En muchos aspectos de la vida cotidiana, la manera en que nos comunicamos depende de los valores de cortesía que dictan las normas sociales de nuestra cultura, subcultura y contexto específico. En ocasiones, un simple gesto de agradecimiento, como el hecho de decir "gracias" por una acción cotidiana en un restaurante, puede ser interpretado de maneras radicalmente diferentes en diversos lugares. Por ejemplo, en Polonia, agradecer a un camarero por rellenar un vaso con agua puede parecer una falta de cortesía, algo que resulta extraño o incluso inapropiado. Esto se debe a que, en ese contexto, los camareros simplemente están cumpliendo con su labor, y agradecerles por hacerlo puede ser interpretado como innecesario o, incluso, como un acto de desdén por no reconocer que esa es su función.

Lo que se considera educado o grosero varía profundamente entre culturas, e incluso dentro de diferentes grupos dentro de una misma cultura. El comportamiento que podría ser visto como una falta de respeto en un lugar, puede ser completamente normal y adecuado en otro. Por ejemplo, en algunas familias italianas, interrumpir a alguien mientras habla no es solo aceptable, sino esperado. Esto tiene que ver con el hecho de que se valora el ritmo rápido de la conversación y la implicación activa de los participantes, lo cual no necesariamente denota falta de respeto, sino interés y cercanía. En lugar de ser maleducado, terminar la frase de otra persona puede interpretarse como una señal de que estás tan atento a lo que dice que eres capaz de anticipar lo que va a decir.

El concepto de cortesía, entonces, no está aislado ni es uniforme. Está intrínsecamente vinculado a las expectativas de cada grupo social, y en muchos casos, esas expectativas se definen a través de complejas distinciones de género, raza, y clase social. Un claro ejemplo de esto es el uso de malas palabras. En muchas culturas, el uso de palabrotas es visto como un comportamiento grosero e inapropiado. Sin embargo, en algunos contextos, puede ser tolerado o incluso visto como aceptable entre hombres, mientras que el mismo comportamiento podría ser severamente desaprobado en el caso de una mujer. Esta disparidad puede generar tensiones, como cuando, en una familia, un hijo varón dice una palabra grosera y la madre no reacciona, pero la hija se ve inmediatamente corregida por hacer lo mismo. Estos dobleces en la interpretación de lo que es "bueno" o "malo" dependen de cómo cada sociedad ha construido sus propias reglas de interacción.

En otros lugares, la interacción verbal sigue reglas diferentes. En algunas culturas, como en Marruecos o Israel, la cortesía no necesariamente pasa por la indirecta. En estos contextos, ser directo puede ser visto como una forma más auténtica de comunicarse, mientras que la indirecta podría percibirse como manipulativa o incluso insincera. Esto refleja una divergencia en la forma en que se entiende lo que es apropiado: lo que para muchos angloparlantes podría ser una manera educada de hacer una petición, en ciertos contextos árabes o israelíes podría ser considerado grosero. La naturaleza de los actos de habla se ajusta a las expectativas de la cultura en la que se desarrollan.

Es importante entender que, así como existen normas de cortesía, también existen aquellas relacionadas con la grosería, lo que se denomina "impoliteness". En este sentido, la cortesía y la grosería no son conceptos absolutos, sino que dependen de las interpretaciones que se les den dentro de diferentes grupos sociales. Un ejemplo clásico de esto es el choque cultural que experimentan los visitantes de diferentes regiones de los Estados Unidos. Un residente del Medio Oeste puede sentirse ofendido por la aparente rudeza de los neoyorquinos, que se caracterizan por su manera directa de comunicarse y por hacer preguntas personales sin rodeos. Sin embargo, los neoyorquinos a menudo encuentran a los habitantes del Medio Oeste igualmente groseros, no porque sean demasiado directos, sino porque la falta de preguntas o la tendencia a evitar una declaración directa puede ser vista como una falta de interés o de sinceridad.

El lenguaje, entonces, no solo refleja lo que queremos decir, sino también quiénes somos y cómo nos relacionamos con los demás. Las normas de cortesía y las expectativas de lo que es adecuado o inapropiado varían de una cultura a otra, y esas diferencias se hacen evidentes en la interacción diaria. Estos patrones no solo nos enseñan a ser considerados con los demás, sino también a expresar nuestra identidad de manera que se ajuste a las normas sociales y culturales de nuestro entorno.

