A pesar de la tradicional importancia de la política de contacto directo, como las reuniones en ayuntamientos, las visitas a bares, librerías y campus universitarios, Donald Trump adoptó un enfoque radicalmente diferente durante la primaria republicana de New Hampshire en 2016. La narrativa comúnmente aceptada acerca de la política en este estado sugiere que, para tener éxito, los candidatos deben involucrarse profundamente con los votantes, especialmente en eventos cara a cara. Sin embargo, Trump, quien eventualmente ganó la primaria, optó por un número limitado de eventos y participaciones directas con la gente, lo cual fue una excepción notable en comparación con otros contendientes de su partido.
Muchos de los candidatos republicanos en 2016 se sumergieron de lleno en la cultura política de New Hampshire, realizando cientos de eventos de "retail politics", una táctica centrada en el contacto directo con los votantes. Por ejemplo, Lindsey Graham, John Kasich, Jeb Bush, Chris Christie y Carly Fiorina realizaron un número impresionante de eventos, la mayoría de los cuales fueron de tipo "retail". De hecho, Kasich, con 170 eventos, dedicó más de la mitad de su tiempo a encuentros directos con ciudadanos. En contraste, Trump solo realizó 42 eventos, de los cuales solo 8 fueron de naturaleza interactiva, como reuniones en ayuntamientos o eventos de tipo "meet and greet". A pesar de esto, logró arrasar en las elecciones primarias, lo que cuestionó la validez de la creencia popular sobre la importancia de las interacciones directas en la política de New Hampshire.
Este enfoque aparentemente "no convencional" de Trump no es tan extraño cuando se considera su manera de hacer campaña en general. A diferencia de otros contendientes, que se sumergieron en la maquinaria tradicional de la política republicana, Trump se apoyó en su imagen pública, la cobertura mediática y una red de apoyo que no requería tanto contacto físico con los votantes. Si bien los eventos de retail politics siguen siendo un componente esencial en el sistema político de New Hampshire, Trump demostró que una campaña puede tener éxito sin cumplir con los requisitos convencionales de la política en el estado.
El hecho de que Trump haya superado a candidatos que realizaban una cantidad considerable de eventos cara a cara indica cómo las reglas del juego político están cambiando. Los votantes de New Hampshire, tradicionalmente exigentes en cuanto a la cantidad de interacción directa que exigen de los candidatos, parecieron estar más dispuestos a aceptar un candidato que se presentaba como "anti-establishment" y menos interesado en seguir las normas establecidas. En lugar de asistir a interminables encuentros en casas particulares o bares, Trump centró su campaña en las grandes manifestaciones y los medios de comunicación, lo que le permitió mantener una visibilidad constante.
Es importante destacar que, aunque el enfoque de Trump fue menos tradicional en términos de política de base, su éxito no puede ser simplemente atribuido a un estilo diferente de campaña. Su victoria también puede explicarse por el contexto político de 2016, un clima marcado por la frustración con los políticos tradicionales y la creciente influencia de los medios de comunicación. Los votantes de New Hampshire, al igual que en otras partes del país, estaban buscando un cambio y alguien que pudiera desafiar el statu quo. Trump, al presentarse como un outsider, apeló a este deseo de transformación.
Además, la división dentro del Partido Republicano en ese momento jugó un papel crucial. La competencia interna fue feroz, pero también fragmentada, lo que benefició a Trump. La incapacidad de otros candidatos para unificar al electorado republicano antes de la primaria, y su renuencia a abandonar la carrera, permitió que Trump emergiera como el candidato más destacado, incluso con una participación mucho menor en eventos cara a cara.
