La fonología se refiere al estudio de la organización sistemática de los sonidos en un lenguaje. No se trata simplemente de la pronunciación aislada de palabras, sino de cómo los sonidos se combinan y modifican en el flujo natural del habla. Es importante comprender que estos cambios no son accidentales, ni se deben a un mal uso del idioma, sino que obedecen a reglas específicas que permiten una comunicación eficiente.

Tomemos, por ejemplo, el sonido [t] en palabras como "first" (primero). Cuando decimos esta palabra de forma enfática, como en "I’m first" (yo soy el primero), el sonido [t] se pronuncia claramente al final. Sin embargo, si decimos "first grade" (primer grado), ese mismo sonido [t] desaparece casi por completo, y la palabra se convierte en algo similar a "fərsgred". A esto se le conoce como una alteración fonológica que no está dictada por la pereza o el desconocimiento, sino por la estructura del idioma. Existen patrones sistemáticos detrás de estos cambios.

La fonología, entonces, se encarga de explicar cómo los sonidos varían de acuerdo con su contexto dentro de una frase o palabra. A través de los años, los lingüistas han determinado que ciertas variaciones en los sonidos no afectan el significado de una palabra, mientras que otras sí lo hacen. Un ejemplo claro de esto es el caso de los fonemas /n/ y /ŋ/, que en palabras como "sin" [sIn] y "sing" [sIŋ] tienen una función distintiva. Aunque la letra "ng" se utiliza para representar /ŋ/, se reconoce que se trata de un sonido distinto al /n/, ya que esta diferencia cambia el significado de las palabras.

Es crucial entender la diferencia entre el nivel fonético y el nivel fonémico del lenguaje. En el primer caso, dos variantes del mismo sonido (por ejemplo, el [p] en "pit" y el [p] en "spit") pueden tener ligeras diferencias, como la presencia o ausencia de aire al ser pronunciadas. Sin embargo, a nivel fonémico, ambas se consideran la misma consonante porque no alteran el significado de las palabras. Este proceso de organización de sonidos es parte esencial de lo que aprenden las personas al adquirir un idioma. Así, cuando aprendemos una lengua, no solo internalizamos sus sonidos, sino también las reglas que nos permiten utilizarlos adecuadamente en diferentes contextos.

Además, al hablar un idioma, los sonidos se influyen mutuamente y cambian según el entorno en el que se encuentren. Por ejemplo, el sonido de una consonante puede variar dependiendo de las vocales que la rodeen, o de si está al principio o al final de una palabra. Estos cambios no son aleatorios, sino que siguen patrones específicos que permiten que los hablantes de un idioma se comprendan fácilmente.

Uno de los fenómenos más interesantes es cómo los hablantes de diferentes regiones o contextos sociales modifican su pronunciación. Esto no solo se refiere a los acentos, sino a variaciones en la pronunciación de ciertos fonemas. Por ejemplo, algunas personas pueden pronunciar la "r" de manera más marcada, mientras que otras la suprimen por completo, sin que esto altere el significado de las palabras. De hecho, el lenguaje refleja de manera sutil las identidades sociales y culturales de los hablantes, y estas variaciones pueden tener implicaciones en cómo se perciben entre sí.

El estudio de la fonología no solo se limita al análisis de cómo se producen los sonidos, sino que también implica entender cómo estas variaciones fonológicas son percibidas por la sociedad. El acento o la manera de pronunciar una palabra puede, en ciertos casos, influir en las percepciones sociales de una persona, creando estereotipos o prejuicios. Por lo tanto, la fonología también es una herramienta para comprender cómo el lenguaje puede reforzar o desafiar normas sociales y culturales, y cómo estas normas afectan las interacciones cotidianas.

El entendimiento de los fenómenos fonológicos, como las alteraciones de sonidos y las variaciones regionales, es fundamental para profundizar en el conocimiento de cómo funciona un idioma. Además, al aprender una lengua extranjera, reconocer estos patrones fonológicos es esencial no solo para una pronunciación correcta, sino también para una comprensión más profunda de la cultura que sustenta el idioma.

