La prensa, en sus diferentes formas y enfoques, ha jugado un papel crucial en la formación de la opinión pública a lo largo de la historia estadounidense. Desde los días de Abraham Lincoln hasta la cobertura de eventos como los atentados del 11 de septiembre, la relación entre los medios y la sociedad ha sido de una interdependencia compleja. Esta dinámica no solo ha influido en la percepción de eventos históricos, sino que también ha alimentado y, en muchos casos, distorsionado la realidad de esos momentos.

El asesinato de Lincoln es uno de los episodios más emblemáticos en los cuales la prensa desempeñó un papel fundamental. Tras la muerte del presidente, se desataron una serie de teorías conspirativas que la prensa, en gran medida, amplificó. La cobertura de la tragedia en los periódicos no solo se centró en los hechos del atentado, sino que también introdujo una narrativa de conspiración, que aún perdura hoy en día. Estos relatos, muchas veces cargados de sensacionalismo, no solo moldearon la percepción pública del evento, sino que también contribuyeron a la creación de mitos que se entrelazaron con la figura de Lincoln a lo largo del tiempo. Por ejemplo, la idea de que el asesinato fue parte de un plan más grande, o que ciertos personajes estaban involucrados, fue alimentada por la prensa, lo que dificultó, y aún dificulta, una interpretación objetiva de los hechos.

En otros momentos históricos, como la cobertura de la Guerra Hispanoamericana, la prensa jugó un rol similar, utilizando un estilo de reportaje que favorecía el sensacionalismo y la exageración. Los periódicos de la época, como el New York Journal o el New York Herald, utilizaron las atrocidades reportadas para aumentar las ventas y justificar la intervención estadounidense en el conflicto. Este estilo de periodismo, conocido como "prensa amarilla", se destacó por distorsionar los hechos y amplificar los elementos más dramáticos de la guerra, influyendo así en la opinión pública y las decisiones políticas del momento.

A lo largo de los años, el papel de la prensa ha evolucionado, pero las estrategias de manipulación mediática siguen siendo similares. En el contexto contemporáneo, el fenómeno de las "noticias falsas" y la desinformación ha sido una extensión de estos métodos, aprovechando las plataformas digitales y los canales de comunicación masiva para influir en la sociedad. La cobertura de figuras políticas, como los debates presidenciales de 1960 entre Kennedy y Nixon, y más tarde la controversia alrededor de las elecciones de 2020, muestran cómo los medios han sido utilizados para crear narrativas que sirven a intereses específicos, con la intención de modificar la percepción pública y manipular el voto popular.

Uno de los aspectos más inquietantes de este proceso es cómo los medios pueden moldear la historia misma. Al destacar ciertos eventos o al distorsionar los hechos, la prensa puede alterar la manera en que las generaciones futuras entienden el pasado. La figura de Lincoln, por ejemplo, no solo es recordada por sus políticas o su liderazgo durante la guerra civil, sino también por la manera en que los periódicos lo representaron tras su muerte, contribuyendo a la construcción de un icono nacional más que a una evaluación objetiva de sus acciones y decisiones.

Es importante entender que la historia no solo se construye a través de los hechos, sino también a través de las interpretaciones de esos hechos. La prensa tiene el poder de decidir qué es noticia, cómo se presenta esa noticia y, lo más importante, qué se omite. Esto puede tener un impacto significativo en cómo la sociedad percibe los eventos y en cómo esos eventos se convierten en parte de la narrativa histórica.

Además, es crucial reconocer que la relación entre los medios y la política está lejos de ser neutral. A lo largo de la historia, la cobertura de ciertos temas ha sido influenciada por intereses económicos, políticos y sociales. El papel de la prensa como guardiana de la verdad se ve desafiado por la necesidad de mantener la rentabilidad y la influencia. En este sentido, el poder de los medios de comunicación se convierte en una herramienta poderosa, pero también peligrosa, en la formación de la opinión pública.

¿Cómo los Medios Influyeron en la Guerra Hispanoamericana?

El 15 de febrero de 1898, la explosión del acorazado USS Maine en el puerto de La Habana desató una de las campañas de desinformación más intensas y efectivas en la historia de la prensa. Mientras la causa de la explosión seguía siendo incierta, los periódicos, especialmente aquellos con una fuerte inclinación intervencionista, comenzaron a moldear la narrativa pública. El New York Journal de William Randolph Hearst, uno de los periódicos más influyentes de la época, fue el principal motor de esta campaña. Su versión de los hechos, impulsada por un feroz sensacionalismo, sostenía que la explosión había sido el resultado de una mina colocada por los españoles, aunque no existían pruebas concluyentes al respecto.

