La lingüística cotidiana ofrece una introducción innovadora que conecta la estructura del lenguaje con su uso diario, la cultura y el contexto, haciendo que las complejidades de la estructura lingüística sean accesibles, vivas y atractivas. Este enfoque sociológicamente realista aborda los componentes fundamentales del lenguaje, como la fonética, la sintaxis y la pragmática, dentro de un marco de justicia social. Reconoce que todo lenguaje está moldeado por fuerzas socioculturales y que revela y refuerza ideologías sociales. Además, introduce la ecolingüística, un campo emergente que examina la relación entre el lenguaje y su entorno, demostrando cómo las concepciones ampliamente aceptadas sobre el lenguaje pueden tener consecuencias reales en el mundo.

El concepto de "lingüística cotidiana" no es solo una reflexión técnica sobre los elementos que componen el lenguaje, sino que busca una comprensión más profunda sobre cómo las lenguas se desarrollan y cambian bajo el influjo de la sociedad. Así, se incorpora el análisis de temas como la variabilidad lingüística, la adquisición de la lengua materna, y las implicaciones sociales de ciertos usos lingüísticos. Un tema clave es la relación entre los individuos y su entorno, que abarca desde las variaciones regionales hasta las diferencias que existen en las formas de habla en diversos contextos sociales, tales como los sociolectos y etnolectos, y cómo estos influyen en la percepción de los hablantes y en su interacción con las estructuras de poder.

Dentro de este análisis, se presenta una reflexión sobre cómo las lenguas y los dialectos no son simples formas de comunicación, sino portadores de ideologías. Las diferentes formas de hablar, desde los acentos hasta las variaciones más complejas de los sistemas lingüísticos, revelan mucho sobre la identidad de las personas, sus orígenes y la jerarquía social que a menudo define sus oportunidades. Por ejemplo, el caso de los acentos y el uso de ciertas palabras o expresiones muestra cómo el lenguaje, más allá de ser un simple medio de comunicación, actúa como un marcador social y, en muchos casos, como un mecanismo de discriminación o inclusión.

Uno de los temas más reveladores es la noción de que el lenguaje no solo cambia por sí mismo a lo largo del tiempo, sino que es también un agente que refleja las ideologías dominantes de una sociedad. Las lenguas no son neutrales; están impregnadas de valores culturales, y esto puede verse claramente en el uso de ciertos términos, en las jerarquías lingüísticas que se establecen entre diferentes dialectos, y en las prácticas de estandarización lingüística. A través de estas dinámicas, el lenguaje puede contribuir tanto a la construcción como a la desmantelación de estructuras de poder. Así, la lingüística no solo debe estudiar las reglas formales del lenguaje, sino también las formas en que estas reglas se interrelacionan con las prácticas sociales y las ideologías de las comunidades que las hablan.

Además, la incorporación de la ecolingüística abre una nueva dimensión en la que se explora la relación entre el lenguaje y el entorno natural. Este enfoque destaca cómo las lenguas no solo sirven para describir el mundo, sino que también configuran nuestra percepción del mismo. En este sentido, las lenguas pueden estar profundamente vinculadas a los ecosistemas y a las culturas locales, en particular cuando se trata de lenguas indígenas o de aquellas que están en peligro de extinción debido a procesos globalizadores que imponen una homogeneización lingüística.

Es fundamental que los lectores comprendan que, más allá de los aspectos técnicos de la fonología, la morfología o la sintaxis, el estudio del lenguaje debe ir más allá de la simple decodificación de palabras o reglas gramaticales. Hay que considerar cómo las lenguas funcionan dentro de un contexto social más amplio, un contexto en el que el lenguaje se convierte en un espacio de lucha por la identidad, el poder y la justicia social. El lenguaje es tanto un reflejo como un motor de la sociedad; y entender su estructura y su funcionamiento requiere una mirada crítica a las estructuras sociales que las sustentan.

El estudio del lenguaje debe llevarnos a cuestionar no solo las normas lingüísticas, sino también las ideologías que subyacen a esas normas. En definitiva, comprender cómo se articula el lenguaje en el mundo cotidiano es esencial para comprender cómo las sociedades se organizan y cómo las relaciones de poder se establecen y se perpetúan a través de las palabras.

¿Cómo aprenden los niños los procesos fonológicos de su lengua?

