La contaminación del agua subterránea es un fenómeno que se produce cuando materiales peligrosos son liberados en los acuíferos, alterando su calidad al modificar sus propiedades físicas, químicas y biológicas. Este proceso puede ser ocasionado por fuentes naturales y humanas. Aunque los procesos naturales pueden influir, como el transporte de compuestos a través de las rocas o su disolución, la actividad humana es el principal factor que compromete la calidad del agua subterránea, generando daños más frecuentes y graves.

El agua subterránea, que normalmente se mueve a través de medios de almacenamiento como suelos y rocas, recoge diversos compuestos. En ciertas regiones, la disolución lenta de minerales puede incrementar la salinidad del agua o incluso introducir contaminantes naturales como el arsénico. Sin embargo, estos casos son mucho menos comunes y menos severos que aquellos causados por las actividades humanas.

Las principales fuentes de contaminación del agua subterránea se dividen en tres categorías: industriales, agrícolas y residenciales. En regiones altamente industrializadas o agrícolas, el agua subterránea está especialmente vulnerable a la contaminación. Las actividades industriales, como la minería y la manufactura, involucran el transporte, el procesamiento y la disposición de materiales que pueden generar residuos peligrosos. Por ejemplo, el vertido de desechos industriales y aguas residuales durante la industrialización masiva en muchos países ha dado lugar a problemas graves de contaminación del suelo y el agua.

La minería de minerales, tanto de combustible como no combustibles, puede liberar contaminantes en el agua subterránea a través de derrames, fugas de aceites y productos químicos, o el drenaje de aguas residuales. Además, los procesos de fracturación hidráulica (fracking), especialmente en Estados Unidos, han suscitado preocupaciones por su potencial para contaminar las aguas subterráneas, ya que los fluidos de fracturación, que contienen solventes orgánicos, biocidas y otros compuestos, pueden movilizar metales pesados, radionúclidos y otros contaminantes. Las fugas y derrames en sitios industriales también contribuyen significativamente a la contaminación.

Por otro lado, las actividades agrícolas representan una amenaza considerable debido al uso de fertilizantes, pesticidas, herbicidas, estiércol y biosólidos. Estos productos químicos, cuando se aplican en los cultivos, pueden ser arrastrados por las lluvias o el riego, alcanzando el agua subterránea a través de la zona vadosa del suelo. Esta contaminación es especialmente grave porque puede incluir no solo sustancias químicas, sino también microorganismos patógenos que son transportados desde el campo hasta los acuíferos.

Los residuos residenciales y municipales, particularmente las aguas residuales que contienen contaminantes como patógenos, nutrientes y compuestos orgánicos, también son una fuente importante de contaminación. Muchos residuos residenciales, incluidos productos electrónicos y productos químicos domésticos, se envían a vertederos, donde algunos compuestos pueden filtrarse hacia el agua subterránea. En áreas rurales, los tanques sépticos, que se utilizan para almacenar y tratar las aguas residuales, son ineficaces para eliminar ciertos contaminantes, lo que genera riesgos adicionales de contaminación. En las zonas urbanas, el agua de lluvia arrastra contaminantes que, al infiltrarse, pueden terminar contaminando los acuíferos.

Los contaminantes del agua subterránea incluyen tanto sustancias biológicas, como patógenos, como sustancias químicas, como metales pesados y compuestos orgánicos. Los contaminantes más frecuentes en el agua subterránea son los compuestos inorgánicos y orgánicos, que incluyen nutrientes, metales/metaloides y sustancias orgánicas provenientes de diversas fuentes. Dentro de estos, los contaminantes orgánicos, especialmente los líquidos no acuosos (NAPLs), han causado graves daños a la calidad del agua. Los NAPLs se dividen en dos categorías: líquidos no acuosos densos (DNAPL) y líquidos no acuosos ligeros (LNAPL). Entre los NAPLs más comunes se encuentran los solventes clorados y muchos productos derivados del petróleo, que, debido a su baja solubilidad en agua y su persistencia, representan una fuente de contaminación a largo plazo.