Es esencial comprender que las interpretaciones de cortesía no solo dependen del contexto cultural, sino también de las relaciones de poder, la distancia social, y el contexto específico en el que se da la comunicación. Mientras que una acción puede ser vista como apropiada en una cultura o situación, puede ser interpretada de manera completamente diferente en otro contexto. Las normas de cortesía no solo rigen las interacciones, sino que también nos revelan mucho sobre las estructuras sociales y los valores de los grupos con los que interactuamos.

¿Cómo la historia y la variación lingüística afectan a los dialectos del inglés en las comunidades indígenas?

La historia de los pueblos nativos americanos y sus lenguas es crucial al abordar las variedades del inglés que emergen en sus comunidades. A la llegada de los europeos en el siglo XVI, existían más de 500 lenguas diferentes habladas por los grupos indígenas en lo que hoy son Estados Unidos y Canadá. Estas lenguas, profundamente diversas, configuraban un paisaje lingüístico único que se transformó drásticamente con la invasión europea, la cual tuvo efectos devastadores sobre las culturas y lenguas nativas. Hoy en día, de esas 500 lenguas, solo unas 200 siguen siendo habladas, y muchas de ellas están al borde de la extinción.

Uno de los factores clave en esta devastación fue el establecimiento de los llamados internados en Estados Unidos y las escuelas residenciales en Canadá. Desde finales del siglo XIX, los niños nativos americanos fueron separados de sus familias, a menudo de manera forzada, y enviados a estos internados donde se les castigaba severamente por hablar sus lenguas maternas. El objetivo explícito de estas instituciones y de la política gubernamental era erradicar las lenguas y culturas indígenas, obligando a la asimilación al inglés y a la cultura blanca. Este proceso tuvo efectos catastróficos, alterando profundamente las familias y comunidades indígenas, y contribuyendo de manera significativa a la pérdida de muchas lenguas nativas.

Sin embargo, tal como señala Leap (1993), el inglés que los jóvenes nativos aprendían no era necesariamente el inglés que se enseñaba en las aulas. Los estudiantes aprendían gran parte de su inglés de otros estudiantes, no de los maestros ni en el aula, sino en los campos de deportes, en los turnos de trabajo, en los dormitorios o en los comedores. En estos espacios, los jóvenes aprendían variedades de inglés fuertemente influenciadas por las gramáticas y reglas discursivas de sus lenguas ancestrales. Leap denomina a estas nuevas formas de inglés como "códigos afirmativos de los indios", los cuales permiten a los hablantes "mantener fluidez en las lenguas ancestrales incorporando las tradiciones lingüísticas de otros en sus propios recursos lingüísticos" (Mesthrie et al., 2000, p. 271).

Un ejemplo de esto es el inglés rez (o "Rez English") y su acento característico, hablado en muchas comunidades indígenas. Aunque se trata de una variedad del inglés y no de una lengua ancestral, el inglés rez se ha convertido en un símbolo de identidad para muchos indígenas americanos. Es conocido que las lenguas ancestrales son esenciales para la identidad étnica de los pueblos indígenas, pero las variedades del inglés nativo americano también desempeñan un papel igualmente significativo, especialmente para aquellos que tienen poco o ningún acceso a sus lenguas originales. De acuerdo con Newmark et al. (2017), el uso del acento rez es una forma de reconcilia la identidad de una persona con la incapacidad de hablar la lengua indígena de sus antepasados.

En muchos casos, las personas indígenas que hablan inglés en su variedad rez crean y mantienen una identidad étnica indígena a través del uso de esta variante, incluso en ausencia del dominio de una lengua ancestral. Estas variantes, entonces, no solo son un medio de comunicación, sino una herramienta de afirmación cultural que proporciona un sentido de pertenencia y continuidad, a pesar de las barreras impuestas por la historia.

Por otro lado, la variación lingüística no se limita solo al inglés. La variabilidad también es inherente a las lenguas de señas, que tienden a ser especialmente diversas, dado el modo en que los niños las aprenden y las influencias de las diferentes comunidades. En el caso de las comunidades sordas, se observa que, al igual que en las lenguas habladas, las lenguas de señas presentan variaciones regionales, de género, de clase social y de orientación sexual. Por ejemplo, la comunidad sorda negra de Estados Unidos tiene una variedad propia de la Lengua de Señas Americana (ASL), que durante años fue considerada no estándar. De igual manera, la comunidad gay sorda utiliza una variante de la ASL que incluye un conjunto de signos específicos relacionados con su cultura. A nivel estructural, las variaciones incluyen diferencias tanto en el léxico como en la morfología y fonología de la lengua de señas.

