiene implicaciones tanto en la vida religiosa como en las elecciones políticas, que son dignas de analizarse detenidamente.
Los evangélicos liberales, aunque se distancian en muchos aspectos de sus compañeros conservadores, siguen arraigados en los valores fundamentales que caracterizan a la tradición evangélica. Un aspecto fundamental que define a los evangélicos es su énfasis en la literalidad bíblica, su visión tradicional de la familia, y su comportamiento sexual conservador. Estos principios no solo delinean su identidad religiosa, sino que también se proyectan hacia su comportamiento político, el cual está profundamente influenciado por la ideología del movimiento religioso que comparten, aunque de manera matizada en el caso de los liberales.
El concepto de subcultura resulta crucial para comprender el comportamiento de los jóvenes evangélicos liberales. En este contexto, se puede observar que, aunque existan diferencias evidentes en sus opiniones respecto a temas como el aborto y los derechos de la comunidad LGBT, los evangélicos liberales tienden a ser más conservadores en estos temas en comparación con sus pares liberales de otras tradiciones religiosas o políticas. Esta tendencia no es fortuita. Los jóvenes evangélicos liberales, al pertenecer a una subcultura cuya moralidad se ve reforzada por la interpretación literal de la Biblia y una visión del mundo impregnada por el cristianismo, se ven arrastrados a evitar lo que puede considerarse la transgresión de los límites establecidos por la tradición.
Sin embargo, este grupo tiende a poner un mayor énfasis en otros temas que no se relacionan directamente con los valores culturales más tradicionalistas de la subcultura evangélica. Temas como la justicia social, el medio ambiente y el apoyo gubernamental a los pobres son campos donde los evangélicos liberales se sienten cómodos abogando por un cambio. De hecho, la evitación de temas conflictivos como el aborto y los derechos LGBT les permite equilibrar su identidad religiosa con sus inclinaciones políticas progresistas. Este comportamiento subraya una estrategia de adaptación en la que se reducen las tensiones que surgen entre las diferentes identidades sociales que un joven evangélico liberal puede tener.
Un aspecto interesante de esta subcultura es su comportamiento electoral. A pesar de sus tendencias políticas liberales, los jóvenes evangélicos continúan siendo más propensos que otros jóvenes liberales a votar por el Partido Republicano. Esta lealtad política, aunque aparentemente contradictoria con sus posturas progresistas, está fuertemente influenciada por el marco normativo conservador de la subcultura evangélica. Este fenómeno pone en evidencia que, incluso dentro de la subcultura de los evangélicos liberales, hay una fuerte presencia de normas que guían el comportamiento político y social.
En términos de la identidad religiosa, los evangélicos liberales tienden a concentrarse en aquellos aspectos de la religión que no entran en conflicto con sus posiciones más progresistas. Aunque se distancian de los valores de la derecha religiosa en cuestiones como el activismo antiaborto y las políticas hacia la comunidad LGBT, no dejan de subrayar su compromiso con principios evangélicos fundamentales, como la caridad y el servicio a los más necesitados. Así, su política no es una ruptura total con la tradición, sino una reconfiguración que permite la coexistencia de identidades aparentemente opuestas: la identidad evangélica y la identidad política liberal.
La emergencia de líderes como Jim Wallis, fundador de la organización evangélica Sojourners, y otros como Shane Claiborne, ha dado visibilidad a esta corriente liberal dentro del protestantismo evangélico. Estos individuos han trabajado por articular una visión que pone el énfasis en la justicia social, la paz y la reconciliación, ideas que a menudo chocan con los enfoques más conservadores del evangelismo tradicional. Sin embargo, estas figuras no pueden ser entendidas como una ruptura total con la subcultura evangélica, sino como una subcultura dentro de la subcultura, que intenta redefinir los valores evangélicos a través de un lente más progresista, pero sin abandonar completamente las raíces religiosas.
El marco teórico de la subcultura evangélica ofrece una perspectiva útil para entender cómo incluso los más liberales dentro de esta tradición siguen estando moldeados por sus creencias fundamentales. A pesar de su aparente liberalismo, el comportamiento y la identidad de los evangélicos liberales no pueden entenderse completamente sin tener en cuenta las normas más amplias que rigen el comportamiento de todos los evangélicos. Esta subcultura, aunque abierta a la modificación y reinterpretación, sigue siendo un poderoso determinante en la vida de sus miembros, afectando tanto su visión del mundo como sus decisiones políticas.
¿Qué sigue para el evangelicalismo político? Las continuidades irónicas y las transformaciones
La famosa declaración de Ronald Reagan en el briefing nacional de 1980 en Dallas, "Sé que no pueden respaldarme, pero quiero que sepan que yo los respaldo", se considera uno de los puntos más altos del evangelicalismo político en el siglo XX. Durante ese periodo, televangelistas como Jerry Falwell, Pat Robertson, y otros líderes religiosos se vieron respaldados por el presidente, lo que les otorgó un poder político significativo. En las décadas posteriores, el Partido Republicano cultivó la alianza con los evangélicos, quienes se erigieron como defensores de temas como la oposición al aborto, la defensa de la familia tradicional, la limitación del gobierno y la libertad religiosa. Sin embargo, en el siglo XXI, muchos observadores sostienen que el auge del evangelicalismo político ha llegado a su fin, aunque los evangélicos blancos continúan siendo un bloque de apoyo crucial para figuras como Donald Trump.