Los niños, desde una edad temprana, comienzan a aprender los sistemas fonológicos de su lengua materna de manera intuitiva y estructurada. Este proceso, aunque complejo, lo logran con asombrosa rapidez, decodificando las características de los sonidos, las diferencias entre los fonemas y cómo estos interactúan dentro de un sistema mayor. Los fonemas son las unidades mínimas de sonido que distinguen significados y, aunque puedan tener representaciones fonéticas diversas, estas variaciones se agrupan en lo que se conoce como alófonos.

Cada fonema se presenta bajo diversas formas, los alófonos, que en muchos casos se distribuyen de forma complementaria dependiendo del entorno fonético. Esto significa que el contexto en el que se encuentra un sonido influye en su forma específica. Por ejemplo, los alófonos del morfema plural en inglés –[s], [z] y [ɪz]– se usan de manera diferenciada según las características fonéticas de la palabra que los contiene. Los niños aprenden rápidamente cómo usar estos alófonos correctamente, a pesar de que este aprendizaje implica una distinción sutil de cuándo aplicar cada uno de ellos.

Un estudio clásico de Berko (1958) ilustra cómo los niños logran identificar cuál alófono usar en determinadas situaciones. En el experimento, se les mostró a los niños una criatura imaginaria llamada "wug" y se les preguntó qué dirían si hubiese más de uno. La mayoría de los niños respondió correctamente añadiendo el alófono [s], formando "wugs". Luego, se les presentó otra criatura llamada "blick" y, ante la misma pregunta, aplicaron el alófono [z], formando "blicks". Este ejemplo pone de manifiesto cómo, incluso a los dos años, los niños ya han adquirido de manera inconsciente las reglas fonológicas que rigen el uso de los alófonos.

Este aprendizaje también está relacionado con el reconocimiento de clases naturales de sonidos, como las consonantes fricativas y las sibilantes, que determinan cuándo se aplican ciertos alófonos. Estos procesos no son arbitrarios ni idiosincráticos; siguen patrones regidos por las reglas fonológicas de la lengua. Además, los niños no solo aprenden los sonidos individuales de la lengua, sino también cómo estos contrastan y se agrupan dentro de un sistema, lo que les permite identificar los fonemas, los alófonos y los procesos articulatorios comunes en su lengua.

Además de los alófonos, los niños también deben entender y aplicar los procesos articulatorios que forman parte de la fonología de su lengua. Estos procesos incluyen la asimilación, disimilación, eliminación, epéntesis (inserción) y metátesis. La mayoría de estos procesos están motivados por la facilidad de pronunciación y la economía articulatoria, lo que permite una producción más fluida del habla.

Un ejemplo interesante de cómo estos procesos se aplican en el inglés es el cambio de pronunciación en palabras como "obvious", donde en el habla casual se tiende a eliminar el sonido de la "b", resultando en una pronunciación como [aviəs] en lugar de [abviəs]. Aunque muchos podrían pensar que esto es simplemente una pronunciación incorrecta o una manifestación de descuido, en realidad es un fenómeno articulatorio bien establecido en la lengua, regido por las reglas de reducción de grupos consonánticos.

Es importante señalar que, a pesar de las variaciones en la pronunciación, estas diferencias no son producto de la arbitrariedad. Existen reglas fonológicas que explican por qué, en ciertos contextos, los sonidos se modifican de esta manera. Así, aunque en situaciones formales la pronunciación de "obvious" sea [abviəs], en el habla más relajada la pronunciación [aviəs] es igualmente válida desde el punto de vista fonológico.

Por último, cabe destacar que las variaciones fonológicas no son simplemente un reflejo de la pronunciación personal o un signo de falta de educación. Son, en su lugar, una manifestación de la estructura fonológica de la lengua, que permite a los hablantes ajustarse a diferentes contextos y situaciones comunicativas. Las reglas fonológicas no se imponen desde una autoridad externa; forman parte de la gramática interna de los hablantes y están al servicio de la eficiencia y claridad en la comunicación.

A medida que los niños crecen, su comprensión de estos procesos fonológicos se afina y se complejiza, permitiéndoles usar las reglas fonológicas con una habilidad cada vez mayor. Esto no solo les permite distinguir los sonidos que corresponden a fonemas diferentes, sino también aplicar estas distinciones de manera coherente y natural a medida que avanzan en el dominio de su lengua.