La reproducción de los reptiles, a pesar de su escaso número en comparación con otras clases de animales, sigue envuelta en un halo de misterio y confusión. Su ciclo reproductivo presenta características que no son completamente comprendidas, lo que genera gran debate dentro de la comunidad científica. En particular, la procreación de los sapos se mantiene en una zona oscura del conocimiento. Algunos autores afirman que los sapos son vivíparos, mientras que otros, como Ray, los clasifica entre los animales ovíparos, sin mencionar la forma en que nacen. Este vacío de información da pie a teorías y especulaciones, como la posibilidad de que, al igual que las víboras, los sapos puedan ser hermafroditas o de alguna manera involucrar una fertilización interna poco conocida.
A pesar de estos vacíos, existe una constante observación que es bien conocida: durante la primavera, las ranas se agrupan, a menudo se les ve en la superficie del agua, aparentemente copulando. Sin embargo, no es tan común observar una situación similar en los sapos, aunque su comportamiento reproductivo es igualmente crucial. Las investigaciones de Swammerdam revelan que, en el caso de las ranas, el macho no posee un órgano penetrante, lo que pone en duda la interpretación tradicional de su copulación. Este fenómeno sigue siendo una de las características más destacadas de la biología reproductiva de los anfibios.
Es curioso que, a pesar de los estudios exhaustivos, aún no se ha llegado a un consenso sobre la toxicidad de los sapos. Aunque ciertos animales, como los patos, búhos, y serpientes, parecen consumirlos sin consecuencias adversas, sigue siendo un tema controvertido. De hecho, se han documentado comportamientos peculiares entre las personas, como la curiosa historia de unas damas que criaron un sapo en su jardín durante años, alimentándolo y observando su crecimiento. Sin embargo, el final de esta historia fue dramático, cuando un cuervo doméstico atacó al sapo y lo dejó ciego de un ojo, lo que provocó su muerte.
El caso de la migración de las ranas es otro de los enigmas que aún fascina a los naturalistas. A menudo se ha rumoreado que las ranas caen del cielo durante las lluvias, pero investigaciones como las de Mr. Derham en "La sabiduría de Dios en la creación" desmontan esta teoría. Derham demuestra que lo que realmente ocurre es que las ranas, al igual que otros anfibios, se sienten atraídas por la frescura y la humedad que proporcionan las lluvias, lo que las incita a migrar hacia nuevos ambientes. Este fenómeno sigue ocurriendo cada primavera, cuando los caminos y campos se llenan de pequeños renacuajos que aún no han desarrollado sus patas.
En cuanto a los tritones, otro grupo de anfibios, hay una discrepancia interesante. Durante mucho tiempo se pensó que el tritón acuático (o eft) solo vivía en el agua, pero el naturalista John Ellis demostró que este organismo es, de hecho, una larva del tritón terrestre. Su ciclo vital es un claro ejemplo de las complejas transiciones entre los diferentes estados de vida de los anfibios, desde el agua hasta la tierra.
Por otro lado, en los reptiles, la serpiente víbora ha sido siempre una de las principales preocupaciones debido a su veneno. A pesar de que algunas personas aseguran que el aceite de oliva puede ser un remedio eficaz contra la mordedura de víbora, la realidad es que la cantidad de veneno que libera una víbora en una mordedura es, en muchos casos, insuficiente para causar la muerte de una persona, siempre y cuando se reciba atención médica a tiempo. De hecho, en ciertos estudios se ha observado que las víboras, a diferencia de otros reptiles, son capaces de almacenar sus crías dentro de su cuerpo, llevando a cabo una reproducción vivípara.
Uno de los aspectos más intrigantes de las serpientes es la forma en que se alimentan. Aunque muchas especies de serpientes son conocidas por comer raramente, algunas se alimentan solo una vez al año. Esto se debe a su lento metabolismo y su capacidad para almacenar grandes cantidades de energía durante largos períodos sin necesidad de cazar. A menudo, la alimentación se concentra en un solo ciclo anual, donde las serpientes devoran grandes presas y luego pasan períodos largos de inanición.
Por último, el tema de la diversidad de reptiles en la región de Inglaterra también está envuelto en cierto misterio. Ray, en su trabajo "Historia Natural", menciona varias especies de lagartos, pero no deja claro cuántas de ellas realmente habitan en ciertas áreas. Aunque algunos estudios sugieren que hay especies de lagartos verdes en lugares como Surrey, otros naturalistas como Merret parecen estar equivocados al clasificar algunas especies que no pertenecen a la fauna británica.
