En 1915, nueve ‘espías aéreos’, cuatro de ellos uniformados y cinco aviones, cayeron en nuestras manos. Los intentos por capturar nuevamente a los espías fueron cuidadosamente vigilados. Los aviones franceses volaban en el momento acordado sobre el punto de aterrizaje, mantenido bajo observación por los agentes alemanes de contraespionaje. Sin embargo, en tales casos, los aviadores volaban a una gran altura, pues la señal convenida de que el lugar estaba despejado no era dada. En ningún caso se pudo confirmar que un ‘espía aéreo’ fuera realmente recogido.

Algunos fueron capturados lejos del frente, en la Bélgica oriental. Se les había instruido que, si llegaban a Holanda, debían presentarse al cónsul francés, quien se encargaría de su regreso a Francia. Algunos de ellos tenían órdenes de destruir vías férreas y puentes detrás del ejército alemán, especialmente en aquellas zonas del frente donde se esperaba un ataque alemán o una ofensiva aliada. En cuanto a los proyectos exitosos de este tipo, no se pudo determinar nada con certeza.

La utilidad de los espías aéreos radicaba principalmente en la información que enviaban a través de sus palomas mensajeras. Este método de obtención de información no podía ser utilizado por las autoridades militares alemanas. No se encontraron prisioneros de guerra enemigos dispuestos a realizar un trabajo de tal naturaleza contra su propio país.

En cuanto a la valentía mostrada por el enemigo, éramos sus iguales, pero sufrían las desventajas de encontrarse en territorio enemigo, donde los habitantes eran favorables a los aliados. Intentaron emplear nuestros métodos, pero no creo que, desde el punto de vista militar, hayan tenido el mismo éxito que nosotros. Recuerdo haber visto el cuerpo destrozado de un espía cerca de Albert en 1916. Había sido arrojado desde un avión enemigo durante la noche, pero su paracaídas no funcionó. Dio su vida por la patria con la misma fortaleza con la que nuestros propios hombres lucharon por su causa.

No cabe duda de que en aquellos días tuvimos muchos problemas con algunos civiles franceses y belgas que trabajaban a sueldo del enemigo. El teniente E.H. King, oficial de inteligencia de mi brigada, arrestó a un hombre llamado Debacker-Polydore, de Croix de Bac, en el acto de cortar nuestros cables telegráficos con unas pinzas aisladas. Fue juzgado por las autoridades civiles y militares francesas, hallado culpable y fusilado como espía el 11 de noviembre de 1914. Estos, como es natural, habitantes de las zonas donde operaban, eran mucho más difíciles de tratar que los miembros alemanes del servicio secreto que cruzaban las líneas con fines de espionaje. No creo que muchos de estos últimos hayan logrado regresar. De hecho, hacia 1917, nuestro Departamento de Inteligencia se había vuelto tan eficiente que casi era imposible para cualquier civil en la zona de las tropas moverse sin que sus movimientos fueran registrados.

Las palomas jugaron un papel importante en la guerra, tanto en uno como en otro bando. Los alemanes las utilizaban para enviarlas a diferentes palomares secretos en territorios aliados o, por el contrario, hacia partes de los territorios ocupados en Alemania. He tratado casos de palomas enemigas en diversas partes de la línea británica, algunas de las cuales aterrizaron debido a su instinto de apareamiento, agotamiento o heridas. Los perros, también empleados por ambos bandos, demostraron ser de gran utilidad, ya que podían ser entrenados para llevar información en momentos de ataque, incluso en medio del peligro. Algunos de estos animales mostraron una inteligencia notable, llevando repetidamente información valiosa en medio de la muerte.

Paddy, el querido perrito mestizo cuya historia de vida planeo escribir en algún momento, es solo uno de los muchos agentes secretos mudos que trabajaron para los beligerantes en ambos lados durante la guerra.

