Los dispositivos controlados por voz —altavoces inteligentes, asistentes personales integrados y cualquier elemento del hogar conectado que ejecute un VPA (Voice Personal Assistant)— han transformado la interacción cotidiana: desde encender una lámpara hasta gestionar transacciones financieras o registrar parámetros sanitarios. Esa promesa de conveniencia se apoya en un canal de entrada —la voz— que es, a la vez, natural y profundamente expuesto. La carencia de mecanismos de autenticación robustos en la mayoría de los VCD (Voice-Controllable Devices) convierte la interfaz vocal en una superficie de ataque amplia y diversa, donde amenazas bien conocidas y vectores emergentes coexisten y se potencian mutuamente.
La fragilidad principal reside en la incapacidad de discriminar con certeza al hablante y al origen físico de un comando: muchas plataformas aceptan órdenes sin verificar identidad, y las contramedidas actuales —como solicitar un PIN hablado— introducen nuevos riesgos (revelación en presencia de terceros). Esa ausencia de garantías mínimo fundamentales posibilita ataques que buscan interferir con la disponibilidad del reconocimiento (DoS vocal), suplantar identidades o inyectar instrucciones sin el conocimiento del propietario. Técnicas de Denegación de Servicio pueden manipular el proceso de reconocimiento por medio de señales adversariales reproducidas como música o ruido que saturan los modelos acústicos, bloqueando el paso de órdenes legítimas.
Dentro del catálogo de amenazas, las suplantaciones y las inyecciones ocupan un lugar central. Las «voice masquerading attacks» explotan la confianza del usuario en la interfaz de voz y en las aplicaciones de terceros: mediante confusión de nombres, errores de pronunciación o diseño engañoso, una skill maliciosa puede aparentar ser el asistente legítimo y empujar al usuario a divulgar información sensible. El peligro es especialmente agudo cuando esas aplicaciones procesan datos PII o financieros o gestionan parámetros de salud; la exposición de credenciales o lecturas médicas tiene consecuencias directas sobre la privacidad y la seguridad física.
Las inyecciones de comandos pueden ser acústicas, ultrasónicas, transductivas o incluso optomecánicas. Existen métodos que transmiten órdenes inaudibles mediante altavoces ultrasónicos; otros ocultan perturbaciones adversariales dentro de archivos de audio corrientes —canciones, anuncios— que actúan como portadoras indetectables para el oído humano pero eficaces contra detectores automáticos. Un vector sorprendente es la transmisión a través de medios sólidos: un transductor piezoeléctrico (PZT) puede inducir ondas ultrasónicas a través de una mesa o una superficie, acoplándose al micrófono del dispositivo sin necesidad de un canal aéreo típico. Además, sistemas que reproducen audio pueden autoactivar comandos: la vulnerabilidad de «self-issue» permite que un VCD, al reproducir un archivo con comandos maliciosos, se ejecute a sí mismo o a otros dispositivos cercanos sin intervención externa; esto elimina la necesidad de proximidad de un atacante y complica la atribución.
Los ataques de suplantación vocal adoptan dos modalidades principales: la imitación humana por profesionales del doblaje —ataques de impersonación— y la falsificación mediante procesamiento automático —conversión de voz o clonación mediante modelos generativos—. Ambos apuntan a engañar a los sistemas de verificación automática del hablante (ASV) para que validen comandos como si provinieran del usuario autorizado. La aparición y madurez de modelos generativos de voz y de técnicas de conversión han reducido las barreras técnicas para realizar este tipo de ataques, ampliando su escala y eficacia.
Desde la perspectiva defensiva, el problema exige abordar tres dimensiones: verificación del origen (autenticación robusta y resistente a reproducción), integridad de la cadena de entrada (detección de perturbaciones adversariales y señales no humanas) y autorización contextual (limitación de operaciones críticas por factores adicionales: proximidad física comprobable, patrones de uso, autenticación multifactórica). Mejoras puramente algorítmicas en los sistemas de ASR o ASV son necesarias pero no suficientes: el diseño de políticas de permisos en el ecosistema de skills/apps, la segregación de funciones de alto riesgo, y la educación sobre la confidencialidad de los comandos hablados completan el marco de mitigación.