Es esencial que los analistas y expertos en política comprendan que la campaña de Trump en New Hampshire no fue simplemente un caso de éxito contra las normas. Fue el resultado de una serie de factores que incluyeron la naturaleza cambiante de la política estadounidense, las tensiones internas dentro del Partido Republicano, y una situación única en la que el electorado estaba dispuesto a experimentar con algo completamente nuevo. La política de retail sigue siendo relevante, pero en 2016, fue una de las muchas variables en un entorno electoral que favoreció a los candidatos que podían dominar los medios y las grandes concentraciones, más que los que mantenían una relación personal constante con los votantes.
¿Cómo influyó la primaria de New Hampshire en el ascenso de Donald Trump en 2016?
El 2016 fue un año crucial para la política estadounidense, y la primaria republicana de New Hampshire representó uno de los momentos más significativos en la carrera hacia la presidencia de Donald Trump. Su victoria en este evento, aunque contundente, no solo reflejaba su capacidad para conectar con un segmento específico del electorado, sino también el contexto político que favorecía su mensaje y estilo de liderazgo.
Trump obtuvo más del 35% de los votos, dejando a John Kasich en un distante segundo lugar con poco menos del 16%, y a Ted Cruz en tercer lugar con alrededor del 12%. Aunque estas cifras le otorgaron una victoria clara, la verdadera historia de la primaria no solo se encuentra en la cifra final de votos, sino en los procesos que la llevaron a esa victoria.
En primer lugar, es importante destacar cómo Trump se benefició de una fragmentación en el campo republicano. A diferencia de otras elecciones en las que un solo candidato competitivo puede dominar el voto de la base republicana, en 2016, Trump compartió un campo dividido con otros nombres prominentes como Kasich, Bush, Rubio y Christie. Este campo fragmentado permitió que Trump emergiera como la figura dominante, incluso cuando su apoyo no era absolutamente mayoritario. Si cualquiera de estos candidatos hubiera retirado su nombre, el apoyo de los votantes podría haberse consolidado de una manera que habría hecho más difícil que Trump lograra una victoria tan clara.
Por otro lado, las dinámicas de la campaña también revelaron la vulnerabilidad de algunos de los rivales de Trump. El caso de Marco Rubio es emblemático. Después de un buen desempeño en Iowa, Rubio se posicionó como uno de los principales competidores de Trump. Sin embargo, durante el debate previo a la primaria de New Hampshire, el senador de Florida cometió un error fatal. Al ser atacado por Chris Christie por su falta de experiencia y por su tendencia a usar discursos memorizados, Rubio respondió de manera inadecuada, repitiendo su línea preparada hasta el agotamiento, lo que causó risa entre los periodistas presentes. Este tropiezo no solo dañó la imagen de Rubio, sino que también permitió a Trump, quien permaneció relativamente libre de ataques directos, consolidarse como la figura de liderazgo dentro del partido republicano.
La victoria de Trump en New Hampshire también evidenció una tendencia en el electorado republicano que favorecía a los votantes más conservadores, menos educados y con menores ingresos. En este sentido, Trump logró obtener un apoyo notable entre los hombres, entre aquellos con un nivel educativo bajo o medio y entre quienes se identificaban con preocupaciones sobre la inmigración. La segmentación del voto según estos factores reveló una clara desconexión entre el electorado tradicional y las élites del partido, que no lograron unificar su apoyo alrededor de un solo candidato alternativo.
Más allá de los números, el contexto de la primaria de New Hampshire mostró cómo la campaña de Trump supo explotar las tensiones internas del Partido Republicano. Al centrar su mensaje en temas como la inmigración y al presentarse como un outsider dispuesto a desafiar las normas del establishment, Trump encontró un nicho de votantes que sentían que sus preocupaciones no eran atendidas por los políticos tradicionales. Esto fue particularmente evidente en los votantes de más bajos ingresos y los que tenían menos educación, un sector que a menudo se siente marginado dentro de la política convencional.
El comportamiento del electorado también arrojó luces sobre la transformación del Partido Republicano en ese momento. En 2012, una proporción significativa de votantes en New Hampshire se identificaba como moderados. En 2016, ese porcentaje se redujo considerablemente, mientras que aumentó el número de votantes que se consideraban "muy conservadores" o "algo conservadores". Este cambio reflejó una polarización creciente dentro del partido, que comenzó a abrazar posturas más radicales y populistas, algo que Trump supo canalizar eficazmente.
