La fabricación de nanomembranas implica una serie de procesos y técnicas que permiten la creación de estructuras extremadamente finas y precisas, esenciales para diversas aplicaciones tecnológicas, desde la filtración hasta la ingeniería biomédica. Entre los métodos más relevantes para producir estas membranas se encuentran la sinterización, la micromecanización, el proceso sol-gel, la electrohilatura, la anodización y la litografía. Cada uno de estos procesos tiene sus particularidades y aplicaciones específicas, y comprenderlos adecuadamente es esencial para desarrollar membranas con las propiedades deseadas.
La sinterización es un proceso clave utilizado para la creación de materiales inorgánicos y algunos polímeros, que se lleva a cabo a altas temperaturas, provocando que las partículas del material se unan para formar un monolito denso y físicamente resistente. Este proceso es fundamental cuando se requiere una alta estabilidad de fase y durabilidad del material. Sin embargo, la sinterización convencional se realiza a temperaturas cercanas al punto de fusión de los materiales, lo que puede ser problemático, especialmente en el caso de polímeros termoplásticos incompatibles. Para resolver este desafío, las investigaciones actuales están orientadas a desarrollar la sinterización en frío, lo que permitiría reducir la temperatura de operación y mejorar la eficiencia del proceso, reduciendo también los costos y la degradación del material.
Otro proceso importante es la micromecanización, que se emplea para crear estructuras nanométricas sobre metales, aleaciones, semiconductores y polímeros. La micromecanización con láser ha ganado atención en los últimos años, ya que permite generar patrones precisos utilizando un haz láser. Este proceso es especialmente valioso por su capacidad de trabajar con una amplia gama de materiales y entornos, como gases, líquidos o vacío, sin necesidad de contacto físico, lo que previene posibles contaminaciones o daños. Además, permite una gran flexibilidad en la creación de estructuras de dimensiones extremadamente pequeñas.
En cuanto a la tecnología sol-gel, este proceso químico húmedo se utiliza para crear nanomembranas con diversas propiedades, como resistencia térmica, eléctrica y óptica. En este método, se forma una solución homogénea a partir de sales metálicas, que luego se concentra, se condensa para formar un gel y se seca. Aunque es un proceso económico y eficiente, requiere el uso de disolventes orgánicos costosos y múltiples etapas de trabajo. Sin embargo, sus ventajas incluyen la posibilidad de controlar la porosidad y mejorar las características mecánicas de las membranas, lo que lo convierte en una técnica prometedora para la creación de nanomembranas funcionalizadas para aplicaciones biomédicas, como en la distribución de medicamentos y la ingeniería de tejidos.
Por otro lado, la electrohilatura es una técnica popular para fabricar membranas fibrosas a nanoescala. A través de un campo eléctrico potente, se hace que una solución polimérica fluya a través de un capilar, formando fibras ultrafinas que se depositan sobre un colector. Estas fibras presentan una enorme relación superficie-volumen, lo que las hace ideales para aplicaciones como filtros de agua y aire, así como membranas de afinidad y separación. Además, el proceso es relativamente sencillo y permite el uso de diferentes polímeros biológicos, lo que amplía su campo de aplicación.
La anodización, por su parte, es un proceso electroquímico que se utiliza principalmente para la creación de membranas porosas de óxido de aluminio. Este proceso se lleva a cabo en dos estados: el anodizado en estado estacionario y el anodizado en estado no estacionario. El primero es más rápido y requiere una mayor cantidad de energía para mantener la temperatura necesaria, mientras que el segundo permite un control más preciso sobre la estructura porosa. Las membranas anodizadas pueden tener poros muy pequeños, lo que las hace útiles para aplicaciones de filtración avanzada y almacenamiento de energía.
Finalmente, la litografía es fundamental en la fabricación de nanomembranas debido a su capacidad para crear patrones y estructuras a escalas nanométricas. Utilizando máscaras o técnicas sin máscara, los investigadores pueden controlar la distribución y la porosidad de las membranas con una precisión increíble, lo que es esencial para aplicaciones que requieren propiedades mecánicas y estructurales específicas. La litografía se emplea en una variedad de procesos, desde la fabricación de dispositivos electrónicos hasta la creación de membranas para sistemas de liberación controlada de fármacos.
