La disfunción de la deglución, o disfagia, es un trastorno complejo que puede tener implicaciones significativas en la calidad de vida de los pacientes, especialmente en aquellos sometidos a tratamientos oncológicos, como la radioterapia o la quimioterapia, que afectan las estructuras involucradas en el proceso de la deglución. Este problema se manifiesta de diversas maneras, desde la dificultad para tragar alimentos sólidos hasta la regurgitación de alimentos no digeridos y aspiraciones, que pueden generar infecciones respiratorias recurrentes y mal aliento. En muchos casos, los pacientes pueden requerir el uso de sondas nasogástricas o gastrostomías para alimentarse, lo que afecta su calidad de vida y les obliga a enfrentarse a una serie de complicaciones.
El origen de la disfagia post-tratamiento radiactivo se encuentra en la inflamación crónica que afecta las glándulas salivales, lo que lleva a la xerostomía, y a la fibrosis generalizada de los músculos de la masticación y las estructuras de la faringe. Esta fibrosis interfiere con el movimiento adecuado de los alimentos a lo largo del tracto digestivo superior y puede llevar a la formación de estenosis o estrangulamientos en la faringe. En términos generales, los efectos de la radioterapia en la deglución pueden ser inmediatos o desarrollarse a lo largo del tiempo, lo que requiere un enfoque multidisciplinario para el manejo adecuado de estos pacientes.
El diagnóstico de la disfagia comienza con una evaluación clínica detallada, seguida de estudios de imagen como la deglución con contraste, que permite observar el tamaño y la localización de los posibles divertículos, como el divertículo faringeo, que es una de las causas frecuentes de disfagia en pacientes con cánceres de cabeza y cuello. La endoscopia también juega un papel importante, ya que permite visualizar de manera directa las estructuras afectadas y detectar complicaciones como infecciones secundarias o fibrosis.
El manejo de la disfagia depende en gran medida de los síntomas y de cómo afectan la calidad de vida del paciente. En aquellos con un pequeño divertículo que no genera síntomas graves, la intervención puede no ser necesaria. Sin embargo, si el divertículo causa infecciones respiratorias recurrentes o dificultad significativa para tragar, puede ser necesaria una intervención quirúrgica. En estos casos, se puede optar por una división endoscópica del divertículo o, si no es posible realizar la intervención de forma endoscópica, se puede recurrir a un enfoque quirúrgico externo, con la extirpación del divertículo y reparación del defecto.
Además de los tratamientos quirúrgicos, la rehabilitación deglutoria, que implica la participación de terapeutas del habla y del lenguaje, es fundamental en el manejo de los pacientes que presentan disfagia crónica post-tratamiento. Estos especialistas ayudan a los pacientes a mejorar su capacidad para tragar de manera segura y eficaz, y a minimizar los riesgos de aspiración.
Es esencial que el tratamiento de la disfagia se enfoque en el bienestar general del paciente, teniendo en cuenta no solo la resolución de los síntomas, sino también la mejora de su calidad de vida. Esto puede incluir la implementación de estrategias nutricionales adaptadas, la mejora de la higiene oral para prevenir infecciones y la educación al paciente sobre cómo manejar su alimentación para evitar complicaciones. La intervención temprana y el seguimiento regular son clave para mejorar los resultados a largo plazo y evitar la progresión de las complicaciones asociadas con la disfagia.
En cuanto al diagnóstico, es importante resaltar que, aunque la disfagia post-radioterapia es común, cualquier signo de disfagia progresiva debe ser evaluado minuciosamente para descartar la presencia de malignidad. El cáncer de cabeza y cuello, en particular, debe ser considerado en los diagnósticos diferenciales, ya que las tasas de mortalidad son elevadas si no se detectan a tiempo. Además, las clasificaciones existentes, como la de van Overbeek y Morton, ayudan a medir el tamaño y la gravedad de los divertículos y guiar las decisiones sobre el tratamiento adecuado.
La importancia de un enfoque multidisciplinario en el manejo de la disfagia no puede subestimarse. La colaboración entre oncólogos, cirujanos, terapeutas del habla y nutricionistas es esencial para proporcionar un tratamiento integral que aborde todas las facetas de la enfermedad y sus complicaciones. Además, se debe prestar especial atención a los efectos secundarios a largo plazo de los tratamientos como la quimioterapia y la radioterapia, que pueden tener un impacto persistente en la deglución y, por ende, en la calidad de vida del paciente.
