La relación entre los evangélicos blancos y el Partido Republicano ha sido uno de los pilares más sólidos en la política estadounidense durante las últimas décadas. Sin embargo, la dinámica de esta coalición ha comenzado a experimentar tensiones y fracturas, especialmente en el contexto de las elecciones presidenciales de 2016, donde el apoyo evangélico al partido republicano mostró signos de incertidumbre. Este fenómeno, a menudo denominado como el "colapso evangélico", refleja una transformación más profunda en la política religiosa y en la identidad de los evangélicos, particularmente en cómo se vinculan con las cuestiones políticas y sociales contemporáneas.
A pesar de los desafíos visibles, el voto evangélico permaneció firme en su apoyo a Donald Trump en 2016, lo que demuestra una lealtad inquebrantable a nivel de base. Sin embargo, a nivel de élite, la situación fue más compleja. Los líderes evangélicos se vieron divididos sobre la figura de Trump y la dirección que debía tomar la coalición. Esta disensión interna revela un fenómeno paradójico: ¿cómo es posible que un candidato que no cuenta con el apoyo unánime de la élite evangélica pueda mantener una base tan sólida entre los votantes evangélicos? Esta contradicción ha llevado a algunos líderes a intentar redefinir lo que significa ser evangélico, excluyendo a aquellos que se oponen a su visión política. Sin embargo, intentar restaurar una unidad política que alguna vez existió podría resultar contraproducente, ya que no haría más que ocultar las complejidades y dinámicas actuales de la relación entre religión y política en la vida de los evangélicos.
El "colapso evangélico" no solo se refiere a una pérdida de unidad interna, sino también a un cambio más amplio en la identidad evangélica y en sus prioridades políticas. Las divisiones que comenzaron a surgir entre los líderes evangélicos en 2016 continúan hoy, reflejando una variedad de posturas y expectativas que no se alinean de manera uniforme con el Partido Republicano. Además, el surgimiento de nuevos movimientos dentro del cristianismo evangélico, como los evangélicos latinos y el surgimiento de una izquierda evangélica, está redefiniendo las fronteras ideológicas y sociales dentro de este grupo. El desafío radica en cómo las diferentes facciones dentro del movimiento evangélico logran articular una identidad compartida mientras enfrentan las divisiones políticas internas.
Además de los debates sobre lealtad y pureza política dentro de la comunidad evangélica, es esencial comprender que estos cambios no ocurren en un vacío. Las presiones externas, como el cambio demográfico, la secularización de la sociedad y los movimientos progresistas dentro de la política estadounidense, están influenciando las creencias y las respuestas políticas de los evangélicos. Las visiones del mundo de los evangélicos están siendo desafiadas por una creciente diversidad en sus filas, y las tensiones dentro de la comunidad religiosa no hacen sino reflejar las tensiones más amplias en la política estadounidense.
Es fundamental también entender que el "colapso" al que se hace referencia no debe ser visto como el fin de la relación entre los evangélicos y el Partido Republicano, sino como un momento de reconfiguración. Las coaliciones políticas no son estáticas, y aunque los evangélicos continúan siendo una parte crucial del electorado republicano, las transformaciones en sus identidades políticas podrían dar lugar a nuevas configuraciones políticas en el futuro cercano. El voto evangélico en 2016, aunque consistente, ya no es suficiente para comprender la complejidad de la relación entre religión y política. La evolución de esta relación requerirá un análisis más profundo y matizado de los factores que motivan las decisiones políticas de los evangélicos.
¿Cómo el apoyo evangélico blanco a Trump refleja los cambios en la derecha cristiana en los Estados Unidos?
En enero de 2016, Donald Trump pronunció un discurso ante los estudiantes de la Universidad Liberty en Lynchburg, Virginia, una institución emblemática de la educación evangélica conservadora en los Estados Unidos. Este evento, una parada frecuente para los candidatos presidenciales republicanos, le permitió dirigirse a una audiencia de más de diez mil estudiantes. Durante su intervención, Trump cometió un error notable al referirse a un pasaje bíblico diciendo que leía de "Dos Corintios" en lugar de "Segundos Corintios". Este desliz, aparentemente insignificante, sirve como una clave para entender el complejo y a menudo contradictorio apoyo de los evangélicos blancos hacia el ex presidente. Refleja las tensiones internas que existen entre los valores religiosos y sociales de la derecha cristiana y el estilo populista, por momentos irreverente, de Trump.
El apoyo evangélico a Trump no fue monolítico. Si bien algunos líderes influyentes, como Jerry Falwell Jr. y Franklin Graham, brindaron su respaldo incondicional al candidato, muchos activistas y votantes evangélicos se mostraron cautelosos o incluso reacios. Falwell Jr., hijo de Jerry Falwell, fundador de Liberty University, y Graham, hijo del renombrado predicador Billy Graham, encarnan una faceta de la derecha cristiana que ve en Trump una oportunidad para recuperar la prominencia política del cristianismo conservador. Sin embargo, esta postura no era representativa de toda la comunidad evangélica.
