Los fondos de cobertura, o hedge funds, han capturado la atención de inversionistas y medios de comunicación, especialmente tras el auge en su rentabilidad durante la crisis financiera de 2008. Fondos como el Medallion Fund de Renaissance Technologies, dirigido por James Simons, sorprendieron al mundo financiero con un rendimiento del 80% ese mismo año, lo que despertó tanto admiración como suspicacias. Con estos resultados, los fondos de cobertura se convirtieron en un objetivo atractivo para los inversionistas de alto poder adquisitivo, muchos de los cuales deseaban replicar los logros de estos fondos. Sin embargo, antes de que los fondos de cobertura se popularizaran, se caracterizaban por ser exclusivos, con altas tarifas de gestión y comisiones sobre las ganancias, y accesibles solo para individuos con grandes cantidades de capital invertible.

Una de las características que definían estos fondos era su opacidad. A diferencia de los fondos mutuos, que deben ofrecer un prospecto detallado sobre sus objetivos y estrategias de inversión, los fondos de cobertura operan con un nivel de secretismo elevado. Los gestores de fondos de cobertura pueden invertir en una amplia variedad de activos, que incluyen bienes raíces, derivados de materias primas, posiciones cortas en acciones, e incluso criptomonedas, como el bitcoin. Este enfoque flexible y a menudo arriesgado ha llevado a muchos inversionistas a preguntarse si estos fondos podrían ofrecer un refugio durante caídas del mercado, o si existía un modelo de inversión replicable en una cartera tradicional.

A pesar de la falta de transparencia y la iliquidez de muchos de estos fondos, los inversionistas de alto patrimonio se sintieron atraídos por la posibilidad de acceder a activos que pudieran diversificar su riesgo y ofrecer rendimientos no correlacionados con los mercados tradicionales de acciones y bonos. Esto generó una creciente preocupación en torno a cómo estos fondos manejaban el riesgo y, si bien el riesgo de grandes pérdidas era evidente, muchos se sintieron dispuestos a asumirlo a cambio de los rendimientos potenciales.

A lo largo de los años, el concepto de inversiones alternativas ha cobrado mayor relevancia, especialmente para los inversionistas innovadores que buscan una diversificación real dentro de sus carteras. A pesar de que definir una "inversión alternativa" puede ser complicado debido a la amplitud del término, en su forma más simple se refiere a cualquier activo que no pertenezca a las clases tradicionales de inversión, como acciones o bonos. Estas inversiones pueden incluir bienes tangibles como el oro, la plata, o el arte, así como activos más líquidos como fondos cotizados en bolsa (ETFs) que invierten en estrategias de arbitraje o contratos de futuros. La clave es que las inversiones alternativas tienen características económicas y de valoración distintas a las de los activos tradicionales, lo que las convierte en una herramienta poderosa para reducir la correlación con los mercados convencionales.

El objetivo principal de las inversiones alternativas es ofrecer una mayor estabilidad durante la volatilidad del mercado. Durante la crisis financiera de 2008, por ejemplo, algunas de estas inversiones no solo evitaron pérdidas, sino que pudieron mantenerse estables o incluso ganar valor. Este comportamiento no correlacionado hace que las inversiones alternativas sean valiosas dentro de una cartera diversificada, ya que pueden actuar como un colchón de protección en tiempos de crisis. No obstante, al ser una pequeña parte de la cartera total, su inclusión ayuda a reducir el riesgo sin comprometer las oportunidades de ganancia en mercados al alza.

El panorama actual ha cambiado considerablemente, y las inversiones alternativas ya no están reservadas únicamente para inversionistas con grandes patrimonios. En años recientes, las firmas de gestión de patrimonios han comenzado a crear opciones más accesibles para inversionistas minoristas, facilitando el acceso a productos como los ETFs que invierten en recursos naturales, bienes raíces, o incluso en la volatilidad del mercado. Esta evolución ha sido impulsada por el deseo de diversificación y de mitigar los riesgos asociados con los mercados tradicionales. En un estudio realizado en 2015, se encontró que el 73% de los asesores financieros habían incluido inversiones alternativas en las carteras de sus clientes, lo que demuestra la creciente adopción de estas estrategias.

