La disfunción de las glándulas salivales puede ser expresión de trastornos sistémicos o resultado de patologías locales, tanto funcionales como morfológicas. Existen causas temporales que alteran la función salival, como la depresión, infecciones locales o los efectos secundarios de medicamentos comúnmente prescritos. Entre los fármacos que inducen xerostomía se encuentran los antidepresivos, ansiolíticos, antihipertensivos, diuréticos y antihistamínicos. La radioterapia también es una causa frecuente, cuyos efectos agudos pueden extenderse durante años después del tratamiento.
El aumento de la secreción salival, denominado hipersecreción, ptialismo o sialorrea, debe distinguirse cuidadosamente. La sialorrea, en particular, se refiere al síntoma clínico más que a la alteración fisiológica.
En cuanto al diagnóstico, los análisis sanguíneos generales ofrecen escasa utilidad en la mayoría de los trastornos de las glándulas salivales. Solo en casos específicos, como sialadenitis bacteriana o viral aguda, se recurre a marcadores inflamatorios como la proteína C reactiva o el recuento de leucocitos. Para sospechas de parotiditis viral, el test de PCR en hisopo bucal ha reemplazado a las pruebas serológicas. En enfermedades autoinmunes como el síndrome de Sjögren, la detección de autoanticuerpos anti-Ro (SS-A) y anti-La (SS-B) orienta el diagnóstico. En sospecha de sarcoidosis, los niveles séricos de la enzima convertidora de angiotensina junto con una radiografía de tórax pueden ser útiles.
La imagenología posee un valor diagnóstico superior. La ecografía es una herramienta de primera línea por su carácter no invasivo, bajo coste y fácil acceso. Identifica lesiones en el lóbulo superficial de la glándula parótida y la mayoría de las lesiones en la submandibular. Es particularmente eficaz para diagnosticar sialolitiasis, con una tasa de detección del 90% para cálculos mayores de 2 mm. Cuando se combina con biopsia por aspiración con aguja fina o con aguja gruesa, permite diagnosticar lesiones neoplásicas en un 75%–90% de los casos.
La resonancia magnética con contraste de gadolinio ofrece el mayor detalle anatómico para evaluar lesiones tumorales, distinguiendo con precisión entre lesiones benignas y malignas, así como su extensión al espacio parafaríngeo. La sialografía por RM ha sustituido ampliamente a la sialografía invasiva por contraste, aunque no es aplicable en pacientes con dispositivos implantados o con claustrofobia.
Otras técnicas como la tomografía por emisión de positrones (PET con FDG) o estudios de medicina nuclear son poco utilizadas debido a su baja especificidad y alta tasa de falsos positivos.
En la mayoría de los casos de sialadenitis, es prioritario investigar la posible presencia de enfermedad ductal subyacente. Más del 50% de las enfermedades mayores de glándulas salivales están relacionadas con sialolitiasis, con una incidencia estimada en 5,9 casos por cada 100.000 personas al año y una prevalencia del 0,45%. Afecta principalmente a hombres entre 30 y 60 años, siendo la glándula submandibular el sitio más frecuente (80%–90%).
Aunque la etiología de la formación de cálculos no se comprende del todo, se plantea la hipótesis de que el estancamiento salival, la infección, la inflamación, las estenosis ductales y las variaciones en la composición del calcio salival contribuyen al desarrollo de estos. El cálculo puede provocar estasis salival, generando inflamación aguda con episodios recurrentes de dolor y tumefacción, típicamente durante o después de la ingesta alimentaria, lo que se conoce como cólico salival.
El examen físico puede revelar una piedra palpable en el conducto y una glándula sensible y firme. El diagnóstico se basa en la historia clínica y la corroboración por imágenes. La ecografía es efectiva para detectar cálculos mayores de 2 mm, mientras que la tomografía computarizada del suelo de la boca es útil para localizar cálculos más distales.
El manejo de la sialolitiasis depende del tamaño, número y localización de los cálculos. Los pequeños (menores de 2 mm) y cercanos al orificio ductal pueden eliminarse mediante masaje o incisión superficial. En casos de inflamación aguda, el tratamiento incluye hidratación, antibióticos, compresas calientes y sialogogos.
La introducción de la sialendoscopia ha transformado la práctica clínica, reduciendo significativamente la necesidad de resección quirúrgica de glándulas. Esta técnica mínimamente inv
¿Cuáles son los aspectos clave de la implantación coclear y sus resultados?
