Trump, a diferencia de sus predecesores, ha invocado el concepto de "excepcionalismo americano" de una manera radicalmente diferente. Mientras que los políticos anteriores, como Obama, Kerry y Romney, se referían a los problemas dentro de Estados Unidos con un enfoque matizado, Trump no dudó en presentar a la nación como un ente en declive, al borde de perder su estatus único en el mundo. Su enfoque no solo se limitó a áreas específicas como la educación y la salud, sino que abarcó varios aspectos de la vida nacional, desde la economía hasta la infraestructura.
Si bien figuras como Obama y Kerry apuntaban las fallas del país, lo hacían dentro de un marco donde la "excepcionalidad" seguía siendo un pilar de la identidad nacional. Obama, por ejemplo, mencionó la caída en el rendimiento de los estudiantes en matemáticas y ciencias en comparación con otras naciones, pero su crítica no minaba la noción de que Estados Unidos seguía siendo la mejor nación del mundo. Kerry, por su parte, centró sus críticas en el sistema de salud, señalando que Estados Unidos era el único país industrializado que no consideraba la atención médica un derecho fundamental. Sin embargo, estas críticas eran puntuales y no afectaban a la visión general de un país excepcional, ni mucho menos ponían en duda su lugar como líder global.
Trump, en cambio, hacía invocaciones de un "excepcionalismo no excepcional" con una frecuencia alarmante. En sus discursos, no solo señalaba que el sistema educativo estadounidense era deficiente en comparación con otras naciones, sino que afirmaba que Estados Unidos estaba perdiendo la competencia global en todos los frentes: en el comercio, en la tecnología, en la defensa, e incluso en la infraestructura. "Nos hemos rendido como la gran economía mundial", dijo Trump en uno de sus mítines, presentando a un país en decadencia, a merced de naciones extranjeras que ya lo habían superado. En este marco, su concepción de los Estados Unidos no era la de una nación con fallas, pero intrínsecamente superior. Para Trump, Estados Unidos ya no era la "ciudad brillante en la colina", sino más bien una nación que competía en un juego de suma cero donde estaba perdiendo constantemente.
El uso de Trump del concepto de "excepcionalismo no excepcional" se expandió a varios otros sectores. La infraestructura del país, por ejemplo, fue un tema recurrente. En sus discursos, Trump comparaba las carreteras y aeropuertos de Estados Unidos con los de países del tercer mundo, describiendo una nación en ruinas que ya no estaba a la vanguardia del progreso global. "Nos estamos convirtiendo en un país del tercer mundo", dijo Trump en varias ocasiones, presentando una imagen de un país cuyo esplendor había desaparecido.
Este tono de desesperanza y declive continuó en su crítica a las relaciones comerciales de Estados Unidos. Trump hablaba de "tratos comerciales incompetentes", y afirmaba que países como China y México estaban "superando" a Estados Unidos en todos los frentes. Al comparar la competencia global con deportes, Trump afirmaba que el liderazgo de China era tan superior que era como si la selección de fútbol de Nueva Inglaterra jugara contra un equipo de preparatoria.
El contraste entre Trump y sus predecesores no solo es evidente en la cantidad de menciones al "excepcionalismo no excepcional", sino en la forma en que utilizaba este concepto. Mientras que Kerry, Obama y Romney usaban estos términos para llamar la atención sobre fallas específicas, Trump construyó toda su campaña en torno a una visión cataclísmica de un país que ya no era el líder mundial. Para él, Estados Unidos no solo estaba perdiendo, sino que estaba perdiendo en todos los frentes. De acuerdo con Trump, la idea de la nación como un faro de esperanza se había desvanecido, y la única forma de restaurar la grandeza era reconfigurar completamente la manera en que los Estados Unidos interactuaban con el resto del mundo.
Un aspecto fundamental que acompaña esta visión es la manera en que Trump conceptualiza la competitividad. Para él, la nación que alguna vez fue la más poderosa y respetada del mundo ahora es vista como una nación débil, incapaz de "ganar". Este enfoque competitivo, donde los Estados Unidos son constantemente los perdedores en una batalla mundial, refuerza la idea de un país en crisis. Según Trump, la pérdida de esta competitividad significaba la pérdida de su excepcionalidad, y la nación ya no era el modelo a seguir para el resto del mundo.