Además de estos aspectos de variación lingüística, la noción de "inglés estándar" merece atención. Este término se utiliza para referirse a la variedad del inglés considerada como la "correcta" o más prestigiosa. Sin embargo, el inglés estándar no es más que una entre muchas variedades del idioma, y su uso está asociado con la educación, el estatus social y la autoridad. Aunque esta variedad se considera la norma en los medios de comunicación, la política y la educación, la realidad es que no existe una forma única de "inglés correcto". El inglés estándar, y las normas que lo acompañan, reflejan los intereses de los grupos de poder que han establecido esta forma como la más prestigiosa. De este modo, lo que se considera "correcto" o "bien hablado" está fuertemente influenciado por las estructuras de poder y las expectativas sociales.

El proceso de estandarización de cualquier lengua, incluido el inglés, implica la creación de normas ortográficas, gramaticales y de pronunciación que definen qué es "correcto". Este proceso favorece a quienes usan la lengua estándar y contribuye a la reproducción de desigualdades sociales. Por ejemplo, aquellos que no dominan el inglés estándar a menudo enfrentan estigmatización o discriminación, lo que refleja una jerarquización de las variantes lingüísticas basada en el poder y el prestigio.

Al comprender la variación lingüística y su impacto en las comunidades indígenas, es fundamental reconocer que todas las formas de lenguaje son igualmente válidas y tienen su propio valor social y cultural. Las lenguas y variedades de lenguas son no solo un medio de comunicación, sino también una forma de resistencia, identidad y continuidad cultural, particularmente en contextos donde las lenguas ancestrales están en peligro de desaparecer. La estandarización, en lugar de promover la "pureza" lingüística, a menudo refuerza las desigualdades y los conflictos de poder dentro de la sociedad.

¿Por qué la lengua escrita no es más avanzada que la hablada?

El lenguaje escrito, como todas las lenguas, tiene su origen en la forma hablada. Tanto como especie como individuos, hablamos antes de escribir. De hecho, existen lenguas que en la actualidad no tienen una forma escrita. Las sociedades altamente alfabetizadas tienden a considerar a las sociedades orales como primitivas en comparación con las literarias, pero este juicio es erróneo. No existen lenguas primitivas, ya que todas las lenguas, orales o de señas, satisfacen las necesidades comunicativas de sus usuarios. Como señala Burgess (1993), “Olvidamos que el lenguaje es, principalmente, sonidos [o signos], y que estos existieron mucho antes de que se inventaran los signos visuales. Los analfabetos del mundo no son mudos” (p. 173).

Hablar es el modo más común de comunicación lingüística. El lenguaje hablado difiere del lenguaje escrito en varios aspectos importantes. Se aprende de manera natural desde la infancia, mucho antes de que los niños asistan a la escuela. Podemos hablar con otros sin necesidad de verlos, incluso en la oscuridad, y como no requiere el uso de las manos, podemos usarlas para otras tareas mientras hablamos. Además, como la voz humana puede variar fácilmente en tono, velocidad y ritmo, el habla permite expresar no solo el contenido de un mensaje, sino también las emociones. La comunicación oral generalmente tiene lugar en un contexto social y temporal compartido, donde la confusión y ambigüedad pueden resolverse directamente entre los interlocutores. Más que el lenguaje escrito, el hablado es inherentemente variable; cambia en todos los niveles del lenguaje: pronunciación, vocabulario, gramática, entre otros. Esta variabilidad permite transmitir más información de la que parece a simple vista, como las identidades sociales y los roles de quienes hablan. No solo los poetas dicen más de lo que expresan explícitamente; todos lo hacemos cada día.

El lenguaje escrito, en contraste, es una habilidad que generalmente se aprende en la escuela, después de que los niños ya han adquirido lo básico de su lengua. El escrito deriva del habla: mientras que una palabra hablada representa directamente un objeto del mundo, la escritura representa la palabra hablada, siendo una representación indirecta de los objetos. Si digo "perro", es probable que pienses en el animal; pero si lees "p-e-r-r-o", piensas en la palabra escrita, que a su vez te lleva a pensar en el animal. Debido a las funciones que cumple, la escritura suele ser menos variable que el lenguaje hablado. Su propósito principal es transmitir información a través del tiempo y el espacio, registrar cosas que no podemos recordar y expresar nuestra creatividad. A diferencia del habla o la lengua de señas, la escritura está diseñada para funcionar fuera del contexto en el que se produce. Estoy escribiendo esto ahora en una cafetería en St. Paul, Minnesota; tú lo lees en otro momento y lugar. Para que esto suceda, la escritura debe mantener un nivel de consistencia.

