La organización de la campaña de Donald Trump en Iowa, durante las elecciones presidenciales de 2016, es un caso de estudio fascinante sobre cómo la estrategia de comunicación, la coordinación a nivel local y el uso de plataformas digitales pueden transformar una campaña. Aunque a primera vista la campaña no parecía tener una infraestructura de base sólida en el estado, los resultados demostraron que la falta de una "campaña de terreno" convencional no fue un obstáculo, sino más bien un reflejo de la naturaleza única de la candidatura de Trump.

La sede central de la campaña se encontraba en Urbandale, un suburbio de Des Moines, y desde allí se gestionaba gran parte de la estrategia de comunicación y eventos. La campaña se enfocó en la utilización de redes sociales como Twitter, Facebook e Instagram para movilizar a los votantes y coordinar mensajes. Las redes no solo fueron vitales para transmitir la información, sino que también permitieron a la campaña de Trump mantener un contacto constante con los electores, algo que otros candidatos no habían logrado de manera tan eficiente. La importancia de estos medios fue subrayada por los encuestados, quienes destacaron el rol de las redes sociales como canal primordial de comunicación.

La estructura de la campaña consistía principalmente en directores regionales de campo, responsables de varios condados, que operaban desde oficinas locales, bibliotecas públicas o centros comunitarios, más que desde grandes oficinas de campaña. Esto mostraba un enfoque descentralizado y cercano a la comunidad, donde los líderes locales eran clave para la movilización de los votantes. Los directores de campo no solo reclutaban voluntarios, sino que los capacitaban en el uso de aplicaciones digitales diseñadas por el Comité Nacional Republicano (RNC), lo que permitía una coordinación eficiente y la recopilación de datos en tiempo real sobre las actividades de los voluntarios.

Sin embargo, la campaña de Trump en Iowa no empezó a tomar forma hasta bien entrado el verano de 2016. Antes de las elecciones primarias, la organización de la campaña era bastante desorganizada y se vio obligada a confiar en otros grupos políticos para llenar vacíos en el proceso electoral. Fue solo después de las primeras fases de la campaña que la situación mejoró, con el RNC proporcionando recursos clave, tanto tecnológicos como logísticos, que fueron determinantes para alcanzar a los votantes a nivel micro. La contribución del RNC, especialmente en la parte digital y de movilización de base, fue esencial, como indicó Jeff Kaufmann, quien destacó que sin el respaldo del Comité, Trump no habría logrado un resultado tan abrumador en Iowa.

Un aspecto crucial que permitió el éxito de la campaña fue el crecimiento de los grupos de apoyo, conocidos como "grupos de defensa". Organizaciones como Mujeres por Trump, Cristianos Conservadores por Trump, Veteranos por Trump, y Agricultores por Trump, entre otras, ayudaron a consolidar el apoyo dentro de grupos clave del electorado republicano en Iowa. Estos grupos no solo reforzaron la base de apoyo, sino que también contribuyeron a dar mayor visibilidad al mensaje de Trump, permitiendo una mayor resonancia en una región de vital importancia electoral.

A pesar de la falta de un fuerte "juego de terreno", es decir, una estructura tradicional de campaña con oficinas locales y contacto directo con votantes a través de personal pagado, la campaña de Trump funcionó de manera diferente. Según Jeff Boeyink, un ex funcionario de la campaña, no era necesario un juego de terreno tradicional, ya que el movimiento detrás de Trump era orgánico, impulsado por la pasión y el fervor de sus votantes. Este apoyo no dependía de las visitas de los organizadores, sino de una conexión emocional que el candidato lograba transmitir a través de su mensaje y su imagen.

El lema "Make America Great Again" (MAGA) se convirtió en un símbolo poderoso, especialmente para los votantes menos informados. Para muchos, la falta de definición precisa del lema no era un inconveniente, ya que cada votante lo interpretaba a su manera, lo que generaba un fuerte sentimiento de lealtad. La campaña de Trump utilizó esta ambigüedad de forma estratégica, similar a como Barack Obama había usado "Hope and Change" en 2008, creando un espacio donde los votantes podían proyectar sus propias esperanzas y frustraciones.

En cuanto al apoyo de las élites políticas, este fue fundamental para consolidar el respaldo de los votantes republicanos en Iowa. Líderes como el gobernador Terry Branstad, la vicegobernadora Kim Reynolds, y los senadores Charles Grassley y Joni Ernst jugaron un papel crucial al respaldar a Trump, un gesto que ayudó a alinear la maquinaria política del estado con la campaña. La coordinación entre la campaña de Trump y las organizaciones republicanas locales fue clave, permitiendo una movilización más eficiente y una campaña mejor organizada, a pesar de las dificultades iniciales.