En los primeros meses de la guerra, era mucho más fácil, y a menudo civiles inocentes se veían envueltos en las maquinaciones de los espías sin saberlo, como lo demuestra el caso de la anciana de Fleurbaix. En los primeros días del conflicto, tuve ocasión de estar en las cercanías de este pueblo, y debido a mi deber, había estado observando en ciertos cruces de caminos para algo completamente distinto a lo que estoy a punto de relatar. Durante dos noches vi a una anciana campesina pasar por mi lado a la misma hora, por lo que al tercer día me pareció extraño. El cuarto día me oculté y observé que la anciana pasaba exactamente igual, en la misma dirección. Decidí entonces mantenerme vigilante y aclarar el asunto, descubriendo que siempre entraba en una iglesia parcialmente destruida alrededor de las siete de la noche, llevando una pequeña cesta.

Cada noche observaba que repetía esta misma rutina, así que decidí actuar. Entró en la iglesia, subió por las escaleras destruidas de la torre y comenzó a subir hasta el último piso. No tenía idea de que yo la seguía de cerca y, cuando la confronté, estaba en el acto de entregarle provisiones de su cesta a un oficial con uniforme británico. Al principio no entendí lo que estaba pasando, pero tras interrogar al oficial, este me dijo con gran indignación: “¿Por qué quiere saber eso?”. Fue suficiente para que sacara mi revólver y lo cubriera. Me dijo que me estaba volviendo loco y me amenazó con castigos, aunque, tengo que admitir, casi me intimidó. Pero esa pequeña palabra "vont" en lugar de "want" fue la señal que me hizo saber que era alemán. El oficial resultó ser un espía, aunque hablaba inglés perfectamente. Había estado durante diez días en la torre, enviando las posiciones de nuestras tropas mediante un teléfono de campo dejado por los alemanes al ser expulsados del pueblo.

La anciana, sin embargo, no era más que una inocente. Había sido engañada por el oficial, quien le pidió que le llevara comida cada noche, confiando en su bondad, sin conocer las leyes militares. El espía, según se supo, era un exgerente de un conocido hotel de Londres, y había sido llamado al servicio alemán en julio de 1914.

El espionaje, en todas sus formas, nunca fue un simple juego de ingenio. Era una constante lucha por la supervivencia y la supremacía. Aunque los espías, tanto del lado enemigo como del nuestro, fueron igualmente valientes, es fundamental comprender que la guerra moderna y la inteligencia militar involucraban no solo a seres humanos, sino también a animales, que jugaron roles decisivos en la obtención de información. Las palomas mensajeras y los perros eran agentes tan fundamentales como los espías humanos, llevando consigo información crucial entre las líneas del frente, enfrentando enormes peligros. La historia de estos agentes, humanos y animales, sigue siendo una de las más conmovedoras y menos contadas de la guerra.

¿Cómo el engaño y la astucia definen el destino de los personajes?

La historia que nos presenta E. Phillips Oppenheim en La flota fantasma se desarrolla en un contexto de tensión y astucia, donde los personajes deben enfrentarse a las sorpresas y los engaños de un mundo donde las apariencias no siempre son lo que parecen. Desde el principio, Hartley, el protagonista, se enfrenta a una situación que parece ser de derrota total, pero lo que inicialmente parece un fallo se convierte en una jugada maestra de astucia y preparación.

El incidente con el maletín, que parece una simple pérdida de documentos, es, en realidad, una demostración de la astucia detrás del engaño. El joven Hartley se encuentra en una situación aparentemente comprometedora, con la aparente pérdida de papeles cruciales que, según su tío, estaban en manos de la misteriosa Miss Mystery. El tío, que es consciente de las maquinaciones de la mujer, se encuentra desconcertado por la aparente torpeza de su sobrino, hasta que el joven revela una verdad mucho más intrigante. Hartley no había fracasado; había sido víctima de una estratagema, pero no de un descuido. Había sido drogado, sí, pero también había actuado de manera estratégica: había sustituido los documentos reales por otros, nada más que viejos papeles que no tendrían ningún valor para quien los robara. Este detalle, aparentemente pequeño, es el que hace que la historia dé un giro inesperado, mostrando cómo una simple observación puede cambiar el curso de los acontecimientos.

