La biomasa ha emergido como un recurso clave en la transición hacia una energía más limpia y sostenible. Su potencial en la reducción de las emisiones de CO2 y su contribución a un futuro más verde son innegables, especialmente cuando se observa el contexto global de innovación tecnológica, políticas de apoyo y un compromiso colectivo con la sostenibilidad. El uso de la biomasa en la generación de energía se ha posicionado como una parte esencial en el sector de las energías renovables (RE), jugando un papel fundamental en la mitigación del cambio climático y en el desarrollo socioeconómico de las regiones.
El empleo de biomasa se basa en la utilización de materiales orgánicos de origen vegetal o animal para producir energía, y su potencial no se limita solo a la generación eléctrica. La biomasa es una fuente renovable que, cuando se gestiona adecuadamente, puede reducir la dependencia de los combustibles fósiles, disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero y promover una economía circular. Este tipo de energía tiene la ventaja de ser carbono-neutral, lo que significa que las emisiones de CO2 generadas durante su combustión se compensan con la absorción de CO2 realizada por las plantas durante su crecimiento.
Un aspecto crucial del potencial de la biomasa radica en su capacidad para diversificar las fuentes de energía. Su aplicación no se limita a la producción de electricidad, sino que también se extiende a la fabricación de biocombustibles y productos químicos a partir de la biomasa. El sector de la biomasa puede ayudar a transformar desechos orgánicos, como residuos agrícolas y forestales, en recursos útiles, evitando que estos se acumulen en vertederos y, al mismo tiempo, proporcionando una fuente alternativa de energía que favorece tanto el medio ambiente como la economía.
A nivel socioeconómico, el sector de la biomasa puede promover la creación de empleos verdes y mejorar la seguridad energética de las comunidades. En regiones rurales, la producción de biomasa puede generar empleo, mejorar la infraestructura local y fomentar el desarrollo de pequeñas y medianas empresas. Además, la biomasa ofrece una ventaja en términos de seguridad energética, ya que las materias primas para su producción suelen ser locales, lo que reduce la vulnerabilidad a las fluctuaciones de los precios internacionales de la energía.
Sin embargo, la biomasa también presenta desafíos que deben ser superados para que pueda realizar todo su potencial. Uno de estos retos es el de garantizar la sostenibilidad en la gestión de los recursos biomásicos. La sobreexplotación de recursos naturales, la deforestación y el uso ineficiente de la biomasa pueden tener efectos adversos en el medio ambiente. Es crucial que se implemente una gestión responsable de las fuentes de biomasa, adoptando prácticas que aseguren la renovación de los recursos y minimicen su impacto ecológico.
Además, la biomasa debe ser vista dentro de un contexto más amplio de políticas energéticas y ambientales. Si bien su uso puede ser una solución efectiva a corto plazo, es esencial que se combinen con otras fuentes de energía renovable, como la solar y la eólica, en un enfoque integral de transición energética. Solo mediante un enfoque multidimensional que considere la eficiencia energética, la innovación tecnológica y las políticas de apoyo será posible alcanzar un futuro energético verdaderamente sostenible.
El papel de la biomasa en la transición energética no puede ser subestimado. Al ser una fuente de energía renovable con un amplio potencial para reducir las emisiones de CO2, contribuir al desarrollo económico y mejorar la seguridad energética, la biomasa se posiciona como un elemento clave en la lucha contra el cambio climático. En este sentido, el compromiso global hacia la sostenibilidad debe incluir la inversión en tecnologías que optimicen la conversión de la biomasa en energía, así como el fomento de políticas que incentiven su uso eficiente y responsable.
Es importante entender que la biomasa no es una solución única ni perfecta. Su éxito depende de un enfoque balanceado que combine tecnología, políticas adecuadas y una gestión responsable. Además, el futuro de la biomasa como fuente de energía renovable está intrínsecamente ligado a la evolución de las políticas internacionales, el desarrollo de nuevas tecnologías de conversión y la adaptación a las particularidades locales de cada región.
¿Cómo se encapsulan los materiales de cambio de fase (PCM) y qué aplicaciones tienen en el almacenamiento de energía térmica?
El proceso de encapsulación de materiales de cambio de fase (PCM) mediante la técnica de secado por pulverización (spray drying) ha ganado relevancia en los últimos años debido a su capacidad para fabricar microcápsulas esféricas de tamaño uniforme. Estas microcápsulas tienen la ventaja de ser altamente eficientes tanto en la liberación como en el almacenamiento de calor, alcanzando una capacidad de almacenamiento de calor de 221,22 J/g y una capacidad de liberación de 216,44 J/g, en una proporción de núcleo-cáscara de 2:1 [65]. Además, algunos estudios han demostrado que la adición de nanofibras de carbono (CNF) mejora significativamente la resistencia mecánica, la conductividad térmica y la estabilidad térmica de estas microcápsulas, permitiendo que mantengan su capacidad de almacenamiento de calor durante hasta 3000 ciclos térmicos [66].