¿Cuáles son las principales complicaciones y opciones de tratamiento postoperatorio en la cirugía de otosclerosis?
La cirugía de otosclerosis, especialmente el procedimiento de estapedotomía, es una intervención altamente efectiva para tratar la pérdida de audición relacionada con esta enfermedad. Sin embargo, como en cualquier intervención quirúrgica, existen ciertos riesgos y complicaciones que deben ser considerados, tanto por los cirujanos como por los pacientes. En esta sección, se exploran las complicaciones más comunes, así como las opciones de tratamiento disponibles, incluidas las alternativas médicas y dispositivos de asistencia auditiva.
En primer lugar, es fundamental entender que el objetivo principal de la estapedotomía es crear una abertura lo suficientemente pequeña en la platina del estribo, para que una prótesis pueda insertarse de forma segura y eficaz. Para ello, se utiliza una prótesis de diámetro mínimo de 0.4 mm, normalmente complementada con un extra de 0.2 mm para garantizar su movilidad. Sin embargo, es común que muchos cirujanos utilicen un pistón de 0.6 mm para asegurar una adecuada colocación en la fenestra creada. Aunque existen múltiples tipos de prótesis y materiales, la habilidad y experiencia del cirujano juegan un papel más relevante en el resultado final de la cirugía que el tipo específico de prótesis utilizada.
Una de las complicaciones más destacadas que pueden surgir durante la cirugía es el sangrado, especialmente si existen anomalías vasculares que interfieran con la intervención. En estos casos, las arterias o venas cercanas a la zona de la cirugía, como las arterias estapediales o la carótida interna, pueden representar un desafío considerable. Además, el riesgo de dañar el nervio facial es una preocupación, aunque la probabilidad de sufrir una lesión en este nervio es inferior al 1%. Las adherencias en cirugías de revisión pueden aumentar este riesgo, lo que subraya la importancia de un enfoque preciso y cuidadoso.
Otro riesgo durante la intervención es el "gusher perilimfático", una condición en la que se produce una fuga de perilinfa debido a defectos en el acueducto coclear o en el canal auditivo interno. Esto puede resultar en una rápida pérdida de audición, y la gestión de este problema suele requerir la elevación de la mesa quirúrgica y el uso de un injerto de tejido para detener el flujo de líquido.
Tras la operación, es común que los pacientes experimenten algunos efectos secundarios temporales. Uno de los más frecuentes es el vértigo, que suele ser leve y transitorio. Sin embargo, en casos más graves, se pueden presentar episodios de vértigo incapacitante, lo cual puede indicar un daño en las estructuras del oído interno. Este tipo de vértigo se trata generalmente con sedantes vestibulares, y se resuelve de forma gradual. En algunos pacientes, el oído puede presentar una perforación en la membrana timpánica, la cual debe repararse de inmediato, aunque la cirugía de estapedotomía puede continuar según lo planeado.
Otro síntoma postoperatorio común es la tinnitus. Muchos pacientes que padecen otosclerosis presentan tinnitus incluso antes de la intervención, y aunque algunos reportan una mejora significativa tras la cirugía, un porcentaje menor puede experimentar una intensificación temporal de este síntoma.
En cuanto a las complicaciones más graves, la parálisis facial es una preocupación a tener en cuenta, aunque su incidencia es baja. El riesgo de parálisis facial suele estar relacionado con el uso de láseres de alta energía durante la cirugía, ya que la disecación térmica puede causar daño al nervio facial. Afortunadamente, la recuperación suele ocurrir de manera gradual, aunque puede extenderse durante varios meses. En casos más raros, pueden formarse granulomas reparadores alrededor de la prótesis o de la ventana oval, lo que puede causar pérdida auditiva, dolor y mareos. El tratamiento de esta complicación es controvertido, y varía entre la exploración quirúrgica para eliminar el tejido inflamado y un enfoque más conservador con esteroides y antibióticos.
