La rama legal de la derecha cristiana ha ganado fuerza con el tiempo, consolidando su lugar con la apertura de escuelas de derecho cristianas. Daniel Bennett subraya en el capítulo 14 la estrecha relación entre la defensa legal y el movimiento evangélico. Esta unión no solo ha sido estratégica en términos de representación y activismo, sino que también ha servido como pilar fundamental en la política contemporánea estadounidense. La religión evangélica, en particular, ha logrado alcanzar un lugar prominente en el ámbito de la política y la ciencia política, en parte gracias a la creciente polarización cultural que enfrenta a los defensores del tradicionalismo religioso con los progresistas y a los americanos no afiliados, cuyas metas políticas son diametralmente opuestas.
La confrontación en torno a la guerra cultural, que divide a la nación entre aquellos que defienden los valores tradicionales y aquellos que promueven una agenda más liberal, ha sido central en la academia, particularmente en el campo de los estudios de religión y política. El interés en la religión dentro de la ciencia política se ha intensificado por el clima de urgencia que rodea a este conflicto, que es considerado por muchos como la principal fuente de la polarización política en la actualidad. Las investigaciones sobre este fenómeno, como las realizadas por Fiorina, Abrams y Pope en Culture War?, continúan siendo citadas como referencias clave para entender las dinámicas de la polarización estadounidense.
Dentro de este panorama, los evangélicos han desempeñado un papel crucial como combatientes en esta guerra cultural. A lo largo de los años, han logrado posicionarse como una fuerza política determinante, no solo en el ámbito religioso, sino también en el discurso político general. Este grupo, considerado esencial en las batallas políticas sobre temas como el aborto, el matrimonio y la educación, ha sido un factor decisivo en las elecciones presidenciales, especialmente desde los tiempos de Ronald Reagan. De hecho, las elecciones de George W. Bush fueron vistas como un punto culminante de la alianza entre los evangélicos y el Partido Republicano, un vínculo que parecía casi indestructible.
Sin embargo, la elección de Donald Trump en 2016 trajo consigo una serie de paradojas que desafiaron las expectativas de muchos. Aunque algunos líderes evangélicos expresaron su desacuerdo con Trump debido a su falta de devoción religiosa genuina, el apoyo de la base evangélica al magnate fue considerablemente alto, incluso mayor que el que Bush había recibido en sus respectivos comicios. Este fenómeno ha despertado una serie de preguntas sobre el comportamiento electoral de los evangélicos y su futuro político. A pesar de los desacuerdos entre las élites evangélicas y la nominación republicana, el apoyo de la base evangélica a los candidatos republicanos ha permanecido constante.
Esta situación no solo refleja el poder y la resiliencia de los evangélicos dentro del sistema político estadounidense, sino que también plantea importantes interrogantes sobre la evolución de la política de la derecha cristiana. En el análisis de las elecciones de 2016, muchos estudiosos, como Robert Wuthnow y John Green, han reflexionado sobre cómo estos eventos pueden haber cambiado el curso de la política evangélica en el futuro y qué lecciones se pueden extraer de este proceso. En este sentido, la historia reciente ofrece lecciones sobre la relación entre religión, política y la identidad nacional.
Es relevante comprender que la evolución de este movimiento no solo se limita a sus logros inmediatos en las urnas. El fenómeno evangélico está vinculado a una serie de transformaciones más profundas dentro de la sociedad estadounidense, relacionadas con la redefinición de valores culturales, identidades y prácticas políticas. Aunque en la superficie pueda parecer que el apoyo evangélico a ciertos candidatos se basa únicamente en la defensa de principios religiosos, en realidad, también refleja una respuesta al cambio cultural, al temor al desplazamiento de su influencia y a la sensación de que el país está alejándose de sus raíces tradicionales.
