La oportunidad de ingresar en una empresa de renombre no siempre llega a través de métodos convencionales. A veces, lo que se necesita es ser directo y genuino, como fue el caso de mi primer encuentro con Susan, la gerente de oficina en Douglas Elliman. A pesar de que me habían ofrecido otra posición, decidí seguir mi intuición y dar el paso hacia algo que sentía más adecuado para mi futuro. No fue por casualidad; fue el resultado de un enfoque decidido y de no rendirme ante el primer obstáculo.
Cuando entré en la oficina de Susan, lo primero que me preguntó fue sobre mi currículum. No lo tenía conmigo. Sin embargo, no me inmuté. Respondí con confianza que no creía que se tratara de una entrevista formal, sino más bien de una conversación para conocernos. Eso fue clave, ya que en lugar de enfocarme en lo que yo había hecho o logrado, opté por demostrar mi curiosidad genuina hacia el trabajo y la empresa. A través de preguntas, busqué entender cómo funcionaba la organización, cómo se diferenciaba de otras y qué hacía que algunos agentes fueran exitosos mientras que otros fracasaban. Sin intentar resaltar mis propios logros, dejé claro que estaba interesado en el proceso, en aprender, y en cómo podría aportar valor a la empresa.
Esta aproximación resultó en una oferta para un puesto, algo que no solo se logró por mi habilidad para hacer preguntas, sino porque logré transmitir mis cualidades de perseverancia y entusiasmo por aprender. A pesar de la oferta de trabajo que ya tenía, decidí no tomar una decisión apresurada. No solo se trataba de elegir una empresa, sino de hacer una elección que realmente se alineara con lo que buscaba en mi carrera a largo plazo.
La reflexión sobre los peores desempeños dentro de la empresa no fue una maniobra para hacer que Susan hablara mal de sus colegas. Mi interés era genuino: quería entender qué hacía que un agente no tuviera éxito, qué características faltaban en su enfoque, y cómo podía evitar cometer los mismos errores. Este tipo de preguntas no solo me ayudaron a aprender sobre el negocio inmobiliario, sino que también dieron a Susan una idea de que yo estaba pensando en cómo contribuir al equipo de manera positiva.
El proceso de selección, aunque no convencional, se basó en la autenticidad y en la disposición para ser vulnerables sin perder la confianza en uno mismo. A través de mi curiosidad y mi forma de presentarme como alguien dispuesto a aprender, fui capaz de destacar entre otros candidatos. Esto no solo me permitió obtener la oportunidad que deseaba, sino también empezar mi carrera inmobiliaria con una mentalidad proactiva y reflexiva.
Es fundamental comprender que, al entrar en un nuevo entorno profesional, no basta con demostrar habilidades técnicas o logros previos. La capacidad para hacer preguntas, aprender del entorno y adaptarse rápidamente son igual de importantes. Además, el proceso de adaptación no se limita a un primer encuentro o a una sola decisión. La habilidad para cuestionar y reflexionar sobre lo que sucede en tu entorno te ayudará a ajustar tu enfoque y asegurar tu éxito a largo plazo.
Lo importante es que, al dar el siguiente paso en tu carrera, ya sea en ventas, en bienes raíces o en cualquier otro campo, es vital que logres demostrar no solo tus competencias, sino también tu deseo de crecer y tu capacidad para conectar auténticamente con las personas que te rodean.
¿Cómo el éxito está relacionado con las decisiones pequeñas y grandes?
A lo largo de los años, muchos se han acercado a mí con una misma pregunta: ¿qué es lo que realmente marca la diferencia entre los que tienen éxito y los que no? En mi experiencia, he llegado a entender que el éxito no depende únicamente de los grandes logros o decisiones que tomamos en la vida. A menudo son las pequeñas elecciones cotidianas las que tienen un impacto mucho mayor en nuestro camino, tanto personal como profesional.
