Aunque las hojas caigan, el manzano y el peral permanecen tenazmente verdes. La mejorana continúa floreciendo, los tomillos conservan su carácter veraniego, y el cicely dulce despliega nuevamente una hoja similar a la de un helecho. El verde de las ramas jóvenes de bálsamo es tan fresco como el de la primavera. Ninguna planta ha dado jamás un premio tan duradero y hermoso. Sin embargo, las heladas se acercan. El día en el jardín, que ya casi es tan callado como la noche, llega con estrellas y frío. Mientras trabajo esta tarde, pienso que solo he tocado la rica herencia de las hierbas y pronto debo hablar de su confraternidad más amplia.

Es invierno, el día corto y silencioso ha llegado a su fin sobre el vasto paisaje nevado, cerrando con un cielo de un rosa helado y canales de verde claro; ahora las nubes y la noche se unen para crear un mayor silencio y oscuridad, y la nieve comienza a caer nuevamente. Dentro de la casa, las lámparas están encendidas, llenas hasta el borde con aceite, preparadas para las largas horas de uso, y la pequeña sala de estar se llena con la cálida luz amarilla y el fragante calor de la estufa de leña. El abedul amarillo arde en ese refugio oscuro, abriendo con facilidad sus llamas brillantes que envían un humo inconfundible desde las chimeneas.

Mientras sigue nevando, cayendo suavemente a través de la noche sin viento, cubriendo nuevamente los caminos con su manto blanco y dejando que las ramas y ramitas se recubran de un nuevo manto blanco, la escena se transforma. El lugar donde antes se encontraba el albahaca, y donde la lavanda tomaba su parte del sol, ahora yace bajo más de un metro de nieve. Ya no se oyen los hermosos gritos del somormujo que rompían el silencio de la madrugada en los días lluviosos; las urracas solo nos acompañan cuando el deshielo llega. Los arrendajos, aves poco vistas durante el verano, se han convertido ahora en los pájaros más familiares, buscando semillas en los graneros y posándose en las vallas como si fueran gorriones al paso de los gatos.

La tarde de invierno es el mejor momento para reflexionar sobre los planes de un jardín, porque, como en la obra El progreso del peregrino de Bunyan, la jardinería en invierno se lleva a cabo "bajo la apariencia de un sueño". Las cosas que deseamos tener se presentan tal como las imaginamos, prósperas y bellas, como un tributo a nuestra habilidad como jardineros. Los logros pasados, tanto los éxitos como los fracasos, se convierten en parte de la historia del jardín y de nuestra vida.

Sobre la mesa, desordenadas entre los libros, en el suelo junto a la silla, se encuentran los planes del jardín de hierbas, catálogos, cartas, paquetes de semillas, notas de jardín y ambiciones generales. Ya en el aire se siente el aroma de las semillas de hierbas. Aquí, en una esquina, cortado de un sobre amarillo sellado con un pliegue, se encuentra más mejorana, que es el hisopo mencionado en la Biblia, una semilla verde como papel con un aroma seco, agradable y ligeramente amargo, el hisopo de los dinteles de Egipto, y de la trágica bebida ofrecida y rechazada. Aquí está el cilantro, que suena como lluvia seca al sacudir su caja, con semillas parecidas a pastillas de paja, el antiguo cilantro del delta de Egipto, saboreado por primera vez hace mucho tiempo en el pastel de un niño comprado en una tienda regentada por un anciano bávaro; aquí está el eneldo, fresco y picante; el bernardo, que surge con facilidad de la tierra; y la semilla plana de la angélica, que sabe a enebro y pica en la lengua. Pero ahora, mientras el fuego crepita y la noche es joven, continúo mis reflexiones sobre el cultivo de hierbas.

El cultivo de unas pocas hierbas por primera vez es el descubrimiento de un mundo completamente nuevo de placer y significado en el jardín humano. Sin embargo, cuando un jardinero ha probado algunas hierbas, les ha gustado y ellas lo han correspondido, y desea continuar, la verdadera aventura comienza. En ese momento, surge una tentación: el deseo de sembrar todas las plantas que se llaman "hierbas", con la esperanza de llenar el jardín de hierbas con una variedad sin fin. Pero cuidado, jardinero, no dejes que este impulso te arrastre a una trampa que muchos jardines han caído antes. No dejes que la avaricia de jardín destruya lo que el futuro guarda en cuanto a cambios e interés.

