El panorama de las comunidades negras en Estados Unidos es una tragedia visible a lo largo de generaciones. Aunque para muchos, la vida parece seguir su curso con una estabilidad aceptable, hay una realidad que pesa sobre los hombros de los más vulnerables: el ciclo de pobreza. La falta de padres en los hogares, las altas tasas de encarcelamiento y la imposibilidad de acceder a oportunidades educativas y económicas sigue siendo un obstáculo monumental. Según estadísticas recientes, el 64% de los hogares negros están encabezados por madres solteras, y la población negra representa el 40% de la población carcelaria, a pesar de ser solo el 13% de la población total (Wessler, 2022). Estas cifras no son solo números; son historias de generaciones atrapadas en un sistema que les niega la posibilidad de avanzar.
Es imperativo cambiar esta narrativa. No es suficiente con lamentarse, es necesario actuar. Mi propio padre, a pesar de haber sido encarcelado, nunca permitió que su situación le impidiera reinventarse. Es cierto que es difícil ser negro y pobre en Estados Unidos, pero eso no significa que sea imposible superar las barreras. Como madre negra, me horroriza ver la cantidad de jóvenes negros que pierden la vida a manos de la policía. Esto refleja una realidad más profunda: el sistema sigue fallando, y el cambio debe venir tanto de las políticas públicas como de la mentalidad colectiva.
El tema central es la educación y la creación de oportunidades para las comunidades marginadas. La pobreza es una enfermedad, y como tal, debe ser tratada con urgencia. Para curarla, necesitamos no solo políticas de bienestar económico, sino un enfoque integral que también contemple la igualdad racial, la lucha contra los prejuicios de género y la eliminación de la discriminación sistémica. Las oportunidades deben ser accesibles para todos, y esas oportunidades no deben estar limitadas por el color de la piel o el género.
En nuestro negocio inmobiliario, la cara del solicitante típico ha cambiado. Lo que antes eran vecindarios históricamente negros, hoy se han transformado en un crisol multicultural. La gentrificación ha traído consigo una mayor diversidad, con residentes transgénero y no binarios, lo que refleja un mundo al que aspiramos: uno donde todos sean aceptados por lo que son, sin temor al rechazo. El respeto mutuo es fundamental, y no hay lugar para el odio ni para aquellos que no respetan la diversidad dentro de su comunidad.
Mi experiencia como minoría en una escuela predominantemente blanca me hizo más consciente de lo que significa ser un outsider. La empatía que se desarrolla al vivir en esa posición debe llevarnos a cuestionar por qué hay odio hacia algo que no se puede cambiar. Aceptar nuestras diferencias es el primer paso para construir una sociedad realmente inclusiva. No hay razón para discriminar a alguien por su raza, orientación sexual o identidad de género.
Es fundamental comprender que el racismo, el sexismo y otros tipos de prejuicios son enseñados desde una edad temprana. Los niños aprenden lo que ven en sus hogares, por lo que es esencial que como sociedad revisemos nuestras actitudes y acciones. Los prejuicios heredados, tanto en comunidades blancas como negras, perpetúan la discriminación. La educación desde la infancia sobre igualdad y diversidad puede ser una herramienta poderosa para combatir la intolerancia.
También es importante recordar que las peleas sobre religión, política y raza no solo se basan en diferencias de opinión, sino que, en muchos casos, están ancladas en la ignorancia. Las primeras experiencias de discriminación nos marcan y nos hacen preguntarnos si realmente es justo juzgar a alguien por algo que no puede cambiar. Todos debemos estar dispuestos a aprender y aceptar las diferencias de los demás para que podamos crear un mundo en el que prevalezcan la habilidad y el mérito, no el prejuicio.
En este contexto, el acceso al crédito es una de las principales barreras que enfrenta la comunidad negra en su lucha por la movilidad económica. Históricamente, los bancos han sido cómplices en la exclusión financiera de los negros, una práctica que se ha conocido como "redlining". La negativa a otorgar préstamos en ciertos vecindarios, basada únicamente en la raza, ha perpetuado la segregación y la desigualdad económica. Esta discriminación no solo ha limitado el acceso a la vivienda, sino que ha dificultado la creación de riqueza a largo plazo en comunidades negras. La apertura de puertas a la inversión inmobiliaria y la educación financiera es una necesidad urgente para romper este ciclo.