Al poco tiempo, la teoría de la mina se convirtió en la versión predominante en los medios de comunicación. El periódico World de Joseph Pulitzer también se unió a este relato, publicando que el gobierno español debía rendir cuentas por la falta de protección al Maine en un puerto que estaba bajo su control. La solución propuesta por los periódicos era clara: España debía conceder la independencia a Cuba como forma de expiar su "traición". La propaganda que rodeaba este evento creó una atmósfera cargada de patriotismo y una demanda creciente de acción militar contra España.

En contraste, otros periódicos de Nueva York, como The Sun, criticaban el enfoque sensacionalista de sus competidores, acusándolos de crear pánico y desinformación. The Evening Post, conocido por su postura anti-intervencionista, se unió a las críticas, señalando que la falta de evidencia y el exceso de especulación solo estaban alimentando una narrativa basada en rumores y sin fundamentos sólidos.

A medida que la historia se desarrollaba, y después de que diversos comités de investigación naval no pudieron confirmar la teoría de la mina, muchos de los periodistas más agresivos continuaron con su campaña. Informes de cables suprimidos y rumores sobre la existencia de pruebas de "traición" española fueron amplificados sin verificar su veracidad. Los periódicos de Nueva York, como el Journal, incluso crearon imágenes que mostraban la explosión como resultado de un ataque externo, con ilustraciones dramáticas que representaban a los marineros estadounidenses siendo lanzados al aire por la explosión.

Aunque algunos periódicos como The Herald y San Francisco Chronicle hicieron un llamado a la prudencia, la mayoría de los medios decidieron seguir publicando relatos sensacionalistas. Esto no solo incrementó las tensiones entre los Estados Unidos y España, sino que también ayudó a crear un ambiente propicio para la guerra. En la cobertura de la guerra en Cuba, los medios no solo amplificaron los rumores sobre la Maine, sino que también promovieron la imagen de los españoles como monstruos, torturadores de prisioneros en campos de concentración, una narrativa igualmente cargada de exageración y distorsión.

El sensacionalismo y la especulación se convirtieron en el pan de cada día en los periódicos estadounidenses, que informaban sobre las supuestas preparaciones bélicas, como si la guerra ya estuviera a punto de estallar. El Journal promovió incluso un clima de fervor bélico, proclamando que el país estaba listo para movilizarse en masa contra España. Las ilustraciones y artículos que acompañaban estos relatos no solo mostraban a Cuba como víctima, sino también a los Estados Unidos como el redentor de los pueblos oprimidos, especialmente de la "tiranía española".

A pesar de que las evidencias sobre la causa del desastre eran ambiguas, los medios de comunicación crearon una atmósfera en la que la opinión pública estaba prácticamente convencida de que la explosión del Maine era producto de una acción hostil española. Esta manipulación de la información tuvo un impacto directo en las decisiones políticas de la época, contribuyendo al clima de guerra que finalmente culminó en la intervención militar de los Estados Unidos en Cuba y las Filipinas.

Las consecuencias de esta manipulación mediática fueron profundas, ya que sentaron un precedente en la relación entre los medios de comunicación y las decisiones de guerra. Los historiadores han señalado que los periódicos, aunque no fueron los únicos responsables, jugaron un papel crucial en la creación del ambiente propicio para la Guerra Hispanoamericana. La famosa frase de Hearst, dirigida al artista Remington—"Tú proporciona las fotos, yo proporcionaré la guerra"—resume la falta de objetividad y el claro interés en inflamar los sentimientos patrióticos a través de la desinformación.

El impacto de esta cobertura sensacionalista se extendió más allá de la guerra misma. Las narrativas que rodearon el Maine continuaron siendo un tema central en los relatos de los veteranos y los historiadores durante años después del conflicto. Los medios de comunicación continuaron manipulando la historia de la explosión, ofreciendo diversas versiones sobre lo que "realmente" había ocurrido, aunque el misterio nunca fue resuelto de manera definitiva.

