Hannah Arendt señala un aspecto fundamental cuando reflexiona sobre la relación entre la verdad y la política: la necesidad de mantener separados ambos ámbitos. El riesgo de permitir que los hechos científicos se mezclen demasiado con la política es considerable, ya que esto podría socavar tanto la autoridad de la ciencia como la legitimidad de la política. Arendt no sugiere que los expertos se enfrenten directamente a los políticos ni que sustituyan a estos en la toma de decisiones. Al contrario, advierte sobre la peligrosa tendencia a hacer de los expertos actores políticos, pues ello podría desnaturalizar el sentido mismo de la política, que no se reduce a la interpretación de hechos objetivos.
El conocimiento factual, tal y como Arendt lo entiende, no es un conjunto de certezas inamovibles, sino un recurso útil para comprender lo que no debe hacerse en la esfera política. Los hechos, cuando son compartidos y comprendidos de manera precisa, pueden ayudar a delinear los límites dentro de los cuales debe desarrollarse la política, pero no prescriben cómo actuar en todos los casos. Es tarea de los políticos, no de los científicos, tomar esas verdades y convertirlas en políticas públicas que aborden los problemas desde diversas perspectivas y valores, priorizando los intereses de la ciudadanía y manteniendo un equilibrio entre la justicia, la libertad y otros principios fundamentales.
La ciencia, entonces, ofrece instrumentos conceptuales para clarificar el discurso político, pero no es responsable de las decisiones políticas. Es lo que Max Weber describió como el "logro ético" de la ciencia en la política, al proporcionar claridad en el debate público. Sin embargo, una vez que los hechos han sido establecidos, es esencial que la democracia continúe a través de un debate plural, donde los diferentes puntos de vista se confronten. La función de la ciencia es proporcionar las herramientas para ese debate, pero no dictar la agenda política.
De este modo, la contribución de los expertos y científicos a la política no debe confundirse con la toma de decisiones políticas. En democracia, la política debe ser entendida como un espacio de discusión, deliberación y pluralidad, donde los diferentes intereses y valores de la sociedad se encuentren. Es por ello que la responsabilidad de asegurar que la democracia funcione recae sobre los políticos, quienes deben manejar las complejidades de la realidad social y política, y no sobre la ciencia, que puede ofrecer claridad pero no soluciones directas.
Además, es fundamental reconocer que la verdad, en el contexto político, no es algo inmutable y universalmente aceptado por todos los individuos. Aunque los hechos puedan ser verificables, la interpretación y el contexto en el que se presentan pueden variar. Las tensiones entre diferentes concepciones de la verdad pueden generar desacuerdos, incluso entre expertos, lo que hace que la política siempre esté abierta al debate y la negociación. Esta apertura es esencial para la salud de cualquier democracia.
¿Cómo la disponibilidad de información afecta la democracia y la verdad?
El proceso de información es limitado, sin embargo, las fuentes de información han crecido de manera exponencial. Este aumento en la disponibilidad de información pone de manifiesto la necesidad urgente de desarrollar métodos para ordenar el creciente torrente de datos. A lo largo de los últimos 40 años, los medios tradicionales han tenido la capacidad de emitir sus mensajes a una audiencia amplia, pero actualmente, una (pequeña) mayoría de la población mundial tiene acceso a un depósito de conocimiento mucho más vasto: Internet. Sin embargo, durante el mismo período de tiempo, la base sólida de las instituciones democráticas de la posguerra ha comenzado a deteriorarse. En otras palabras, una mayor disponibilidad de información no parece resolver el dilema entre la información y la democracia. De hecho, parece haber empeorado la situación.
Las "fake news" (noticias falsas) son un elemento clave de este dilema. Las noticias falsas no se refieren a incidentes aislados o historias específicas, sino a un esfuerzo estratégico por nublar los debates actuales con el fin de manipular las emociones del público, reduciendo así cualquier potencial para la acción colectiva (política). Como ya han señalado diversos estudios sobre la sofisticación política y la cognición, estos llamados emocionales a menudo sobrecargan los intentos individuales de razonar sobre temas políticos. Las noticias falsas se convierten en un arma al apelar directamente a las emociones de las personas, en lugar de a su intelecto. El propósito principal de su uso es dividir y desestabilizar la opinión pública para beneficiarse del caos resultante, ya sea de manera financiera o política.