Investigaciones recientes sobre la contaminación del agua subterránea han identificado una serie de contaminantes emergentes, como los productos farmacéuticos y de cuidado personal (PPCPs), las sustancias perfluoroalquiladas (PFAS), los microplásticos y los materiales nanométricos. Los PPCPs son productos utilizados para el cuidado personal o la salud, o en la agricultura para mejorar el crecimiento de los animales. Estos productos químicos, presentes en medicamentos, productos cosméticos y productos veterinarios, están alcanzando niveles alarmantes en los acuíferos, lo que representa un riesgo para la salud humana y el medio ambiente.

Además de las fuentes de contaminación ya mencionadas, los materiales nanométricos (ENMs) también están comenzando a ser objeto de preocupación en cuanto a su impacto en la calidad del agua subterránea. Estos materiales, que son ampliamente utilizados en diversas industrias, pueden no solo contribuir a la contaminación directa del agua, sino también alterar el comportamiento de otros contaminantes en el suelo y el agua.

Es crucial comprender que la contaminación del agua subterránea no es solo un problema ambiental, sino también una amenaza para la salud pública. Los contaminantes presentes en el agua subterránea pueden filtrarse hacia los pozos de agua potable, lo que genera riesgos de enfermedades y problemas de salud a largo plazo. La solución a este problema requiere un enfoque multifacético que involucre tanto la prevención de la contaminación como la remediación de las fuentes ya existentes. Tecnologías emergentes, como la nanotecnia, ofrecen una solución prometedora para la remediación de aguas subterráneas contaminadas, pero su implementación requiere un entendimiento profundo de los procesos químicos y biológicos involucrados.

¿Cómo se utiliza el nZVI en la remediación in situ de aguas subterráneas contaminadas?

El uso de hierro cero valente a escala nanométrica (nZVI) ha mostrado un gran potencial en la remediación de aguas subterráneas contaminadas, especialmente para la eliminación de contaminantes orgánicos e inorgánicos. Este proceso se basa en la capacidad de las nanopartículas de hierro para reducir y precipitar compuestos tóxicos presentes en el agua. A través de reacciones redox, el nZVI interactúa con diversos contaminantes, como cloroorgánicos, metales pesados y compuestos con base en arsénico, para transformarlos en formas menos tóxicas o eliminarlos por completo.

El primer estudio de campo utilizando nZVI para la remediación in situ de aguas subterráneas se realizó en 2001, en Trenton, Nueva Jersey, donde se aplicaron nanopartículas de nZVI sobre un sitio contaminado por tricloroetileno (TCE) que provenía de una fuga en un tanque de almacenamiento. A pesar de la alta concentración del contaminante, los resultados mostraron una eficiencia de degradación del 96% en solo dos semanas, lo que confirma el potencial del nZVI en estos escenarios. Sin embargo, también se observó que una única inyección no fue suficiente para eliminar completamente el TCE, lo que resalta la necesidad de aplicaciones repetidas o el uso de técnicas complementarias.

Una mejora importante en la dispersión de las nanopartículas fue implementada por Quinn et al. (2005), quienes utilizaron aceites vegetales y surfactantes para estabilizar las nanopartículas y mejorar su transporte a través de los medios porosos. Este enfoque resultó en una mayor eficacia de degradación, alcanzando una reducción superior al 80% del TCE en 90 días en un campo de prueba en la Estación de la Fuerza Aérea de Cabo Cañaveral, Florida. El proceso de emulsificación permitió que las nanopartículas se distribuyeran de manera más uniforme, facilitando su reacción con los contaminantes presentes en las aguas subterráneas.

A su vez, otros estudios han utilizado nZVI estabilizado con polímeros como CMC para tratar compuestos como PCE (percloroetileno), PCB (bifenilos policlorados) y TCE. Los resultados mostraron no solo la degradación rápida de estos contaminantes, sino también un estímulo de los procesos biodegradativos a largo plazo, lo que sugiere que el nZVI puede desempeñar un papel en la remediación a largo plazo, además de su acción inmediata.

La aplicación del nZVI en la remediación de aguas subterráneas enfrenta varios desafíos. Uno de los más significativos es la dispersión y transporte de las nanopartículas en el medio acuoso y en el suelo. Las partículas deben ser lo suficientemente estables para evitar la aglomeración, pero al mismo tiempo, deben ser capaces de interactuar con los contaminantes de manera eficiente. Para resolver esto, los investigadores están constantemente desarrollando nuevos métodos para mejorar la movilidad y estabilidad de las nanopartículas en el medio ambiente subterráneo.