El cambio no vendrá solo de los líderes políticos o las reformas estructurales. Cada uno de nosotros, en nuestras interacciones diarias y decisiones personales, puede contribuir a una sociedad más inclusiva y justa. Las palabras son poderosas y, si bien pueden desmotivar, también pueden inspirar. El lenguaje de la inclusión, el respeto y el apoyo mutuo debe ser la base de nuestras interacciones.
Es crucial que todos conozcamos nuestros derechos y los defendamos. Si sentimos que estamos siendo discriminados, debemos tener el valor de alzar la voz y exigir justicia. La lucha por la igualdad no es solo una cuestión de justicia social, sino también de justicia económica. No se trata de una lucha entre clases o razas, sino de la construcción de un entorno donde todos, independientemente de su origen o identidad, tengan las mismas oportunidades para prosperar.
¿Cómo el acto de "pagar hacia adelante" transforma vidas y comunidades?
Recuerdo claramente el momento en que llegué al estacionamiento abandonado de la escuela Colman. Había dejado mi coche en medio de la grava crujiente, maldiciendo a mi padre en voz baja por no encargarse él mismo de esa entrega de comida. "¿Por qué no puede entregar este alimento él mismo?", pensaba mientras caminaba hacia la entrada con los cerrojos. Al mirar hacia el interior de la vieja escuela, no veía señales de vida, y el polvo comenzaba a asentarse. Llamé a la puerta, pero mis golpes apenas eran audibles. No estaba dispuesto a investigar más, agotándome en esfuerzos por llamar la atención. Justo en ese momento, escuché el sonido de un vehículo aproximándose y me volví para ver un camión de televisión de KING 5. Dejé rápidamente la bolsa de sándwiches frente a la puerta y corrí hacia mi coche.
Este lugar, que antes parecía desolado, hoy alberga el Museo Noroeste de Historia Afroamericana (NWAAM), una de las instituciones más importantes de la comunidad. Si no se hubiera dado el combate por este legado, este pedazo invaluable de nuestra historia del Pacífico Noroeste no existiría hoy. Mi infancia estuvo marcada por la constante llegada de personas a la oficina de mi padre, buscando su consejo y su conocimiento. Mi padre siempre estuvo dispuesto a enseñar, a "pagar hacia adelante", ofreciendo lecciones que permitieran a otros alcanzar la libertad económica.
Uno de los ejemplos más reveladores de esta influencia fue el de mi cuñado, cuyo primer matrimonio fracasó, pero gracias a la formación que mi padre le brindó sobre el poder de la inversión, 50 años después, este hombre había logrado construir un próspero negocio de alquileres en el Distrito Central, que ahora está tomando su hija. Estas historias de transformación son comunes en nuestra familia, donde los esfuerzos de mi padre han cambiado la trayectoria de muchas vidas.
Un ejemplo claro es el de Kenneth Lombard, presidente y CEO de Bridge Housing y cofundador de Johnson Development Company, que en su juventud acudió a mi padre para aprender sobre inversiones. Mi padre lo acogió sin reservas y le mostró cómo construir un futuro a través del trabajo duro y la educación financiera. Años después, Lombard se convirtió en un líder en el desarrollo urbano y la vivienda en comunidades desfavorecidas, prueba viviente de que un consejo puede cambiar el rumbo de una vida.
Otro ejemplo impactante es el de Dean Tolson, exjugador de los Seattle SuperSonics. Nacido en la pobreza y con un nivel educativo limitado, Tolson pasó por un proceso de mentoría bajo la guía de mi padre, quien le mostró que, sin importar su pasado, podía tener éxito si se comprometía a mejorar. Dean regresó a la escuela, se graduó magna cum laude y fundó un exitoso negocio de limpieza de alfombras en Seattle, logrando contratos millonarios con empresas como Boeing. Su historia es un recordatorio claro de que el destino no está predeterminado por las circunstancias de nacimiento, sino por el esfuerzo y la perseverancia.