La eficacia de esta arma se corresponde con la transición de los ciudadanos de consumidores a selectores activos de señales políticas. Esta exposición auto-selectiva depende de patrones previos y se conoce por diferentes nombres: exposición selectiva, congruencia informativa, búsqueda de información pro-actitudinal, o sesgo de confirmación, entre otros. En un mar de información, los consumidores se aferran a lo que ya conocen. Este proceso ha dado lugar a la "silo-ificación" de los consumidores, a las burbujas informativas, filtros de información y ecos en los cuales la comprensión del mundo de los individuos se ve cada vez menos expuesta a narrativas alternativas, críticas o desafíos directos.
La silo-ificación de la información surgió con la idea de que los sistemas informáticos podrían ser restringidos para comunicarse libremente entre sí, es decir, operar en un silo. Aplicado a los individuos, este término hace referencia a una situación en la que la persona no puede comunicarse libremente con, ni estar expuesta a, fuentes de información alternativas. La búsqueda de información en línea, mediante filtros y el historial de búsqueda, estrecha progresivamente las selecciones algorítmicas, lo que disminuye la exposición a fuentes de información que no coinciden con las creencias previas del individuo. En este entorno, las noticias falsas encuentran un campo fértil para prosperar.
Las encuestas muestran que las teorías conspirativas y las noticias falsas son populares en todas partes, incluyendo Europa, donde la percepción pública de su presencia es similar o incluso mayor que en los EE. UU. Al mismo tiempo, la atención pública hacia las noticias falsas y la desinformación ha aumentado, especialmente después de eventos controvertidos como el Brexit y las elecciones presidenciales de 2016 en EE. UU. Sin embargo, el problema crucial no radica solo en el consumo de esta información, sino en su despliegue estratégico como una arma para modelar la política. Las noticias falsas ofrecen una forma de eludir una realidad que impide que ciertos grupos logren el resultado deseado. Para la política democrática, esto es profundamente problemático.
Uno de los principios fundamentales del Internet temprano era la democratización de las voces. No obstante, esta democratización ha tenido la consecuencia no prevista de socavar el papel de la pericia. La información y los datos, por sí solos, no son equivalentes a conocimiento. Debe existir un proceso mediante el cual la información y los datos se conviertan en utilizables, y este proceso es la aplicación competente del conocimiento especializado. La igualación de todas las voces no transforma automáticamente un mercado libre de ideas en el cual las ideas compiten por sus seguidores. No todas las ideas tienen el mismo valor. Debe haber un proceso justificable para distinguir entre las ideas que pueden ingresar al mercado y aquellas que deben ser descartadas o incluso excluidas.
El Internet ha planteado problemas imprevistos que han creado un panorama complejo para luchar contra las noticias falsas. El concepto de "noticia" ha cambiado, al igual que la definición de “reportero” o “experto”. La atrofia de la especialización y el ascenso de la política emocional han llevado a un entorno en el que los hechos son reemplazados por lo que las personas sienten o creen que es cierto. En este entorno, las noticias falsas –como un arma estratégica emocional– encuentran terreno fértil.
Además, la tendencia creciente a basar las decisiones políticas en emociones y creencias, en lugar de hechos verificables, amplifica el impacto de las noticias falsas. La distancia entre el comportamiento político racional y las decisiones emocionales se ha ampliado, lo que hace que el proceso democrático se vea cada vez más afectado por subjetividades personales. Esto lleva a un escenario en el que las ideas que antes eran debatidas sobre la base de hechos y razones pueden ser reemplazadas por creencias profundamente arraigadas y manipuladas emocionalmente.
Es importante comprender que, si bien la información nunca ha sido un sustituto perfecto para el conocimiento profundo, la multiplicación de fuentes no verificada contribuye a una fragmentación de la realidad, donde la objetividad es cada vez más difícil de alcanzar. Por lo tanto, los individuos deben ser conscientes de la importancia de la educación crítica frente a la información que consumen y deben estar preparados para reconocer los peligros de las noticias manipuladas que pueden dañar el tejido mismo de la democracia.
¿Cómo utilizan las organizaciones de extrema derecha en Europa Central la web para movilizar y comprometer políticamente?
En los últimos años, las organizaciones políticas de extrema derecha en Europa Central, específicamente en países como Eslovaquia, Hungría, la República Checa y Polonia, han incrementado su presencia en la web, utilizando las plataformas digitales no solo como un espacio de comunicación, sino también como una herramienta clave para movilizar y comprometer a sus seguidores. Estos movimientos, que van más allá de los partidos políticos tradicionales, emplean estrategias de activismo político que hacen uso de la interactividad y el alcance masivo que ofrecen las redes sociales, sitios web y otros medios digitales.