Es crucial entender que la narrativa de Trump sobre el excepcionalismo no solo refleja su visión del declive de Estados Unidos, sino también cómo la utiliza para movilizar a su base electoral. La idea de una nación que ha caído de su pedestal sirve como una llamada de alerta para aquellos que sienten que el país ya no ocupa el lugar que le corresponde en el escenario global. A diferencia de sus predecesores, Trump no presentó su visión del futuro con una promesa de restaurar lo perdido, sino con una sensación de urgencia, como si el país estuviera en una carrera contra el tiempo para evitar la irrelevancia mundial.
Finalmente, la diferencia en la manera en que Trump abordó este tema en comparación con otros políticos radica en su habilidad para transformar el excepcionalismo en una narrativa de desesperación y competencia constante. Mientras que otros políticos podrían usar el concepto como una justificación para mejorar lo que ya es grandioso, Trump lo utilizó para pintar una imagen de una nación que había perdido su camino y necesitaba una intervención drástica para recuperar su gloria. Esta visión radical no solo cambió el discurso sobre el excepcionalismo, sino que también marcó el tono de su campaña presidencial, haciendo de la crítica a la situación actual una de las piedras angulares de su mensaje.
¿Cómo se construye la estrategia de "El Yo Excepcional" de Donald Trump?
La campaña de Donald Trump en 2016 marcó un cambio fundamental en la manera en que los políticos se presentan ante la nación. Su estrategia, centrada en la figura del “Yo Excepcional”, fue audaz, disruptiva y, en muchos aspectos, una reinvención de la política estadounidense. Este enfoque no solo le permitió ganar la presidencia, sino que se ha mantenido como un elemento central de su retórica a lo largo de su mandato. En esta sección se desglosarán los componentes de esta estrategia, que inicialmente fue lanzada como parte de su campaña presidencial y luego se modificó en su ejercicio del poder.
Durante su campaña de 2016, Trump no solo evitó en gran medida el concepto de excepcionalismo americano, sino que lo utilizó de manera estratégica para resaltar lo contrario: la nación no era excepcional, sino que estaba en ruinas. El mensaje de Trump fue claro y efectivo: Estados Unidos ya no era la nación número uno en ningún sentido. Había perdido su lugar de prominencia y estaba cayendo rápidamente detrás de otras naciones, especialmente en el contexto de la competencia económica y política internacional. Esta representación del país no como una superpotencia, sino como un estado en decadencia, era la base sobre la cual Trump edificaría su promesa de restaurar la grandeza de la nación.
La retórica de Trump, por tanto, se alejó del enfoque tradicional de los políticos que celebran la excepcionalidad estadounidense para inspirar a los ciudadanos a imaginar un futuro mejor. Él no hablaba de lo que el país había logrado, sino de lo que ya no era capaz de hacer. Esta táctica fue esencial para su mensaje: el problema no estaba en una nación excepcional, sino en sus líderes, que, según él, solo eran habladores y no hacían nada para restaurar el poder y la grandeza de América. No solo los demócratas, sino también los republicanos —aquellos mismos a quienes él representaba— eran responsables del deterioro del país.
Trump convirtió esta percepción en una oportunidad para presentarse a sí mismo como la solución única. La estrategia estaba diseñada para alejarse de los políticos tradicionales, aquellos que ya habían fracasado en su misión de devolverle la grandeza a Estados Unidos. Ivanka Trump, al presentar a su padre, ya había anticipado este giro de la narrativa: Donald Trump no era un político común, sino un hombre de éxito excepcional que había triunfado en diversos campos, algo que lo hacía capaz de salvar a una nación que, según él, se encontraba a la deriva.