Mi familia está llena de ejemplos de resiliencia y de cómo, a través del apoyo mutuo, se pueden superar los mayores obstáculos. Mi tío Richard A. Jones, por ejemplo, comenzó su carrera como fiscal en el Condado de King y, después de enfrentar numerosas barreras raciales, llegó a ser fiscal federal y presidió juicios importantes, incluyendo el caso de Gary Ridgway, el infame asesino de mujeres del río Green. Su trabajo en la lucha por la igualdad de oportunidades y su dedicación a mentorear a jóvenes de comunidades marginadas demuestran cómo se puede influir en la sociedad de manera profunda y duradera.
A lo largo de los años, nuestra familia ha sido testigo de cómo las personas que recibieron esta enseñanza, que en su mayoría se basa en la solidaridad y el compromiso de "pagar hacia adelante", han logrado convertirse en pilares de sus respectivas comunidades. Mi tía Margie fue una de las primeras azafatas afroamericanas contratadas por Alaska Airlines, un puesto que desempeñó con orgullo y dedicación, mientras recorría el mundo y ayudaba a aquellos en situaciones de vulnerabilidad. A través de sus fondos, junto con mi tío Chris, contribuyeron al establecimiento de becas y apoyo a niños necesitados en todo el mundo.
La figura de mi tía Barbara Despenza, quien administró casi 20 mil millones de dólares en beneficios de seguros de desempleo en diez estados del Medio Oeste, es otro ejemplo de alguien que dedicó su vida a mejorar las condiciones de otros. A pesar de los desafíos, siempre encontró tiempo para enseñar a los adultos mayores a usar la tecnología y asegurarse de que tuvieran acceso a las herramientas que mejoraran sus vidas.
Personas como mi tío Boo, que tenía una ética de trabajo inquebrantable, nunca se quedaron atrás. Su incansable dedicación a mantenerse en forma, a realizar un trabajo constante, a vivir de manera saludable, lo convirtió en un modelo de esfuerzo y disciplina. Y aunque su vida fue truncada prematuramente por el cáncer, el legado de su compromiso con el trabajo y la salud sigue siendo una inspiración para todos.
Todos estos relatos demuestran que no importa lo que uno haya enfrentado: pobreza, racismo, o rechazo. Lo que realmente marca la diferencia es la resiliencia, la disposición de aprender, la solidaridad y el deseo de "pagar hacia adelante". Estos valores permiten a las personas no solo sobrevivir, sino prosperar, y lo más importante, ayudar a otros en el camino.
Además de las historias individuales, es esencial comprender que este tipo de enseñanza y apoyo trasciende las generaciones. Los que reciben una mano amiga no solo cambian sus propias vidas, sino que tienen el poder de transformar a su entorno, su comunidad, y eventualmente, el mundo en general. En un mundo donde la desigualdad sigue siendo una realidad dolorosa para muchos, este acto de pagar hacia adelante se convierte en una herramienta poderosa para crear un futuro más equitativo y justo para todos.
¿Cómo las condiciones sociales y económicas del pasado moldearon el futuro de una familia afroamericana?
El resentimiento generado por la desigualdad y el impacto económico posterior a la Gran Depresión alcanzó su punto máximo durante los disturbios raciales de 1943. Mi padre, aún un adolescente, fue testigo de cómo su ciudad se consumía en llamas. La agitación social, alimentada por las malas condiciones de vida, el acceso desigual a bienes y servicios, y el racismo, estalló con fuerza. Su familia vivía en una zona segregada, rodeada de una comunidad extensa que, aunque marginada, se convirtió en una especie de familia que se cuidaba mutuamente.
En un barrio conocido como Black Bottom, un sector de la ciudad se vio inundado por minorías que se apiñaban en pequeños apartamentos subdivididos. Fue allí donde la violencia estalló de forma devastadora. Aunque no hubo víctimas blancas, 17 afroamericanos murieron a manos de la policía y 675 resultaron heridos. Los daños materiales ascendieron a 2 millones de dólares. La ciudad fue arrasada hasta que 6,000 soldados llegaron para sofocar la revuelta. Este tipo de violencia y las muertes de personas negras a manos de la policía siguen siendo una realidad desgarradora que persiste en nuestra sociedad. La tragedia de George Floyd, Breonna Taylor y Ahmaud Arbery, entre tantos otros, sigue demostrando que la vida de individuos prósperos, con sueños y aspiraciones, puede ser truncada solo por una razón: el color de su piel.