La manipulación de las apariencias y la manera en que los personajes se mueven en este mundo de engaños es crucial para entender no solo las relaciones entre ellos, sino también las motivaciones subyacentes que los impulsan. La figura de Miss Mystery, la mujer que parece ser la antagonista principal, es un ejemplo perfecto de cómo un personaje puede manejar los hilos de una trama sin necesidad de aparecer físicamente en el escenario. Ella representa la habilidad para influir a través de la manipulación y el control de las circunstancias, sin ser vista, solo dejando rastros para que otros los sigan.

Es esencial notar que el tío de Hartley, aunque parece ser el mentor sabio, está igualmente atrapado en un juego de engaños. A lo largo de la historia, sus suposiciones de lo que ha sucedido, sus juicios precipitados sobre la torpeza de su sobrino, se desmoronan cuando descubre que la jugada de Hartley, aunque parezca una simple sustitución de documentos, era en realidad una jugada maestra. Este cambio de perspectiva no solo recalca la importancia de no apresurarse a juzgar, sino también cómo el control de la información y el detalle pueden definir el resultado de cualquier enfrentamiento.

Más allá de los engaños inmediatos, hay una reflexión más profunda sobre las relaciones humanas y la confianza. El mundo de Oppenheim está lleno de personajes que interactúan bajo la constante presión de la desconfianza y el secreto. Hartley, por ejemplo, tiene que navegar un mar de apariencias y manipulaciones, aprendiendo que, aunque pueda parecer una víctima en un primer momento, en realidad está actuando con la misma astucia que aquellos que intentan engañarlo.

Es en este entorno de tensión y desconfianza donde se pone a prueba la verdadera naturaleza de los personajes. La historia no solo se trata de robar documentos, sino de cómo las personas se relacionan entre sí en un mundo donde las intenciones no siempre son claras y las lealtades pueden cambiar en cualquier momento. Además, es interesante cómo el autor plantea la importancia de las decisiones aparentemente insignificantes, como el momento en que el sobrino sustituye los papeles en el maletín. Este pequeño acto, que podría haberse interpretado como una simple reacción ante el miedo, demuestra que a veces las decisiones más simples son las que definen el desenlace de una historia.

El texto de Oppenheim, aunque lleno de intriga y giros inesperados, también nos invita a reflexionar sobre cómo la astucia, la preparación y la manipulación pueden alterar la percepción de los hechos y la realidad misma. La lección para el lector no es solo entender la trama, sino también captar las sutilezas que hay detrás de las acciones de los personajes. La astucia de Hartley, por ejemplo, no solo radica en el acto de sustituir los papeles, sino en la manera en que ha sido capaz de anticipar los movimientos de los demás, de leer las intenciones y de manipular la situación a su favor.

Es clave para el lector entender que, en este tipo de relatos, los personajes no son simplemente héroes o villanos, sino que todos están atrapados en una red de engaños y manipulaciones. Hartley, en su intento por superar a Miss Mystery, se encuentra también atrapado en un juego que no entiende completamente. Lo que parece una victoria para él en un momento dado podría convertirse en una derrota si no logra comprender completamente las dinámicas de poder que lo rodean.

En este sentido, el relato se convierte en una meditación sobre el poder del conocimiento, la percepción y la estrategia. El que domina la información es el que, en última instancia, puede cambiar las reglas del juego, y es algo que va mucho más allá de una simple historia de robo. Oppenheim nos muestra cómo incluso las situaciones más desesperadas pueden ser gestionadas con astucia, y cómo las victorias y derrotas están más relacionadas con la percepción y la preparación que con los hechos objetivos en sí mismos.