Además, es crucial tener en cuenta que el uso de nZVI no siempre proporciona una solución única. En muchos casos, los sistemas de remediación requieren un enfoque multifacético que combine el uso de nanopartículas con otras técnicas, como la bioremediación o la adsorción, para maximizar los resultados y asegurar una remediación efectiva a largo plazo.

La remediación in situ con nZVI representa una tecnología prometedora para el tratamiento de aguas subterráneas contaminadas, pero su implementación exitosa depende de varios factores. Entre ellos, se incluyen la concentración y naturaleza de los contaminantes, la geología del sitio, la estabilidad de las nanopartículas, y la capacidad del sistema para asegurar una distribución adecuada del material. Es fundamental que los estudios de campo continúen y que se investiguen nuevas formas de mejorar la eficiencia y sostenibilidad de estas tecnologías.

¿Cómo influyen los nanopartículas en las membranas para la purificación de agua?

Las membranas para la purificación de agua, en especial aquellas basadas en la tecnología de filtración por presión, se componen generalmente de materiales orgánicos delgados, aunque también existen membranas inorgánicas, como las cerámicas, que se utilizan en condiciones ambientales más extremas. Sin embargo, las membranas inorgánicas presentan problemas significativos, como un control deficiente de la distribución del tamaño de los poros, su alto costo y su complejidad operativa, lo que limita su aplicación en la purificación de agua. Por esta razón, la mayoría de las investigaciones se han centrado en mejorar las membranas poliméricas utilizando nanopartículas.

Las nanopartículas de materiales ingenierizados, como los óxidos metálicos, se han integrado en las membranas inorgánicas para mejorar su rendimiento, pero muchos de estos enfoques todavía padecen los mismos problemas que las membranas inorgánicas tradicionales. En contraste, las membranas poliméricas modificadas con nanopartículas han demostrado mejoras en varias propiedades, como la estabilidad química, la resistencia térmica y la durabilidad mecánica. Estas modificaciones, al utilizar materiales nanoestructurados, permiten un diseño más controlado y eficaz de las membranas, que a su vez facilita el proceso de fabricación.

El uso de nanopartículas como modificadores o rellenos en polímeros tiene varias ventajas. Por ejemplo, los nanopartículas hidrofílicas, cuando se incorporan en la superficie de la membrana, mejoran la humectabilidad, lo que reduce la tendencia a la fouling o formación de capas de suciedad. De igual manera, nanopartículas con propiedades antimicrobianas, como las nanopartículas de plata, se incorporan en las membranas para minimizar la acumulación de microorganismos que pueden bloquear los poros. Además, las nanopartículas también pueden mejorar la permeabilidad de las membranas, lo que facilita el transporte de agua a través de ellas.

A la hora de incorporar nanopartículas en las membranas, existen diferentes maneras de organizar estas partículas, dependiendo de las propiedades específicas de las nanopartículas y de la estructura de las membranas. Algunas de las configuraciones más comunes incluyen la incorporación de nanopartículas directamente sobre la superficie de la membrana o mezclándolas con los materiales base durante la producción de la membrana para formar un nanocompuesto homogéneo. Otra opción es integrar las nanopartículas en capas intermedias entre el sustrato y la capa delgada de la membrana, lo que puede mejorar su rendimiento en términos de resistencia mecánica y estabilidad química.

Dentro de los nanomateriales más prometedores para la purificación de agua, los nanopartículas de carbono han destacado, principalmente las nanotubos de carbono (CNT) y el grafeno. Estos materiales no solo tienen excelentes propiedades para la conducción de agua a través de sus estructuras porosas, sino que también presentan capacidades de filtración excepcionales debido a su tamaño y forma a nivel nanométrico. Los CNTs, por ejemplo, permiten un transporte de agua ultrarrápido debido a su estructura cilíndrica y poros por donde el agua se mueve con mínima resistencia. Las membranas basadas en CNT y grafeno están siendo investigadas por su capacidad para reducir la resistencia al flujo de agua y mejorar la eficiencia en la filtración de contaminantes a escala molecular.