La razón principal de este apoyo dividido reside en las contradicciones inherentes a la figura de Trump, un hombre cuya vida personal, marcada por escándalos y actitudes incompatibles con los valores cristianos tradicionales, contrastaba con las creencias religiosas y sociales de muchos evangélicos. A pesar de esto, los evangélicos blancos decidieron votar en su mayoría por Trump en 2016, una elección que aparentemente respondió más a una necesidad de cambio dentro del sistema político que a una adhesión genuina a sus principios religiosos.
La pregunta clave que surge es si este apoyo a Trump refleja un cambio significativo en la derecha cristiana y en la subcultura evangélica blanca. ¿Es este un reflejo de un realineamiento de sus prioridades políticas, donde los valores tradicionales como la familia, la moralidad y la religión ceden paso a otros factores como la economía, la inmigración o el nacionalismo? En el contexto de los Estados Unidos contemporáneos, donde los evangélicos blancos se sienten cada vez más marginados por el progreso de movimientos como el feminismo, los derechos LGBTQ+ y la creciente diversidad racial y cultural, la política de Trump les ofreció una visión de restauración de un orden percibido como "perdido".
Uno de los elementos que más contribuyó a esta dinámica fue la retórica de Trump sobre temas como el control de la inmigración y la oposición a políticas progresistas, los cuales calaron hondo entre los evangélicos blancos preocupados por el futuro demográfico y cultural de su país. Este tipo de retórica populista y, en algunos casos, nacionalista, encontró un terreno fértil entre muchos votantes evangélicos, que temen que la cultura y los valores tradicionales estén siendo desplazados por una agenda secular y progresista.
En cuanto a los movimientos dentro de la derecha cristiana, es relevante observar que el respaldo a Trump no fue tan unilateral como podría haber esperado. De hecho, algunos líderes dentro de la organización evangélica, como Russell Moore, presidente de la Comisión de Ética y Libertad Religiosa de la Convención Bautista del Sur, se manifestaron en contra de las posturas extremas de Trump, especialmente sus comentarios sobre los musulmanes y su propuesta de prohibir la entrada de musulmanes a los Estados Unidos. Moore, y otros dentro del movimiento evangélico, argumentaron que tales medidas contradecían los principios de libertad religiosa y hospitalidad cristiana.
Es esencial entender que, aunque muchos evangélicos blancos votaron por Trump, esto no significa que compartieran todos sus valores o su estilo de vida. Más bien, el apoyo a Trump fue, en gran parte, una estrategia pragmática para mantener su influencia política en un clima cada vez más hostil a sus creencias tradicionales. A lo largo de la historia reciente de los Estados Unidos, el cristianismo conservador ha estado relacionado con luchas culturales en defensa de principios como la libertad religiosa, la sanción al aborto y la promoción del matrimonio entre un hombre y una mujer. Sin embargo, en la era Trump, muchos de estos votantes también comenzaron a ver en su figura un líder que podría ofrecer soluciones más inmediatas y eficaces a sus preocupaciones, particularmente en relación con la inmigración, la identidad nacional y el poder de los medios de comunicación.
Finalmente, el apoyo de los evangélicos blancos a Trump pone de manifiesto la compleja relación entre religión, política y cultura en los Estados Unidos. Más allá de las diferencias entre líderes y votantes, el fenómeno de Trump y su relación con el cristianismo conservador subraya una transición hacia una política más tribalista, donde los valores tradicionales se entrelazan con el populismo y el nacionalismo. Los evangélicos, en su mayoría, respondieron a un candidato que prometió defender su visión del mundo, aunque en ocasiones de una manera que no siempre reflejaba la profundidad de sus principios religiosos. Este cambio en el apoyo evangélico no solo redefine la política de la derecha cristiana, sino que también plantea preguntas fundamentales sobre el futuro de la iglesia y su papel en la política estadounidense.
¿Cómo afecta la visión de la autoridad religiosa a la política y la identidad en el cristianismo emergente?
El cristianismo emergente (ECM) ha generado un notable interés debido a su enfoque inclusivo y su desafío a las formas tradicionales de liderazgo en la iglesia. Este enfoque, que evita una estructura jerárquica rígida y promueve una interpretación más flexible de la fe, atrae principalmente a aquellos que sienten que las formas tradicionales del cristianismo no satisfacen sus necesidades espirituales. En este contexto, la autoridad religiosa, entendida como el grado en que los clérigos ejercen control sobre la interpretación y práctica de la fe, juega un papel fundamental en la configuración de la identidad religiosa y política de los individuos dentro del movimiento.