Además de las complicaciones quirúrgicas inmediatas, existen opciones de tratamiento para aquellos pacientes que experimentan una pérdida auditiva continua debido a la falla de la prótesis. En estos casos, la cirugía de revisión suele ser necesaria, y se puede utilizar cemento óseo para asegurar la colocación de la prótesis. Sin embargo, la tasa de éxito de esta intervención depende de varios factores, como la extensión del daño en la cadena ossicular.
Por último, las alternativas no quirúrgicas también juegan un papel importante en el tratamiento de la otosclerosis. Los audífonos implantados en el hueso son una opción válida para aquellos pacientes que no desean someterse a una cirugía invasiva. Estos dispositivos tienen la ventaja de no implicar el riesgo de perder la audición en el oído tratado, lo que los convierte en una opción atractiva, especialmente para aquellos que padecen de otosclerosis en un solo oído. Otra alternativa es la implantación coclear, que puede ser una opción viable para pacientes con pérdida auditiva profunda debido a la otosclerosis avanzada. Sin embargo, esto solo es posible si la cóclea no ha sido completamente destruida por la enfermedad.
En el ámbito médico, se están investigando terapias como el uso de fluoruro y bisfosfonatos para modificar la progresión de la otosclerosis. Aunque los estudios no han demostrado resultados concluyentes, se cree que estas terapias pueden ayudar a reducir la inflamación en el oído interno y disminuir la pérdida auditiva progresiva.
Es esencial que tanto los pacientes como los cirujanos comprendan que la intervención quirúrgica es solo una parte del tratamiento de la otosclerosis. Un enfoque integral que considere el seguimiento postoperatorio, el manejo de complicaciones y las alternativas no quirúrgicas puede ofrecer una mejor calidad de vida a los pacientes. La educación sobre las posibles complicaciones y los riesgos es crucial para garantizar una recuperación exitosa y prevenir complicaciones a largo plazo.
¿Cómo manejar la apnea obstructiva del sueño en niños con comorbilidades complejas?
La apnea obstructiva del sueño (AOS) en niños, aunque prevalente, sigue siendo una condición comúnmente subdiagnosticada. A pesar de las intervenciones quirúrgicas como la adenoamigdalectomía, que se presentan como tratamientos eficaces, los casos complejos o graves de AOS requieren un enfoque multidisciplinario que implique no solo una evaluación exhaustiva sino también un manejo quirúrgico y postoperatorio especializado.
Los niños con AOS suelen enfrentar obstrucción de las vías respiratorias, lo que puede complicar aún más el manejo perioperatorio. Por lo general, los niños sin comorbilidades graves rara vez tienen dificultades con la intubación endotraqueal. Sin embargo, los problemas de extubación son comunes, y la recuperación de la anestesia tiende a ser más lenta, presentando una respuesta sedante pronunciada frente a los analgésicos opioides. En los casos más graves, la atelectasia segmentaria y el inicio de un fallo cardíaco derecho son complicaciones que deben ser anticipadas. Además, la ventilación a menudo está comprometida por la respuesta reducida al dióxido de carbono, lo que aumenta el riesgo de complicaciones respiratorias postoperatorias.
El manejo adecuado en estos casos debe estar centrado en un equipo multidisciplinario, donde un anestesista con experiencia en la atención de niños desempeña un papel esencial. La administración de corticoides perioperatorios puede ayudar a reducir la morbilidad postoperatoria, y los niños con AOS grave suelen presentar mejores resultados si la cirugía se realiza a primera hora del día, lo que minimiza el impacto de los efectos sedantes de la anestesia.
El uso de la presión positiva continua en las vías respiratorias (CPAP) es una opción cada vez más accesible para el tratamiento de la AOS en niños, especialmente para aquellos con necesidades médicas complejas o aquellos que no responden favorablemente a la cirugía. El CPAP actúa como un aparato neumático que mantiene la permeabilidad de las vías respiratorias, y si bien puede ser difícil de manejar en niños pequeños, muchos hospitales pediátricos están implementando programas de CPAP domiciliarios. No obstante, este tratamiento no está exento de efectos secundarios, como sequedad nasal, vestibulitis, dolores de cabeza y epistaxis, lo que requiere monitoreo cuidadoso y la formación de los padres para el manejo adecuado.