Es esencial comprender que la biología de los reptiles y los anfibios sigue siendo un campo en constante evolución. Las observaciones a lo largo de los siglos han sido fundamentales para la construcción del conocimiento sobre su reproducción y comportamientos, pero aún existen áreas que requieren más estudio. La naturaleza, con su complejidad y misterio, sigue desafiando la comprensión humana, y cada descubrimiento abre nuevas preguntas. El proceso de investigación científica en este campo está lejos de estar completo, y la observación continua es clave para resolver los enigmas que aún persisten.
¿Cómo influyen los lazos de sumisión y resistencia en las relaciones entre hombre y animal en un contexto de abuso y control?
El trabajo con los animales de carga, como los elefantes, puede revelar mucho sobre la dinámica entre la fuerza bruta y la manipulación psicológica. Bumblefoot, el elefante en cuestión, es un ejemplo claro de cómo un ser vivo puede ser sometido a un control absoluto hasta que la resistencia, aunque sutil, se convierte en un acto de desafío silencioso. Su temperamento, ya dañado por el abuso constante, refleja el profundo sufrimiento que experimenta bajo la dirección de su dueño, Kyaw-myun, y su manipulador, el hombre que lo monta. Este es un ciclo donde la fuerza y el control humano sobre el animal se basa en una ignorancia absoluta de las necesidades emocionales y físicas del ser viviente.
Desde el principio, Bumblefoot es presentado como un ser con una personalidad propia, obstinado, pero con una paciencia que refleja la resistencia acumulada en su cuerpo. A pesar de las condiciones extremas en las que se encuentra, un trabajo forzado bajo el sol implacable, su determinación no decae. Sin embargo, no es la simple terquedad de un animal que se niega a trabajar; hay algo más profundo. La constante interferencia del hombre que lo monta, un incompetente al que se refiere Wharton como "un idiota", genera una frustración que se traduce en una resistencia pasiva y no en una rebelión abierta. Cuando se compara con otros animales que, por naturaleza, obedecen sin cuestionar, la figura de Bumblefoot aparece como un ser que ha aprendido a sobrevivir no solo por su fuerza física, sino por su capacidad de adaptarse a las demandas que se le imponen, aun cuando estas son ajenas a su bienestar.
La relación con su dueño Kyaw-myun es aún más compleja. Aunque Bumblefoot está sometido, su comportamiento con el hombre que lo dirige revela una relación basada en el miedo y la sumisión. Cuando Kyaw-myun se acerca para inspeccionar el trabajo de Bumblefoot, este no muestra solo su cansancio físico, sino una clara incomodidad ante la presencia de su dueño. En un momento, incluso parece vacilar antes de cumplir con la orden, una hesitación que Wharton nota como significativa. Este leve movimiento de duda podría interpretarse como un pequeño acto de resistencia ante la autoridad. Sin embargo, esa resistencia es rápidamente sofocada por el temor que Kyaw-myun ejerce sobre él. A pesar de todo, Bumblefoot sigue adelante, mostrando su resistencia en formas menos visibles, como el rechazo a los métodos de trabajo impuestos por su jinete y la negativa a aceptar la violencia física como método de control.
Este juego de poder y sumisión no es exclusivo de los animales de carga. En el comportamiento de Bumblefoot se refleja la interacción humana en su forma más cruda y deshumanizada, donde la sumisión se ve como la única opción ante la violencia y la amenaza. El elefante, como muchos animales que trabajan para el hombre, está atrapado en una red de control que limita su capacidad para actuar por sí mismo, forzándolo a desarrollar una forma de adaptación que lo convierte en un ser dividido entre la obediencia externa y su resistencia interna. Es en este punto donde el ser humano, a pesar de su aparente dominio, se enfrenta a una paradoja: el control total es inalcanzable, ya que el ser vivo bajo su dominio nunca deja de ser capaz de manifestar, aunque de forma sutil, su descontento.
En la interacción entre Kyaw-myun y su elefante, se muestra que el poder que ejerce el hombre no es absoluto, y que la verdadera autoridad se construye a través del respeto y la empatía, no por la fuerza o el miedo. La forma en que Bumblefoot comienza a trabajar más eficientemente una vez que su opresor se ausenta, refleja la diferencia fundamental entre ser controlado por el temor y ser guiado por la confianza. Sin embargo, también es importante notar que este acto de resistencia, aunque liberador en cierto modo, es solo temporal. La realidad del control humano sobre los animales es implacable, y el sufrimiento de Bumblefoot no desaparece por completo.