Existen también métodos químicos utilizados para encapsular PCMs, como la polimerización in-situ, la polimerización interfacial, la polimerización en suspensión y la polimerización en emulsión. Estos métodos aprovechan la reacción entre monómeros, oligómeros o prepolímeros para crear una cáscara protectora alrededor del material de cambio de fase. En el caso de la polimerización in-situ, se forma una cáscara de polímero en la superficie de las gotas de PCM a través de la polimerización de un prepolímero, lo que resulta en una estructura estable [71]. De manera similar, en la polimerización interfacial, dos monómeros, uno soluble en agua y otro en aceite, reaccionan en la interfaz de dos líquidos inmiscibles, formando una cáscara que encapsula el PCM [71]. Por otro lado, la polimerización en suspensión y en emulsión, que emplea monómeros solubles en aceite y agua, respectivamente, también son técnicas efectivas para encapsular estos materiales, proporcionando diferentes beneficios en función del tipo de polímero y las condiciones de la reacción.
Los marcos poliméricos porosos (POF, por sus siglas en inglés) son otro recurso valioso en la estabilización de los PCMs. Estos materiales, como los aerogeles y espumas poliméricas, ofrecen propiedades excepcionales, tales como baja densidad, alta superficie específica, alta resistencia mecánica y excelentes propiedades aislantes. Los POFs también permiten una estabilización eficaz del PCM, lo que mejora la estabilidad dimensional del sistema y previene la fuga del material a lo largo del tiempo [58]. Ejemplos de polímeros estructurales utilizados para fabricar estos marcos incluyen el alcohol polivinílico (PVA), la celulosa, el policaprolactona (PCL) y el ácido poliláctico (PLA) [80]. Estos materiales no solo aumentan la estabilidad del PCM, sino que también mejoran la capacidad de almacenamiento de calor, lo que los convierte en una excelente opción para aplicaciones térmicas.
La estrategia de estabilización de forma es otro enfoque importante en el almacenamiento de energía térmica basado en PCMs. Los sistemas tradicionales de almacenamiento de energía térmica (TES, por sus siglas en inglés) suelen presentar limitaciones debido a su baja conductividad térmica y la fuga de los PCMs, lo que afecta su rendimiento. Para superar estas limitaciones, se recurre a la incorporación de rellenos conductores, como nanotubos de carbono (CNTs), grafeno y metales, que estabilizan la forma del PCM sin sacrificar su densidad energética intrínseca. De este modo, los sistemas estabilizados por forma (SSPCM) mantienen un equilibrio entre el rendimiento térmico y la densidad energética, logrando un mejor almacenamiento térmico sin que los materiales cambien de fase se derramen o se degraden a lo largo del tiempo [84].
Los sistemas de almacenamiento térmico basados en PCMs microencapsulados (MPCM) tienen un potencial significativo en diversas aplicaciones, como en la construcción de edificios, textiles y sistemas de almacenamiento de alimentos. Estos sistemas no solo mejoran la eficiencia energética de las edificaciones al mantener la temperatura interior constante, sino que también se utilizan en el almacenamiento de energía solar y la recuperación de energía desperdiciada. Los MPCM permiten almacenar y liberar calor de manera eficiente, lo que resulta útil en aplicaciones que requieren gestión térmica constante, como en la industria de la energía renovable y en soluciones de almacenamiento térmico para la construcción y la tecnología textil [59].
Es importante destacar que, aunque los avances en los métodos de encapsulación de PCMs son significativos, los investigadores continúan desarrollando nuevas técnicas y materiales que permitan mejorar la eficiencia, la estabilidad y la capacidad de almacenamiento térmico. La integración de nuevos materiales, como las espumas de grafito o los polímeros funcionalizados, promete llevar estos sistemas a niveles aún más altos de rendimiento, lo que podría cambiar la forma en que se gestionan las energías térmicas en una amplia variedad de industrias.
Además, aunque la encapsulación y estabilización de los PCMs han mejorado sustancialmente, los costos de fabricación y la durabilidad siguen siendo factores críticos que los investigadores y los ingenieros deben abordar para que estos sistemas sean más accesibles y sostenibles en el futuro. La mejora de la eficiencia de estos materiales también dependerá de un mejor entendimiento de la interacción entre las matrices poliméricas y los PCMs, así como del control preciso de la porosidad y la estructura de los materiales encapsulantes.

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