En las siguientes páginas, discutiré una lista general de hierbas que considero dignas de ser añadidas al jardín o que pueden aparecer allí de vez en cuando. Ningún jardinero auténtico desearía tenerlas todas a la vez, destruyendo así la oportunidad de descubrir la evolución natural del jardín. Las primeras diez hierbas recomendadas son: albahaca, mejorana, bálsamo, menta bergamota, salvia, hisopo, ruda, verbena, levístico y lavanda. Para ampliar esta selección inicial a una lista más extensa, añadiría tomillo, menta manzana, eneldo, bernardo, romero, borraja, cebollino, costmary, ajenjo, santolina, cerinthe, ajenjo común, helecho dulce y valeriana.

Es necesario ser cuidadoso con los tomillos. La jardinería en rocas trajo consigo una amplia variedad de tomillos, y ahora la lista de estos es tan extensa que solo causa más confusión. En términos generales, cualquier tipo de tomillo puede considerarse una "hierba", pero en un sentido más estricto, el término se refiere a unas pocas especies con una larga historia en el jardín: Thymus vulgaris o tomillo común, el verdadero tomillo culinario; T. serpyllum o tomillo silvestre, también llamado tomillo de pastor; y T. herba-barona o tomillo de comino. El tomillo común se puede encontrar en los viveros en cepas de "hoja ancha" o "hoja estrecha" (no hay diferencia práctica entre estas), y llega como un pequeño arbusto de unos 10-12 cm de altura, con tallos lechosos y hojas pequeñas y compactas. El tomillo es perenne en su Europa natal, y, como muchas otras plantas perennes europeas que deben sobrevivir al invierno estadounidense, puede no mostrar signos de vida en primavera si ha logrado sobrevivir. Necesita mucho sol, suelo bien drenado y calor. También puede cultivarse bien desde semilla.

Las hierbas más raras son siempre bienvenidas cuando aparecen, pero es esencial no ceder a la tentación de llenarse de una gran cantidad de ellas sin tener el tiempo ni el espacio para cuidarlas adecuadamente. En un jardín de hierbas, el verdadero disfrute llega al poder conectarse profundamente con las plantas, entenderlas, cuidarlas y apreciarlas en su totalidad.

¿Cómo puede un jardín de hierbas transformar tu espacio y tu vida?

Las plantas han sido durante siglos compañeros cercanos del ser humano, no solo por su belleza y funcionalidad, sino también por sus propiedades curativas y simbólicas. Desde tiempos antiguos, las hierbas eran esenciales en las culturas de todo el mundo, ya sea en la medicina, la cocina o como símbolos de la relación humana con la naturaleza. De entre todas las plantas que adornan nuestros jardines, las hierbas, tanto comunes como raras, siguen siendo un pilar fundamental de la jardinería y de la vida cotidiana.

El “Llanto de Job” (Coix Lacryma-Jobi), conocido por su curioso nombre y apariencia, es una planta que, aunque pasó desapercibida por largo tiempo en la jardinería ornamental, merece un lugar destacado. Descubierta en las Indias Orientales durante el siglo XVII, esta hierba fue pronto distribuida por Europa como una panacea para diversas dolencias. Sus semillas, un tanto peculiares, se encuentran aún hoy en las farmacias, usadas como ayuda en la dentición infantil. Es una planta resistente, fácil de cultivar y con un atractivo visual singular, ideal para aquellos interesados en las gramíneas ornamentales. Además, su cultivo a partir de semillas no representa una dificultad significativa, lo que la convierte en una opción accesible para cualquier jardinero.

El perejil (Carum Petroselinum), por otro lado, es una planta que, aunque hoy se asocia mayormente con el jardín de hierbas o el “jardin potager”, tiene raíces profundas en la antigüedad. En la Grecia clásica, se utilizaba no solo en la cocina, sino también en rituales religiosos, siendo considerado un símbolo de consagración a los dioses. Los griegos solían hacer coronas y guirnaldas con esta hierba, que destacaba por su color verde intenso y la frondosidad de su crecimiento. En el jardín moderno, el perejil se utiliza principalmente como una planta ornamental o de cocina, pero su valor en términos de belleza y funcionalidad debe ser más apreciado.

El sabroso de verano (Satureja Hortensis) es una hierba que, aunque pequeña y modesta, tiene una presencia encantadora en cualquier jardín. A menudo utilizado en la cocina por su fragancia aromática, esta planta también tiene una historia fascinante. En tiempos antiguos, la satureja era un símbolo de la vida simple y la conexión con la naturaleza. Su aroma fresco se asocia con los sátiros de la mitología griega, quienes lo cultivaban en sus refugios rurales. Al cultivarlo en el jardín, no solo se adorna el espacio, sino que se revive una tradición que conecta al ser humano con la esencia de la tierra.