¿Qué caracteriza a un lenguaje? Diseño y estructura en el lenguaje humano

Cuando hablamos del lenguaje como fenómeno humano, reconocemos que existe una serie de características comunes que lo atraviesan. Los lingüistas han identificado varios de estos aspectos, conocidos como "características de diseño", que comparten todos los lenguajes y todas las variedades de un mismo idioma. Aunque el número exacto de características sigue siendo objeto de debate, hay consenso en una serie de ellas.

Una de las características más fundamentales es la semántica. El lenguaje, en su esencia, tiene la capacidad de transmitir significado. A través de sonidos, signos, palabras y el orden de estas, los hablantes de una lengua crean y comunican ideas. Este sistema de comunicación se basa en tres componentes principales: un sistema de sonidos o gestos, un léxico o vocabulario, y un sistema gramatical. La semántica, por lo tanto, permite que, al manipular estos componentes, los seres humanos sean capaces de expresar ideas y conceptos.

Otra característica fundamental es la arbitrariedad. En todos los idiomas, la relación entre una palabra y el objeto o concepto al que hace referencia es arbitraria. No existe una conexión lógica o inherente entre las palabras y su significado. Por ejemplo, la palabra "mesa" en español no guarda relación intrínseca con el objeto que designa; es simplemente una convención arbitraria entre los hablantes de la lengua. Lo mismo ocurre con el inglés y el italiano: "table" en inglés y "tavolo" en italiano no tienen una conexión más directa con el objeto que en español. Incluso en los lenguajes de señas, se utiliza un gesto en lugar de una palabra hablada para representar el mismo objeto.

La arbitrariedad se manifiesta no solo en las palabras, sino también en la gramática de los idiomas. Tomemos como ejemplo el uso de los artículos. En inglés, se utilizan para distinguir entre un objeto específico ("the book") y uno general ("a book"). Sin embargo, en otros idiomas, como el ruso, no existen artículos. Este tipo de convenciones, que en apariencia parecen "lógicas", son igualmente arbitrarias. Un fenómeno similar ocurre con el orden de los adjetivos y sustantivos: en inglés, los adjetivos suelen ir antes del sustantivo, mientras que en español van después. Ninguno de estos sistemas es más lógico que el otro; son simplemente convenciones que los hablantes de cada lengua adoptan.

Es común pensar que la gramática de una lengua está basada en la lógica. Sin embargo, esto no es así. Las reglas gramaticales, lejos de ser universales o lógicas, son también arbitrarias. Un ejemplo claro es el uso de las dobles negativas. En algunas lenguas, como el francés, se requieren dos elementos negativos para formar una negación ("Je ne l’ai jamais vue" significa literalmente "No la vi nunca"). Esta construcción no es ilógica; es simplemente una forma de expresión diferente. En algunas variedades del inglés, también se usan dobles negativas, como en "I don't know nothing" (aunque se considere incorrecto en el inglés estándar). Por lo tanto, la gramática de un idioma no está necesariamente basada en la lógica; es una convención social.

Es importante entender que, en lingüística, gramática no significa "buena o mala gramática" como en los métodos tradicionales de enseñanza. En su lugar, la gramática se refiere a un sistema de reglas que rige cómo se organizan los sonidos para formar palabras, cómo se combinan las palabras en frases y cómo se estructuran las frases en oraciones. Esta visión descriptiva de la gramática es esencial para entender cómo funciona realmente el lenguaje, alejándose de las nociones prescriptivas y normativas.

Además, el lenguaje se transmite culturalmente. Los seres humanos nacen con la capacidad innata de aprender cualquier lengua, pero el idioma específico que aprenderán dependerá del entorno lingüístico en el que crezcan. Si un niño de padres noruegos se cría escuchando solo chino, aprenderá chino como lengua materna. La transmisión cultural es, por tanto, un aspecto fundamental del aprendizaje del lenguaje: la lengua no se hereda genéticamente, sino que se adquiere a través de la exposición al habla que lo rodea.