Vickey Barron, una figura destacada en el mundo inmobiliario de Nueva York, ejemplifica este principio a la perfección. Al principio, no podía creer que fuera tan genuinamente amable como parecía. Había algo en su actitud que me resultaba sospechoso, un tipo de amabilidad que me parecía forzada. Pero, con el tiempo, me di cuenta de que estaba completamente equivocado. Vickey es un ser humano auténtico, con una gran capacidad para conectar con los demás, sin perder nunca su profesionalismo. Además, es dura, es astuta y sabe negociar como nadie. Y sin embargo, a pesar de sus logros, siempre se muestra accesible y real, lo que solo aumenta su atractivo personal y profesional.
En su libro Every Move Matters, Vickey comparte las lecciones que ha aprendido a lo largo de los años, ofreciendo consejos prácticos, ejemplos reales y observaciones que abren una nueva perspectiva sobre el liderazgo y el éxito. En sus páginas, podemos descubrir cómo las pequeñas decisiones que tomamos día a día tienen un impacto directo en nuestras vidas, tanto a nivel personal como profesional. En un mundo tan competitivo como el de los bienes raíces, la competencia no se juega solo en los grandes contratos, sino también en las interacciones cotidianas, en cómo nos presentamos ante los demás y en cómo tomamos las decisiones más aparentemente simples.
Vickey, con su enfoque equilibrado entre competencia, confianza y amabilidad, demuestra que no se necesita arrogancia para ser un líder eficaz. Su ejemplo ilustra cómo se puede ser fuerte y tener éxito sin perder la humanidad, y cómo un simple gesto de amabilidad puede ser la clave para abrir nuevas puertas. La forma en que ella se ha ganado el respeto y la admiración de aquellos que la rodean no se basa únicamente en su destreza profesional, sino también en su capacidad para hacer sentir a los demás valorados y escuchados.
Este enfoque no solo es valioso en el ámbito inmobiliario. Si observamos a aquellos que logran destacarse en cualquier campo, desde los negocios hasta las artes, veremos que todos comparten una habilidad para tomar decisiones que impactan de manera positiva en su entorno. No se trata solo de grandes movimientos, sino de cómo nos enfrentamos a los pequeños desafíos diarios. Por ejemplo, al tomar decisiones difíciles, como negociar un contrato, se requiere más que conocimiento técnico; se necesita empatía, honestidad y la capacidad de ver más allá de lo inmediato.
Lo que Vickey enseña, y lo que muchos de los grandes líderes también nos muestran, es que no se trata de ser perfecto. Ella misma admite que no lo es, y esa humildad es precisamente lo que la hace aún más atractiva y digna de admiración. La perfección es una ilusión, un concepto que nos aleja de lo que realmente importa: el esfuerzo constante, la capacidad de adaptarse a las circunstancias y, sobre todo, la autenticidad en cada acción que tomamos.
La lección clave de todo esto es que no importa cuán grandes sean los desafíos, lo que realmente marcará la diferencia será cómo nos enfrentamos a ellos. Cada movimiento, cada interacción, cada decisión importa, y aunque las grandes victorias son el resultado de muchos factores, los pequeños gestos, como un buen trato o una conversación sincera, a menudo son lo que cimentan una trayectoria exitosa.
Al final, no es solo el resultado lo que cuenta, sino el proceso. Y en ese proceso, nuestras pequeñas elecciones y la manera en que tratamos a los demás son los que realmente definen el éxito duradero.
¿Por qué ser tú mismo es la clave en los negocios inmobiliarios y en la vida?
En la vida y en los negocios, y sobre todo en el mundo inmobiliario, uno de los mayores desafíos es encontrar el equilibrio entre ser auténtico y cumplir con las expectativas que los demás tienen de ti. Esto se vuelve especialmente relevante en un entorno tan competitivo y, a menudo, lleno de dramatismo como el de la televisión, donde las expectativas no solo se basan en las ventas y la imagen, sino también en la creación de un espectáculo. Como ocurrió en mi experiencia en el programa Selling New York, las expectativas eran altas, pero no en el sentido de mostrar una personalidad de "mujer de negocios exitosa" que lanzaba objetos y gritaba a sus compañeros, como se esperaba de otras series de "reality". Para mí, era más importante que los demás vieran mi verdadero yo, sin la necesidad de crear conflictos artificiales ni exagerar la imagen de la perfección.
