Aeromonas spp. pertenece a la familia Aeromonadaceae, que incluye tres géneros, pero sólo Aeromonas es patógeno para los humanos. Se trata de bacilos Gram negativos, cortos y con extremos redondeados, que pueden presentarse aislados, en pares o en cadenas cortas. Estos microorganismos son habitantes habituales de una gran diversidad de ecosistemas acuáticos, desde aguas limpias hasta contaminadas, lagos, pantanos, ríos, aguas salobres y marinas con baja concentración de sal. Además, son comunes en biopelículas que se forman sobre superficies tanto bióticas como abióticas, incluyendo vegetación acuática, restos de madera, muelles y embarcaciones.

Aeromonas es generalmente considerada una bacteria ambiental y un patógeno incidental en humanos, aunque su capacidad para causar infección es significativa en ciertas circunstancias. Las asociaciones clínicas más definidas de las infecciones por Aeromonas incluyen infecciones en heridas, como la fascitis necrotizante, infecciones gastrointestinales o diarrea, y bacteriemia o infecciones de tejidos blandos asociadas a la terapia con sanguijuelas.

Las infecciones gastrointestinales suelen originarse por la ingestión de alimentos o agua contaminada, pero la relevancia clínica de Aeromonas en estas infecciones no siempre es clara. Esta bacteria puede aislarse en cultivos fecales incluso en individuos sanos, lo que complica su interpretación clínica. Los pacientes pueden presentar desde cuadros leves hasta enfermedades graves, como disentería, síndrome urémico hemolítico o enfermedades semejantes al cólera. Además, cerca del 15-20% de los casos con enfermedades tipo cólera o disentería presentan coinfección con otros patógenos invasivos, principalmente Vibrio, lo que dificulta atribuir la enfermedad exclusivamente a Aeromonas.

Un aspecto relevante en la clínica moderna es el uso de sanguijuelas para la terapia de heridas, práctica que persiste desde hace siglos. Aeromonas forma parte de la microbiota intestinal de las sanguijuelas, lo que puede provocar infecciones o bacteriemias en pacientes que reciben este tratamiento. Por ello, se recomienda administrar antibióticos profilácticos antes de la terapia y realizar cultivos para detectar cepas multirresistentes en las colonias de sanguijuelas.

Las infecciones de heridas por Aeromonas suelen ocurrir tras heridas penetrantes causadas por objetos contaminados con biopelículas que contienen esta bacteria. Las heridas abiertas expuestas a aguas habitadas por Aeromonas también pueden infectarse, aunque el riesgo es mayor cuando la bacteria se introduce directamente en la herida en alta concentración. La limpieza exhaustiva de estas heridas es fundamental, y se aconseja el uso de tratamiento profiláctico adecuado para cubrir Aeromonas y otros patógenos oportunistas presentes en el agua dulce. Las complicaciones graves de infecciones no tratadas o tratadas inapropiadamente incluyen sepsis, fascitis necrotizante, amputaciones e incluso la muerte.

Desde el punto de vista microbiológico, Aeromonas crece bien en la mayoría de los medios de cultivo rutinarios para bacterias Gram negativas, como agar sangre, agar chocolate y agar MacConkey. En estos medios, las colonias suelen ser grises, no fermentadoras de lactosa, y muestran una amplia zona de beta-hemólisis en el agar sangre. Para muestras fecales se puede realizar un test de oxidasa en el crecimiento confluyente para detectar Aeromonas, ya que esta bacteria es oxidasa positiva. También se emplea un medio selectivo que contiene Cefsulodin, Irgasan y Novobiocina para diferenciar Aeromonas y Yersinia enterocolitica, aunque se requieren pruebas adicionales para identificarlas de manera definitiva. La identificación a nivel de especie es compleja y generalmente requiere técnicas avanzadas como la espectrometría de masas MALDI-TOF o la secuenciación del gen 16S rRNA, aunque esta última sólo permite identificar con seguridad hasta el nivel de género.

En cuanto a su perfil de sensibilidad antimicrobiana, Aeromonas suele ser resistente a ampicilina y penicilinas comunes como amoxicilina. La actividad de las cefalosporinas es variable, siendo algunos fármacos efectivos y otros no, dependiendo incluso de la especie y biovar. Antibióticos como ciprofloxacino, gentamicina, amikacina, tobramicina, imipenem y trimetoprima-sulfametoxazol muestran una actividad más confiable. Se han reportado mecanismos de resistencia emergentes, incluyendo beta-lactamasas de espectro extendido (como TEM-24) y carbapenemasas NDM-1, lo que complica el tratamiento en algunos casos.

Es imprescindible comprender que, aunque Aeromonas es un habitante ambiental frecuente, su capacidad para causar infecciones graves en humanos es notable y debe ser considerada especialmente en casos de heridas expuestas a ambientes acuáticos o tras terapias con sanguijuelas. La detección microbiológica adecuada, la identificación precisa y el tratamiento antimicrobiano dirigido son claves para evitar complicaciones fatales. La vigilancia sobre la resistencia antibiótica es fundamental, dada la aparición de cepas multirresistentes.