El concepto de desplazamiento también es relevante en todas las lenguas humanas. Todos los idiomas permiten a sus hablantes referirse al pasado, al futuro, a personas o eventos ausentes, o incluso a conceptos imaginarios. La posibilidad de hablar de cosas que no están presentes en el momento actual (como un unicornio o un viaje intergaláctico) es una de las características que distingue al lenguaje humano. No estamos limitados a hablar solo del aquí y ahora; podemos expresar lo que ocurrió ayer o lo que deseamos que ocurra mañana.

El lenguaje, además, está compuesto por unidades discretas. Esto significa que, cuando aprendemos una lengua, tendemos a percibirla como formada por elementos individuales. Los sonidos de una lengua, como los fonemas, son unidades discretas, y el conocimiento de cómo estos se agrupan para formar palabras es lo que permite el habla y la comprensión. De la misma forma, las estructuras gramaticales de cada lengua se basan en reglas que determinan cómo se ensamblan las unidades de sentido para expresar ideas completas.

Es importante recalcar que, aunque estas características de diseño del lenguaje son comunes a todas las lenguas, cada una tiene sus particularidades. Las lenguas se desarrollan y se transmiten de manera distinta, y las reglas que rigen su uso pueden variar enormemente. Sin embargo, la capacidad humana para crear y comprender lenguaje es universal, y esta capacidad es un rasgo distintivo de nuestra especie.

¿Cómo afectan las lenguas locales y la diversidad lingüística en el proceso de adquisición de lenguas?

En el análisis de las variedades lingüísticas estigmatizadas y lo que Williams denomina “localidad extrema”, es posible observar cómo los hablantes aprovechan las lenguas locales y las variedades para expresar sus identidades marginalizadas y étnicas. Este uso creativo del lenguaje en contextos de Hip Hop, como se describe en las investigaciones de Williams (2016), demuestra cómo la mezcla y remezcla de lenguas permite la recuperación de identidades que históricamente han sido rechazadas o ignoradas. Este fenómeno puede observarse en lugares tan diversos como Fresno, California, Tanzania, Brasil y Nigeria. En cada uno de estos contextos, el uso del lenguaje local se convierte en una herramienta para desafiar las normativas dominantes y para afirmar una identidad propia en un mundo globalizado.

En relación con la teoría del relativismo lingüístico, o hipótesis de Sapir-Whorf, se establece que el lenguaje que hablamos moldea la manera en que percibimos la realidad. El concepto se fundamenta en la idea de que las lenguas no son solo un vehículo de comunicación, sino un filtro a través del cual se interpreta el mundo. Desde esta perspectiva, los hablantes de diferentes lenguas no solo hablan de manera distinta, sino que, en cierto sentido, piensan y perciben el mundo de manera diferente. Este enfoque tiene dos vertientes: la fuerte, que sugiere que el lenguaje determina nuestra percepción del mundo (determinismo lingüístico), y la débil, que postula que el lenguaje solo influye en ella (relativismo lingüístico). La hipótesis fuerte ha sido mayormente refutada, pues, si fuera cierta, la traducción entre lenguas sería imposible, y los hablantes de una lengua que carece de un término específico para un concepto no serían capaces de entenderlo. Sin embargo, la hipótesis débil sigue siendo relevante y se encuentra en el centro de debates contemporáneos, sobre todo cuando se trata de cuestiones como la lucha contra el sexismo y el racismo a través del lenguaje.

La adquisición de una lengua adicional (o L2, por sus siglas en inglés) es un proceso complejo y multifacético. A menudo, las personas aprenden más de un idioma desde la infancia, llegando a tener múltiples lenguas maternas. Según algunas estimaciones, la mitad de la población mundial es bilingüe desde una edad temprana. Sin embargo, hay quienes aprenden un segundo idioma más tarde en la vida, ya sea en la infancia, la adolescencia o la adultez. La manera en que se aprende una segunda lengua varía considerablemente: algunos lo hacen en su hogar, otros en comunidades donde se habla esa lengua, algunos en el aula, y otros en entornos en línea. El campo de la adquisición de segundas lenguas estudia cómo aprendemos un idioma más allá del primero, pero no existe una única respuesta clara sobre cómo se lleva a cabo este proceso. Los lingüistas coinciden en que factores sociales, lingüísticos, cognitivos y afectivos desempeñan un papel clave en la adquisición de una lengua adicional.