En algunos casos, los niños con secuencias de Pierre Robin o con anomalías craneofaciales graves pueden beneficiarse del uso de una vía aérea nasofaríngea, la cual se coloca utilizando un tubo endotraqueal modificado. Este dispositivo puede ser manejado por los padres una vez que se les haya dado la formación necesaria, lo que permite que el niño pueda ser dado de alta y monitoreado en su hogar durante semanas o meses hasta que se logre una mejora en la obstrucción de las vías respiratorias.
En cuanto a las intervenciones quirúrgicas, la osteogénesis de distracción es una técnica que se utiliza para corregir problemas en el esqueleto facial de los niños con anomalías craneofaciales. Este procedimiento implica la colocación de un dispositivo de expansión progresiva que permite la corrección gradual de las estructuras óseas. Aunque comúnmente se emplea con fines estéticos, también tiene aplicaciones en la reversión de traqueotomías en niños con AOS grave, lo que puede evitar la necesidad de procedimientos más invasivos. Sin embargo, la cirugía maxilofacial o las osteotomías mandibulares y maxilares, que son opciones de tratamiento habituales en adultos con AOS, solo se consideran en casos muy seleccionados de niños, siempre bajo un enfoque individualizado y en unidades quirúrgicas especializadas.
En última instancia, la traqueotomía, una técnica que permite bypassar la obstrucción de las vías respiratorias superiores, se presenta como una opción extrema para niños con AOS no tratable por otros medios. Su uso es raro y generalmente se reserva para niños con enfermedades multisistémicas graves o disfunción neurológica severa. La decisión de realizar una traqueotomía debe ser cuidadosamente evaluada, considerando las implicaciones y complicaciones potenciales, y debe discutirse exhaustivamente con los padres y otros cuidadores del niño.
Es fundamental que los profesionales de la salud que tratan la AOS pediátrica trabajen en colaboración con especialistas en otras áreas, como cardiología, neumología y cirugía craneofacial, para ofrecer un tratamiento integral que minimice riesgos y optimice los resultados a largo plazo. La identificación temprana de los niños en riesgo y la intervención en centros especializados son claves para lograr un manejo exitoso de esta condición.
¿Cómo diagnosticar y manejar la rinitis alérgica?
La rinitis alérgica (AR) es una enfermedad común que afecta a muchas personas, pero a menudo se subestima debido a su naturaleza crónica y la tendencia a confundirla con infecciones respiratorias superiores o incluso con fiebre del heno. A pesar de que algunos pacientes optan por automedicarse o simplemente ignorar sus síntomas, es fundamental reconocer el impacto significativo que puede tener esta condición en la calidad de vida de quienes la padecen. Un buen historial médico y un examen físico detallado son esenciales para llegar a un diagnóstico preciso y comenzar un tratamiento adecuado.
El diagnóstico de la rinitis alérgica comienza con una evaluación exhaustiva de los síntomas, como la duración de los mismos, la prevalencia estacional y cualquier antecedente de enfermedades atópicas o antecedentes familiares de alergias. Es importante que el médico también se enfoque en los factores que pueden estar exacerbando los síntomas, como la exposición a alérgenos comunes (por ejemplo, mascotas en casa, vivir en áreas rurales, entre otros). Además, es crucial evaluar cómo los síntomas impactan en las actividades diarias del paciente. En este contexto, la presencia de secreción nasal purulenta, dolor facial, epistaxis, anosmia y enfermedades unilaterales no son típicas de la rinitis alérgica y deben ser investigadas para descartar otros diagnósticos.
El examen físico incluye una evaluación funcional de la nariz, rinoscopía anterior y, en algunos casos, una evaluación endoscópica. Los signos típicos en el examen físico incluyen una obstrucción nasal, mucosa nasal inflamada con apariencia pálida y bogada, y la presencia de secreciones nasales delgadas y claras. Estos hallazgos no siempre se presentan de manera uniforme en todos los casos, pero son indicativos de una rinitis alérgica. La endoscopia nasal puede ser útil para descartar otras patologías diferenciales, como la sinusitis crónica con o sin pólipos nasales.
En cuanto a las investigaciones adicionales, la mayoría de los diagnósticos de rinitis alérgica se pueden hacer solo con el historial médico y un examen físico adecuados. Sin embargo, en situaciones de incertidumbre diagnóstica o cuando el diagnóstico tiene implicaciones significativas en la vida personal o profesional del paciente, se pueden realizar pruebas adicionales. Entre las pruebas de laboratorio, los marcadores inflamatorios como la velocidad de sedimentación de los eritrocitos (ESR), la proteína C-reactiva (CRP) y el recuento de eosinófilos pueden ser útiles para respaldar el diagnóstico o para excluir otras patologías.