El lenguaje de señas, por otro lado, utiliza movimientos de las manos y gestos faciales para comunicar significados. Las lenguas de señas son tan lenguas como las habladas, pues presentan todas las características de diseño discutidas previamente. En lugar de usar un sistema de reglas gramaticales para combinar sonidos en palabras, las lenguas de señas emplean reglas para combinar la forma y orientación de las manos, la ubicación y el movimiento de las mismas, creando palabras que luego se combinan en frases y oraciones para formar significados. Un mismo signo puede diferir de otro por la forma de la mano (dedos abiertos o cerrados, palma hacia afuera o hacia adentro), de la misma forma en que una palabra hablada se distingue de otra por un sonido (por ejemplo, gato—bato—mato).

Las diferencias entre el lenguaje escrito, hablado y de señas son tan vastas que llenarían un libro completo, por lo que solo hemos tocado algunos puntos básicos. Al discutir el lenguaje a lo largo de este texto, debemos recordar que hablar o señalar, no escribir, es el modo primario de comunicación de los usuarios de cualquier lengua.

Es importante entender que todos los idiomas cambian con el tiempo. El cambio lingüístico no solo es natural y normal, sino también inevitable. El inglés, como cualquier otra lengua, ha experimentado cambios sustanciales a lo largo de su historia. Si intentáramos leer el Beowulf, por ejemplo, en su versión original, escrita hace más de mil años, tendríamos serias dificultades para comprenderlo, aunque esté en inglés, lo que hoy conocemos como inglés antiguo. Lo mismo ocurre con el Canterbury Tales de Chaucer, escrito solo 700 años atrás. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿qué es lo que cambia con el tiempo que hace tan difícil entender la lengua de siglos pasados? Evidentemente, las palabras cambian: algunas desaparecen, otras aparecen. Probablemente puedas identificar palabras que antes eran comunes pero que ahora ya no se usan, como davenport, floppy disk o teléfono rotatorio, o términos recientes que han ingresado en el lenguaje, como teléfono celular o Twitter. También los significados de las palabras cambian. La palabra way, por ejemplo, solía ser exclusivamente un sustantivo, pero hoy se usa también como adjetivo para significar "muy", como en way uncool. Las pronunciaciones también evolucionan; la palabra name, por ejemplo, solía pronunciarse nah-muh en inglés antiguo y con el tiempo pasó a la pronunciación que usamos hoy. Los cambios de pronunciación no son solo cosa del pasado; siguen ocurriendo todo el tiempo, aunque no siempre los notemos. Actualmente, en Estados Unidos, se está produciendo lo que se conoce como la fusión de las vocales en cot/caught. Los jóvenes, en general, no hacen distinción entre el sonido vocálico de caught y el de cot, aunque otras personas sí lo hagan. ¿Cuál es la pronunciación correcta? Ambas lo son.

Además de las palabras y pronunciaciones, nuestras ideas sobre lo que es gramaticalmente correcto también cambian, aunque más lentamente que el vocabulario. Un cambio que he notado recientemente es el uso de la preposición on con base, en lugar de off of (por ejemplo, "based on your opinion", no "based off of your opinion"). La segunda opción suena rara a mis oídos, y estaría tentado a corregirla en un ensayo, pero para muchos de mis estudiantes suena perfectamente natural. Aceptar que based off of y based on son ambos gramaticalmente correctos es solo un ejemplo de cómo cambia el lenguaje con el tiempo.

El cambio lingüístico no es una señal de decadencia ni de corrupción del idioma, sino una evolución natural. A veces estos cambios ocurren de manera casi imperceptible; en otras ocasiones, son el resultado de transformaciones sociales. Un buen ejemplo de esto es el caso del alemán, donde los términos Frau y Fräulein han ido cambiando en las últimas décadas. Fräulein solía referirse a mujeres jóvenes o solteras, mientras que Frau se usaba para mujeres mayores o casadas. Sin embargo, desde los años 70, con los cambios en los roles sociales de las mujeres, Fräulein ha caído en desuso y ha sido reemplazado por Frau para referirse a todas las mujeres.

Es esencial comprender que no existe una única forma correcta de pronunciar una palabra o de decir algo. El cambio de pronunciación que experimentan palabras como name no significa que la pronunciación anterior fuera incorrecta, sino simplemente que ha evolucionado. Al igual que en el caso de caught y cot, los cambios en el lenguaje no implican una declinación, sino simplemente un proceso natural y continuo.