El término “adquisición” se utiliza en lugar de “aprendizaje” para describir este proceso, ya que hace referencia a aspectos más profundos y automáticos que no siempre son conscientes. Por ejemplo, aunque podemos aprender las reglas gramaticales de una lengua, la capacidad de usarlas de manera fluida y sin esfuerzo implica un proceso más complejo, que los lingüistas denominaron adquisición. Además, es importante diferenciar entre una lengua “segunda” y una lengua “extranjera”. La adquisición de una lengua segunda se refiere a aquellas lenguas aprendidas en comunidades multilingües, mientras que la adquisición de una lengua extranjera generalmente implica el estudio de una lengua fuera del contexto comunitario, por ejemplo, para la comunicación internacional o como requisito académico.

La adquisición de una segunda lengua tiene diferencias notables con respecto al aprendizaje de la lengua materna. El proceso de aprendizaje de la lengua madre parece ser un fenómeno casi automático, mientras que aprender un segundo idioma puede ser más desafiante. Este desafío radica en que los aprendices no comienzan de cero; ya poseen un sistema lingüístico, su lengua materna, lo que puede interferir o ayudar en la adquisición de una lengua adicional. Las diferencias lingüísticas entre la primera lengua y la segunda pueden generar interferencias y errores, como cuando un hablante omite artículos en un idioma que los utiliza, por ejemplo, si su lengua materna no tiene esa categoría gramatical.

La edad también es un factor clave en la adquisición de una lengua adicional. Existe la teoría de un “período crítico” para aprender un idioma, lo que sugiere que hay una fase biológicamente determinada en la que es más fácil lograr una competencia nativa en la pronunciación y el uso de la lengua. Aunque el consenso científico indica que después de la pubertad es más difícil adquirir una pronunciación nativa, muchas personas pueden llegar a ser perfectamente fluidas en una lengua, aunque con un acento extranjero. Este fenómeno está influido tanto por factores biológicos como por razones psicosociales, y la edad afecta especialmente a la capacidad para aprender aspectos fonológicos de un idioma.

Un aspecto esencial en la adquisición de una lengua adicional es cómo la lengua materna afecta la utilización y el aprendizaje del nuevo idioma. La interferencia de la lengua materna, aunque común, no es algo negativo por sí mismo, pero puede generar errores al transferir estructuras lingüísticas de un idioma a otro. Si un hablante nativo de un idioma que no usa artículos, como el español, aprende inglés, es probable que omita artículos en su discurso en inglés, ya que no están presentes en su lengua materna. Estos errores, sin embargo, no son irreparables y pueden corregirse con el tiempo y la práctica.

Además, el éxito en la adquisición de una lengua adicional no necesariamente implica una fluidez total. Existe una amplia gama de niveles de competencia, desde aquellos que alcanzan una fluidez completa hasta aquellos que solo pueden mantener una conversación básica. Lo importante es reconocer que no existe una única definición de éxito en este proceso. La competencia en una segunda lengua es más bien un continuum que depende de diversos factores, como la motivación personal, el entorno de aprendizaje y los métodos utilizados.

En este contexto, es crucial también reflexionar sobre cómo la diversidad lingüística no solo afecta el aprendizaje de idiomas, sino que, en un nivel más profundo, influye en la forma en que los hablantes perciben el mundo. Las lenguas no solo sirven como instrumentos de comunicación, sino que también son portadoras de valores, perspectivas y realidades culturales únicas. Cada lengua es, en cierto sentido, un espejo de la visión del mundo de aquellos que la hablan, y aprender una lengua adicional no solo implica dominar sus reglas gramaticales, sino también integrarse en un sistema de significados y percepciones de la realidad.