Por lo tanto, si bien las inversiones alternativas ofrecen oportunidades significativas, es crucial que los inversionistas comprendan los riesgos asociados. La falta de liquidez, la complejidad de algunos activos, y la necesidad de mantener una visión a largo plazo, son aspectos esenciales que deben considerarse. A medida que estas inversiones continúan evolucionando, se hace más necesario comprender cómo encajan dentro de una estrategia de inversión bien equilibrada. Con una adecuada planificación y conocimiento, las inversiones alternativas pueden ser una herramienta clave para mejorar el rendimiento y reducir el riesgo en las carteras de los inversionistas de hoy.

¿Cómo evolucionan los criptoactivos desde su valor especulativo hasta su valor de utilidad?

El valor de un criptoactivo está en constante evolución, y uno de los aspectos clave de esta transformación es su transición de un valor especulativo hacia un valor basado en su utilidad. Este proceso de maduración es fundamental para entender cómo los criptoactivos, como el bitcoin, se estabilizan con el tiempo y se consolidan en mercados más estructurados.

Al principio, los criptoactivos son en gran parte impulsados por especulaciones sobre su futuro valor. Los inversionistas, en su mayoría, no están tan enfocados en el uso real del activo, sino más bien en las expectativas del mercado y el potencial de ganancias rápidas. Esto se debe a que los criptoactivos, siendo una clase de activo relativamente nueva, carecen de un historial suficiente para hacer previsiones claras sobre su valor a largo plazo. A medida que estos activos maduran, sin embargo, el valor especulativo comienza a ceder, dando paso a lo que se conoce como el valor de utilidad.

Un ejemplo claro de esta transición se observa con el bitcoin, que ha sido uno de los criptoactivos más longevos y, por ende, el que más ha avanzado en su evolución. Desde sus primeros días, cuando su valor estaba completamente impulsado por la especulación, bitcoin ha demostrado una creciente utilidad. En 2016, por ejemplo, se realizaron transacciones de bitcoin por un valor de 100,000 dólares cada minuto, lo que refleja una demanda real por el uso de la criptomoneda más allá de su valor de comercio. Esta tendencia hacia un valor de utilidad se confirma cuando se observa la relación entre el precio del bitcoin y la cantidad de transacciones diarias, como se ilustra en los datos de Pantera Capital, que muestran cómo el valor especulativo de bitcoin comenzó a disminuir en comparación con su valor basado en transacciones.

A medida que un criptoactivo se madura, su valor especulativo tiende a disminuir. Esto ocurre porque los participantes del mercado adquieren una comprensión más clara sobre las posibles aplicaciones y la demanda futura del activo. Las fluctuaciones extremas de su valor, típicas de los primeros años de un criptoactivo, comienzan a estabilizarse. Sin embargo, este proceso no significa que el criptoactivo esté completamente libre de especulación. El mercado de criptomonedas, por su naturaleza abierta y en constante cambio, deja abierta la posibilidad de que nuevos casos de uso puedan generar una nueva ola de especulación.

La especulación en los criptoactivos más jóvenes puede ser riesgosa, ya que la falta de precedentes y la incertidumbre sobre su futuro los convierten en apuestas altamente volátiles. En este sentido, se asemejan al concepto de "Sr. Mercado" propuesto por Benjamin Graham, quien describió cómo los mercados pueden oscilar entre optimismo y pesimismo, impulsando el valor de los activos hacia arriba o hacia abajo de manera irracional. En el caso de los criptoactivos, esta oscilación es aún más pronunciada debido a la juventud de muchos de estos activos y la falta de regulación en algunos mercados.

El comportamiento del mercado de criptoactivos, como cualquier otro mercado financiero, evoluciona con el tiempo. En sus primeros días, el mercado de bitcoin fue casi inexistente, con transacciones esporádicas y poco líquido. No fue hasta 2010 que se estableció un intercambio más formal para la compra y venta de bitcoins. Con el paso de los años, el mercado ha madurado, y la infraestructura que sustenta la compraventa de criptoactivos ha crecido considerablemente, permitiendo una mayor liquidez y volúmenes de transacciones más significativos.