Sin embargo, no todas las hierbas se cultivan en el jardín. Algunas, como la menta de manzana (Catnip) y el bálsamo, se encuentran comúnmente en los alrededores de las granjas antiguas, más que en los jardines ornamentales. Estas plantas se plantaban en parches cercanos a los cobertizos o el gallinero, donde podían crecer a su propio ritmo y beneficiarse de la naturaleza sin la intervención excesiva del jardinero. La menta de manzana, por ejemplo, sigue siendo una de las favoritas entre los gatos, cuyas reacciones ante su aroma son tan particulares que resulta un espectáculo verlos interactuar con la planta. Este tipo de plantación sin pretensiones puede ser igualmente valiosa, tanto para el ecosistema como para la persona que se acerca a ellas con curiosidad.

En los jardines más antiguos de Nueva Inglaterra, por ejemplo, se encontraba una gran variedad de hierbas utilizadas en la medicina popular, que se recolectaban a mano por los habitantes locales. La combinación de plantas autóctonas con hierbas europeas naturalizadas formaba una farmacia casera capaz de tratar una amplia gama de dolencias, desde simples tés relajantes hasta infusiones más poderosas como la digitalis, conocida por su uso en el tratamiento de problemas cardíacos. Algunas de estas hierbas, como la menta silvestre (Mentha Canadensis), el jengibre silvestre (Asarum Canadense) y la bandera dulce (Acorus Calamus), siguen siendo cultivadas y apreciadas por su resistencia y propiedades.

Aunque algunas de estas hierbas ya no se cultivan como antes, siguen siendo un elemento esencial del paisaje rural. Cada una tiene su propio papel en la historia y la cultura, y muchos de estos conocimientos se han transmitido de generación en generación. Es importante no solo conocer sus aplicaciones, sino también entender el contexto en el que crecieron y la relación simbólica que el ser humano ha tenido con ellas. Al cultivar estas plantas en nuestros propios jardines, podemos revivir una parte significativa de esa tradición y, al mismo tiempo, aprovechar sus propiedades curativas y culinarias.

Además de la función práctica que desempeñan, estas hierbas también ofrecen una forma de conexión profunda con la tierra. En el cultivo de estas plantas, ya sean cultivadas en el jardín o recogidas de manera más salvaje en las orillas de un estanque o cerca de un arbusto, se crea una relación más cercana con el entorno natural. Cada hierba, desde las más comunes hasta las más exóticas, tiene su propio carácter y presencia. Al aprender a cultivarlas y utilizarlas, no solo mejoramos nuestra relación con la naturaleza, sino también nuestra capacidad para percibir y valorar la vida que nos rodea.

¿Qué hace a una planta una "hierba"? Reflexiones sobre su verdadera naturaleza y propósito en los jardines

En la creciente fascinación por las plantas, se cometen errores fundamentales. Uno de los más frecuentes es la confusión sobre qué constituye una "hierba". En este renovado entusiasmo, algunos se atreven a catalogar como "hierba" a cualquier planta, desde una zanahoria hasta un cactus nocturno, y las incluyen en sus jardines. Desde la horticultura y la botánica, y de acuerdo con la tradición del Rey Jaime, se clasifica como "hierba" a todas aquellas plantas que no son verdaderamente arbustos ni árboles. El diccionario también coincide al definirla como una "planta con un uso". Sin embargo, para los verdaderos amantes de las hierbas, la palabra tiene una connotación mucho más profunda y viva. En su sentido más auténtico, en su significado esencial, una hierba es una planta que ha sido cultivada no solo por su utilidad, sino por su propia belleza, y que no ha llegado hasta nosotros como una simple planta decorativa.

El uso es solo una parte de la historia. Las hortalizas, los pseudo-vegetales, las hierbas medicinales o las plantas silvestres nunca serán consideradas verdaderas "hierbas", sin importar lo que digan los diccionarios. La razón por la cual las grandes hierbas han perdurado en la cultura humana no es solo por su uso, sino por la combinación de belleza y utilidad. Aquellas plantas que en su mayoría se utilizan en la cocina o como elementos ornamentales, como algunas raíces y ensaladas desordenadas, no deben formar parte del jardín de hierbas. Estas restan distinción a dicho jardín, lo confunden y destruyen su atmósfera única. Las variedades hortícolas de hierbas florales, los parientes cercanos que nunca han sido utilizados como hierbas, deben evitarse en la medida de lo posible, y si se usan, debe hacerse por una necesidad climática y con cierta culpa.