Es importante destacar que, aunque cada uno de estos procesos tiene sus ventajas, también existen desafíos asociados con ellos. La necesidad de controlar con precisión la estructura a nivel nanométrico, la eficiencia energética, los costos de los materiales y la viabilidad de las técnicas a gran escala son factores que deben tenerse en cuenta. La combinación de diferentes métodos puede ser una estrategia clave para superar algunas de estas limitaciones y desarrollar membranas con las propiedades necesarias para aplicaciones específicas.
¿Cómo afectan las características de las nanopartículas a la liberación y estabilidad de fármacos?
Las nanopartículas son una de las herramientas más avanzadas en la entrega controlada de medicamentos, y sus características son esenciales para determinar la eficacia de su liberación, estabilidad y capacidad de carga de fármacos. Tres de las propiedades más cruciales que influyen en estas características son el tamaño de las nanopartículas, su distribución y el potencial zeta, que describe la carga superficial de las partículas. Estos factores afectan directamente cómo se absorben, transportan y liberan los fármacos desde el dispositivo hacia su destino en el organismo.
El potencial zeta es un parámetro clave que describe la carga superficial de las nanopartículas. Este valor es fundamental para predecir la estabilidad de las dispersión de partículas en soluciones, ya que afecta la interacción entre las partículas y las fuerzas de agregación o repulsión entre ellas. A través de espectroscopía de infrarrojo (FT-IR), por ejemplo, se puede estudiar cómo las nanopartículas interactúan con otros compuestos. En este tipo de análisis, las moléculas activas en las partículas absorben ciertas longitudes de onda de radiación, y la intensidad y posición de las bandas en el espectro proporcionan información sobre la estructura molecular, el tipo de enlace y la modificación química de las partículas, como en el caso de la funcionalización con ligandos.
La espectroscopía UV-Visible es otra herramienta importante que permite investigar las propiedades ópticas de las nanopartículas. En este caso, la ley de Beer-Lambert establece que la absorbancia de la muestra es directamente proporcional a la concentración de las moléculas que absorben luz y la longitud del camino de la luz a través de la muestra. Este método proporciona información valiosa sobre la reflectancia, la absorción, la fosforescencia y la fluorescencia de las nanopartículas, lo que facilita la comprensión de su comportamiento óptico y photocatalítico.
Por otro lado, la microscopía electrónica de barrido (SEM) y la microscopía electrónica de transmisión (TEM) son técnicas de alta resolución que se utilizan para estudiar la morfología y la dimensión de las nanopartículas. A través del uso de un haz de electrones de alta energía, SEM ofrece imágenes detalladas de la superficie de las partículas. Sin embargo, es menos eficaz para obtener información sobre el tamaño promedio de una población de partículas, a diferencia del TEM, que permite obtener imágenes a nivel atómico, aunque requiere una preparación más compleja y tiempos más largos para la obtención de las muestras.
Otra técnica clave en la caracterización de nanopartículas es la microscopía de fuerza atómica (AFM), que permite obtener una imagen detallada de la topografía de la superficie de las partículas. Esta técnica se basa en las fuerzas de interacción entre el tip de la sonda y la muestra. Existen tres modos principales de funcionamiento en AFM: contacto, no contacto y tapping, cada uno con sus aplicaciones específicas, dependiendo del tipo de análisis que se necesite realizar.
Además de las técnicas de caracterización, los mecanismos clásicos de liberación de ingredientes activos (AI) son fundamentales para entender cómo los fármacos son liberados en un entorno biológico. Estos mecanismos incluyen la difusión a través de los poros llenos de agua, la difusión a través de la matriz polimérica, la osmosis y la erosión del material. En sistemas poliméricos degradables, la liberación del fármaco se controla principalmente por la difusión a través de una red de poros que se forma a medida que la matriz polimérica se degrada con el tiempo. En sistemas no degradables, la liberación se basa en la difusión del fármaco a través de la membrana polimérica, cuya estructura y propiedades afectan la velocidad de liberación, que se mantiene constante.
El proceso de liberación a través de la osmosis es otro mecanismo importante, donde la presión osmótica genera un movimiento de agua hacia dentro del dispositivo, lo que provoca la liberación del fármaco. Este tipo de liberación se controla principalmente por la concentración del fármaco y la interacción entre el agua y el material polimérico, que permite que el fármaco se libere de manera controlada.