El implante coclear es una intervención médica destinada a restaurar parcialmente la audición en personas con pérdida auditiva profunda. Su funcionamiento se basa en la estimulación directa del nervio auditivo a través de un array de electrodos que se coloca en la cóclea, lo que permite que las señales sonoras sean interpretadas por el cerebro, aunque la cóclea no funcione correctamente de manera natural.
El proceso quirúrgico, aunque estandarizado en el 95% de los casos, sigue siendo un desafío técnico. Generalmente, se realiza mediante una incisión postauricular, y se lleva a cabo una mastoidectomía cortical para localizar el proceso corto del yunque. La cavidad triangular entre el nervio facial y la cuerda del tímpano se abre para exponer el estribo y la ventana redonda, que es por donde se introduce el array de electrodos. Este procedimiento tiene una duración de 1 a 2 horas por cada lado, y la principal complicación es la infección, que se puede tratar con antibióticos. Además, existen riesgos como el vértigo temporal, la parálisis facial (extremadamente rara) y la pérdida de cualquier audición residual, aunque la función del implante es generalmente superior cuando se cumplen rigurosamente los criterios de selección.
Una vez que se ha realizado la cirugía, el proceso de activación del implante (conocido como el “switch-on”) no es el final, sino el comienzo de un largo camino. Los pacientes necesitan un ajuste regular del dispositivo a lo largo de los años. Este proceso, realizado por científicos clínicos, implica la programación de los niveles de corriente a través del array intracoclear para maximizar la comodidad y la claridad de la percepción. En el primer año, las citas son frecuentes y gradualmente se espaciaron conforme el “mapa de programación” se estabiliza.
Para un ajuste óptimo del implante, es fundamental contar con una retroalimentación fiable por parte del paciente, que debe participar activamente en las citas de programación. Este seguimiento constante es necesario para lograr que el implante ofrezca una calidad de sonido adecuada y personalizada. Al principio, la mayor parte de los pacientes necesitarán entre 6 y 9 meses para adaptarse completamente al dispositivo. Una vez adaptados, muchos logran llevar una conversación fluida en un ambiente silencioso y, con algo de esfuerzo, en ambientes ruidosos. Un dato interesante es que entre el 50 y el 60% de los adultos que reciben un implante coclear recuperan la capacidad de utilizar el teléfono, lo que tiene un impacto positivo en su vida social.
En cuanto a los resultados a largo plazo, los avances en la tecnología del implante continúan. La vida útil de la batería ha aumentado, y se está investigando la posibilidad de sustituir las baterías por sistemas más sostenibles, como los alimentados por energía solar o por movimiento. Sin embargo, la transmisión de la señal a través del enlace inductivo entre la parte interna y externa del dispositivo consume la mayor parte de la energía de la batería. A pesar de estos desafíos, la tecnología sigue mejorando, permitiendo que los pacientes controlen su dispositivo a través de sus teléfonos inteligentes y, en algunos casos, localicen un procesador perdido usando un sistema GPS.
El rendimiento auditivo de los pacientes se mide utilizando pruebas de percepción del habla, como los puntajes de fonemas AB, donde se evalúa la capacidad del paciente para identificar fonemas dentro de palabras. Además, existen categorías de rendimiento auditivo (CAP) que ayudan a clasificar el nivel de progreso del paciente, desde la capacidad de detectar sonidos ambientales hasta la comprensión de conversaciones complejas en ambientes ruidosos. En términos de aprendizaje, los niños requieren entre 1 y 3 años para compensar la privación auditiva previa, siendo más tiempo necesario a medida que aumenta su edad al momento de la implantación. Es fundamental que los niños se “sumerjan” en el lenguaje hablado, lo que implica estar expuestos continuamente al habla para optimizar los resultados.
Además, se sabe que las personas con audición residual, especialmente en las frecuencias bajas, pueden beneficiarse de un dispositivo híbrido que aprovecha esa audición residual y combina la estimulación eléctrica de las frecuencias altas. Por otro lado, los pacientes con pérdida auditiva unilateral, también conocida como sordera de un solo oído, pueden experimentar mejoras significativas, sobre todo en ambientes ruidosos, aunque no todos los pacientes reportan beneficios, y es difícil predecir quién se beneficiará de este tipo de intervención.
En cuanto a los desafíos, la apreciación de la música y la interpretación de sonidos en ambientes con ruido competitivo continúan siendo áreas complicadas. Los avances en la tecnología prometen mejorar estos aspectos, pero aún son un terreno en el que la ciencia sigue trabajando. A pesar de estos obstáculos, se espera que el futuro ofrezca soluciones cada vez más eficaces, mejorando la calidad de vida de aquellos que dependen de los implantes cocleares.
¿Cómo la otitis media crónica afecta el desarrollo auditivo y el lenguaje infantil?