A pesar de los cambios que han tenido lugar, la relación entre el evangelicalismo y la política estadounidense sigue marcada por ciertas continuidades. Primero, los evangélicos continúan alineados principalmente con el Partido Republicano, aunque estas alianzas pueden cruzar líneas entre tradiciones religiosas. Segundo, la relación entre los líderes evangélicos y los políticos republicanos sigue siendo asimétrica: los líderes republicanos otorgan poder a los líderes religiosos, en lugar de al revés, como lo mostró la declaración de Reagan. Tercero, el evangelicalismo político sigue siendo profundamente opuesto a la expansión del "gran gobierno", incluso cuando los evangélicos se involucran activamente en procesos políticos.
Para entender estas continuidades, es esencial aclarar lo que se entiende por "evangelicalismo político". El término no debe confundirse con una definición reduccionista de los evangélicos en términos de sus creencias específicas sobre Jesucristo o la Biblia. Evangelicalismo es, ante todo, una práctica religiosa. A lo largo de la historia de la religión estadounidense, el término ha incluido denominaciones diversas, como la Convención Bautista del Sur, las Asambleas de Dios, los Nazarenos, los Pentecostales, y los Presbiterianos Reformados, entre otros. A pesar de sus diferencias teológicas, los evangélicos comparten creencias fundamentales, como la divinidad única de Jesucristo, la autoridad de la Biblia, y la necesidad de compartir su fe con los no creyentes. Sin embargo, también existen importantes desacuerdos, como la interpretación literal de la Biblia, la manera de practicar la evangelización y la legitimidad de ciertos fenómenos espirituales como hablar en lenguas.
Es crucial destacar que, si bien el evangelicalismo tiene una dimensión religiosa profunda, la política no es su foco principal. Los evangélicos están más centrados en su relación con Dios, la crianza de sus hijos, la moralidad personal, y la vida eterna. De hecho, los aspectos políticos de la vida de los evangélicos son solo una pequeña parte de su práctica diaria, que también está orientada a la fe y la familia. Este enfoque religioso influye en la manera en que se involucran en la política, y a menudo se contrapone con el impulso hacia la actividad política.
Aunque en las últimas décadas se ha observado una creciente organización política entre los evangélicos, esta participación sigue siendo compleja. Las investigaciones sociológicas han tenido que simplificar la realidad del evangelicalismo, a menudo definiéndolo por creencias concretas sobre Jesús y la Biblia o, en su defecto, por la identidad autoasumida de las personas como "evangélicos" o "nacidos de nuevo". Sin embargo, tales simplificaciones son problemáticas, ya que no reflejan la diversidad de prácticas y creencias dentro del movimiento evangélico. Además, los estudios políticos sobre el evangelicalismo a menudo se basan en encuestas que no capturan con precisión la profundidad de la religiosidad o las diferencias clave entre los que asisten a la iglesia con regularidad y aquellos que se identifican como evangélicos sin tener una práctica constante.
Los sondeos, por ejemplo, suelen identificar a los evangélicos a través de una sola pregunta: "¿Se considera usted evangélico o cristiano nacido de nuevo?" Esto genera un panorama distorsionado, ya que no distingue entre los que practican activamente su fe y los que solo se identifican superficialmente con estas creencias. Además, muchos de estos estudios no abordan factores importantes como la edad, el género, la educación o la región geográfica, lo que hace que las conclusiones sobre el comportamiento político de los evangélicos sean imprecisas.
Por lo tanto, el evangelicalismo político que se presenta en los medios de comunicación y los estudios académicos a menudo es una construcción simplificada. Aunque estas generalizaciones no carecen de valor, deben ser interpretadas con cautela. El fenómeno del evangelicalismo político tiene un gran peso, pero debe entenderse no solo como un bloque monolítico que influye de manera uniforme en la política, sino como una expresión más compleja de la interacción entre la fe religiosa y la política en una sociedad dinámica.
Además, es importante reconocer que el panorama político de los evangélicos no está aislado de los cambios más amplios que ocurren en la política estadounidense. La aparición de nuevas candidaturas, la mayor influencia de las redes sociales y los cambios en la demografía de los votantes están reconfigurando las alianzas políticas tradicionales, incluido el papel de los evangélicos en la política. Mientras que en décadas anteriores se les veía principalmente como defensores de un conservadurismo social, hoy en día muchos de estos valores se han entrelazado con fenómenos más amplios, como el nacionalismo blanco y el resentimiento rural, lo que da lugar a nuevas coaliciones y disputas dentro del campo político evangélico.

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