Durante la grabación, mientras mis compañeros agentes se tomaban su tiempo para perfeccionar su imagen ante las cámaras, yo solo pedía que me maquillasen rápidamente, ya que, para mí, lo más importante era no tener brillos en la cara. No es que no me importase mi apariencia, sino que mi enfoque estaba completamente centrado en el trabajo y en los clientes. Esa autenticidad fue lo que me permitió conectar con el público, pero lo que realmente me sorprendió fue cómo esta autenticidad me permitió conectar con un cliente importante, la maquilladora Laura Mercier, quien decidió trabajar conmigo solo por mi actitud genuina ante las cámaras.
A lo largo de los años, he aprendido que no se trata de ser mejor que los demás, ni de tener una creatividad sin igual, sino de ser tan auténtico como sea posible. Cuando tuve una entrevista con los desarrolladores de Walker Tower, una oportunidad que me hubiera puesto en una nueva liga dentro del sector inmobiliario, me enfrenté a la pregunta de "¿Por qué deberíamos contratarte?" En lugar de dar una respuesta típica, que los desarrolladores probablemente esperaban, les compartí algo completamente inesperado: una canción de rap que había compuesto. Aunque suene extraño, ese momento no solo rompió el hielo, sino que también les mostró que podía pensar de manera diferente, que no me definía por las reglas tradicionales del mercado. Y fue esa diferencia lo que me llevó a ser seleccionada para representar un proyecto tan prestigioso.
Ser uno mismo, en un contexto profesional o personal, no significa ser irresponsable o actuar de manera irracional, sino más bien tener la confianza suficiente como para ser genuino, incluso si esa genuinidad rompe con las expectativas de los demás. No se trata de componer canciones de rap en cada reunión, pero la lección aquí es clara: no debemos tener miedo de mostrar nuestra verdadera personalidad. A lo largo de mi carrera, he aprendido que ser fiel a mis principios me ha abierto puertas que de otro modo no se habrían abierto, porque las personas, tanto en los negocios como en la vida, valoran la sinceridad y la autenticidad por encima de la perfección.
En el negocio inmobiliario, donde las relaciones son clave, esa autenticidad puede marcar la diferencia. Recuerdo una historia de una venta que hice, donde un cliente llegó sin su agente, compró el apartamento que le mostré, y al final me contó que había estado trabajando con otro agente, pero se decidió por mí porque sentía que confiaba más en mi manera de hacer negocios. Esto no solo habla de la importancia de ser genuino, sino de cómo esa sinceridad se refleja en la manera en que otros nos perciben. En este caso, la competencia fue una agente que, aunque estaba igualmente cualificada, no pudo competir con la confianza que mi cliente depositó en mí. Esta experiencia refuerza la idea de que no se trata solo de tener una excelente oferta o un buen trato; la relación humana que se establece es lo que realmente marca la diferencia.
Ser uno mismo no es algo fácil, especialmente cuando el entorno alrededor de uno está lleno de presiones y expectativas. Sin embargo, cuando adoptamos una mentalidad de abundancia y compartimos ese enfoque con los demás, el universo parece abrirse para brindarnos oportunidades que no hubiéramos considerado de otra manera. A lo largo de mi carrera inmobiliaria, muchas veces he visto cómo la competencia puede ser feroz, pero he aprendido a celebrar el éxito de los demás. En una ocasión, al no obtener un encargo que quería, decidí felicitar a la persona que lo consiguió, sin resentimiento, y ofreciendo mi apoyo si alguna vez necesitaban ayuda. Ese acto de generosidad no solo me permitió mantener una buena relación con mis colegas, sino que, en última instancia, construyó un puente que más tarde resultó en nuevas oportunidades para ambas partes.
En resumen, ser auténtico en tu trabajo y en tu vida diaria no solo te hace más feliz, sino que también genera un impacto positivo en las personas que te rodean. La autenticidad no significa ser perfecto ni dejar de intentar mejorar; significa actuar desde un lugar de sinceridad y confianza, lo que, en última instancia, atrae a aquellos que realmente valoran lo que eres, no lo que pretendes ser. Esta es la verdadera clave para triunfar en cualquier ámbito.
¿Cómo hacer tu propia suerte y crear oportunidades en la vida?