La otitis media crónica es una enfermedad inflamatoria persistente de la mucosa y submucosa de la cavidad timpánica, que puede causar daño a la membrana timpánica y a los huesecillos del oído medio. En casos más graves, puede incluso afectar al oído interno o al nervio facial, y en situaciones raras, llevar a complicaciones intracraneales y extracraneales infecciosas. Esta afección, cuando no se trata adecuadamente, puede tener consecuencias significativas a largo plazo en el desarrollo auditivo y en el rendimiento educativo de los niños. Aunque algunas formas de la enfermedad pueden no parecer graves al evaluarse mediante audiometría con tonos puros, el impacto que pueden tener en el desarrollo cognitivo y social de los niños es considerable.
El tratamiento de la otitis media con efusión (OME) puede variar dependiendo de la gravedad y la duración de los síntomas. En muchos casos leves, se pueden utilizar estrategias de manejo auditivo y esfuerzos adicionales para reducir el impacto en el desarrollo del niño. Sin embargo, en los casos persistentes, la intervención quirúrgica, como la colocación de tubos de ventilación o la adenoidectomía, puede ser necesaria para evitar que la condición interfiera de manera negativa en la capacidad auditiva y, por ende, en el desarrollo del lenguaje y el comportamiento.
La relación entre la otitis media con efusión y el desarrollo lingüístico en los niños ha sido ampliamente documentada en estudios. Por ejemplo, investigaciones han mostrado que los niños con OME persistente tienen un riesgo mayor de presentar dificultades en el habla y en la comprensión del lenguaje, incluso cuando la pérdida auditiva es de grado leve. El retraso en el desarrollo del lenguaje puede influir en el rendimiento académico posterior, especialmente en aquellos niños que enfrentan dificultades de aprendizaje.
En cuanto a la intervención quirúrgica, estudios comparativos han mostrado que, en algunos casos, una intervención temprana mejora el desarrollo del lenguaje en los niños de edad preescolar, en comparación con el enfoque de "esperar y observar" tradicional. La colocación de tubos de ventilación es uno de los tratamientos más eficaces en niños con OME persistente, ya que ayuda a restaurar la presión equilibrada en el oído medio, evitando la acumulación de líquido y permitiendo que el oído se recupere.
El uso de técnicas quirúrgicas también puede verse influido por la edad del niño. En niños mayores de 5 años, la cirugía suele ser más eficaz, ya que los niños tienen mayor tolerancia al manejo postoperatorio y a los materiales de relleno utilizados durante la intervención. No obstante, en niños más pequeños, es fundamental considerar la capacidad del niño para cooperar con el tratamiento, así como la facilidad para realizar ciertas intervenciones quirúrgicas, que pueden requerir anestesia general en algunos casos.
Es importante destacar que, aunque la cirugía puede ser la solución definitiva en ciertos casos, no siempre garantiza una recuperación completa o sin complicaciones. La persistencia de la otitis media en el oído contralateral puede ser un factor predictor de malos resultados postquirúrgicos. Además, el riesgo de infecciones recurrentes después de la operación, especialmente en niños que frecuentan piscinas o que continúan expuestos a infecciones respiratorias, es considerable. Por ello, el manejo preventivo y el seguimiento postoperatorio son esenciales para garantizar una recuperación adecuada y minimizar las recaídas.
En algunos casos, a pesar de los tratamientos quirúrgicos, el niño puede seguir experimentando episodios de otitis media y secreciones del oído. En estos casos, los antibióticos tópicos son más eficaces que los sistémicos y pueden ayudar a controlar la inflamación y la infección local. Además, el uso de gotas antibióticas de quinolona se prefiere por su efectividad y la ausencia de riesgo de ototoxicidad, que es un riesgo asociado con algunos antibióticos sistémicos, como los aminoglucósidos.
Más allá de la intervención médica y quirúrgica, el seguimiento regular y el tratamiento adecuado son cruciales para prevenir complicaciones a largo plazo, especialmente en el contexto del desarrollo del lenguaje y el rendimiento académico. Los padres y cuidadores deben estar alertas a cualquier signo de pérdida auditiva o retraso en el habla, ya que el diagnóstico temprano y el tratamiento adecuado pueden marcar una diferencia significativa en la calidad de vida del niño y su desarrollo futuro.
¿Cuáles son las principales causas y métodos de diagnóstico de los trastornos del sentido del olfato?