Además, es importante mencionar que la incorporación de nanopartículas en las membranas no solo mejora la eficiencia en la purificación, sino que también puede hacer que las membranas sean más sostenibles. La resistencia al fouling, la capacidad de autorreparación de algunas nanopartículas y su interacción con contaminantes específicos, como sales o metales pesados, abren nuevas posibilidades en el tratamiento de aguas residuales y en la producción de agua potable.

Los sistemas de purificación de agua, como la filtración por membranas, se basan principalmente en la aplicación de una presión hidráulica que impulsa el flujo de agua a través de la membrana. Sin embargo, en los sistemas de ósmosis inversa (RO) y nanofiltración (NF), la presión neta aplicada debe contrarrestar la presión osmótica, que depende de la concentración de solutos en el agua. La presión osmótica, que está proporcionalmente relacionada con la concentración molar de soluto, afecta directamente la eficiencia de los sistemas de filtración. En concentraciones bajas de soluto, la presión osmótica sigue una relación casi lineal con la concentración, pero a altas concentraciones de sal, esta relación se vuelve no lineal, lo que puede complicar el diseño de sistemas eficientes de filtración.

La contaminación por membranas es otro desafío clave en el diseño de sistemas de filtración. Con el tiempo, las membranas sufren el fenómeno conocido como fouling, donde las partículas atrapadas en los poros de la membrana impiden el flujo adecuado de agua. Este fenómeno incrementa la resistencia de la membrana, lo que reduce su eficiencia. La ecuación de flujo a través de la membrana, por tanto, debe considerar esta resistencia adicional (Rf) producida por el fouling, lo que impacta en la cantidad de agua que se puede filtrar de manera continua.

En resumen, el avance en la nanotecnología aplicado a las membranas para purificación de agua ha abierto nuevas posibilidades para optimizar su rendimiento y durabilidad. Las membranas basadas en nanopartículas de carbono, óxidos metálicos y otros nanomateriales prometen mejorar la eficiencia de los sistemas de tratamiento de agua, reducir costos operativos y permitir soluciones más sostenibles para el acceso a agua limpia. Sin embargo, aunque los resultados son prometedores, todavía existen desafíos en cuanto a la escalabilidad, la durabilidad a largo plazo y la gestión de los efectos secundarios del uso de estos materiales a gran escala.

¿Cómo se puede modelar la eficiencia de la vegetación superficial en la eliminación de nanopartículas en el flujo superficial?

El estudio de la eficiencia de la vegetación superficial en la remoción de partículas suspendidas como coloides y nanopartículas del flujo superficial ha mostrado resultados prometedores en la mejora de modelos de filtración y en la comprensión de los procesos que ocurren en los ecosistemas naturales. El flujo superficial que se desplaza a través de la vegetación, como los pastos y otras especies vegetales, tiene una capacidad significativa para interactuar con las partículas presentes en el agua de escorrentía.

En este contexto, el modelo de eficiencia de un solo tallo ha demostrado ser útil, ya que, dado que la vegetación superficial se asemeja a un medio poroso, puede tratarse utilizando los principios clásicos de la teoría de la filtración (CFT). El modelo de eficiencia de un solo tallo, propuesto por Wu y colaboradores (2011, 2012, 2014), permite calcular la tasa de remoción de nanopartículas en el flujo superficial al considerar que los tallos de las plantas funcionan como colectores de partículas. Bajo condiciones normales, la profundidad del flujo superficial se encuentra usualmente por debajo de la cima de las hojas de la vegetación herbácea, lo que hace que las partículas en el agua de escorrentía interactúen principalmente con los tallos de las plantas.

El proceso comienza con la determinación de la eficiencia de contacto del tallo único (𝜂0), que se define como la relación entre la tasa a la que las nanopartículas impactan el colector del tallo y la tasa a la que las partículas se aproximan al colector. Para sistemas de filtración con arena, 𝜂0 está determinado por tres procesos: la interceptación (𝜂I), la sedimentación (𝜂S) y la difusión (𝜂D). Sin embargo, en los sistemas vegetales, el proceso de sedimentación puede ser desestimado debido a la pequeña escala de las partículas, especialmente cuando se trata de nanopartículas. Por lo tanto, la eficiencia de adherencia del tallo único puede expresarse como la suma de la eficiencia de interceptación y difusión, 𝜂0 = 𝜂I + 𝜂D.