Es relevante observar que, aunque el valor de los criptoactivos puede estar inicialmente impulsado por la especulación, la evolución de los mercados de criptoactivos está impulsada en gran medida por su naturaleza digital. A diferencia de otros activos más tradicionales, como el arte o los bienes raíces, los criptoactivos son nativos digitales, lo que les permite ser transferidos de manera rápida y eficiente a través de internet. Esta ventaja les otorga una liquidez superior, lo que acelera la maduración del mercado.

A medida que los criptoactivos continúan desarrollándose, se espera que su valor esté cada vez más vinculado a su uso real y a las aplicaciones prácticas que puedan surgir a partir de sus capacidades tecnológicas. Este proceso puede abrir la puerta a nuevas áreas de especulación, especialmente si los criptoactivos se utilizan para nuevos casos de uso que aún no se han explorado completamente. Sin embargo, la evolución hacia un valor de utilidad más sólido es inevitable, y los inversionistas deben estar preparados para reconocer las señales de madurez en el mercado.

Al igual que con las acciones o los bonos, los criptoactivos pasarán por un proceso de normalización de su valor, donde la especulación dará paso a una evaluación más realista de su utilidad y demanda en los mercados. En este sentido, es crucial que los inversionistas se centren en el valor fundamental del activo, en lugar de seguir ciegamente las emociones del mercado.

¿Cómo se diferencia Swarm City de Uber y otras plataformas centralizadas?

Swarm City, anteriormente conocido como Arcade City, busca descentralizar el servicio de Uber, que ya es una plataforma altamente eficiente. La pregunta que surge es: ¿qué ventaja tendrá la versión descentralizada de Swarm City sobre el servicio centralizado de Uber? En el caso de plataformas como Steemit y Yours, se entiende que los creadores de contenido serán compensados directamente. Esto podría atraer contenido de mayor calidad, lo que, a su vez, incrementaría la actividad en la plataforma. En el caso de Swarm City, los conductores no perderán entre el 20% y el 30% de cada tarifa al pagar comisiones a un servicio centralizado, lo que puede hacer que más conductores se sumen a la plataforma con el tiempo. A medida que más conductores se unan, aumentará la disponibilidad de vehículos de Swarm City, lo que haría el servicio más útil para los usuarios finales. Al igual que en el caso de Steemit y Yours, un mayor volumen de proveedores y consumidores incrementa el valor de la plataforma con el tiempo.

No obstante, la pregunta persiste: ¿serán suficientes estos factores para competir con plataformas tan consolidadas como Reddit, Facebook o Uber en el largo plazo? Un inversor innovador debería realizar experimentos mentales similares con cualquier criptoactivo que considere, asegurándose de que la arquitectura asociada ofrezca un valor a largo plazo y no sea simplemente un fenómeno impulsado por la moda con el único objetivo de atraer financiación mientras ofrece poco valor real con el tiempo.

Por otro lado, uno de los conceptos más relevantes en la tecnología es el efecto Lindy, que se aplica a las tecnologías de largo plazo. Este efecto indica que cuanto más tiempo haya existido una tecnología, más probable es que siga existiendo. A diferencia de los seres humanos, cuya longevidad está vinculada a la proximidad de la muerte, las tecnologías, al sobrevivir más tiempo, se refuerzan y multiplican al ser integradas en otros desarrollos. Bitcoin, por ejemplo, tiene una sólida comunidad y un ecosistema completo de hardware, software, empresas y usuarios que lo sustentan. Esto hace que la probabilidad de que su valor disminuya sea mucho más baja, ya que se ha integrado profundamente en la vida diaria. La tecnología que ha perdurado durante años se convierte en algo esencial para nuestra economía y nuestra cultura.

Este fenómeno ocurre con las criptomonedas. Bitcoin es la criptomoneda más longeva, y su red tiene una base de usuarios robusta, con empresas que desarrollan software, hardware y servicios en torno a ella. A pesar de que una criptomoneda superior podría ganar participación de mercado lentamente, su tarea sería ardua debido al fuerte posicionamiento de Bitcoin. En contraste, un criptoactivo recién lanzado generalmente tiene una comunidad mucho más frágil, por lo que si se descubre un defecto importante o la moneda enfrenta algún tipo de crisis, la comunidad puede dispersarse rápidamente. A modo de ejemplo, el colapso de The DAO afectó gravemente a Ethereum, pero gracias al liderazgo y la participación activa de la comunidad, los problemas fueron superados, y hoy en día Ethereum es la segunda criptomoneda más grande en términos de valor de red.