Además de los mecanismos mencionados, es importante comprender que el comportamiento de las nanopartículas en sistemas biológicos depende no solo de sus características físicas y químicas, sino también de cómo interactúan con las células y tejidos. La biocompatibilidad de las nanopartículas, su capacidad para evitar la eliminación prematura por parte del sistema inmune y su eficacia en la liberación dirigida del fármaco son aspectos cruciales para el éxito de la terapia. La funcionalización de nanopartículas con ligandos específicos que las dirijan a células o tejidos particulares es una de las estrategias más prometedoras para mejorar la precisión y la eficiencia de la entrega de fármacos.
¿Cómo la Química Mecanoquímica y la Síntesis Verde Transforman la Producción de Materiales Nanométricos?
La química mecanoquímica se ha consolidado como una herramienta clave en la fabricación de materiales y compuestos, gracias a su capacidad para inducir reacciones químicas mediante la aplicación de energía mecánica, sin necesidad de calor externo. Este enfoque, a menudo realizado a través de procesos como la molienda en bolas, ha revelado múltiples ventajas en comparación con los métodos tradicionales. Un aspecto fundamental de estas reacciones es su eficiencia energética, ya que ocurren a temperaturas controladas o incluso sin calentamiento, lo que reduce significativamente el consumo de energía en la síntesis de nuevos materiales.
La influencia de los parámetros de molienda, como el tipo de medio de molienda, la velocidad y el tiempo, determina la eficacia y el control sobre las reacciones. Las fluctuaciones de temperatura dentro del reactor de molienda, aunque inevitables, son manejables, y las características físico-químicas del proceso juegan un papel crucial en este fenómeno. Por ejemplo, al sintetizar corindón nanométrico a partir de boehmita, se ha demostrado que es posible lograr productos de tamaño nanométrico sin la necesidad de calentar externamente la mezcla, lo cual representa un ahorro energético y un proceso más sostenible.
Además, la química mecanoquímica se ha destacado en la utilización de materias primas renovables. La valorización de biomasa es uno de los campos en los que esta tecnología ha mostrado un gran potencial. Al alterar la estructura cristalina y la morfología de la celulosa microcristalina mediante tratamientos mecánicos, se han logrado avances en la producción de nanocristales y nanofibras de celulosa, materiales que han demostrado ser útiles para diversas aplicaciones en biomedicina y nanotecnología.
Un aspecto clave de la química verde es la reducción de los pasos de derivatización, lo cual ayuda a minimizar los residuos y a evitar el uso de reactivos adicionales. En este sentido, la activación directa de enlaces C-H mediante mecanismos mecanoquímicos ha abierto nuevas vías para la funcionalización de moléculas sin necesidad de reactivos solventes. Esta capacidad de realizar transformaciones químicas en condiciones más sencillas y menos contaminantes ha revolucionado el campo de la síntesis orgánica y la química organometálica.
En cuanto a la catálisis, el uso de los medios de molienda no solo cumple la función de un agente inerte, sino que en muchos casos participa activamente en la reacción, mediando o incluso catalizando transformaciones químicas. Este enfoque ha permitido realizar reacciones como hidrogenaciones y acoplamientos de cruz-dehidrogenación, utilizando los propios materiales de molienda como reactantes sacrificados.
La sostenibilidad de los procesos mecanoquímicos también se refleja en la capacidad de diseñar materiales con propiedades degradables de forma controlada. Mientras que los polímeros sintéticos son esenciales en muchas aplicaciones, su durabilidad excesiva ha generado preocupaciones sobre su acumulación en el medio ambiente. A través de la mecanopolimerización y la funcionalización post-sintética de polímeros, es posible ajustar su degradabilidad, lo que representa un avance crucial en la fabricación de materiales más responsables desde el punto de vista ecológico.
El monitoreo en tiempo real de los procesos mecanoquímicos ha permitido una comprensión más profunda de los caminos químicos que siguen los sistemas activados mecánicamente. El uso de técnicas analíticas como la difracción de rayos X en polvo y la espectroscopía Raman ha sido fundamental para desentrañar los mecanismos subyacentes en las reacciones, proporcionando datos esenciales para la optimización de estos procesos.