De acuerdo con Palmer y colaboradores (2004), las eficiencias de interceptación y difusión dependen de la relación entre el tamaño de la partícula y el colector (𝑅 = 𝑑𝑝/𝑑𝑐, donde 𝑑𝑝 es el diámetro de la partícula y 𝑑𝑐 el diámetro del tallo cilíndrico). Además, el número de Reynolds (𝑅𝑒𝑐 = 𝑢𝑑𝑐/𝜈), que describe el comportamiento del flujo, también juega un papel importante en la determinación de estas eficiencias. En situaciones donde el número de Reynolds es menor que uno, tanto la eficiencia de interceptación como la de difusión se expresan mediante ecuaciones específicas (Eqs. 10.5 y 10.6).

Sin embargo, los resultados experimentales no siempre coinciden con los valores teóricos calculados usando estas ecuaciones. Por lo tanto, Wu et al. (2011) propusieron una ecuación de regresión para describir mejor la eficiencia del tallo único, que incorpora factores adicionales como el número de Peclet (Npe) y el número de Reynolds. De esta forma, el modelo de eficiencia de un solo tallo proporciona un marco más preciso para predecir la remoción de nanopartículas.

La siguiente etapa del modelo consiste en determinar la eficiencia de adherencia del tallo único (𝛼), que se define como la relación entre la tasa a la que las nanopartículas se adhieren exitosamente al tallo y la tasa de contacto. Las fuerzas de interacción entre las partículas coloidales y los colectores, que dependen de las condiciones químicas del entorno, son fundamentales para este proceso. Los experimentos realizados por Wu et al. (2012) en flujos laminares han permitido derivar una ecuación de regresión para calcular esta eficiencia de adherencia, teniendo en cuenta parámetros como la constante de Hamaker y la viscosidad del fluido.

La última etapa del modelo se centra en la determinación de la tasa de remoción o tasa de deposición (𝑘𝑑) de nanopartículas en el flujo superficial a través de sistemas vegetales. Esta tasa está influenciada por la densidad de la vegetación, que se define como la relación entre el área vacía entre los tallos de las plantas y el área total cubierta por vegetación. El modelo establece que la tasa de remoción se relaciona con la eficiencia de adherencia y de contacto, y puede ser expresada por la ecuación 𝑘𝑑 = (𝛼𝜂)/(𝜋𝑑𝑐).

Finalmente, Wu et al. (2014) integraron en el modelo la influencia de la materia orgánica natural (NOM) sobre la remoción de nanopartículas. Los resultados mostraron que la capa de repulsión estérica proporcionada por el NOM en la superficie del colector vegetal es un factor importante que controla la tasa de remoción de nanopartículas. Esto sugiere que el NOM puede modificar la interacción entre las partículas y las plantas, alterando la eficacia del proceso de remoción.

El modelo de eficiencia de un solo tallo se presenta como una herramienta prometedora para la construcción y refinamiento de modelos matemáticos que predigan el destino y el transporte de nanopartículas en el flujo superficial a través de sistemas vegetales en el entorno natural. Esta metodología permite simular la retención y el transporte de partículas coloidales en condiciones controladas, obteniendo resultados que coinciden de manera satisfactoria con las curvas experimentales de ruptura. La capacidad de integrar variaciones en las condiciones de flujo, la concentración de iones y otros factores ambientales en el modelo amplía su aplicabilidad para estudios a escala natural.

Es importante destacar que, a pesar de la utilidad del modelo, la predicción precisa de la remoción de nanopartículas en sistemas naturales puede verse afectada por la heterogeneidad de los terrenos y la variabilidad de los factores ambientales, como el tipo de vegetación, la topografía y la composición del suelo. Además, los efectos combinados de las nanopartículas y otros contaminantes en el medio ambiente requieren de una evaluación más profunda sobre su impacto a largo plazo en los ecosistemas.