En cuanto al valor de los criptoactivos, existe una distinción entre el valor especulativo y el valor utilitario. El valor utilitario de un criptoactivo se refiere a su capacidad para proporcionar acceso a recursos digitales dentro de su arquitectura, y este valor se determina por las características de oferta y demanda. El valor especulativo, por su parte, está relacionado con las expectativas del mercado sobre la apreciación futura de la criptomoneda. Un ejemplo claro de valor utilitario es Bitcoin, que permite transferencias rápidas y seguras de valor a cualquier parte del mundo, lo cual lo hace comparable a servicios como Skype, que facilita la transmisión de voz e imagen a nivel global.

Para entender cómo se determina el valor de Bitcoin, imaginemos a un comerciante brasileño que quiere comprar acero por 100,000 dólares de un fabricante chino. Este comerciante decide usar Bitcoin debido a su rapidez en la transferencia de fondos en comparación con otros métodos de pago. En este caso, la demanda de Bitcoin se incrementa considerablemente, ya que muchos comerciantes de todo el mundo también necesitan realizar transferencias similares. Esto lleva a que una parte significativa de la oferta de Bitcoin quede "bloqueada" mientras se realizan estas transacciones, lo que aumenta el valor de la criptomoneda.

Por otro lado, la inversión en Bitcoin no solo está motivada por su utilidad inmediata, sino también por su valor especulativo. Los inversores que compran y mantienen grandes cantidades de Bitcoin lo hacen con la expectativa de que su valor aumentará a medida que su utilidad continúe expandiéndose. Esta demanda especulativa reduce la cantidad de Bitcoin disponible para transacciones, lo que refuerza aún más su valor.

El valor de un criptoactivo, por lo tanto, depende tanto de su utilidad inmediata como de la especulación sobre su valor futuro. En este contexto, la adopción masiva de un criptoactivo, como Bitcoin, implica que sus activos sean cada vez más escasos, lo que aumenta su valor a medida que más personas y empresas lo adoptan como medio de intercambio.

¿Cómo está cambiando la tecnología blockchain el mundo de las finanzas y qué significa para el futuro?

La tecnología blockchain, originada en el marco de Bitcoin, está obligándonos a repensar la seguridad, los costos y la propiedad de las transacciones que se realizan entre los humanos y las máquinas a través de Internet. En su núcleo, Bitcoin es una plataforma que maneja una moneda programable conocida como bitcoin (con minúscula b). Su base tecnológica es un registro digital distribuido, denominado blockchain. En enero de 2009, cuando Bitcoin se lanzó por primera vez, representaba la primera implementación funcional de un blockchain que el mundo había visto. Desde ese momento, la comunidad global ha descargado el software de código abierto de Bitcoin, estudiado su blockchain y creado diversas alternativas que van mucho más allá del propio Bitcoin.

Hoy en día, la tecnología blockchain puede ser considerada una tecnología de propósito general, comparable en importancia a la máquina de vapor, la electricidad o el aprendizaje automático. Esta es la percepción que prevalece, incluso entre figuras destacadas como Don y Alex Tapscott, quienes en un artículo de mayo de 2016 en la Harvard Business Review afirmaron: “La tecnología más probable de cambiar la próxima década de negocios no es la web social, los grandes datos, la nube, la robótica o incluso la inteligencia artificial. Es la blockchain, la tecnología detrás de monedas digitales como el bitcoin”. Esta afirmación no solo resalta el potencial de la tecnología, sino que también señala la disrupción que traerá consigo en sectores establecidos, especialmente en los servicios financieros. Las empresas tradicionales sienten que la blockchain representa una destrucción creativa inminente, que podría abrir nuevos mercados y desintermediar a los actores existentes.

En este contexto, muchas empresas emergentes están fijando su mirada en estos intermediarios tradicionales, con la esperanza de hacerles frente, como lo ha sugerido Jeff Bezos, el fundador de Amazon: "Tus márgenes gordos son mi oportunidad". Si los bancos tradicionales no adoptan la tecnología blockchain, lo que ocurrió con los teléfonos celulares y los postes telefónicos podría repetirse con las instituciones financieras. De hecho, casi todos los bancos globales, intercambios, custodios y proveedores de servicios financieros están involucrados en algún consorcio blockchain, invirtiendo en los posibles disruptores o desarrollando internamente sus propios equipos. Entre estos se incluyen gigantes como JP Morgan, Goldman Sachs, Citibank, Banco Santander, Barclays, UBS y muchos más.