En términos de seguridad, los procesos mecanoquímicos han demostrado ser más seguros que muchos de los métodos tradicionales, ya que eliminan la necesidad de condiciones extremas y del uso de equipos complicados como cajas de guantes. Esto se debe a la capacidad de realizar reacciones sin disolventes o con reactivos sensibles al oxígeno, lo que reduce considerablemente los riesgos de accidentes.
La síntesis verde de nanopartículas, a través de los principios de la química verde, también ha ganado terreno en los últimos años debido a sus ventajas en términos de seguridad, eficiencia energética y menor toxicidad. El uso de materiales renovables, como extractos de plantas, para la producción de nanopartículas ha emergido como una alternativa ecológica a los métodos químicos y físicos convencionales. Esta estrategia permite la producción de nanopartículas a temperatura ambiente, en un medio neutro y con un coste reducido, todo sin comprometer la sostenibilidad del proceso.
Los beneficios de las nanopartículas son especialmente evidentes en el ámbito de la medicina. Gracias a su tamaño reducido, las nanopartículas pueden acumular fármacos de manera eficiente en las áreas deseadas, facilitando su absorción por las células. Además, su capacidad para liberar medicamentos de manera controlada durante un período prolongado, utilizando materiales biodegradables, aumenta la eficacia y la seguridad en los tratamientos.
La industria energética también se beneficia de los avances en nanotecnología. Gracias a la miniaturización de componentes y la mejora de la eficiencia, las nanopartículas han permitido la creación de dispositivos más compactos y eficientes, como baterías, celdas de combustible y paneles solares. Esto no solo mejora el rendimiento de los dispositivos, sino que también contribuye a la reducción del impacto ambiental de estos productos.
Es fundamental comprender que los avances en la química mecanoquímica y la síntesis verde no solo se refieren a una mejora en la eficiencia de los procesos químicos, sino que también promueven una visión más ecológica de la ciencia y la tecnología. Esta transición hacia procesos más sostenibles implica un cambio hacia una fabricación más responsable y una reducción significativa del impacto ambiental, lo cual es esencial en un mundo que enfrenta retos ecológicos y de recursos.
¿Cómo se Sintetizan los Nanocompuestos de Biopolímeros Metálicos para Aplicaciones en Sensores y Terapias?
Los nanopartículas metálicas (BNPs) en el rango de tamaño de 1 a 100 nm han demostrado ser altamente eficaces en diversas aplicaciones como el diagnóstico (bioimagen), biosensores, terapias y sistemas de liberación de fármacos, especialmente cuando se emplean como nanopartículas monometálicas. Sin embargo, los nanocompuestos bimetálicos (como Ag–Au, Ag–Pd, Au–Pd) han sido sintetizados utilizando goma kondagogu, un biopolímero natural, y han demostrado un alto potencial catalítico, especialmente en la eliminación de fenol 4-nitro [89].
La síntesis de nanocompuestos metálicos basados en biopolímeros se puede llevar a cabo mediante dos enfoques principales: (1) inserción de nanopartículas seleccionadas en polímeros fabricados comercialmente (método ex situ) y (2) introducción o síntesis de nanopartículas específicas durante la polimerización (método in situ).
En el enfoque ex situ, las propiedades físicas de las nanopartículas metálicas o de óxido metálico se encapsulan dentro de una estructura polimérica. La retención física de nanopartículas metálicas dentro de la matriz polimérica ofrece estabilidad y mejora su efectividad al limitar su tendencia a aglomerarse. Estas nanopartículas previamente sintetizadas se dispersan en una solución de polímero y el resultado es una mezcla que puede ser utilizada para crear películas delgadas o revestimientos superficiales útiles mediante la evaporación del disolvente. La síntesis asistida por disolvente es común en este proceso. Este método es ampliamente utilizado, pues no tiene restricciones en cuanto a los materiales base que se pueden emplear [101].