La experiencia de la Guerra Hispanoamericana y el papel de los medios en su desencadenamiento subraya la enorme influencia que las narrativas creadas por los periódicos pueden tener sobre la opinión pública y las decisiones políticas. La manipulación de hechos, la especulación sin fundamento y el sensacionalismo fueron herramientas clave para dirigir a una nación hacia un conflicto bélico, algo que las generaciones futuras no deben olvidar al evaluar la relación entre los medios y el poder político.

¿Cómo la guerra hispanoamericana y los mitos sobre Roosevelt y los Rough Riders moldearon la política de EE. UU.?

La magnitud de la cobertura mediática durante la Guerra Hispanoamericana fue impresionante. Entre marzo de 1895 y abril de 1898, cuando Estados Unidos declaró la guerra, hubo menos de veinte días sin reportajes sobre Cuba en la prensa nacional. A medida que se acercaba el inicio del conflicto, la cobertura se volvió más detallada, ocupando columnas enteras y, en algunos casos, páginas completas. Para cuando comenzó la guerra, había llegado a ser imposible para un lector evitar el tema. Esta cobertura construyó una imagen de España como “arrogante, insultante, vengativa, cruel”, y de Weyler y sus cohortes como “brutos en forma humana”. Estas imágenes contrastaban fuertemente con la realidad de los esfuerzos españoles por trabajar con el gobierno estadounidense para resolver la situación, mientras trataban simultáneamente de mantener su colonia en la isla. Como concluyó un historiador, el "lector promedio" había sido adoctrinado para aprobar la guerra contra España. Incluso aquellos historiadores que describieron a algunos periódicos estadounidenses como menos rabiosos en la cuestión cubana que los medios de Nueva York, reconocieron que el hundimiento del Maine preparó al público para la guerra con España.

Lo que hacía que los reportajes fueran tan llamativos era la forma en que los hechos eran presentados. Las historias sobre el hundimiento del Maine, a diferencia de los relatos sobre batallas, violaciones y el trato brutal a los cubanos, se centraban más en especular sobre las causas del incidente, dado que muchos de los hechos sobre el tiempo y el lugar del hundimiento, así como el número de personas heridas y muertas, ya estaban establecidos y generalmente no eran cuestionados. El comportamiento profesional de estos reporteros no era algo inusual en esa época. La validación de las historias había comenzado con cautela en la década de 1850, pero no se convirtió en la práctica normativa profesional hasta después de la Primera Guerra Mundial. Esa flagrante indiferencia por la verdad, que para un lector del siglo XXI parece tan impactante, era común y aceptada en los años 90 del siglo XIX. Los sujetos de estos reportajes, como Teddy Roosevelt y sus Rough Riders en Cuba, a menudo colaboraban activamente en esta práctica.

El comportamiento de los editores y reporteros cambió después de esta guerra. Desde el período posterior a la Guerra Civil, ya se había iniciado un movimiento de reforma para profesionalizar el periodismo, lo que implicaba una mayor fidelidad a los hechos. Sin embargo, la situación en Cuba hizo que este proceso de reforma se viera temporalmente desviado. En los años inmediatamente posteriores a la Guerra Hispanoamericana, los periódicos y los periodistas empezaron a adherirse más a los estándares de veracidad, lo que contrastaba con su comportamiento anterior. Esta transformación cambió la relación entre la prensa y el gobierno nacional, ya que el país se enfrentaba a otras guerras y amenazas existenciales para su seguridad.

La mitología ha jugado un papel importante en la historia de los Estados Unidos, comenzando con la veneración hacia George Washington y más tarde Abraham Lincoln. Incluso hoy, algunos comediantes consideran irreverente bromear sobre el asesinato de Lincoln. La Guerra Hispanoamericana creó dos nuevos héroes de proporciones míticas, aunque no del mismo nivel que Washington y Lincoln. El primero fue el comodoro George Dewey, quien destruyó la flota española en la Batalla de la Bahía de Manila el 1 de mayo de 1898, con las consecuencias de que la colonia española de Filipinas pasó a ser parte de los Estados Unidos y América se estableció como una potencia del Pacífico. El segundo nuevo héroe fue Theodore (Teddy) Roosevelt, quien comenzó su carrera militar en la primavera de 1898 con su comisión como teniente coronel en la caballería del Ejército de EE. UU. Sus hazañas en Cuba, sumadas a sus fuertes conexiones familiares, le permitieron ascender rápidamente en la política estadounidense: gobernador de Nueva York en enero de 1899, pocos meses después de que terminara la guerra; vicepresidente de EE. UU. en 1901; y, tras el asesinato del presidente William McKinley ese mismo año, el presidente más joven en la historia de los Estados Unidos (a los 39 años).