Al considerar pruebas y evaluaciones de seguridad, es imprescindible modelar la superficie de ataque ampliada: no solo el micrófono y el modelo de reconocimiento, sino las rutas físicas (superficies, altavoces externos), las interfaces de terceros (skills/apps), y los flujos de datos hacia servicios en la nube. La investigación práctica ha demostrado que vectores heterogéneos —desde audio inaudible hasta luz modulada— son viables; por tanto, las auditorías deben incluir escenarios transversales que combinen técnicas de señal, ingeniería social y explotación de diseño de plataforma.
Como complemento técnico para el lector, conviene incorporar estudios de caso que documenten ataques reales y experimentales: descripciones detalladas de Adversarial Music, ejemplos de skill squatting y voice masquerading, experimentos de transmisión ultrasónica a través de sólidos, y análisis de ataques de auto-activación mediante archivos reproducidos por el propio dispositivo. También resulta fundamental agregar criterios de evaluación para medidas de defensa: métricas de robustez ASR/ASV frente a perturbaciones, procedimientos de hardening para el ecosistema de skills, y listas de verificación para desarrolladores y administradores de dispositivos.
Además, es importante que el lector comprenda la dimensión humana y regulatoria del problema: la privacidad y la seguridad no se limitan a parches técnicos; implican decisiones de diseño sobre qué funciones requieren autenticación reforzada, cómo se informa al usuario sobre riesgos y permisos, y qué responsabilidades deben exigir los proveedores. La gobernanza del dato de voz, la trazabilidad de las interacciones y la transparencia sobre el uso de modelos de IA en los VPA son elementos críticos que deben acompañar cualquier propuesta técnica.
¿Cuál es la mecánica y los riesgos fundamentales del ataque "Alexa versus Alexa"?
Al ejecutar por primera vez el ataque denominado “Alexa versus Alexa” (AvA) en 2021 se puso de manifiesto una cadena crítica de vulnerabilidades en dispositivos Amazon Echo: una vulnerabilidad de autoactivación que permite a un atacante emitir comandos arbitrarios y mantener el control del altavoz inteligente durante un tiempo prolongado. A diferencia de muchas técnicas previas contra interfaces de voz, AvA reduce drásticamente la necesidad de introducir hardware ajeno en las proximidades del objetivo; no obstante, no elimina por completo la fase de foothold inicial: ésta se reconfigura como una acción discreta y remota —por ejemplo, la inducción del usuario a activar una skill maliciosa— que sirve para iniciar la reproducción de un archivo de audio con comandos maliciosos. Así, la superficie de ataque se amplía porque la entrada inicial puede distribuirse mediante vectores habituales (habilidades, emisoras de radio en streaming, contenido multimedia) en vez de requerir altavoces físicos o transmisores cercanos.
La arquitectura funcional que facilita AvA merece atención técnica: las skills, aunque descritas coloquialmente como “ejecutadas en el dispositivo”, funcionan realmente en servidores en la nube. El Echo capta y transcribe la señal de voz local, remite la transcripción al servidor de la skill, y reproduce el texto o audio que el servidor devuelve. Esta separación entre captura local y procesamiento remoto crea una ventana de exploitación cuando la lógica de la skill o el flujo de audio que ésta provoca pueden inducir autoactivaciones o mantener el micrófono en estado de escucha sin la conciencia plena del usuario. El vector aprovecha además otras vulnerabilidades de la plataforma identificadas aplicando marcos de análisis de ataque como la HAVOC Kill Chain, que facilita la concatenación de fallos aparentemente independientes en una campaña de compromiso persistente.
Comparado con ataques de autoemisión en Windows y Android, AvA comparte el principio básico —una entidad legítima del sistema provoca la emisión de comandos hacia el propio componente de reconocimiento— pero difiere en el ecosistema objetivo, las interfaces de skill y en las posibilidades de persistencia y escalado. La capacidad de camuflar la emisión dentro de flujos de audio cotidianos (radio, podcasts, contenidos de skills) convierte a AvA en una amenaza que no requiere proximidad física del atacante y, por consiguiente, modifica las prioridades defensivas: ya no basta con controlar el entorno físico, es necesario asegurar la cadena de confianza del contenido que las skills producen o redirigen.