Por ejemplo, Wang et al. [102] desarrollaron un biosensor mediante la inmovilización de tirosinasa sobre nanopartículas magnéticas de óxido de hierro (Fe3O4). La enzima se impregnó en quitosano utilizando un enfoque ex situ para crear un bio-nanocompuesto (NC). El proceso implicó mezclar tirosinasa en un buffer fosfato, disolver quitosano en ácido acético y añadir una solución acuosa de Fe3O4 en una proporción 2:1:1, para luego cubrir la superficie de un electrodo de carbono vítreo. Las nanopartículas magnéticas facilitaron la inmovilización de la tirosinasa y mejoraron la disponibilidad de los sitios catalíticos del sustrato. Sin embargo, uno de los desafíos más relevantes al emplear este enfoque es mantener una dispersión homogénea de las nanopartículas dentro de la estructura polimérica, ya que en muchos casos se forman agregados difíciles de disolver debido a la alta viscosidad de ciertos polímeros.
En comparación, el enfoque in situ es más adecuado para la creación de nanocompuestos híbridos debido a su capacidad para distribuir uniformemente los nanorellenos a través del polímero, manteniendo el control sobre las características del material resultante. Este método consiste en mezclar sales precursoras en un disolvente no reactivo que contiene unidades de monómeros. En este tipo de síntesis, el polímero actúa como un "nano-reactor", creando un ambiente controlado que impide la aglomeración de las nanopartículas generadas. Fan et al. [106] demostraron que este enfoque podía evitar la aglomeración de las nanopartículas, mejorando así la homogeneidad del material final.
En el caso de la síntesis in situ de nanopartículas inorgánicas dentro de una estructura polimérica, las nanopartículas metálicas se incorporan en una matriz polimérica pre-sintetizada utilizando precursores metálicos inorgánicos. Son et al. [107] utilizaron electrospinning y radiación ultravioleta (UV) para producir nanofibras de plata (Ag) sobre nanofibras de acetato de celulosa. Los iones de plata se reducen a nanopartículas de Ag (Ag0) y se depositan sobre la superficie de las nanofibras. Este proceso es eficaz para crear materiales funcionalizados con nanopartículas metálicas sin recurrir a productos químicos adicionales de reducción o estabilización.
Otro enfoque interesante para la síntesis in situ consiste en el desarrollo de polímeros alrededor de nanopartículas pre-fabricadas. Baek et al. [109] crearon un bio-nanocompuesto de alginato de ZnO mediante la mezcla de nanopartículas de ZnO con alginato de sodio. Durante la mezcla continua, la solución se liberaba lentamente en una solución de cloruro de calcio desoxigenada, donde las nanopartículas de ZnO interactuaron con el alginato formando esferas de ZnO-alginato. Este tipo de técnicas es muy útil para crear materiales poliméricos con propiedades de liberación controlada de sustancias bioactivas.
La elección del método de síntesis dependerá de la aplicación final deseada. Si el objetivo es obtener una dispersión homogénea de las nanopartículas en el polímero y un control preciso sobre las propiedades del material, el método in situ es generalmente preferible. Sin embargo, si la flexibilidad en el uso de diferentes materiales base es más importante, el método ex situ es una opción viable.
Es fundamental comprender que, independientemente del enfoque utilizado, uno de los mayores retos en la fabricación de nanocompuestos híbridos radica en evitar la aglomeración de las nanopartículas metálicas, ya que esto puede reducir significativamente su eficacia en aplicaciones como biosensores o sistemas de liberación de fármacos. Además, la estabilidad de los nanocompuestos a lo largo del tiempo y las posibles reacciones biológicas del material dentro del organismo también deben ser consideradas con mucha atención, especialmente cuando se tratan de aplicaciones médicas o terapéuticas. La optimización de los métodos de síntesis, el uso de biopolímeros específicos y la mejora de la compatibilidad biológica son factores esenciales para asegurar el éxito de estos materiales en aplicaciones avanzadas.
¿Cómo los bionanocompuestos y biopolímeros pueden revolucionar el tratamiento de contaminantes industriales?
Los bionanocompuestos y biopolímeros desempeñan un papel esencial en el tratamiento de contaminantes industriales, destacándose especialmente en la degradación de tintes y compuestos tóxicos. Recientemente, se ha desarrollado un enfoque innovador que emplea una mezcla de quitosano y ácido ascórbico para la creación de bionanocompuestos, como el CTAS@NIFE. Estos materiales no solo son biocompatibles, sino que también demuestran una notable capacidad fotocatalítica y son capaces de eliminar contaminantes como el verde de malaquita (MG), un tinte utilizado comúnmente en la industria textil.