Este vínculo entre política y religión, especialmente en el caso de los evangélicos blancos, se ha convertido en una pieza clave en la investigación sobre la polarización política. Los estudios contemporáneos destacan cómo la creciente identificación religiosa con el Partido Republicano ha fomentado una división más profunda entre los votantes evangélicos y aquellos con una visión progresista de la sociedad. En este sentido, es esencial comprender que las dinámicas políticas no solo están moldeadas por ideologías económicas o políticas, sino también por la religión como una forma de identidad cultural y colectiva.
En cuanto a la futura dirección del movimiento evangélico en la política estadounidense, las elecciones de 2016 ofrecen un campo fértil para la especulación. El comportamiento electoral de los evangélicos frente a los cambios en la política del Partido Republicano puede ofrecer pistas sobre las tendencias a seguir, pero también es importante considerar el impacto de las nuevas generaciones de votantes evangélicos, que podrían tener diferentes prioridades y enfoques respecto a las cuestiones políticas.
El futuro de la política evangélica estará determinado por su capacidad para adaptarse a las transformaciones sociales y culturales sin perder su influencia en el panorama político. En este contexto, la relación entre los líderes religiosos y los votantes de base será esencial para entender si la alianza entre los evangélicos y el Partido Republicano perdurará o si se abrirán nuevos espacios de negociación política en el futuro.
¿Qué desafío representa la iglesia emergente para el cristianismo evangélico estadounidense?
La historia del cristianismo protestante en los Estados Unidos está marcada por movimientos y contramovimientos, especialmente a partir de mediados del siglo XX. Entre los más notorios, se destacan los sucesos de los años 50, 60 y 70. Los años 50 vieron el auge de la religiosidad estadounidense, con protestantes tradicionales y evangélicos compartiendo una cuarta parte de la población (R. Jones 2016). Durante el auge del "miedo rojo" y el macartismo, se aprobaron varias leyes que intentaban proteger a los estadounidenses de la atracción atea del comunismo, incluyendo la inserción de la frase "bajo Dios" en el Juramento a la Bandera en 1954, y el lema "En Dios Confiamos" en la moneda en 1956 (Kruse 2016).
Sin embargo, los años 60 trajeron consigo un cambio significativo: el movimiento de "libertad sexual", la proliferación de la cultura de las drogas y el uso generalizado de anticonceptivos (Putnam y Campbell 2012). Este periodo marcó el comienzo de una de las transformaciones más importantes en la política estadounidense moderna: el ascenso de la derecha religiosa. Diversos pastores carismáticos aprovecharon el auge de la televangelización y la recaudación de fondos a nivel nacional para lanzar un movimiento que abogaba por el regreso a los valores familiares, defendiendo lo que se denominaba la "mayoría moral" de los Estados Unidos (Armstrong 2010).
Un aspecto particularmente interesante y sorprendente del auge de la derecha religiosa es que, a pesar de su enorme influencia, el movimiento no ha encontrado una reacción organizada y sostenida desde su creación. Aunque se ha sugerido que la fuerte relación entre el cristianismo evangélico y la política republicana ha llevado a algunos cristianos moderados a abandonar la fe (Hout y Fischer 2002; Patrikios 2008), estos "refugiados" evangélicos nunca se organizaron de manera significativa hasta la última década. En este contexto, algunos de estos evangélicos desencantados han formado un colectivo disperso conocido como la "iglesia emergente". Aunque este grupo sigue siendo pequeño (Burge y Djupe 2016), muchos líderes evangélicos lo consideran una amenaza potencial para el cristianismo evangélico tradicional.
En un evento anual organizado por el Family Research Council, Art Ally, uno de los oradores principales de 2013, destacó a la iglesia emergente como uno de los tres principales "adversarios de América", junto con el comunismo y el islam. Ally argumentó que "la iglesia emergente ha diluido el cristianismo bíblico" y que está "debilitando aún más nuestra comunidad eclesiástica" (Pulliam-Bailey 2013). Este tipo de declaraciones reflejan la creciente preocupación entre los líderes evangélicos de que la iglesia emergente no sea simplemente una forma renovada de cristianismo, sino una espiritualidad que se acerca peligrosamente a la herejía (Burke y Taylor 2008). La crítica más feroz proviene de aquellos que creen que este movimiento se ha creado para captar a los jóvenes evangélicos que, al sentirse alienados por un cristianismo intolerante y ultraconservador, buscan algo diferente (DeYoung y Kluck 2008).