La evolución del riesgo desde 2021 contempla dos frentes: por un lado, la superficie vulnerable puede haberse reducido mediante parches, actualizaciones de firmware y endurecimiento del proceso de validación de skills; por otro, el desarrollo paralelo de técnicas de síntesis de voz y de generación adversarial incrementa la sofisticación de los insistentes vectores de abuso. En este juego dinámico, la eficacia de mitigaciones reposa en controles tanto técnicos como procedimentales: detección de reproducción (replay detection), señalética de liveness basada en parámetros articulatorios o de flujo de aire, validación criptográfica de payloads de skills, y restricciones de políticas sobre comandos sensibles. La investigación empírica ha mostrado propuestas variadas —desde redes siamesas para detección de spoofing hasta sistemas de liveness continuos basados en flujo de aire— pero su adopción generalizada en dispositivos comerciales suele retrasarse por costes, latencia y compatibilidad con la experiencia de usuario.
Además de la exposición del vector y de las comparaciones técnicas, conviene incorporar material que permita reproducir, evaluar y mitigar AvA con rigor científico y responsabilidad profesional. Deben añadirse descripciones detalladas del entorno experimental: versiones de firmware del dispositivo, configuración de skills y servidores, formatos de audio utilizados para autoactivación, y métricas de medición de persistencia y tasa de falsas activaciones. Es imprescindible aportar procedimientos de pruebas reproducibles, incluyendo secuencias temporales de eventos que muestren cómo se consigue mantener el estado de escucha y cómo se interrumpen las pruebas sin dejar rastros no deseados. Conviene también incluir un análisis de amenazas con modelos de adversario diferenciados (desde atacantes remotos que dispersan streaming hasta actores locales que manipulan contenidos de terceros), y escenarios de impacto que crucen la confidencialidad, integridad y disponibilidad de información personal y dispositivos IoT asociados.
En el apartado de mitigación práctica para desarrolladores y operadores deben añadirse recomendaciones técnicas precisas: diseño de políticas de vetado y revisión más rigurosas para skills capaces de provocar reproducción continua, adopción de detección de reproducción y de señales biométricas de liveness no invasivas, logging detallado y trazable de eventos de activación para auditoría forense, y canales de actualización segura de firmware con validación criptográfica. Es importante complementar lo técnico con consideraciones regulatorias y éticas: procedimientos de divulgación responsable, evaluación de riesgos para usuarios vulnerables (personas con discapacidades que dependen de asistentes vocales), y guías de comunicación transparente hacia usuarios cuando se desplieguen mitigaciones que alteren funcionalidades esperadas.
Finalmente, para que el lector comprenda la dimensión real del problema más allá del exploit descrito, debe reconocerse que la seguridad de asistentes de voz es un problema sistémico que combina factores humanos, arquitectónicos y económicos: la conveniencia del usuario tensiona las medidas de seguridad; la fragmentación de responsabilidades entre fabricante, proveedor de skills y servicios en la nube complica la gobernanza; y la rápida mejora de técnicas de generación de audio forzado y deepfakes alimenta una carrera entre detección y evasión. comprender estos elementos es tan esencial como entender el mecanismo técnico del ataque en sí.
¿De qué maneras un atacante puede reproducir comandos de voz en un Echo para ejecutar un ataque Alexa‑versus‑Alexa (AvA)?
La fase de preparación se centra en la generación de ficheros de audio maliciosos: una vez sintetizadas las grabaciones que contienen cada comando que el atacante desea auto‑imponer, dispone de un conjunto de payloads sonoros que representan la esencia operativa del ataque. Estos ficheros son el prerrequisito indispensable para avanzar a la fase de compromiso, pues permiten formalizar la proposición: para todo comando cmd, si Eve genera genCmd(Alexa, cmd) entonces dispone del payload correspondiente. La logística de captura de voces ajenas para ataques de reproducción es costosa, por lo que la síntesis o la reutilización de voces preexistentes suele ser la ruta preferida.
Para que el dispositivo Echo acepte y ejecute esos payloads sonoros es necesario explotar vectores que permitan reproducir audio en el altavoz sin que la reproducción interrumpa la detección y ejecución del comando. Este requisito —la no exclusividad del canal de audio— es la condición determinante: cuando Echo reproduce un stream y simultáneamente recibe la palabra de activación, la reproducción debe reducirse de volumen pero no detenerse; así el comando auto‑emitido se procesa íntegramente. Tras experimentar con la documentación pública y con dispositivos reales se identifican tres vectores conceptuales: estaciones de radio vía skills de Música y Radio, streaming por Bluetooth desde un dispositivo emparejado, y la etiqueta <audio> en SSML dentro de una skill. No obstante, la viabilidad de cada uno difiere.