El análisis de contenido de las webs de estas organizaciones permite entender la manera en que se estructuran sus mensajes, tanto visual como textual. Al comparar estos esfuerzos con los de grupos similares en Europa Occidental, se observa que, aunque existen claras similitudes en la utilización de imágenes impactantes, frases contundentes y llamados directos a la acción, también se perciben diferencias en la forma en que se abordan los temas políticos. Las organizaciones de Europa Central tienden a tener un enfoque más nacionalista y, a menudo, un tono de confrontación con las élites europeas y globales. En cambio, en Europa Occidental, si bien también se observa un fuerte discurso contra la inmigración y la globalización, la retórica tiende a ser menos agresiva en su forma y más moderada en algunos casos.
Una de las características fundamentales de estas organizaciones en la web es el uso de visuales que buscan impactar emocionalmente al espectador. Las imágenes, memes y videos juegan un papel central en sus estrategias de comunicación. Estos elementos no solo refuerzan su mensaje, sino que también apelan a los sentimientos de pertenencia y miedo, elementos esenciales en la construcción de una identidad colectiva radical. Además, se destaca la presencia de mensajes que apelan al "pueblo" contra "los elites" o "los extranjeros", los cuales fomentan la polarización y el rechazo hacia los otros.
Los textos, por otro lado, suelen ser directos y sencillos, diseñados para captar rápidamente la atención de la audiencia y facilitar la difusión a través de las redes sociales. Es evidente que el activismo digital de la extrema derecha en estos países se apoya en la viralización de mensajes que no solo buscan movilizar a los ya convencidos, sino también atraer a un público más amplio, incluyendo a aquellos que podrían sentirse atraídos por discursos nacionalistas o de resistencia al cambio.
En cuanto al impacto, se puede observar una clara diferencia en el grado de aceptación que estas organizaciones encuentran en los diferentes países. En algunos casos, como en Polonia y Hungría, la extrema derecha ha logrado una integración exitosa en las estructuras políticas nacionales, lo que le ha permitido utilizar los medios tradicionales junto con su activismo digital. Sin embargo, en otros países, como la República Checa y Eslovaquia, aunque las organizaciones de extrema derecha tienen un notable impacto en la web, su presencia política sigue siendo más marginal y menos institucionalizada.
Es importante señalar que, si bien estas estrategias de movilización digital han demostrado ser efectivas en atraer a nuevos seguidores y consolidar una base política, no están exentas de controversias. La propagación de desinformación, la manipulación de hechos y la polarización extrema son fenómenos comunes en estos espacios de activismo político online. En este sentido, la regulación y el control de la desinformación se han convertido en un tema central de debate en Europa.
Además, los gobiernos europeos han comenzado a implementar legislaciones más estrictas para combatir la desinformación en la web. En Alemania, por ejemplo, se ha aprobado una legislación que regula la propagación de noticias falsas, lo que obliga a las plataformas a tomar medidas contra el contenido que infrinja ciertas normas. Sin embargo, el debate sobre la libertad de expresión y la censura sigue siendo uno de los más complejos en el ámbito digital.
El consumo de noticias en línea y la lucha contra la desinformación no solo depende de la regulación externa, sino también de la responsabilidad de los propios consumidores de información. La reflexión sobre cómo combatir las noticias falsas debe considerar el fortalecimiento de las rutinas de verificación de hechos dentro de las redacciones de los medios de comunicación, así como el desarrollo de herramientas digitales que puedan facilitar a los periodistas la detección de información falsa.
En este contexto, es fundamental entender que la lucha contra la desinformación no puede limitarse a las medidas legales o tecnológicas. Es igualmente crucial promover una cultura de alfabetización mediática que permita a los ciudadanos distinguir entre información veraz y manipulada. Esto debe ser un objetivo prioritario para las democracias modernas, si realmente se desea preservar la libertad de prensa y de expresión en un entorno digital cada vez más complejo y globalizado.
¿Cómo afectan las herramientas de verificación de hechos a los periodistas locales en el clima informativo actual?
El clima informativo actual está marcado por una creciente presión sobre los periodistas debido a las rápidas transformaciones tecnológicas y a las críticas provenientes de diversos sectores sociales y políticos. Uno de los principales factores que contribuyen a esta presión es la falta de tiempo para una investigación exhaustiva y la verificación de hechos, lo que lleva a una mayor dependencia de fuentes establecidas. Sin embargo, incluso estas fuentes de confianza no están exentas de fallos, lo que incrementa la sensación de inseguridad y estrés entre los periodistas.