Aunque su servicio militar en Cuba fue real y respetable, fue la narrativa en torno a su tiempo en Cuba lo que ayudó a catapultar su carrera política. Roosevelt era una fuerza de la naturaleza: enérgico, carismático, con grandes habilidades oratorias y un talento para la política audaz que se alineaba con una nación emergente en el escenario mundial. La mitología en torno a su papel en Cuba fue también facilitada por el tipo de reportaje realizado por los medios y el lenguaje utilizado, que se apartaba de la verdad en una medida nunca antes vista en el siglo XX.

En la primavera de 1898, Roosevelt ya era asistente del Secretario de la Marina y abogaba por la intervención en Cuba. Había preparado a la Marina para un enfrentamiento con España en el Pacífico. Una vez declarada la guerra en abril de 1898, renunció a su puesto en el Departamento de la Marina y se unió a un regimiento de caballería voluntaria que estaba siendo formado por el coronel Leonard Wood. Los hombres bajo el mando del teniente coronel Roosevelt pronto fueron conocidos como los "Rough Riders", gracias a la astucia de su comandante. Estaban compuestos por vaqueros, rancheros, mineros y cazadores, muchos de los cuales provenían del suroeste de los Estados Unidos, además de algunos atletas de la Costa Este. Su apodo provenía del término usado en el programa western más popular de los años 90, dirigido por Buffalo Bill Cody. Así, los hombres de Roosevelt adquirieron instantáneamente una reputación de ser duros, excelentes jinetes y de abrazar la ética independiente y confiable del cowboy estadounidense. Aunque Roosevelt era un oriental y había sido un niño enfermizo, pasó algo de tiempo en el Oeste siendo joven, admiraba los valores y el estilo de vida de los vaqueros, y se identificaba con ellos de la manera en que los estadounidenses los veían en la cultura popular.

El mando de Roosevelt fue uno de los pocos que realmente vio combate en Cuba. Los Rough Riders participaron en la Batalla de Las Guasimas el 24 de junio de 1898, atacando a los soldados españoles en una zona boscosa. En la confusión del combate, se reportó erróneamente que el coronel Woods había sido muerto. Al escuchar la noticia, el teniente coronel Roosevelt asumió inmediatamente el mando de las tropas y las impulsó hacia adelante. Esta acción resultó en la toma total del puesto español. Aunque sufrieron ocho muertes y treinta y un heridos, Roosevelt demostró valentía y liderazgo, lo que le valió el respeto de sus soldados, sus superiores y, lo más importante, de los reporteros que acompañaban a los estadounidenses en la misión de tomar Santiago de Cuba.

La Batalla de San Juan Hill siguió el 1 de julio. Frente a otra colina con un fuerte español en su cima, Roosevelt recibió la orden de avanzar, pero quedó atrapado por la infantería y la artillería españolas. Tomó la iniciativa de alentar a sus hombres para que subieran la colina, lo que hicieron a pie, mientras él cabalgaba de un lado a otro para motivarlos, exponiéndose al fuego español. En menos de una hora de intenso tiroteo, sus hombres alcanzaron su objetivo. Ambos bandos sufrieron grandes pérdidas. Roosevelt atribuyó el éxito al uso de una ametralladora Gatling. Días después, los Rough Riders desempeñaron un papel clave en el cerco de Santiago de Cuba, lo que provocó una segunda derrota naval devastadora para los españoles, tan significativa como la victoria naval de Dewey en la Bahía de Manila.

A su regreso a los Estados Unidos en agosto, los reportes ya habían dejado claro en la prensa de Nueva York que Roosevelt había sido un héroe de la guerra.

¿Por qué se difunden los rumores en el ámbito empresarial y qué impacto tienen?

Los rumores, como una forma de resolver colectivamente problemas, son una manifestación común en todas las sociedades. Su capacidad de propagarse rápidamente está vinculada a varios factores, que incluyen la ansiedad situacional, la ambigüedad, la relevancia personal y la credibilidad. Cuando un rumor toca temas de gran interés personal, como la calidad de los productos de una cadena de comida rápida, su difusión se acelera. La ambigüedad en la información también juega un papel crucial: es necesario que el rumor tenga ciertos elementos confusos o no verificados para que las personas se sientan motivadas a compartirlo. Pero lo más importante es la credibilidad; las personas tienden a difundir rumores que consideran creíbles. Por ejemplo, el rumor sobre un supuesto error en el proceso de producción de KFC, en el que se incluían excrementos de pollo en los productos, sería creíble para muchos debido a la familiaridad con las prácticas empresariales poco transparentes de grandes corporaciones.