En este proceso, se combina una síntesis química verde, utilizando la co-precipitación de nanopartículas de ferrita de níquel (NiFe), con el potencial reductor natural del quitosano y el ácido ascórbico. Este enfoque no solo minimiza el uso de agentes reductores externos, sino que también acelera la degradación de los contaminantes a través de la combinación de luz visible solar y ondas ultrasónicas. A través de un estudio reciente, se demostró que el bionanocompuesto CTAS@NiFe alcanza una eficiencia fotocatalítica superior al 99,92% al eliminar el MG en un periodo de irradiación de 90 minutos bajo condiciones controladas de pH y temperatura. La clave de esta efectividad radica en la reducción del gap de banda energética de las nanopartículas, lo que facilita una mayor transferencia de carga y la producción de radicales reactivos, que son esenciales para el proceso de mineralización del contaminante.
El uso de métodos como la sonofotocatálisis también juega un papel crucial en la mejora de estos procesos. Las ondas ultrasónicas, al incrementar la generación de radicales libres, contribuyen significativamente a la eficiencia del proceso de fotodegradación. Este tipo de técnicas, cada vez más aplicadas en el tratamiento de aguas residuales industriales, demuestra el potencial de los bionanocompuestos como una solución verde y eficaz para problemas medioambientales graves.
Otro aspecto clave de la investigación en biopolímeros y nanomateriales es su aplicación en la degradación de contaminantes como los nitroaromáticos, compuestos extremadamente tóxicos que provienen de actividades como el uso de pesticidas y productos farmacéuticos. Un ejemplo relevante es el desarrollo de un bionanocompuesto ZnO/CuO@Alg, creado para la eliminación de p-nitrofenoles (PNPs), que son conocidos por su estabilidad y toxicidad en ambientes acuáticos. Utilizando alginato, un biopolímero natural obtenido de algas marrones, los investigadores han logrado mejorar la eficiencia fotocatalítica de las nanopartículas de óxido metálico, reduciendo el gap energético y facilitando así el proceso de degradación. Este avance ha demostrado que, bajo irradiación de luz visible, es posible transformar los PNPs en compuestos inorgánicos más simples, como CO2 y agua, mediante la acción de radicales hidroxilo (•OH).
El potencial de los biopolímeros no se limita únicamente al tratamiento de aguas. Estos materiales también están siendo estudiados en aplicaciones de purificación del aire, particularmente con el uso de celulosa, un polisacárido abundante en la naturaleza. La celulosa, conocida por su estructura altamente rígida y su capacidad para formar fibras nanométricas, se ha investigado intensamente como material para la fabricación de filtros de aire. Estos filtros, creados a partir de nanocristales de celulosa (CNCs) o nanofibras de celulosa (CNFs), son altamente efectivos debido a su estructura fibrosa y la capacidad de adsorber partículas contaminantes en el aire. Además, la biodegradabilidad y la disponibilidad de la celulosa la convierten en una opción sostenible frente a los métodos tradicionales de purificación.
El desarrollo de biopolímeros funcionalizados con nanopartículas metálicas o semimetálicas abre nuevas posibilidades en la creación de materiales multifuncionales para el tratamiento de contaminantes. Estos compuestos no solo mejoran la eficiencia de los procesos de degradación, sino que también permiten la reutilización de los materiales sin comprometer su efectividad a largo plazo, lo que contribuye a la sostenibilidad ambiental.
Es fundamental comprender que la clave de la efectividad de estos tratamientos radica en la interacción de los biopolímeros con las nanopartículas. La estructura molecular de los biopolímeros, como el quitosano, el ácido ascórbico o el alginato, permite que las nanopartículas metálicas sean estabilizadas y nucleadas, lo que mejora sus propiedades catalíticas. Además, los procesos de degradación no solo dependen de la acción química de los materiales, sino también de las condiciones ambientales, como la luz y el pH, que deben ser cuidadosamente controladas para obtener resultados óptimos.
Por último, es importante que los investigadores continúen explorando la versatilidad de estos materiales, no solo en el tratamiento de contaminantes industriales, sino también en su aplicación en otros campos como la medicina, la energía renovable y la nanotecnología. La capacidad de los biopolímeros para adaptarse a diversas funciones, combinados con las propiedades únicas de las nanopartículas, abre la puerta a una nueva era de soluciones tecnológicas más limpias, eficientes y sostenibles.
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