Es importante destacar que, aunque la falta de una infraestructura de campaña tradicional pudo haber preocupado a algunos en los primeros meses, la campaña de Trump demostró que, en ocasiones, las estructuras informales y la movilización de base pueden ser más efectivas que las campañas más estructuradas y centralizadas. La clave del éxito radicó en la capacidad de Trump para conectar con los votantes comunes, especialmente aquellos de la clase trabajadora blanca, que sentían que los políticos tradicionales no representaban sus intereses.

¿Qué factores influyeron en la elección del voto en 2016 en relación con la inmigración, la identificación partidista y la aprobación de Obama?

El aumento de apoyo a Donald Trump en las elecciones de 2016 fue particularmente significativo entre los votantes con posturas más duras sobre inmigración. La probabilidad de votar por Trump se duplicó en casi todos los casos a medida que se intensificaron las actitudes restrictivas hacia la inmigración. Los datos muestran que aquellos con posiciones pro-inmigración tenían solo un 24% de probabilidad de votar por Trump, mientras que los más conservadores en cuanto a inmigración alcanzaban casi un 70%. Esta variación en el apoyo electoral está fuertemente mediada por la identificación partidista, que juega un papel crucial en la relación entre la inmigración y la decisión de votar por Trump, así como en la conexión entre el apoyo a Trump y la desaprobación de Obama.

Los resultados mostraron que, sin importar la identificación partidista, a medida que las actitudes hacia la inmigración se tornaban más restrictivas, la probabilidad de votar por Trump aumentaba. Sin embargo, los votantes republicanos mostraron un efecto adicional significativo en comparación con los demócratas o los votantes sin partido. En el caso de los votantes republicanos, la probabilidad de apoyar a Trump subía significativamente en todos los valores de las actitudes sobre inmigración. Por ejemplo, los votantes republicanos con las posiciones más favorables hacia la inmigración aún tenían un 45% de probabilidad de votar por Trump, mientras que aquellos con posturas más duras alcanzaban más del 80%.

De igual forma, la desaprobación del desempeño de Obama también influenció las decisiones de voto. Los votantes que desaprobaban la gestión de Obama, independientemente de su afiliación partidista, tendían a optar por Trump. En particular, para los votantes republicanos, la probabilidad de votar por Trump en caso de desaprobar a Obama alcanzaba un 86.6%. Esta relación subraya el descontento generalizado con el presidente en ejercicio, que se reflejó en el apoyo a un candidato que proponía un cambio radical respecto a las políticas de Obama.

La demografía de los votantes también jugó un papel crucial en la elección de voto. Por ejemplo, en los votantes blancos y de clase trabajadora, aquellos que eran cristianos evangélicos y votaban el día de las elecciones mostraron una mayor propensidad a votar por Trump. Entre estos votantes, la desaprobación de Obama y las posturas estrictas sobre inmigración aumentaron considerablemente las probabilidades de apoyo a Trump. Los datos muestran que, en los votantes blancos de clase trabajadora que desaprobaban a Obama, la probabilidad de votar por Trump era de un 76.1%, comparado con solo un 23.1% en aquellos que aprobaban su gestión.

El análisis también revela diferencias claras entre los votantes de clase trabajadora blanca y los votantes blancos con educación universitaria. Para los votantes con títulos universitarios, la actitud hacia la inmigración fue un factor aún más determinante que para los votantes de clase trabajadora, con un coeficiente que era el doble en su modelo. Los votantes blancos con educación universitaria que tenían posturas más duras sobre inmigración tenían una probabilidad de votar por Trump del 77.8%, en comparación con solo un 12% de probabilidad entre los que mantenían una actitud más favorable hacia la inmigración.

Aunque los prejuicios raciales no alcanzaron significancia estadística directa en los modelos analizados, la correlación entre las actitudes raciales y las posturas sobre inmigración fue robusta, sugiriendo que las actitudes raciales pudieron haber tenido un efecto indirecto en la elección de voto. La fuerte relación entre la desaprobación de Obama y las actitudes hacia la inmigración refuerza la idea de que los votantes que se alineaban más con la visión conservadora de Trump en estos temas eran, en su mayoría, aquellos que rechazaban las políticas de Obama.

El fenómeno de los "switchers", o votantes que cambiaron su apoyo de Obama en 2012 a Trump en 2016, fue otro factor clave en el análisis. Aunque no se pudo identificar un único factor que explicara este cambio, la desaprobación de Obama y las posiciones sobre inmigración fueron determinantes. En particular, los votantes que, en 2012, apoyaron a Obama pero en 2016 se inclinaban por Trump, tendían a compartir una visión más restrictiva sobre la inmigración y a rechazar las políticas del presidente demócrata.

Este conjunto de datos ilustra cómo las actitudes hacia la inmigración, la identificación partidista y la percepción de Obama influenciaron decisivamente la elección de voto en 2016. Al comprender estos factores, podemos obtener una visión más clara de los complejos movimientos electorales que llevaron al triunfo de Trump en un momento crítico para la política estadounidense.