Una de las pruebas más comunes para identificar la causa alérgica es la prueba de punción cutánea (SPT), que se realiza en el consultorio de manera rápida y proporciona resultados visuales inmediatos. El paciente debe abstenerse de tomar antihistamínicos una semana antes de la prueba, ya que estos medicamentos pueden interferir con los resultados. Durante la prueba, se introduce un alérgeno en la piel mediante una pequeña lanceta, y si el paciente es alérgico a ese alérgeno, se desarrollará una respuesta cutánea con hinchazón y enrojecimiento en la zona de contacto. La medición del tamaño de la roncha permite evaluar la intensidad de la reacción. Aunque una respuesta positiva en la prueba cutánea indica sensibilización al alérgeno, no siempre predice una reacción clínica significativa en la vida real.
En algunos casos, se pueden realizar pruebas in vitro, como la prueba RAST o ELISA, para medir los niveles de IgE total y de anticuerpos específicos a ciertos alérgenos en el suero del paciente. Sin embargo, al igual que con la prueba de punción cutánea, una respuesta positiva no siempre se traduce en una reacción clínica relevante.
En situaciones excepcionales, un desafío nasal con un alérgeno específico puede considerarse el estándar de oro para diagnosticar la rinitis alérgica, pero esta prueba rara vez se realiza fuera de centros especializados o de investigación.
Es crucial diferenciar la rinitis alérgica de otras condiciones nasales. Las rinitis no alérgicas (NAR) incluyen una variedad de patologías inflamatorias en la nariz que no están impulsadas por mecanismos alérgicos. Las causas infecciosas incluyen la rinitis viral (resfriado común) y, de manera más rara, infecciones como la rinoscleroma o la rinosporidiosis. Además, algunas rinitis no alérgicas son mediadas por la eosinofilia, como el síndrome de rinitis no alérgica con eosinofilia (NARES), que se caracteriza por altos niveles de eosinófilos tanto en el suero como en los frotis nasales, pero con pruebas de alergia negativas.
Es importante tener en cuenta que existen enfermedades sistémicas que también pueden manifestarse en la nariz, lo que puede complicar el diagnóstico. Trastornos como el granulomatosis con poliangitis (GPA), la granulomatosis eosinofílica con poliangitis (EGPA) y la sarcoidosis pueden presentar síntomas nasales similares a los de la rinitis alérgica. En estos casos, pruebas adicionales como análisis de sangre específicos o radiografías de tórax pueden ser necesarias para llegar a un diagnóstico claro.
Es esencial recordar que el manejo adecuado de la rinitis alérgica no solo implica tratar los síntomas, sino también educar al paciente sobre las posibles desencadenantes de la enfermedad, como los alérgenos ambientales. En algunos casos, los cambios en el entorno y la adopción de estrategias de evitación pueden ser tan importantes como el tratamiento farmacológico.
¿Cómo abordar la evaluación de enfermedades faríngeas y sus investigaciones?
Las enfermedades faríngeas son bastante comunes, pero el desafío radica en diferenciar entre aquellos con enfermedades benignas y aquellos con condiciones graves, sin caer en la sobreinvestigación de los primeros. La dificultad para tragar, o disfagia, es una de las principales preocupaciones, pero no siempre está asociada a una patología seria. A menudo, la dificultad al tragar se debe a un dolor, lo que se denomina odinofagia. Esta condición es más frecuente en infecciones de las amígdalas, aunque puede también ser un síntoma de cáncer en la faringe. El dolor unilateral, además, debería alertar sobre posibles enfermedades focales que requieren atención más cuidadosa.
La regurgitación, particularmente de alimentos recientemente ingeridos pero no digeridos, sugiere la presencia de un saco faríngeo, lo cual es otro indicio de una patología importante. Si los síntomas persisten más allá de un período que sería esperado para infecciones comunes (alrededor de 4 semanas), entonces la situación debería ser evaluada más a fondo. Es crucial que cualquier dolor originado en las amígdalas, que se intensifica con la deglución, sea revisado, ya que puede estar relacionado con cáncer de la faringe o una infección grave.