La iglesia emergente surgió de manera orgánica, sin un liderazgo centralizado, impulsada por un grupo de pastores jóvenes en los años 90 que comenzaron a cuestionar los métodos tradicionales de evangelización. Estos pastores, principalmente involucrados en el trabajo con jóvenes, notaron que las viejas fórmulas de alcance ya no funcionaban con la siguiente generación de adolescentes. A través de varias reuniones y discusiones, se fue formando la idea de que esta nueva generación necesitaba una forma de cristianismo que se adaptara mejor a sus inquietudes y valores (Gibbs y Bolger 2005). En lugar de apegarse a las estructuras rígidas de la iglesia tradicional, los pastores emergentes proponían una visión de la iglesia más flexible, inclusiva y accesible, lo que permitió que el movimiento ganara terreno entre los jóvenes evangélicos que deseaban reformar su fe sin renunciar a sus creencias fundamentales.
La reacción de la iglesia evangélica tradicional frente a la iglesia emergente ha sido mayoritariamente negativa. Muchos líderes prominentes, como Rob Bell, se han enfrentado a una feroz crítica por sus propuestas teológicas, especialmente después de la publicación de su libro Love Wins, que cuestiona la concepción tradicional del infierno y plantea preguntas sobre el destino de figuras como Mahatma Gandhi (Bell 2011b). Esta propuesta de Bell provocó una rápida y contundente respuesta de parte de figuras clave del evangelismo conservador, como John Piper y Al Mohler, quienes lo acusaron de desviar la enseñanza cristiana de la ortodoxia (Menzie 2011).
A pesar de las tensiones y los desacuerdos, la iglesia emergente ha logrado un cierto nivel de influencia, especialmente en círculos más progresistas y en aquellos que buscan una versión del cristianismo menos rígida y más abierta a la diversidad. Aunque se encuentra en una etapa aún incipiente, el movimiento tiene el potencial de desafiar las formas establecidas de la fe evangélica, ya que se presenta como una alternativa que se aleja de la política conservadora y de las estructuras tradicionales que dominan el cristianismo evangélico en los Estados Unidos.
Es importante entender que la iglesia emergente no es una religión completamente nueva, sino una evolución dentro del cristianismo evangélico que pone énfasis en el diálogo, la inclusión y una interpretación más flexible de las escrituras. Sin embargo, su relación con el cristianismo tradicional se ha visto marcada por una tensión constante, ya que se percibe como una amenaza a la autoridad establecida de las grandes denominaciones evangélicas. Por ello, aunque este movimiento ha sido adoptado por muchos jóvenes y figuras influyentes dentro de la iglesia, su futuro sigue siendo incierto, ya que enfrenta una oposición feroz tanto de la iglesia evangélica tradicional como de otros sectores religiosos que consideran que sus postulados son peligrosos.
¿Cómo las redes sociales y la diversidad influyen en las actitudes religiosas de los millennials?
El análisis de las actitudes religiosas de los millennials en comparación con sus mayores revela diferencias notables, que parecen estar directamente influenciadas por el tipo de red social en la que están inmersos. Los resultados sugieren que las actitudes de los millennials hacia los grupos fuera de su comunidad religiosa son significativamente más cercanas a las de los evangélicos que las de sus mayores. De hecho, el gap en las calificaciones grupales se reduce en aproximadamente 30 puntos cuando se compara a los millennials con sus generaciones anteriores, lo que demuestra un cambio en la percepción hacia los grupos externos.