Los incumbentes financieros son conscientes de que la tecnología blockchain está creando un futuro sin dinero en efectivo. Ya no será necesario el uso de billetes sueltos, bancos tradicionales ni, posiblemente, políticas monetarias centralizadas. En su lugar, el valor se gestionará de manera virtual, a través de un sistema descentralizado, democrático y sin una figura central de autoridad. Las operaciones estarán regidas por las matemáticas. Los ahorros de toda una vida, y los de nuestras futuras generaciones, podrían ser completamente intangibles, flotando en un mar de 1s y 0s, accesibles únicamente a través de computadoras y teléfonos inteligentes.

Este cambio no solo lo huelen los actores del sector financiero, sino también los proveedores tecnológicos. Empresas como Microsoft e IBM están liderando el camino en este ámbito, con Microsoft ofreciendo Blockchain como Servicio (BaaS) a través de su plataforma Azure. Marley Gray, director de estrategia tecnológica de Microsoft, ha dicho: “Queremos, y francamente nuestros clientes quieren, acceso a todos los blockchains. Podría ser un par de chicos en un garaje que bifurcaron bitcoin y tuvieron una idea genial, y la gente quiere probarla. No queremos tener barreras. Estamos abiertos a todos. Ayudamos incluso a los jugadores más pequeños a embarcarse”.

Así como Internet y la web cambiaron nuestra vida cotidiana, también hicieron millonarios a aquellos innovadores que fundaron empresas basadas en estas tecnologías, así como a los inversionistas que apostaron por ellas. Los que tuvieron la visión de comprar acciones de Google durante su Oferta Pública Inicial (OPI) habrían visto una apreciación del 1,800% para agosto de 2016. Los que invirtieron en Amazon, el mismo año, habrían obtenido una rentabilidad del 1,827%. Las arquitecturas blockchain y sus activos nativos están en camino de convertirse en la próxima gran aplicación de infraestructura de Internet. Ya proporcionan servicios como monedas globales, computadoras mundiales y redes sociales descentralizadas, entre otros.

En términos históricos, los activos nativos de blockchain se conocen como criptomonedas o altcoins, pero el término más adecuado para describirlos es cryptoactivos. Este término abarca una gama mucho más amplia de innovaciones que van más allá de las monedas digitales. No todos los 800 cryptoactivos existentes son monedas. De hecho, no solo estamos presenciando la creación descentralizada de monedas, sino también de productos digitales refinados, servicios y mercancías, ya que los blockchains están fusionando tecnología y mercados para construir lo que conocemos como Web 3.0.

Sin embargo, esta tecnología está en sus etapas iniciales, lo que significa que no existen libros que se enfoquen exclusivamente en los blockchains públicos y sus cryptoactivos desde una perspectiva de inversión. Este es un vacío que este libro pretende llenar, ya que los inversionistas necesitan comprender las oportunidades que surgen y estar preparados tanto para aprovecharlas como para protegerse de los riesgos que involucra este entorno tan dinámico. En definitiva, no se trata de predecir el futuro, pues el ritmo de cambio es tan acelerado que solo los afortunados podrían acertar. Más bien, se trata de preparar a los inversionistas para una variedad de futuros posibles.

Bitcoin, el cryptoactivo más conocido, ha experimentado una montaña rusa de altibajos. Si alguien hubiera invertido 100 dólares en bitcoin en octubre de 2009, cuando por primera vez se estableció una tasa de cambio para esta moneda naciente, hoy tendría más de 100 millones de dólares. Sin embargo, esa misma inversión de 100 dólares en noviembre de 2013 habría sufrido una caída del 86% para enero de 2015. Existen alrededor de 800 cryptoactivos en circulación, y las historias de altibajos son innumerables. Al final de 2016, la lista de los 50 principales cryptoactivos incluía: Bitcoin, Ethereum, Ripple, Litecoin, Monero, Ethereum Classic, Dash, MaidSafeCoin, entre otros.