La relación entre los trastornos del olfato, especialmente la phantosmia (alucinaciones olfativas), y diversas condiciones neurológicas, como la epilepsia, la migraña, la esquizofrenia, lesiones en la cabeza y neuroblastoma, es compleja. En algunos casos, estos trastornos pueden estar asociados con una alteración en la señalización neuronal, ya sea por disfunciones en los nervios olfatorios o alteraciones cerebrales. Los síntomas pueden variar, durando desde unos pocos segundos hasta varias horas, y los olores que se experimentan pueden ser agradables o desagradables. Sin embargo, es fundamental considerar las causas iatrogénicas, como el uso de medicamentos, drogas ilícitas, intervenciones neuroquirúrgicas, radioterapia o cirugías previas en la zona nasal.
Por ejemplo, un paciente con laringectomía o traqueostomía probablemente notará una disminución en su agudeza olfativa debido a la reducción del flujo nasal, aunque el sentido del olfato aún puede mantenerse activo a través del flujo retronasal. Esta condición implica una disfunción del olfato que, en ciertos casos, podría durar de forma transitoria o volverse crónica. Es importante realizar un examen neurológico completo, especialmente en pacientes que padecen phantosmia, ya que las condiciones como la anosmia congénita primaria y el síndrome de Kallmann pueden tener un componente familiar.
En cuanto a los trastornos olfativos, se deben investigar los antecedentes médicos del paciente, considerando tanto las condiciones neurológicas como las condiciones sistémicas que pueden influir en la función olfatoria. Por ejemplo, trastornos metabólicos como la insuficiencia renal o hepática crónica, diabetes, y alteraciones endocrinas, como el hipotiroidismo o las disfunciones de las glándulas suprarrenales, pueden tener un impacto significativo en la percepción del olfato. Además, los trastornos neurológicos como el Alzheimer, la esclerosis múltiple, el Parkinson y los traumas craneales deben ser evaluados adecuadamente, ya que pueden alterar la función de los nervios olfatorios o la actividad cerebral relacionada con el olfato.
A nivel diagnóstico, las pruebas de olfacción, como la evaluación del umbral olfativo y la discriminación de olores, son fundamentales para determinar la magnitud de la disfunción. El uso de herramientas de diagnóstico como la resonancia magnética (RM), especialmente en enfermedades congénitas, puede ayudar a identificar anomalías en los bulbos olfatorios y en el cerebro. En estos casos, la disminución del volumen de los bulbos olfatorios es un hallazgo frecuente, al igual que en pacientes con sinusitis crónica, pólipos nasales o en aquellos que han sufrido un trauma o infección previos. El diagnóstico también puede implicar el uso de pruebas de función olfativa más detalladas, como el Test de Identificación Olfativa de la Universidad de Pensilvania (UPSIT), que evalúa la capacidad del paciente para reconocer 40 olores microencapsulados.
El diagnóstico diferencial también debe incluir la evaluación de factores ambientales y ocupacionales, como la exposición a productos químicos tóxicos (formaldehído, benceno), que pueden afectar la función olfatoria, especialmente en personas cuyo trabajo requiere un sentido del olfato intacto. Además, el consumo de sustancias como alcohol, nicotina o cocaína reduce la sensibilidad olfativa, lo que puede contribuir a la disfunción del olfato. A menudo, los trastornos olfativos no se presentan de manera aislada, por lo que el análisis de las correlaciones entre la función olfativa y otras condiciones neurológicas, como la esclerosis múltiple o la esquizofrenia, puede ayudar a comprender mejor las causas subyacentes de la disfunción.
En términos de tratamiento, idealmente, se debe identificar una causa etiológica específica del trastorno olfativo para dirigir la intervención. En casos de daño estructural, como en la cirugía nasal o los traumatismos craneales, el tratamiento puede requerir enfoques quirúrgicos o médicos. Para trastornos relacionados con afecciones neurológicas, se pueden considerar terapias farmacológicas específicas que aborden la causa primaria, como los medicamentos para enfermedades neurodegenerativas o para el control de la migraña y la epilepsia. En algunos casos, la rehabilitación olfativa, que incluye terapias basadas en la exposición a olores específicos, también puede ser útil para recuperar parcialmente la función olfativa.
Finalmente, es crucial que tanto los pacientes como los profesionales de la salud comprendan que la función olfativa tiene una conexión profunda con otros aspectos de la salud. La pérdida del sentido del olfato no solo afecta la capacidad de percibir olores, sino que también puede influir en la calidad de vida de los pacientes, alterando su capacidad para disfrutar de los alimentos, identificar peligros o incluso percibir cambios en su entorno que son vitales para su bienestar. La rehabilitación temprana y la identificación precisa de la causa subyacente son esenciales para optimizar las posibilidades de recuperación.
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