Además, la comparación con otras primarias históricas, como la de 1976, donde un outsider como Jimmy Carter ganó con un porcentaje relativamente bajo pero aprovechó la fragmentación del voto demócrata, destaca un patrón repetido en la política estadounidense. Trump, al igual que Carter en su tiempo, se benefició de una lucha interna entre los candidatos establecidos que permitió a un competidor menos convencional ascender con una victoria que, aunque importante, no era absoluta.
En resumen, la primaria de New Hampshire de 2016 fue una de las primeras indicaciones claras del camino hacia la Casa Blanca para Trump. Su victoria no solo se debió a su propio carisma o capacidad para conectar con ciertos sectores del electorado, sino también a las divisiones internas dentro del Partido Republicano. Al observar los resultados de esta primaria, se puede entender cómo los factores demográficos, las tácticas de campaña y la fragmentación del voto jugaron un papel crucial en la consolidación de su candidatura.
¿Cómo la Política de New Hampshire se Transformó Después de la Elección de Trump?
En 2017 y 2018, los republicanos en New Hampshire gozaron de un control unificado de las ramas electas del gobierno estatal por primera vez en más de una década. Este cambio se dio en un contexto marcado por un creciente activismo político impulsado por la elección de Donald Trump, que ayudó a que los demócratas lograran victorias significativas en elecciones especiales y locales. A pesar de que los republicanos mantuvieron el control del ejecutivo con la reelección del gobernador Chris Sununu, los demócratas lograron recuperar el control de la legislatura estatal y del consejo ejecutivo, aún frente a distritos electoralmente manipulados.
El 20 de enero de 2017, Donald J. Trump asumió la presidencia de los Estados Unidos, mientras los republicanos dominaban tanto el Congreso como la Casa Blanca por primera vez desde 2006. Los líderes republicanos, tanto en el Congreso como en la presidencia, se prepararon para actuar rápidamente en temas que durante los años de la presidencia de Obama habían sido bloqueados, como la reforma migratoria, los recortes de impuestos, la derogación de la Ley de Cuidado de Salud Asequible y la reducción de regulaciones federales. Pero al día siguiente de su toma de posesión, el 21 de enero, millones de personas se volcaron a las calles de todo el país para expresar su oposición a Trump y sus políticas, en lo que probablemente fueron las protestas más grandes en la historia de Estados Unidos.
El impacto de estas protestas se sintió incluso en New Hampshire, donde se realizaron manifestaciones en diversas ciudades y pueblos del estado. En Concord, la capital, miles se reunieron para alzar su voz contra las políticas de Trump, mientras que en otras localidades como Keene y Jackson, las manifestaciones fueron más modestas, pero igualmente significativas. Estas protestas no solo fueron un reflejo del descontento hacia Trump, sino también un indicador de la creciente movilización de la oposición política en el estado. Figuras demócratas de New Hampshire, como los senadores Jeanne Shaheen y Maggie Hassan, así como la congresista Carol Shea-Porter, estuvieron entre los líderes que participaron en las manifestaciones. Esta participación mostró que la oposición no solo surgía de la resistencia política, sino también de un rechazo personal hacia el presidente, en especial después de sus comentarios y acciones controvertidas.
El carácter de las protestas fue claro: no solo se trataba de una condena al gobierno de Trump, sino de un llamado a la acción constante. La movilización en New Hampshire se convirtió en un catalizador para una resistencia organizada que abogaba por un cambio a largo plazo. Las manifestaciones de enero fueron apenas el principio de un proceso más amplio, que también se vio reflejado en las elecciones de medio término en noviembre de 2018, donde los demócratas en New Hampshire aprovecharon el descontento popular y las dificultades del Partido Republicano para avanzar en su agenda política.