Los millennials tienen una visión más inclusiva en varios aspectos, pero este cambio no es simplemente un reflejo de su ideología personal; la composición de sus redes sociales juega un papel crucial. Aquellos con redes predominantemente republicanas muestran un distanciamiento más pronunciado hacia los grupos ajenos a su comunidad, lo que sugiere que la homogeneidad dentro de las redes sociales contribuye a reforzar los prejuicios, especialmente en lo que respecta a los ateos y otros grupos no religiosos. Este fenómeno se debe a la forma en que la información circula dentro de estas redes: quienes están rodeados de personas con creencias similares tienden a fortalecer esas creencias, creando una retroalimentación que refuerza los prejuicios existentes.
Por otro lado, los evangelistas jóvenes, al estar inmersos en un entorno político y social cada vez más polarizado, tienden a rechazar las ideas religiosas cuando se encuentran en redes homogéneas, es decir, cuando sus interacciones se limitan a otras personas con creencias religiosas similares. Esto puede interpretarse como una forma de rebelión frente a la subcultura política en la que sus padres están profundamente involucrados, la cual les parece más cerrada y menos tolerante. En este contexto, la reacción de los millennials podría verse como una respuesta a la percepción de que la religión está siendo utilizada de manera política y divisiva, lo cual afecta la valoración que estos jóvenes dan a la religión como agente de socialización.
Un factor importante en este proceso es la relación con los valores sociales promovidos por la religión. A pesar de que los millennials tienden a cuestionar más que sus mayores el papel de la religión en la sociedad, también comparten la creencia de que los valores religiosos son beneficiosos para los niños. Sin embargo, la valoración de la religión y su impacto en la socialización cambia dependiendo de la diversidad de la red social de cada individuo. Aquellos que no están expuestos a personas fuera de su comunidad religiosa son más propensos a tener una visión negativa de los efectos de la religión en la sociedad. Este fenómeno es claramente observable cuando comparamos las actitudes de los millennials que pertenecen a redes homogéneas, en las cuales la falta de contacto con individuos no cristianos o no religiosos les hace ver a la religión como una fuente de problemas, en lugar de una solución social.
Es interesante también cómo estas actitudes se reflejan en las decisiones políticas y de voto. Los datos muestran que los millennials que están rodeados de un entorno homogéneo tienen actitudes políticas más liberales, y su forma de votar se ve influenciada por la estructura de su red social. Por ejemplo, aquellos que tienen una mayor proporción de republicanos en su red tienden a ser más conservadores, mientras que los no republicanos se alinean con actitudes más liberales, especialmente en cuestiones como el matrimonio homosexual y la regulación del aborto. La influencia de las redes sociales no se limita solo a las actitudes religiosas, sino que también afecta las decisiones políticas y, por ende, las actitudes hacia los temas sociales más controvertidos.
Es esencial que el lector comprenda que estas dinámicas de red no solo afectan las creencias individuales, sino que también tienen un impacto directo en las actitudes hacia la política y la sociedad. Las redes sociales no son solo un reflejo de la ideología personal, sino que actúan como una fuerza que puede fortalecer o desafiar esas ideologías a través del intercambio de información y la presión social. Las interacciones dentro de grupos homogéneos, especialmente en entornos religiosos y políticos, tienden a reforzar las creencias existentes, lo que crea un círculo vicioso donde las opiniones y actitudes se solidifican en lugar de evolucionar.
Además, es crucial entender que el cambio en las actitudes religiosas de los millennials no se debe solo a una supuesta mayor tolerancia o apertura, sino a un proceso complejo de interacción entre las experiencias personales, las creencias religiosas y el entorno social. Los millennials, al estar más expuestos a una diversidad de opiniones y valores en sus redes sociales, pueden tener una visión más matizada y menos dogmática de la religión y sus implicaciones sociales, lo que puede llevarlos a cuestionar más profundamente su papel en la sociedad.
¿Cómo la diversificación social influye en las orientaciones políticas de los evangélicos jóvenes?
A lo largo de las dos últimas décadas, el Partido Republicano ha encontrado su mayor y más confiable base de apoyo en los protestantes evangélicos blancos. Este grupo ha sido, históricamente, el pilar sobre el cual se han construido muchas de las estrategias políticas republicanas, especialmente en temas de moralidad social y derechos religiosos. Sin embargo, los recientes signos de dislocación dentro de este grupo, particularmente entre las generaciones más jóvenes, invitan a una reflexión profunda sobre las futuras dinámicas políticas de los evangélicos.