La vectorización por estación de radio exige que el usuario active una skill maliciosa o que el atacante consiga que la invocación se dirija a un skill con nombre fonéticamente engañoso (voice squatting) o idéntico al de una skill legítima. Una vez sintonizado el stream malicioso, Echo atenúa el volumen al detectar la palabra de activación pero mantiene la reproducción, cumpliendo la condición de no exclusividad. Este vector permite además usar la propia estación como servidor de mando y control (C&C), dirigendo comandos a múltiples dispositivos de forma remota. La publicación de una skill en la tienda Alexa no requiere permisos especiales para reproducir audio, y existen antecedentes de skills que pasan la certificación con funcionalidades benignas y luego modifican su código sin nueva aprobación, lo que facilita el despliegue de vectores aparentemente legítimos que se convierten en canal de ataque.
El vector Bluetooth es adecuado cuando el atacante puede aproximarse físicamente al objetivo: un smartphone o PC emparejado sirve de altavoz externo y reproduce los comandos maliciosos. El proceso de emparejamiento en Echo no exige PIN y se completa en segundos; una vez emparejado, el dispositivo atacante puede reconectarse y reproducir audio posteriormente sin repetir el emparejamiento, lo que permite ejecutar el ataque con plazos diferidos. Al igual que con la radio, la reproducción se atenúa al oír la palabra de activación y permite la realización de comandos. Este vector evita la necesidad de alojar archivos en un servidor público, pero limita el alcance a un solo dispositivo por emparejamiento y a la cercanía física requerida por Bluetooth.
La etiqueta <audio> en SSML, aunque permite insertar ficheros .mp3 en las respuestas de una skill, falla en la práctica para AvA porque la reproducción se pausa al reconocer la palabra de activación, impidiendo que comandos de longitud útil lleguen a procesarse. Sólo comandos extremadamente breves podrían aprovechar la latencia entre activación y pausa; por ello este vector no satisface la condición de no exclusividad para la mayoría de objetivos relevantes.
Existen vulnerabilidades auxiliares que aumentan la eficacia de los vectores válidos. La Full Volume Vulnerability (FVV) —mencionada en la experimentación— puede usarse para elevar la probabilidad de reconocimiento de comandos emitidos por el altavoz. Sin embargo, cada vector tiene sus compensaciones: la radio actúa a distancia y contra numerosos blancos simultáneamente, pero depende de ingeniería social para la activación de la skill y no permite explotar la FVV; Bluetooth certifica mayor control operativo y posible explotación local de FVV, pero exige proximidad y restringe el alcance.
Es crucial comprender que la persistencia operacional de estos ataques depende tanto de factores técnicos como de comportamientos humanos y políticas de publicación. La posibilidad de subir una skill que inicialmente cumple las normas y modificarla posteriormente para introducir reproducción maliciosa convierte la certificación en un punto débil. La mitigación requiere controles a nivel de cadena de publicación, mejor detección de patrones de voz sintética y mecanismos que impidan que streams de terceros actúen como C&C. Además, el lector debe tener presente que la condición de no exclusividad del canal es el criterio técnico que discrimina vectores viables de los no viables: cualquier método de reproducción que pause totalmente el audio ante la activación es, por definición, ineficaz para llevar a cabo AvA salvo en circunstancias fortuitas.
Importante: comprender la dependencia de estos ataques de la arquitectura de interacción (palabra de activación, gestión de streams y comportamiento ante eventos) y de las prácticas de publicación y actualización de skills; valorar la diferencia entre alcance remoto y control local; considerar la detección de patrones en streams (p.ej., comandos repetitivos o secuencias predecibles) como señal de anomalía; y reconocer que la defensa eficaz combina restricciones en la plataforma, monitoreo de comportamiento de skills y concienciación del usuario sobre invocaciones y emparejamientos Bluetooth.
¿Cómo evaluar la robustez de un sistema de reconocimiento de comandos de voz en condiciones reales?