Además de las protestas, el estado fue testigo de un fenómeno interesante: el cambio en el equilibrio del poder político. A pesar del control republicano en el Ejecutivo, las políticas del presidente Trump y su impacto en el panorama nacional alimentaron una ola de apoyo a los demócratas. En particular, las elecciones en New Hampshire reflejaron una lucha constante entre los intereses conservadores de los republicanos y el resurgimiento de una agenda progresista impulsada por los movimientos sociales y la resistencia organizada.
Este contexto político se vio reflejado en el propio gobernador Sununu, quien en un principio se alineó con Trump, pero pronto enfrentó desafíos internos dentro de su propio partido. Las divisiones dentro del Partido Republicano de New Hampshire fueron evidentes, especialmente cuando figuras clave como Frank Guinta y otros miembros del partido decidieron respaldar a Trump, mientras que otros se distanciaron del presidente ante la creciente polarización.
Es crucial que los lectores comprendan que este cambio en la dinámica política de New Hampshire no solo refleja una reacción ante las políticas de Trump, sino que también marca un momento de transformación en la política local, donde las fuerzas de resistencia y el activismo ciudadano se convierten en una parte integral del proceso político. Lo que comenzó como una reacción contra la administración de Trump se transformó en una reconfiguración del poder político en el estado, con una fuerte presencia de las mujeres, activistas y jóvenes en el centro de esta resistencia.
Además, es esencial notar que las protestas y el activismo no siempre se limitan a las grandes ciudades. En New Hampshire, incluso los pequeños pueblos y localidades, como Orford, fueron testigos de pequeños pero significativos gestos de resistencia, lo que demuestra que el descontento no se circunscribe a las áreas urbanas, sino que tiene un impacto en toda la geografía política del estado.
El panorama de la política en New Hampshire a partir de 2017 también destaca la importancia de los movimientos locales y cómo estos pueden incidir en las políticas nacionales. Las protestas contra Trump y la respuesta activa de los votantes de New Hampshire tuvieron consecuencias a largo plazo, contribuyendo a la recuperación del control legislativo por parte de los demócratas, un ejemplo claro de cómo un ambiente político local puede influir en los resultados a nivel nacional.
¿Cómo influyó el contexto político en las elecciones de New Hampshire de 2018?
En las elecciones de 2018, el panorama político en New Hampshire estuvo marcado por tensiones internas dentro del Partido Demócrata, la lucha por la reelección de Bill Gardner como Secretario de Estado, y las profundas divisiones generadas por la administración de Donald Trump. Aunque Gardner había sido una figura clave en la política de New Hampshire durante décadas, su vínculo con la política de Trump añadió una capa de complejidad a la elección. Este contexto, sumado a la presencia de un candidato retador bien financiado, Colin Van Ostern, delineó una lucha de poder que se desbordó más allá de las fronteras del propio estado.
Gardner, al tener un largo historial como Secretario de Estado, se presentó no solo como un defensor del sistema electoral de New Hampshire, sino también como un símbolo de estabilidad. Su influencia en la protección de la primaria presidencial de New Hampshire, considerada la primera en la nación, le otorgó una ventaja significativa dentro de la comunidad política estatal. Además, la alabanza de figuras como el exgobernador John Lynch, quien defendió la incorruptibilidad de Gardner, reforzó su imagen de ser un servidor público ejemplar.
Sin embargo, Van Ostern, un joven demócrata con un enfoque más progresista, representaba una opción fresca y ambiciosa. Con el respaldo del Partido Demócrata y un significativo financiamiento, Van Ostern contrastó con la figura de Gardner, quien se mostró reacio a hacer campaña de forma activa, prefiriendo más bien resaltar su larga carrera política y su dedicación al servicio público. Este contraste, además de la influencia de figuras republicanas como el exgobernador Lynch, evidenció las tensiones generacionales y estratégicas dentro del Partido Demócrata.