En los últimos años, el liderazgo más conservador dentro de esta comunidad ha comenzado a fragmentarse. Organizaciones que anteriormente gozaban de gran poder e influencia, como la Convención Bautista del Sur, han visto cómo su membresía se estancaba y, en algunos casos, comenzaba a declinar. Este fenómeno ha dado paso a una nueva generación de líderes que no solo parecen estar menos unidos por un conjunto claro de temas, sino que, en ocasiones, adoptan posturas que se alinean más con los valores del Partido Demócrata o con una visión más inclusiva de la religión. La aparición de movimientos como las iglesias emergentes también señala un cambio significativo, ya que estas nuevas corrientes de pensamiento son difíciles de clasificar como simples movimientos de renovación dentro del evangelicalismo tradicional.
A medida que los jóvenes evangélicos enfrentan un entorno social más diverso, sus reacciones políticas se muestran cada vez más diferenciadas de las de sus mayores. En general, los estudios muestran que la diversificación de sus redes sociales, tanto en términos de experiencias como de conexiones políticas, influye en sus inclinaciones. Si bien no hay evidencia abrumadora de que los jóvenes evangélicos sean sustancialmente más cosmopolitas que sus predecesores, sí se observa una tendencia hacia una mayor apertura a ideas políticas alternativas. Este cambio se hace más evidente cuando estos jóvenes se encuentran rodeados de personas que no comparten su visión religiosa o política. En esos contextos, las opiniones políticas tienden a volverse más liberales, particularmente en cuestiones sociales divisivas como los derechos LGBT o el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Es importante señalar que, aunque este cambio de actitud es interesante, no siempre se traduce de manera inmediata en un cambio en la orientación electoral. La principal influencia sigue siendo el entorno social republicano que rodea a estos jóvenes, lo que limita su capacidad de tomar decisiones políticas más independientes. Sin embargo, a medida que los evangélicos más jóvenes crecen, cambian de lugar o toman decisiones más conscientes sobre sus redes sociales, su orientación política podría alinearse más estrechamente con sus inclinaciones personales.
Uno de los factores clave en este cambio es la presión social, que ha sido una herramienta fundamental en la formación de la identidad política de los evangélicos a lo largo de los años. Esta presión, que tradicionalmente ha servido para mantener a los individuos dentro de las líneas del Partido Republicano, parece estar perdiendo algo de fuerza entre las generaciones más jóvenes. Los evangélicos que interactúan más con redes diversas, ya sea a través de sus amigos, lugares de trabajo o actividades sociales, tienden a desarrollar opiniones políticas menos alineadas con la línea estrictamente republicana. Este fenómeno sugiere que los movimientos políticos, especialmente aquellos que se sustentan principalmente en la presión social, tienen un margen limitado de sostenibilidad a largo plazo.
Por otro lado, es posible que este fenómeno de "rebeldía juvenil" disminuya con el paso del tiempo. A medida que los evangélicos millennials maduran, establecen sus propios hogares y comienzan a formar familias, podrían volver a alinear sus posiciones políticas con las tradiciones de su comunidad religiosa, o incluso optar por abandonar la iglesia si las diferencias se vuelven demasiado marcadas.
Aunque aún no se observan cambios radicales, los jóvenes evangélicos son una parte fundamental en el futuro del evangelicalismo en los Estados Unidos, y su inclinación política podría tener un impacto significativo en el panorama electoral de los próximos años. Este es un campo que requiere atención continua, ya que las dinámicas sociales y políticas de los próximos años podrían redefinir las relaciones entre religión y política en el país. Además, la apertura a nuevas ideas y el intercambio de perspectivas políticas podrían ser un catalizador para un cambio más profundo dentro de la comunidad evangélica, especialmente entre las generaciones más jóvenes que se encuentran en una etapa de transición respecto a sus creencias políticas y religiosas.
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