El objetivo de este libro es proporcionar una guía integral sobre qué son los cryptoactivos, por qué deben considerarse y cómo invertir en ellos. La clave para navegar en este nuevo ecosistema es la educación constante y la capacidad de adaptarse rápidamente a las nuevas realidades que esta tecnología impone.

¿Cómo deben los inversores manejar los impuestos sobre las ganancias de los criptoactivos?

El manejo de las ganancias generadas por los criptoactivos se ha convertido en un tema crucial para los inversores, dado el aumento de la aceptación y uso de estos activos digitales. La falta de claridad en las regulaciones fiscales, junto con el creciente interés por parte de los reguladores gubernamentales, plantea importantes desafíos. En este sentido, el tratamiento fiscal de las ganancias de criptoactivos aún se encuentra en una etapa de desarrollo, lo que exige una vigilancia constante y una estrategia bien informada por parte de los inversores.

En 2014, el Servicio de Impuestos Internos (IRS) de los Estados Unidos emitió una guía sobre el tratamiento fiscal de Bitcoin, estableciendo que, aunque se le denomina "moneda virtual", se consideraría como propiedad para fines fiscales. Este principio aplica no solo a Bitcoin, sino también a otros criptoactivos que operen de manera similar, como Ethereum o Litecoin. En términos simples, esto significa que las transacciones de compra y venta de criptoactivos deben ser tratadas como transacciones de propiedades, lo que implica que las ganancias o pérdidas generadas por estas operaciones están sujetas a impuestos de manera similar a la de acciones, bonos o bienes raíces.

El tratamiento fiscal de los criptoactivos no se limita únicamente a las transacciones de compra y venta. La IRS también establece que las ganancias obtenidas mediante la minería de criptomonedas o los pagos realizados en criptoactivos deben considerarse ingresos inmediatos, tasados a su valor de mercado en el momento de la posesión. Esta regla resalta la importancia de mantener un registro detallado de todas las actividades relacionadas con los criptoactivos, ya que cualquier ganancia, ya sea por transacción o por minería, debe ser informada correctamente para evitar sanciones.

A pesar de la orientación proporcionada por la IRS, la clasificación exacta de los criptoactivos sigue siendo ambigua, dado que diferentes agencias gubernamentales en los Estados Unidos han emitido declaraciones contradictorias. Por ejemplo, la Commodity Futures Trading Commission (CFTC) ha clasificado ciertos criptoactivos como productos básicos, lo que les otorga un tratamiento fiscal diferente al de la propiedad. Esta distinción es crucial, ya que los productos básicos pueden estar sujetos a la regla del 60/40, lo que implica que un 60% de las ganancias se tratarían como ganancias a largo plazo y el 40% como ganancias a corto plazo. Esta diferencia en el tratamiento fiscal podría afectar significativamente el monto de los impuestos que un inversor de criptoactivos debe pagar.

El panorama fiscal para los criptoactivos está lejos de ser claro, y las diferencias de opinión entre las distintas agencias reguladoras complican aún más la situación. Sin embargo, una cosa es segura: el tratamiento fiscal de los criptoactivos seguirá evolucionando a medida que estos activos ganen popularidad y los gobiernos tomen una postura más activa en su regulación. Dado que no se espera que esta clarificación ocurra de manera inmediata, los inversores deben adoptar un enfoque prudente.

Es recomendable que cualquier inversor en criptoactivos consulte con un contador especializado en este tipo de activos. Además, es crucial llevar un registro detallado de todas las transacciones realizadas, incluidas las compras, ventas y el uso de criptoactivos para la adquisición de bienes y servicios. Para ello, mantener un archivo organizado, ya sea en papel o mediante herramientas digitales como hojas de cálculo, puede ser una forma eficaz de asegurar que toda la información esté disponible cuando sea necesario para la declaración de impuestos.

A largo plazo, se espera que las plataformas de intercambio de criptoactivos y las startups que desarrollan herramientas de seguimiento de inversiones proporcionen soluciones más completas para la declaración fiscal. Sin embargo, en el presente, los inversores deben asumir la responsabilidad de mantener registros precisos y seguir las mejores prácticas en cuanto a la declaración de ganancias y pérdidas. Es fundamental que, incluso sin una legislación completamente definida, los inversores estén preparados para los cambios regulatorios que inevitablemente se presentarán.