Una de las lecciones más importantes que he aprendido en la vida es que la suerte no es algo que simplemente ocurre; es algo que construimos activamente. Muchos se quedan esperando que algo “mágico” suceda, pero lo cierto es que las oportunidades a menudo son creadas por quienes están dispuestos a buscar, aprovechar y, a veces, hacer algo un poco fuera de lo común.
Recuerdo el día que estuve a punto de ganar dos premios en un programa de concursos. Si hubiera estado solo $75 más cerca del precio exacto, habría ganado dos autos, un viaje a Suiza y probablemente más latas de aceite Pam de las que podría haber imaginado. Al final, aunque fui $175 menos, la oportunidad estaba allí, y casi la perdí. El momento decisivo fue cuando decidí interactuar con el hombre de la camisa a cuadros, quien me permitió participar en el juego en primer lugar. Sin esa acción, estoy casi segura de que alguien más habría regresado a casa con todos esos premios.
Este tipo de situaciones, donde parece que la suerte juega a tu favor, no ocurren sin más. A menudo, hay algo más en juego: un esfuerzo consciente por estar atento a las oportunidades y, lo más importante, aprovecharlas. A veces, esa “magia” de la que hablamos es el resultado de salir de nuestra zona de confort y, por supuesto, estar dispuestos a hacer el ridículo si es necesario.
Tuve una experiencia similar cuando me encontré manejando durante más de dos horas en plena nieve para llegar a la zona Amish en un viaje de negocios. Mi colega Mary quería comprar una manta Amish, pero el lugar al que habíamos viajado estaba cerrado cuando llegamos. Mientras nos dábamos por vencidas, vi una casa con una lámpara encendida. No era un lugar comercial, pero decidí que de todas formas íbamos a conseguir esa manta. Golpeé la puerta y, para mi sorpresa, la familia Amish nos invitó a entrar. Resultó que en esa casa, una mujer estaba haciendo quilts para vender, y Mary terminó comprando su manta. Yo, por supuesto, no me limité a eso: compré una mecedora artesanal, un tapete de cocina y hasta los sombreros de oración de las hijas. Había sido “afortunada” porque había tocado la puerta correcta, pero la verdad es que esa suerte solo ocurrió porque tomé una acción que otros probablemente no habrían considerado.
Lo mismo sucede en muchos aspectos de la vida, como en los negocios o incluso al intentar conseguir una mesa en un restaurante de Manhattan en pleno sábado. Cuando llamé a un restaurante muy solicitado y me dijeron que no había mesa disponible, no me rendí. Volví a llamar, esta vez preguntando sobre un plato en particular que me interesaba, y con esa pequeña conexión logré conseguir una mesa. No fue magia ni suerte pura, sino perseverancia combinada con creatividad. Me convertí en una persona inolvidable para la anfitriona, y eso hizo que ella no pudiera simplemente ignorarme.
La suerte no es un regalo del destino; es el resultado de nuestras acciones, nuestra actitud ante la vida y la forma en que interactuamos con el mundo que nos rodea. Es un juego constante de ser persistente, curioso y, sobre todo, de estar abiertos a nuevas posibilidades, incluso cuando parece que todo está en contra.
A menudo se nos enseña que el éxito depende de factores externos, pero lo que realmente marca la diferencia es cómo nos enfrentamos a las oportunidades. Hay que estar dispuestos a actuar incluso cuando los resultados no sean garantizados. El simple hecho de estar ahí, de ser valientes y de seguir buscando las respuestas que otros no buscan, puede transformar una situación que de otro modo sería perdida en un gran triunfo personal. Al final, no se trata de suerte; se trata de hacer que las cosas sucedan.
Es fundamental entender que en muchas ocasiones, la “suerte” es solo una forma de decir que hemos sabido aprovechar una oportunidad. Pero esas oportunidades no siempre se presentan solas; muchas veces tenemos que crear esas oportunidades nosotros mismos, a través de una combinación de audacia, persistencia y creatividad. Como en el caso del restaurante en Manhattan, si nos conformamos con el primer “no” que nos dicen, nos estamos cerrando a la posibilidad de algo mejor. La clave es persistir y estar dispuestos a conectar con las personas de una manera genuina, haciendo que se interesen por nosotros y nos recuerden.
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