El vínculo entre ser humano y animal, marcado por la explotación, refleja una verdad más amplia: la lucha por la autonomía es inherente a todos los seres, pero las estructuras de poder pueden suprimir o distorsionar esa lucha, ocultando sus efectos hasta que la resistencia se vuelve visible de maneras que no se pueden ignorar. La aparente pasividad del animal ante la violencia puede ser vista como una aceptación, pero detrás de cada gesto, cada mirada, cada vacilación, se esconde un conflicto interno no resuelto.
Es crucial comprender que los animales sometidos a condiciones de trabajo extremas no son solo víctimas de la fuerza física. La sumisión visible, muchas veces, es solo el reflejo de una lucha más profunda, la cual ocurre en silencio y en las sombras de la relación entre el hombre y la criatura. Además, es importante señalar que el bienestar de los animales depende no solo de evitar el abuso físico, sino también de la consideración de sus necesidades emocionales y psicológicas. Solo cuando el hombre reconoce al animal como un ser sensible, con emociones y capacidades cognitivas, se puede comenzar a construir una relación basada en el respeto mutuo y la cooperación.
¿Qué hace única a la vida en el campo inglés?
Cuando me encuentro en el campo, estoy más alejado de lo abstracto, más cerca de los componentes que probablemente perdurarán en el mundo bajo mis pies plantados. Así, tan firmemente como alguna vez lo estuve en Londres, soy un inglés, y vivo en el condado. El Shire es una tierra pastoral, dos tercios arenosa, el resto arcilla y otros componentes. Es una tierra bien arbolada, conocida por su capacidad de cultivar una vegetación fuerte, lo que a veces la hace ser descrita como "exuberante". Casi no hay industria en ella, y su gente es amable sin ser somnolienta. Nuestra naturaleza está situada a medio camino entre el letargo de Norfolk y la feroz cordialidad de Gloucestershire. No estamos particularmente asociados con figuras históricas como Oliver Cromwell, Owen Glendower o incluso Guillermo el Conquistador. Las grandes personalidades históricas no parecen haberse adueñado de nuestro terreno; si alguna vez vinieron, fue solo de paso, en busca de algo más.
Por otro lado, los poetas, especialmente los más duraderos y menos espectaculares, han encontrado aquí un refugio seguro sin necesidad de hacer alarde de ello. Siempre fuimos más tierra de monasterios que de castillos, y, dado que los monjes solían ser buenos terratenientes, disfrutamos de una tranquila tradición agrícola. No hay nada particularmente notable en este lugar. Somos cazados por buenos grupos de perros, pero ni siquiera alcanzan la tradición de los Osbaldeston-Sutton. Nuestra arquitectura eclesiástica es respetable sin ser imponente. No somos ni de moda anticuada ni particularmente modernos. No tenemos muchas colinas y, por lo tanto, muy pocos valles, ni somos enteramente un lugar de valles. De hecho, vivimos en soledad. Nuestro condado es un lugar. No permanecemos en él todo el tiempo, pero sí la mayor parte del tiempo, y por eso lo conocemos. Cuando algo emocionante ocurre, y estamos tan lejos de los extremos que ocasionalmente algo sucede, recordamos ese evento durante cuatro o quinientos años.
Mi pequeña zona de caza es objeto de furtivismo por parte de los habitantes de un pueblo que lo hacen porque no han olvidado que uno de sus habitantes fue ahorcado por cazar furtivamente, hace menos de doscientos años. Tom Bourne, que me permite cazar en su granja, todavía llama "el convento" a un área sin vallar en un campo de césped, aunque no quede ni un ladrillo ni una piedra que marque el lugar donde una vez estuvo la capilla sagrada. En resumen, somos un lugar residencial. La localidad tiene sus raíces tan profundas en un tiempo pacífico que es perdurable; transmite una especie de estabilidad a sus residentes; es hogar.