Los rumores suelen estar llenos de exageraciones, como cuando se dice que una empresa, como IBM, planea cerrar una fábrica y despedir a todos los empleados. Estos rumores no solo son recurrentes, sino que tienen la capacidad de distorsionarse a medida que se difunden. Es como el famoso juego del teléfono en el que un mensaje cambia con cada repetición, lo que provoca una versión distorsionada de los hechos. Esta distorsión puede tener efectos significativos, especialmente en el mundo empresarial, ya que puede afectar el valor de las acciones de las empresas involucradas. Por ejemplo, en 2018, Facebook experimentó una caída del 18% en el valor de sus acciones debido a rumores sobre la propagación de hechos falsos, y Twitter perdió alrededor del 15% por razones similares.

El auge de Internet ha permitido que los rumores se difundan de manera más rápida y extensa. Las redes sociales, plataformas de mensajería instantánea y foros en línea han multiplicado la velocidad de propagación de estos rumores, lo que se ha convertido en una especie de "Edad Dorada" de los rumores. Las plataformas digitales permiten que cualquier persona se convierta en un transmisor de rumores, lo que aumenta la posibilidad de que estos lleguen a audiencias mucho más amplias que en el pasado. Sin embargo, el Internet también ha dado paso a la aparición de rumores más sofisticados, como los relacionados con las "noticias falsas" o los rumores de "fake news", que han tenido un impacto mucho más profundo en la opinión pública.

Los estudios sobre los rumores también sugieren que estos están moldeados por la identidad y la estructura del público al que están dirigidos. Factores como la clase social, la raza, la edad y el género influyen en cómo se reciben y difunden los rumores. Los rumores no solo tienen el objetivo de transmitir información, sino que buscan reforzar perspectivas preexistentes o prejuicios. Por ejemplo, las personas que ya creen que los publicistas exageran los beneficios de un producto son más propensas a creer y difundir rumores negativos sobre las grandes corporaciones. De esta forma, los rumores refuerzan los puntos de vista y las creencias de quienes los difunden.

El concepto de "leyendas urbanas comerciales" es particularmente relevante en el contexto empresarial. Estas leyendas, que involucran a grandes corporaciones, se pueden dividir en cuatro categorías: la corporación malvada, la corporación engañosa, la corporación descuidada y la corporación benefactora. Ejemplos de rumores dentro de estas categorías incluyen historias sobre empresas como Procter & Gamble, acusada de tener vínculos con cultos satánicos, o McDonald's, sobre quien circulan rumores acerca de la presencia de gusanos en su carne. Aunque estos rumores no siempre son ciertos, su capacidad de difundirse depende de factores como el tamaño de la empresa, su proximidad a los consumidores y el contexto en el que se difunden.

La importancia de estos rumores radica en su capacidad para afectar la reputación y las finanzas de una empresa. Si bien los medios de comunicación disfrutan publicar historias sensacionalistas que involucran a grandes empresas, las propias corporaciones deben tomar estos rumores en serio, ya que representan una amenaza directa a sus ventas y credibilidad. A lo largo de la historia, los rumores sobre la mala calidad de productos importados y sobre el impacto que estos tienen en el empleo local han sido comunes. Las empresas que dependen de una percepción pública positiva, especialmente aquellas que interactúan directamente con los consumidores, como restaurantes y minoristas, están particularmente expuestas a estos tipos de rumores. La propagación de tales leyendas urbanas puede tener un efecto devastador, incluso cuando la historia es completamente infundada.

Es fundamental comprender que los rumores no solo son una forma de desinformación, sino que también pueden ser herramientas poderosas para la manipulación de la percepción pública. Estos fenómenos sociales tienen un impacto profundo en la forma en que las personas ven el mundo que las rodea, y en cómo las empresas deben adaptarse para protegerse de las amenazas que suponen. Además, es importante reconocer que la credibilidad de un rumor no solo depende de la verdad de la información, sino también de las creencias previas y los prejuicios del público al que está dirigido. En este sentido, la gestión de la comunicación corporativa y las relaciones públicas juegan un papel esencial en la defensa contra los rumores y leyendas urbanas.