Además, la reestructuración constante en las redacciones, los cambios frecuentes de personal y las nuevas políticas impuestas por los niveles directivos agravan la situación. Muchos periodistas señalan que estas políticas, en ocasiones, parecen desarrollarse sin tener en cuenta sus realidades laborales y el contexto específico de sus tareas diarias. Esto crea un ambiente de incertidumbre y desconcierto, en el que es cada vez más difícil cumplir con las expectativas de la audiencia y las demandas de los superiores.
Un factor emergente que genera gran preocupación es el avance de las tecnologías relacionadas con los deepfakes, una técnica que manipula imágenes y voces, lo que pone en riesgo la credibilidad de los medios. En palabras de un periodista local, “francamente, cuando esto se haga accesible para cualquier persona, no sé cómo podremos seguir el ritmo de nuestro trabajo”. Esta tecnología, junto con las crecientes críticas a los medios establecidos, genera un sentimiento de estrés adicional, especialmente cuando los periodistas se ven obligados a lidiar con la propagación de información errónea a través de plataformas de redes sociales.
Aunque los periodistas locales no perciben la presencia de noticias falsas de manera significativa en su trabajo diario, reconocen que las redes sociales se han convertido en un campo minado, en el que las discusiones y críticas, a menudo cargadas de odio, están a la orden del día. Este fenómeno se acentúa en temas sensibles y politizados como la inmigración, la violencia, el cambio climático, y otros asuntos de gran repercusión local. Un periodista de la región comentó: “No importa cuán bien verifiques los hechos y cuán clara sea la fuente, las cosas simplemente se descontrolan”. Los comentarios incendiarios y las críticas se vuelven virales, y en muchos casos, incluso las noticias más objetivas pueden desencadenar un torrente de comentarios agresivos e incluso amenazas.
En este contexto, la introducción de herramientas de verificación de hechos se percibe como una solución parcial, pero con matices. Muchos periodistas creen que el hecho de que el estado o entidades públicas estén involucradas en el desarrollo de estas herramientas podría dañar la percepción de independencia y credibilidad de los medios. En particular, algunos periodistas mencionan su desconfianza en iniciativas como faktiskt.se, vinculada al organismo estatal Vinnova, señalando que su relación con el gobierno facilita que los críticos acusen a los medios de ser instrumentos del poder. Para algunos, la creación de instituciones de verificación de hechos separadas puede implicar que se está cuestionando la calidad del trabajo que ya realizan los periodistas de forma tradicional.
La verificación de hechos sigue siendo una práctica intrínseca al trabajo periodístico, y muchos periodistas locales prefieren el contacto directo y personal con las fuentes locales, en lugar de depender de herramientas digitales para confirmar la veracidad de la información. Esta cercanía con la comunidad y el conocimiento profundo de los actores locales proporciona a los periodistas un contexto vital que no puede ser reemplazado por ninguna tecnología. Sin embargo, en el entorno actual, donde la convergencia de medios y la integración de redacciones más grandes se están volviendo comunes, el conocimiento local ya no es suficiente. En estos casos, las herramientas de verificación adquieren una relevancia creciente, pues la información de diversas áreas requiere ser corroborada más rigurosamente.
La competencia en el ámbito digital y la rápida propagación de información errónea requieren que los periodistas adquieran habilidades adicionales en la verificación de hechos y en el uso de herramientas digitales. Sin embargo, este conocimiento no está uniformemente distribuido dentro de las redacciones. Algunos periodistas, a través de su propio esfuerzo, se han vuelto expertos en la verificación digital, pero muchos no tienen acceso a la formación continua que les permitiría aplicar eficazmente estas nuevas habilidades en su trabajo cotidiano. A pesar de los talleres y las formaciones puntuales, la integración de estas competencias dentro de la práctica diaria de los periodistas es todavía limitada.
Uno de los temores recurrentes es que la implementación de herramientas de verificación de hechos podría incrementar la presión sobre los periodistas, convirtiéndolos en meros sujetos de medición y evaluación. De hecho, algunos temen que esto se traduzca en un control más rígido sobre su trabajo, similar a la medición de los clics generados por sus artículos, lo que podría afectar la autonomía y la calidad de su labor.
Es fundamental entender que la introducción de tecnologías de verificación de hechos debe ser vista no solo como una forma de resolver el problema de la desinformación, sino como una herramienta que debe complementarse con el conocimiento profundo del contexto local, el contacto directo con las fuentes y una sólida ética profesional. A medida que el periodismo se adapta a un mundo digital y saturado de información, la clave no está en abandonar los métodos tradicionales, sino en incorporarlos con nuevas tecnologías de forma equilibrada y crítica.

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