No se puede decir que el Shire sea un lugar mejor que cualquier otro. Entre otras cosas, el lugar mismo difícilmente apreciaría el cumplido. Sería contrario a su naturaleza competir: perdería lo que es real en él si se hiciera de alguna manera sobresaliente. Hay ciertos condados que una vez tuvieron cualidades destacadas, y que han sido arrasados por esa razón. Sussex y Devonshire son ejemplos claros. Los Downs, la crema de Devon, y la literatura de mala calidad han provocado la llegada de los invasores. Ningún hombre sensato puede ir ahora a esos lugares. Gloucestershire y Wiltshire son condados sobresalientes y apelan más fuerte y rápidamente a las emociones que el Shire. Pero su hermosura los hace provocadores, y su día llegará. Los invasores alcanzarán el horizonte, marchando bajo bombas de gasolina, tiendas de curiosidades y techos de metal ondulado. Gloucestershire, cuya arquitectura crece de la tierra porque construye con la piedra en la que se asienta, florecerá con ladrillos rojos y tejas azules. Wiltshire, cuyos downs rodean los valles fértiles, florecerá con caminos rurales, carteles amarillos de turismo y caballeros del A.A. El Shire se ha protegido contra estas cosas mediante una política no comprometida. No hace pasteles de Banbury, ni té de Yorkshire, ni crema de Devon. Ha ocultado su individualidad para preservarla. Tenemos algunos caminos rurales, algunos carteles amarillos, algunos techos de hierro ondulado, algunos techos de paja, nada muy definido: así que los invasores pasan de largo, como lo hizo Oliver Cromwell antes que ellos, en busca de algún otro lugar.
No es necesario ni siquiera entusiasmarse por el condado, ni se nos obliga a quedarnos. Yo mismo no lo considero hermoso. La tierra prefiere no hacer exigencias a sus habitantes, sino existir como un punto en el mapa de Inglaterra, para aquellos que lo deseen. Una tierra sin compromisos, secretamente exuberante a su manera, el Shire no me reprocha si voy a pescar a Escocia o, en verano, busco otro amor. Si me quedo, la tierra está allí para mí, con sus Southdown, Oxford Down y cruces de Leicesters pastando en el césped exuberante; si me voy, me habré ido con Oliver Cromwell; pero el Shire sigue siendo una posición.
Toda la isla británica es un anclaje, si se evita las ciudades. Lo mismo ocurre con los pájaros, las bestias y las estaciones de caza. Sería posible echar otros anclajes. Todas las cosas que sobrevivirán a Londres son importantes para el hombre filosófico. El increíble enjambre de la ciudad, cuyos mercaderes no solo se arrastran por la superficie de su nido en autobuses y a pie, sino que también se sumergen en él como gusanos, y salen nuevamente en las salidas de otras estaciones de metro, siempre ocupados en sus vanos cometidos: todo este enjambre es impermanente junto al salmón. Cuando el Puente de Londres se haya caído, y las cloacas de la colmena hayan dejado de contaminar las aguas, habrá salmones frente al edificio de Imperial Chemicals, pero no habrá ningún edificio de Imperial Chemicals frente a los salmones.
En Southam brook, más allá de Leckley, un arroyo en el que se puede saltar a caballo, pesqué el primer trucha de este año: 1/2 libra, en buen estado. Fue atrapada con un gusano y comido para la cena, como un hechizo para aumentar la virilidad durante la temporada venidera. Me otorgué el título de Primoraro-ttucticaptor, o Martillo de los Salmonidae. Las personas que no pescan consideran a los pescadores como locos, o al menos como si pertenecieran a otra raza: como monos o clérigos. "¿Cómo puedes tener tanta paciencia?", dicen. No me molesta, pero me hace sentir impotente, como si estuviera hablando sobre logaritmos a un zulú. No han experimentado, y por lo tanto no necesitan creer en las alegrías de otros. Es lo mismo con los fantasmas. Esas personas no pueden entender que el pescador no vive pacientemente, sino tan atrás en lo que quiere hacer, que el apuro de la pesca borra el tiempo, y el día se acaba antes de que haya comenzado. Los confunden con el pescador de flotador, sin darse cuenta de que la correcta sincronización de un lance es tan difícil como el momento preciso de un golpe en el cricket. Quizás sea necesario tener paciencia para jugar al abstracto juego del cricket; pero cuando casas el tiempo de cada golpe con la posibilidad de un "seis" viviente, que sigue luchando contigo durante cinco minutos en agua tranquila, entonces se hace un poco difícil hablar de "paciencia" pacientemente.
La temporada de caza termina con un sentimiento de arrepentimiento en el Shire, especialmente si el último día es agradable. Hoy no fue más que moderado; pero era adecuado para un caballo lento, y había saltos por si querías. Era agradable estar entre los doce que no se perdieron cuando nos quedamos en el suelo.
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