La votación de diciembre de 2018 resultó ser una de las más ajustadas de la historia reciente de New Hampshire. En la primera ronda, Gardner superó a Van Ostern por solo un voto, lo que llevó a una segunda votación en la que Gardner logró la reelección con una diferencia aún más estrecha, 209 a 205 votos. Este resultado evidenció cómo las dinámicas internas de los partidos y las decisiones de última hora, como los legisladores que se ausentaron durante las rondas de votación, pueden alterar el curso de una elección.
Es importante resaltar cómo la presidencia de Trump influyó indirectamente en esta competencia. La polarización política que caracterizó la era Trump intensificó las tensiones dentro de ambos partidos, especialmente dentro del Partido Demócrata, que, aunque había logrado arrebatar el control de la Cámara de Representantes en 2018, aún enfrentaba desafíos por las diferencias ideológicas entre sus miembros. La candidatura de Van Ostern, con su enfoque más partidista, fue vista como un reflejo de estos nuevos tiempos. Sin el ascenso de Trump, es probable que el Partido Demócrata hubiera mantenido un perfil más bajo en las elecciones de 2018 y que Gardner hubiera sido reelegido sin tantos obstáculos.
La forma en que Gardner logró su reelección, en una votación tan cerrada, también abre la puerta a reflexionar sobre cómo las decisiones políticas a nivel federal pueden tener consecuencias significativas a nivel estatal. La competencia por la Secretaría de Estado de New Hampshire no solo reflejó el conflicto entre los partidos en el estado, sino que también simbolizó la lucha por la preservación de una tradición electoral clave en el proceso de selección presidencial de los Estados Unidos.
Es relevante entender que el puesto de Secretario de Estado en New Hampshire no es simplemente una función administrativa, sino que posee un gran poder simbólico debido a su rol en las primarias presidenciales. Esto significa que un cambio en el liderazgo de esta oficina podría tener implicaciones mucho más allá de la política local, afectando la dinámica de las elecciones presidenciales. La influencia de un Secretario de Estado puede inclinarse hacia uno u otro partido, dependiendo de sus inclinaciones políticas, lo que podría alterar la percepción pública de la imparcialidad de las elecciones en el estado.
Así, mientras Gardner logró mantenerse en su puesto, su reelección no fue solo una victoria personal, sino un reflejo de las tensiones políticas y generacionales de un estado que se encontraba, en muchos sentidos, en una encrucijada. La victoria de Gardner, aunque no abrumadora, consolidó su legado en un momento en que la política de New Hampshire enfrentaba un cambio profundo y significativo.
¿Cómo la televisión de realidad transformó la imagen de Donald Trump y preparó el camino hacia su candidatura presidencial?
A comienzos del siglo XXI, la televisión no trajo consigo la era de los coches voladores ni de los trajes espaciales, pero sí un fenómeno que revolucionó la forma de entretener al público: la televisión de "realidad". El 30 de mayo de 2000, CBS estrenó Survivor, un programa inspirado en el formato sueco Expedition Robinson. En él, 16 concursantes eran llevados a una isla deshabitada en Borneo, donde competían en desafíos y, al final de cada episodio, uno de ellos era votado para abandonar el programa. La propuesta resultó ser un éxito rotundo, convirtiéndose en un referente cultural inmediato y desatando una ola de producción de nuevos programas de formato similar.
El atractivo de los programas de "realidad" no solo residía en su popularidad, sino también en su bajo costo de producción en comparación con las costosas series de ficción. En poco tiempo, el panorama televisivo se colmó de programas como The Amazing Race, Hell’s Kitchen, Project Runway, The Bachelor y muchos más, cada uno adaptando el concepto básico de competencia para crear contenidos que cautivaran a las audiencias. Algunos fueron extravagantes, otros desafiantes, pero todos compartían un denominador común: atraer al espectador mediante una mezcla de emoción, conflicto y entretenimiento.