Según un estudio que mide la relación entre la autoridad religiosa y la identificación política, los clérigos que favorecen un modelo inclusivo y más participativo de liderazgo en la iglesia tienden a tener una visión menos autoritaria de la religión. Esto contrasta con las visiones más conservadoras y jerárquicas propias de grupos como los fundamentalistas y evangélicos, quienes, según los datos, muestran una preferencia por una mayor autoridad religiosa. Este hallazgo es relevante no solo para comprender las dinámicas internas del cristianismo emergente, sino también para analizar cómo las creencias religiosas pueden influir en la identidad política de sus adherentes.
La relación entre el cristianismo emergente y la política ha sido objeto de debate. Si bien no existe un vínculo claro y determinante entre el apoyo al ECM y la afiliación a un partido político específico, la tendencia muestra que aquellos con una visión conservadora de la autoridad religiosa son más propensos a alinearse con el Partido Republicano. Por otro lado, aquellos que favorecen una perspectiva más inclusiva y menos jerárquica, como es característico del ECM, tienden a tener una inclinación hacia posturas políticas más liberales. Este contraste subraya cómo las creencias religiosas no solo moldean las prácticas espirituales, sino que también pueden tener un impacto profundo en las decisiones políticas y sociales de los individuos.
Una de las características más intrigantes del ECM es su incapacidad para presentar una estructura organizacional coherente. Los líderes del movimiento, en su mayoría, rechazan ser considerados como tales, lo que a menudo crea una falta de dirección clara. Esta falta de jerarquía formal puede ser tanto una fortaleza como una debilidad: por un lado, permite una mayor flexibilidad y apertura; por otro, impide que el ECM se convierta en una alternativa organizada al cristianismo tradicional. Los miembros del ECM suelen verse a sí mismos como participantes activos en la construcción de su fe, lo que les permite expresar una relación personal y menos mediada con lo divino.
La falta de una estructura de liderazgo definida también limita la capacidad del ECM para establecer una identidad cohesiva frente a otros movimientos cristianos. Si bien el cristianismo evangélico ha logrado consolidarse como una entidad reconocible gracias a sus megacolegios no denominacionales, el ECM sigue siendo fragmentado, con diferentes ramas teológicas que a menudo entran en conflicto. Esto se refleja en las palabras de uno de los primeros líderes del ECM, quien señaló que ya no podía defender teológicamente lo que se conoce como “la iglesia emergente” debido a su evolución en múltiples direcciones. Esta multiplicidad de enfoques puede resultar atractiva para aquellos que buscan un cristianismo más flexible y menos dogmático, pero también genera confusión y falta de claridad para los nuevos adherentes.
A pesar de estas complicaciones, el cristianismo emergente sigue desempeñando un papel clave en atraer a jóvenes que se sienten desplazados por la rígida moral conservadora de otras ramas del cristianismo. En particular, la postura inclusiva y tolerante del ECM lo hace atractivo para aquellos que apoyan los derechos de las minorías sexuales, un tema que ha ganado prominencia entre las generaciones más jóvenes. Sin embargo, el hecho de que muchos de los líderes de este movimiento no se adhieran a una estructura de liderazgo definida puede dificultar la consolidación de una comunidad robusta que pueda competir con las más establecidas denominaciones cristianas.
El ECM también se encuentra en una encrucijada, ya que muchos de sus miembros se ven atrapados entre el liberalismo de las iglesias principales y el dogmatismo conservador del cristianismo evangélico. Este dilema se refleja en el hecho de que figuras prominentes dentro del movimiento, como Brian McLaren, se han opuesto abiertamente a la política del Partido Republicano y han criticado el apoyo de los evangélicos a ciertas políticas gubernamentales. Esta postura puede ser vista como un intento de atraer a los jóvenes evangélicos que se sienten incómodos con la alianza de su tradición con la política conservadora.
Es importante reconocer que la identidad religiosa y política de los miembros del ECM no se define de manera lineal. Más bien, es el resultado de un proceso dinámico en el que las creencias espirituales, las preferencias teológicas y las actitudes políticas se entrelazan de manera compleja. Mientras que el ECM ofrece un espacio para la reflexión y el cuestionamiento de las normas establecidas, también enfrenta desafíos inherentes a su falta de organización y su incapacidad para consolidar una identidad común que sea atractiva para aquellos que buscan una alternativa clara a las iglesias tradicionales.
¿Cómo se Ha Desarrollado el Movimiento Legal de la Derecha Cristiana en los Estados Unidos?