En este capítulo se aborda la evaluación de la robustez de una solución de reconocimiento de voz ante condiciones prácticas, más allá de las situaciones controladas de los conjuntos de datos estándar. Para ello, se implementaron experimentos en escenarios del mundo real, utilizando un dispositivo Raspberry Pi 4 Model B junto con un micrófono de array de 4 micrófonos Seeed Respeaker 4-Mic Microphone Array v1.2. Este micrófono, aunque de una versión más reciente que el utilizado para la grabación de los datos originales, introduce algunas variaciones entre los registros de los datos y los obtenidos en esta configuración experimental. El objetivo de este enfoque fue evaluar cómo se adapta y mantiene su fiabilidad el sistema en una serie de condiciones que difieren de las originales.
Los experimentos se realizaron en función de cinco condiciones variables: el nivel de ruido de fondo, la voz del usuario, la posición del usuario, el volumen del dispositivo y la ubicación del dispositivo. En cuanto al nivel de ruido de fondo, se modificó el nivel de ruido en la sala mientras se emitían los comandos. Respecto a la voz del usuario, se probó tanto con voces de usuarios legítimos, emitiendo comandos benignos, como con voces de adversarios, para evaluar cómo el sistema manejaba posibles intentos de activación maliciosa mediante grabaciones. La posición del usuario también fue evaluada, comprobando si la ubicación física del usuario en la sala afectaba la precisión del sistema, especialmente cuando se emitían comandos desde una posición diferente a la original.
La variación del volumen del dispositivo también se sometió a prueba para analizar cómo los cambios en la intensidad del sonido influían en el desempeño del sistema. Por último, se cambió la ubicación del dispositivo dentro de un entorno para verificar su rendimiento cuando las condiciones espaciales variaban. Además, se realizaron pruebas que combinaron diversas de estas condiciones, con el fin de simular escenarios más complejos y realistas.
En términos de los resultados de estos experimentos, el sistema mantuvo un alto nivel de precisión en la identificación de comandos benignos, alcanzando una media de 90% de exactitud en los casos de muestras benignas, lo que muestra su capacidad para reconocer comandos legítimos sin importar el ambiente. Sin embargo, también se observó una disminución en el rendimiento cuando se presentaron muestras maliciosas, especialmente cuando se emitieron comandos mediante técnicas de síntesis de voz (TTS). Este tipo de comando, aunque parte del alcance del sistema, presenta un desafío mayor cuando se introduce a través de altavoces externos en lugar de ser autoemitido, lo que subraya la importancia de contar con un enfoque de seguridad a múltiples niveles.
En cuanto al análisis detallado de las pruebas, el sistema logró una tasa de aciertos sobresaliente cuando se trataba de comandos benignos, pero su capacidad para detectar ataques autogenerados varió dependiendo de las condiciones experimentales. En algunas situaciones, como las que involucraban ruido de fondo y variaciones de volumen, la precisión disminuyó, pero en general, la solución mantuvo un rendimiento más robusto en comparación con otros métodos como Isolation Forest. A pesar de estos desafíos, el sistema mostró un comportamiento consistente en cuanto a la precisión balanceada, lo que sugiere que es viable en escenarios del mundo real, siempre que se sigan tomando en cuenta los ajustes específicos del entorno.
Es relevante destacar que, aunque los experimentos fueron realizados en un entorno controlado, las variaciones introducidas en los diferentes escenarios muestran la necesidad de entrenar modelos con una mayor diversidad de condiciones para garantizar su estabilidad a largo plazo. La solución podría beneficiarse de una reentrenamiento periódica y ajustes en el modelo para adaptarse a nuevos dispositivos y entornos de grabación.
Además, al analizar estos resultados, es crucial entender que la implementación de un sistema robusto de reconocimiento de voz no solo debe basarse en la capacidad de identificar comandos legítimos, sino también en la forma en que responde a intentos maliciosos. A medida que los sistemas de activación por voz se incorporan cada vez más en dispositivos de uso cotidiano, la seguridad se convierte en un aspecto fundamental que no puede ser descuidado. Esto implica tanto la detección de voces maliciosas como la adaptación del sistema a condiciones cambiantes del entorno, lo que podría incluir factores como la variabilidad del sonido, la presencia de múltiples usuarios, y el tipo de dispositivos utilizados para emitir los comandos.

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