Fue en este contexto de auge de la televisión de realidad que Mark Burnett, productor de Survivor, ideó una versión urbana del formato en la que los concursantes competirían por un puesto de trabajo en una empresa, bajo la supervisión de una figura empresarial destacada: Donald Trump. Así nació The Apprentice.
El programa, aunque limitado por su enfoque, se convirtió en una plataforma ideal para Trump. Si bien otros shows de "realidad" apelaban a la emoción a través de lugares exóticos, retos absurdos o concursos de habilidades creativas, The Apprentice centraba su atención en tareas empresariales simples. Esto hizo que, inicialmente, se percibiera como un concepto poco atractivo. Sin embargo, la producción rápidamente encontró una fórmula efectiva: la incorporación de celebridades como concursantes, en lugar de aspirantes de negocios reales. Esto le dio a Trump la oportunidad de no solo protagonizar, sino también de poner a prueba a personajes conocidos en un escenario en el que él, como el dueño de una gran empresa, tenía el control absoluto.
La narrativa de The Apprentice permitió a Trump redefinir su imagen pública, distanciándose de los escándalos personales y las quiebras que habían empañado su reputación en el ámbito empresarial. En la pantalla, se presentaba como un magnate decidido y sagaz, capaz de hacer juicios rápidos y precisos sobre la valía de los concursantes, despidiendo a los que no cumplían con sus expectativas con la famosa frase: "Estás despedido". Sin embargo, la realidad detrás de las cámaras era mucho más compleja: las decisiones de Trump eran a menudo impulsadas por su propio sentido de lo que el público quería ver, más que por el desempeño real de los concursantes.
Para el público, sin embargo, esta versión de Trump, como un magnate exitoso y astuto, fue la que predominó. Los que no conocían su historial empresarial lleno de controversias comenzaron a idealizarlo como el empresario que todos querían ser. Incluso, a medida que avanzaba la serie, Trump introdujo a sus hijos en el programa, lo que le permitió proyectar una imagen de patriarca empresarial, creando una figura más familiar y cercana, aunque igualmente autoritaria.
Este retrato cuidadosamente elaborado tuvo un impacto más allá de la televisión. En 2016, una delegada de la Convención Nacional Republicana mencionó The Apprentice como uno de los factores clave que la llevaron a apoyar a Trump para la presidencia. Para muchos, esa versión de Trump, vista a través de la lente de un programa de "realidad", se convirtió en la figura que respaldaron en las urnas. Sin embargo, la mayoría de los analistas políticos no comprendió la magnitud de esta imagen, al verla simplemente como una más de las tantas facetas públicas de Trump, sin profundizar en cómo su imagen televisiva había moldeado su figura política.
La realidad de The Apprentice era que, aunque parecía representar una versión de Trump más seria y profesional, la producción del programa fue manipulada para que se ajustara a una narrativa mucho más atractiva para los espectadores. Las decisiones no eran tan reflexivas o basadas en criterios empresariales como el público podría haber creído. Esto nos demuestra cómo la televisión de "realidad" no solo permite la creación de un personaje público, sino que puede, en última instancia, consolidar ese personaje en la mente del público, independientemente de las discrepancias entre esa figura y la realidad detrás de ella.
Es fundamental entender que la transformación de Trump en un personaje público a través de The Apprentice no fue simplemente un ejercicio de entretenimiento, sino una estrategia cuidadosamente diseñada que le permitió reposicionar su imagen en un contexto completamente nuevo. La forma en que Trump se presentó como un líder empresarial inflexible y exitoso le otorgó una plataforma que no solo consolidó su presencia mediática, sino que también le abrió las puertas a una candidatura presidencial. Este proceso muestra cómo la televisión y los medios de comunicación tienen un poder inmenso en la creación de figuras públicas y cómo estas pueden ser utilizadas, de manera consciente o no, para preparar el terreno hacia una nueva etapa en la vida de un individuo.

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