Este sentido de excepcionalidad no solo aplicaba a la política. Todo lo que Trump tocaba era, en sus palabras, "el mejor". Desde sus campos de golf hasta las negociaciones que lideraba, Trump promovió la idea de que, sin lugar a dudas, él era el mejor en lo que hacía. En su discurso inaugural, Trump no solo se presentó como alguien capaz de restaurar la grandeza de Estados Unidos, sino como el único capaz de hacerlo. La nación, según él, necesitaba a alguien diferente, alguien que no fuera parte del sistema tradicional. El eslogan "Make America Great Again" (Haz América Grande de Nuevo) se convirtió en un símbolo de la promesa de una vuelta al pasado, a una época dorada que solo Trump podría devolver.
La estrategia del "Yo Excepcional" de Trump tuvo varias fases. En su versión inicial de campaña, Trump evitó hacer referencia directa al excepcionalismo estadounidense, centrándose en la idea de que el país ya no era lo que solía ser. Este enfoque fue deliberado, pues evitaba celebrar un excepcionalismo ya caído y en su lugar, proponía la visión de un futuro en el que él, como líder, devolvería a la nación la excepcionalidad que había perdido.
El segundo componente de su estrategia consistió en criticar abiertamente la condición de Estados Unidos, subrayando que el país ya no era competitivo en un mundo globalizado. Trump utilizó este relato para argumentar que los políticos de Washington, tanto republicanos como demócratas, eran responsables de esta decadencia. En su visión, tanto los partidos tradicionales habían fallado, y por eso era necesario un líder fuera del sistema político: alguien único, alguien "excepcional".
El tercer paso fue culpar de este declive a los políticos, tanto de su propio partido como del Partido Demócrata. En lugar de centrarse únicamente en criticar a sus rivales demócratas, Trump comenzó a atacar a figuras prominentes dentro de su propio partido, como George W. Bush y Mitt Romney, dejándoles claro a sus seguidores que el problema no solo era el Partido Demócrata, sino la clase política en general. Esto reforzaba aún más su mensaje de que era necesario un outsider, una figura política que no estuviera atada a las estructuras tradicionales de poder.
El cuarto y último componente de esta estrategia fue la promoción de sí mismo como el único capaz de restaurar el país. Mientras que los candidatos tradicionales apelaban a las plataformas de su partido para presentar soluciones a los problemas de la nación, Trump se presentaba como la única persona capaz de solucionar todo, de manera exclusiva. “Yo soy el único que puede arreglarlo”, fue su mensaje constante. Este enfoque se consolidó aún más durante su discurso de aceptación en la Convención Nacional Republicana de 2016, cuando dijo: “Nadie entiende el sistema como yo, por eso yo solo puedo arreglarlo”.
Cuando Trump asumió la presidencia en 2017, la estrategia del "Yo Excepcional" necesitaba una adaptación. Ya no podía continuar presentando una imagen de un país en ruinas sin asumir responsabilidad alguna, pues ahora era el presidente y el fracaso también recaía sobre sus hombros. En su discurso inaugural, Trump comenzó a moldear esta estrategia para reflejar su nuevo rol como líder. Si bien mantuvo algunos de los tropes de su campaña, ahora también empezó a destacar cómo los políticos habían fallado en proteger a los ciudadanos y cómo él, desde la Casa Blanca, cambiaría el rumbo del país.
Es importante comprender que el “Yo Excepcional” no solo es un enfoque retórico, sino una estrategia de branding personal que ha permeado tanto su vida política como su marca como empresario. A través de esta estrategia, Trump ha logrado construir una imagen en la que cualquier éxito o fracaso de su presidencia recae en su figura, para bien o para mal. Este enfoque ha permitido que su imagen se mantenga intacta ante sus seguidores, quienes continúan creyendo en su capacidad para restaurar la grandeza, a pesar de los obstáculos y críticas.
¿Cómo funcionan los dispositivos interactivos modernos y qué implica su evolución tecnológica?
¿Cómo crear tejidos inusuales con materiales reciclados?
¿Cómo preparar recetas con calabacín de verano?
¿Cómo las energías solares recargables están revolucionando los sistemas de almacenamiento de energía?

Deutsch
Francais
Nederlands
Svenska
Norsk
Dansk
Suomi
Espanol
Italiano
Portugues
Magyar
Polski
Cestina
Русский