El habla también puede verse alterada cuando hay grandes hinchazones en la hipofaringe o la orofaringe. Las masas grandes en la nasofaringe pueden causar una nasofonía, lo que sugiere una obstrucción de la choana y compresión del paladar blando. Además, la persistencia de dolor acompañado de trismus podría indicar un absceso periamigdalino o la propagación de un tumor orofaríngeo a los músculos pterigoideos. Los tumores de la nasofaringe, por otro lado, pueden presentar obstrucción nasal, epistaxis y, en casos avanzados, invadir la base del cráneo, lo que resulta en parálisis de los nervios craneales y síntomas como diplopía, dolor facial y disfagia descoordinada.
La disfagia "verdadera", que es una dificultad real para tragar alimentos o líquidos, puede manifestarse en diversos grados: desde la incapacidad para tragar ciertos alimentos (como trozos de carne) hasta la regurgitación de los mismos. En estos casos, la pérdida de peso es un síntoma común y la dificultad para tragar puede empeorar progresivamente, lo que obliga a descartar patologías graves como el carcinoma de la hipofaringe o del esófago.
En cuanto a la exploración clínica, el examen de la nasofaringe es crucial. El uso de un endoscopio nasal rígido o un nasolaringofaringoscopio permite una visión iluminada, amplificada y detallada de la nasofaringe. En este examen, se debe evaluar también la movilidad de la trompa de Eustaquio, las fosas de Rosenmüller, el techo de la nasofaringe y las coanas nasales posteriores. La presencia de una masa en la región tiroidea también debe ser observada, ya que un agrandamiento de la glándula tiroides se presenta como una masa cervical baja que se mueve con la deglución.
El examen orofaríngeo incluye la inspección de las amígdalas, las fauces, el paladar blando y la pared posterior de la faringe. Las posibles masas dentro de las criptas amigdalinas pueden no ser visibles hasta fases avanzadas de un tumor orofaríngeo, por lo que es necesario una palpación minuciosa de la base de la lengua y la vallecula. Además, el examen de los tímpanos debe llevarse a cabo para evaluar posibles signos de otitis media o dolor referido de origen faríngeo.
El examen de la hipofaringe debe realizarse con un endoscopio nasolaringofaringoscópico, permitiendo una visión más precisa y detallada. El uso de anestesia tópica y descongestionantes nasales puede ser útil en pacientes con sensibilidad extrema o congestión nasal, aunque la evidencia sobre la efectividad de estos procedimientos es limitada.
En cuanto a las investigaciones complementarias, el cultivo de garganta puede ser útil para identificar infecciones bacterianas, especialmente aquellas causadas por el estreptococo del grupo A. Además, si la clínica lo sugiere, pueden solicitarse pruebas para chlamydia, gonorrea o difteria. La radiografía simple del cuello puede proporcionar información sobre las masas cervicales, su tamaño, distribución y fijación, lo cual es clave para determinar su naturaleza y la necesidad de intervención quirúrgica.
El uso de la tomografía computarizada (TC) es esencial para evaluar las lesiones de la faringe, especialmente los tumores y abscesos. La TC también es útil para valorar la invasión de la mandíbula por tumores orofaríngeos. Sin embargo, la resonancia magnética (RM) es superior a la TC en la evaluación de los tejidos blandos, particularmente para examinar la base de la lengua y los tumores de la orofaringe. La RM también es fundamental para valorar la extensión de los cánceres de la nasofaringe y su posible propagación intracraneal.
El trago de bario, como parte de la radiología de la deglución, puede ser útil para detectar estenosis, senos y bolsas faríngeas. Sin embargo, este estudio tiene limitaciones, especialmente en la identificación de problemas de la mucosa. En este sentido, la TC y la RM ofrecen una mayor precisión para evaluar tumores y abscesos en el área de la faringe.
Es importante que el diagnóstico de las enfermedades faríngeas se base no solo en los síntomas y en el examen físico, sino también en una evaluación detallada mediante técnicas de imagen y cultivos microbiológicos. La combinación de estos enfoques asegura un diagnóstico más preciso y la planificación de un tratamiento adecuado.
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