En ese contexto, mi padre, que vivió todo esto, comenzó a forjarse un destino distinto al de muchos otros de su generación. Mientras sus amigos se resignaban a vivir en condiciones precarias, en trabajos agotadores en fábricas como Chrysler o Ford, mi padre se negaba a aceptar esa vida como única opción. Durante su juventud, observó cómo su madre, Evelyn, luchaba por salir adelante, pero a la vez enfrentaba el racismo de una sociedad que no quería aceptar su presencia, aunque su aspecto físico, al ser de piel clara, le permitiera pasar por blanca. Recuerda claramente cómo un dueño de un restaurante, al ver a su madre con él, le gritó: "¡Señora, ¿no sabe leer? ¡Prohibido el paso a los negros!" Ese tipo de humillaciones fueron pan de cada día.
Al morir su madre, Evelyn, cuando él tenía solo 17 años, mi padre comenzó a replantearse su vida y sus opciones. Decidió partir hacia el noroeste, a Seattle, una ciudad donde las perspectivas parecían más prometedoras. En ese entonces, la segregación aún prevalecía, pero la vida allí era más tolerable que en las urbes del este. Seattle era una ciudad en auge, con un floreciente movimiento musical que le permitió a mi padre conectarse con músicos legendarios como Ray Charles y Aretha Franklin, quienes tocaban en clubes emblemáticos como el Black and Tan Club. Sin embargo, el verdadero giro en la vida de mi padre ocurrió cuando se dio cuenta de que el camino hacia la independencia económica no pasaba únicamente por la música, sino también por la propiedad inmobiliaria.
Con tan solo 18 años, compró su primera propiedad en Montlake, un barrio cercano a la Universidad de Washington. Utilizando su astucia y su disposición para trabajar, convenció al propietario de que le permitiera pagar el depósito inicial a cambio de hacer reparaciones en la propiedad y dar lecciones de batería al hijo del dueño. Mi padre subdividió la casa, convirtiendo el sótano en tres unidades adicionales que alquiló a compañeros de la universidad, cubriendo así sus gastos y generando ingresos para sí mismo.
Al mismo tiempo, en 1950, mi madre, Theresa Frank, quien también tenía 18 años, era una joven deslumbrante que había sido coronada Reina del Seafair, un evento importante de Seattle. A lo largo de su vida, mi madre siempre mostró una notable ética de trabajo, ayudando a su familia desde temprana edad. Al igual que mi padre, ella nunca rehusó el trabajo duro, un valor que le inculcaron sus orígenes humildes. Desde los 11 años, se ocupaba de diversas tareas, desde cuidar a niños de familias adineradas hasta trabajar como operadora de ascensores. En 1956, mis padres se casaron, uniendo sus destinos en un momento en que las oportunidades parecían escasas, pero su determinación y su incansable trabajo les permitió avanzar.
Es crucial entender que la lucha de mi padre no solo fue una batalla por superar la pobreza. Fue también una batalla por desafiar las estructuras sociales que lo relegaban. A través de su capacidad para identificar oportunidades en el sector inmobiliario y su actitud resiliente ante la adversidad, él pudo romper con el ciclo de pobreza y violencia que había marcado su infancia. Lo más importante no es solo la historia de una persona que superó la pobreza, sino entender cómo las circunstancias sociales, económicas y raciales interactúan para moldear el destino de los individuos. La historia de mi padre nos recuerda que, a pesar de las barreras, el cambio es posible a través de la perseverancia, el trabajo duro y la capacidad de encontrar y aprovechar las oportunidades que la vida ofrece.
¿Qué nos enseña la burbuja del Mar del Sur sobre la naturaleza de las burbujas y las crisis financieras?
¿Qué ventajas ofrecen las distribuciones ligeras de Kubernetes en entornos con recursos limitados?
¿Cómo la política de inmigración y el federalismo impactaron la aplicación local de las leyes migratorias en Estados Unidos?

Deutsch
Francais
Nederlands
Svenska
Norsk
Dansk
Suomi
Espanol
Italiano
Portugues
Magyar
Polski
Cestina
Русский