El conocimiento sobre la ecología, las vías de transmisión y el potencial patógeno de Aeromonas debe integrarse con la comprensión clínica del paciente, especialmente aquellos con heridas expuestas, sistemas inmunitarios comprometidos o antecedentes de tratamientos invasivos. El manejo oportuno, la prevención mediante profilaxis adecuada y la higiene rigurosa en ambientes acuáticos constituyen pilares para minimizar el impacto de estas infecciones. Además, la coexistencia frecuente de Aeromonas con otros patógenos gastrointestinales subraya la complejidad diagnóstica y terapéutica, invitando a una aproximación clínica y microbiológica integral.

¿Cómo se diagnostica y trata la queratitis por Fusarium?

La queratitis por Fusarium es una infección ocular causada por especies de hongos del género Fusarium. Este hongo es conocido por su capacidad para infectar tanto a personas inmunocompetentes como inmunocomprometidas. Aunque se encuentra principalmente en plantas, también puede ser un patógeno en seres humanos, particularmente en aquellos con ojos expuestos a material vegetal o que han sufrido lesiones oculares traumáticas. Diagnosticar esta infección requiere un enfoque multifacético, ya que la identificación precisa de Fusarium en el ojo es compleja y depende de diversas pruebas y cultivos microbiológicos.

El diagnóstico de queratitis por Fusarium se basa principalmente en el uso de tinciones fúngicas, microscopía confocal in vivo (que se realiza en instalaciones especializadas de oftalmología) y cultivos microbiológicos. Las muestras de la córnea se pueden recolectar para tinciones rutinarias en histología, como la hematoxilina y eosina, o para tinciones fúngicas específicas y cultivo. Entre las tinciones fúngicas, la calcofluor blanco es la más comúnmente utilizada. Esta tinción fluorescente se une a la celulosa y la quitina en los materiales biológicos, y aunque no permite la identificación directa de la especie, sirve como una herramienta rápida y sensible para detectar elementos fúngicos.

Sin embargo, la cantidad de material córneal recolectado puede limitar el número de cultivos o tinciones que se pueden preparar. En situaciones donde la muestra es limitada, es crucial evaluar la probabilidad clínica de queratitis fúngica frente a bacterial. Los hisopos de córnea generalmente no son adecuados para cultivos fúngicos, aunque pueden utilizarse para cultivos bacterianos cuando sea necesario. En muchos casos de queratitis fúngica verdadera, los cultivos pueden no mostrar crecimiento, por lo que, si la sospecha clínica sigue siendo alta, es posible que el tratamiento empírico continúe incluso en ausencia de crecimiento en los cultivos.

Fusarium spp. crece generalmente de manera rápida en medios como el agar Sabouraud dextrosa incubado a 25°C. Las colonias inicialmente aparecen como crecimiento blanco, plano y algodonoso, pero con el tiempo pueden desarrollar colores adicionales en su superficie, como rojo, rosa, púrpura, salmón y marrón. Las características microscópicas de Fusarium incluyen hifas septadas y microconidias de forma oblonga/piriforme/ovalada, con 1-3 septaciones, y macroconidias que son más grandes, con 3-5 septaciones.

Para una identificación más precisa, los análisis de secuencias ITS y D1/D2 permiten identificar Fusarium hasta el nivel del complejo de especies, aunque la identificación a nivel de especie generalmente requiere secuenciación de múltiples genes. Además, la espectrometría de masas MALDI-TOF puede identificar Fusarium hasta el nivel del complejo de especies, pero no con suficiente precisión a nivel de especie. La resistencia de Fusarium a los tratamientos antifúngicos es notable, lo que dificulta el tratamiento de la queratitis fúngica. Fusarium solani, en particular, es considerado uno de los más resistentes. Mientras que la anfotericina B puede tener concentraciones mínimas inhibidoras (MIC) relativamente bajas, otros antifúngicos como flucitosina, fluconazol, ketoconazol, miconazol, itraconazol y posaconazol presentan MICs generalmente altos. Sin embargo, el voriconazol suele mostrar MICs más bajos en comparación con otros azoles.

El tratamiento de la queratitis por Fusarium generalmente se basa en el uso de natamicina tópica al 5%, con o sin voriconazol tópico al 1%. El tratamiento es intensivo, generalmente administrando estos dos antifúngicos tópicos cada hora durante las primeras 48 horas, y luego cada 2 horas durante 1-2 semanas. No existe una duración estándar establecida para el tratamiento antifúngico en estos pacientes, y en el caso de injertos corneales, el tratamiento puede extenderse por varios meses.

Además, la resistencia natural de Fusarium a los equinocandinas es otra complicación importante, aunque en algunos estudios se ha encontrado que existe un efecto sinérgico cuando se combina con anfotericina B. La importancia de este tratamiento combinado debe ser considerada cuando los tratamientos estándar no parecen ser eficaces.

La queratitis por Fusarium es particularmente frecuente en países tropicales y subtropicales, aunque también puede presentarse en climas templados con menor frecuencia. La prevención de esta infección está vinculada a la reducción de lesiones oculares traumáticas y al manejo adecuado de la exposición a material vegetal, así como a la implementación temprana de tratamientos antifúngicos en caso de sospecha clínica.