El ascenso de la Derecha Cristiana en la política estadounidense es un fenómeno ampliamente documentado, y uno de los eventos más determinantes en su trayectoria ha sido la sentencia del caso Roe v. Wade en 1973. Para muchos cristianos, la legalización del aborto se percibió como una clara señal para movilizarse en defensa de sus valores. Pensadores como Francis Schaeffer denunciaron la “decadencia” cultural y llamaron a un activismo ideológico para contrarrestar lo que percibían como una moralidad en declive. Otros, como Kevin Kruse, argumentan que el origen de la Derecha Cristiana se encuentra en los intereses corporativos que, desde tiempos del New Deal, intentaron asociar la moral cristiana tradicional con la oposición a las políticas de Roosevelt. Sin importar su origen exacto, el impacto de este movimiento en la política estadounidense es innegable.
Desde sus inicios, la Derecha Cristiana se inclinó hacia actividades políticas tradicionales como el cabildeo, la organización electoral y la movilización de base. Sin embargo, con el paso del tiempo, la abogacía legal se convirtió en una pieza fundamental de su estrategia multifacética. Los líderes de la Derecha Cristiana se dieron cuenta de la necesidad de crear organizaciones de defensa legal para contrarrestar los logros de grupos liberales como la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), que a menudo se oponían a los valores tradicionales cristianos. En los años 80 y 90, figuras prominentes como Pat Robertson, Jerry Falwell y James Dobson se comprometieron con la creación de organizaciones legales que no solo promovieran los intereses cristianos, sino que pudieran ejercer una influencia significativa en el ámbito judicial y legislativo.
Una de las principales características de estas organizaciones de abogacía legal, conocidas como CCLO (siglas de Christian Conservative Legal Organizations), es su enfoque en múltiples temas que van más allá de una sola causa. Al igual que la Derecha Cristiana, las CCLOs abordan cuestiones diversas, como la libertad religiosa, la defensa de la familia tradicional y la protección de la vida. Esto las distingue de otras organizaciones de interés legal que se concentran en un solo tema, como el grupo "Americans United for Life", que se enfoca exclusivamente en la lucha contra el aborto.
Otra diferencia importante es que las CCLOs, a diferencia de otros grupos de derechos religiosos, mantienen una identidad explícitamente cristiana. Mientras que otras organizaciones pueden centrarse en la libertad religiosa desde una perspectiva interreligiosa, las CCLOs abogan desde una visión cristiana conservadora, lo que les permite presentar sus acciones dentro de un marco doctrinal específico. Además, estas organizaciones están profundamente conectadas con el movimiento evangélico protestante, y aunque algunas tienen vínculos con el catolicismo conservador, como el caso de los Thomas More Law Center y Thomas More Society, la mayoría de las CCLOs surgen de la comunidad evangélica.
En términos de recursos, estas organizaciones varían significativamente. Mientras que algunas como la ADF (Alliance Defending Freedom) y la ACLJ (American Center for Law and Justice) disponen de presupuestos multimillonarios, otras como el Center for Law and Religious Freedom operan con recursos mucho más limitados. A pesar de estas diferencias, todas comparten una misión común: promover la agenda política y legal de la Derecha Cristiana dentro del marco legal estadounidense.
La naturaleza de las CCLOs es, en muchos casos, incompatible con una participación directa en la política electoral debido a las restricciones legales impuestas a las organizaciones exentas de impuestos. Según la ley federal, estas organizaciones no pueden hacer una defensa política explícita sin arriesgar su estatus de exención fiscal 501(c)(3). Sin embargo, esto no impide que las CCLOs lleven a cabo actividades que influyan en la política y en los resultados legislativos, dentro de los límites legales. Las CCLOs utilizan una variedad de métodos para incidir en el sistema político, incluyendo la litigación, la movilización pública y la presión sobre legisladores, todo mientras operan dentro de los parámetros de su estatus fiscal.
Un análisis de más de seis mil comunicados de prensa de estas organizaciones revela que tres temas dominan su agenda: la libertad religiosa y el establecimiento de la religión, la defensa de la familia tradicional y la santidad de la vida. Estos temas conforman más del 75% de las actividades de las CCLOs, lo que demuestra el enfoque prioritario en cuestiones morales y culturales que afectan su visión del mundo. Sin embargo, también es importante observar que algunas organizaciones se han involucrado en áreas que no encajan perfectamente en estas categorías tradicionales, lo que sugiere una ampliación de sus intereses más allá de la abogacía legal pura.
Lo que es crucial entender sobre el movimiento de la Derecha Cristiana y sus organizaciones legales es que su influencia en la política estadounidense no se limita a la lucha por causas específicas, sino que buscan transformar la cultura y la sociedad según sus principios doctrinales. Su estrategia no se reduce solo a la litigación, sino que también incluye esfuerzos de lobby, presión pública y movilización, todo bajo la premisa de que la ley y la política deben alinearse con los valores cristianos tradicionales.

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