Un jardín de hierbas nunca debe ser invadido por plantas de flor no herbáceas, pues dicha invasión destruye la unidad y el carácter del jardín. Si se busca flor, existen abundantes hierbas florales que cumplen con esta función. Al crear este tipo de jardín, siempre debe primar la belleza y el carácter de las plantas, sin enfocarse en el tamaño o la variedad de las colecciones. Las colecciones de hierbas pueden ser fascinantes y enormemente interesantes, pero la rivalidad entre ellas tiende a homogeneizarlas, convirtiéndolas en algo más parecido a una moda pasajera, algo ajeno al verdadero espíritu del herbolista. Un jardín de hierbas es algo aparte, que va más allá de la necesidad de numerar y contar, algo que se sitúa en la tierra, en el tiempo, en la magia y en la paz. Que sea pequeño y secreto si lo desea, pero si se hace con comprensión, ese jardín tendrá una fuerza que no puede medirse ni limitarse por los confines de cualquier parcela.

En una mañana temprana, cuando la casa aún no ha despertado y el jardín se refresca con la humedad de la noche, las abejas trabajan entre las hierbas. Los tallos más delicados del hisopo se balancean bajo su peso, como si fueran abedules sacudidos por niños traviesos. El orégano se sacude y saluda al ajetreo de las abejas, mientras que el albahaca resplandece con las flores más grandes, donde las abejas se sumergen y ahuyentan a las demás con un zumbido. Las hierbas atraen a las abejas, que con su aire inmortal evocan la Edad de Oro. Los miembros de la familia Labiatae, o familia de la menta, junto con la Umbelliferae, o familia del perejil, albergan muchas de las hierbas que conocemos.

La familia Labiatae, particularmente abundante en la región mediterránea, incluye plantas como la menta, la salvia, la albahaca, el bálsamo, el orégano, el romero, la lavanda y el tomillo, entre otras. Estas plantas tienen, por lo general, tallos cuadrados o de cuatro ángulos, hojas simples y opuestas, flores bilabiadas que emergen de las axilas de las hojas, y sus flores a menudo se organizan en pequeños anillos o coronas de color que no solo atraen a las abejas, sino que también desprenden aromas deliciosos y aromáticos. En la mayoría de ellas, el aroma proviene de aceites volátiles que se almacenan en pequeñas glándulas en las hojas. Sin lugar a dudas, estas hierbas han sido esenciales para la humanidad, no solo por su sabor, sino también por sus propiedades curativas y su presencia en rituales y tradiciones.

Por otro lado, las Umbelliferae incluyen plantas como el eneldo, el comino, el cilantro, el perejil, la angélica y el hinojo, cuyas flores se agrupan en una estructura conocida como "umbela", una especie de corona formada por numerosos tallos que emergen de un punto central. Estas plantas, ricas en aceites esenciales, también han sido de gran utilidad para el ser humano, tanto en la cocina como en la medicina tradicional.

La recolección de hierbas y sus semillas se convierte en una aventura tanto alegre como compleja. Las semillas más raras no se encuentran en cualquier tienda, sino que deben ser buscadas con dedicación en catálogos exclusivos, en los bolsillos de otros herbófilos, en anuncios clasificados o en sobres manuscritos que llegan de rincones remotos del mundo. Aunque hoy día es posible obtener hierbas comunes con relativa facilidad, el coleccionista sigue sintiendo el atractivo por aquellos ejemplares difíciles de conseguir, aquellos que huelen a historia y misterio.

Es probable que en algún momento, quizás en las colinas de Creta, un antiguo herbolario recupere alguna hierba perdida, como la Dittany, conocida por los elisabetanos y los victorianos, un aroma profundo que conectaba a los dioses con los hombres errantes. Pero, incluso en la abundancia moderna, aún hay algo especial en la búsqueda de las hierbas raras, un resquicio de lo perdido que parece estar destinado a regresar a la vida.

Al igual que los vientos que barrían la tierra del campo, la relación del ser humano con la tierra y con las plantas sigue siendo un vínculo misterioso y fundamental. En su mejor expresión, el jardín de hierbas no es solo un lugar de cultivo, sino un refugio de paz, una conexión profunda con la naturaleza que permite al ser humano recuperar su humanidad perdida entre las distracciones de la vida moderna.