Cuando nos embarcamos en el proceso de EMDR (Desensibilización y Reprocesamiento por Movimiento Ocular), la clave para obtener los mejores resultados radica tanto en lo que hacemos como en lo que evitamos. Este capítulo se adentra en los "do's" y "don'ts" que aseguran un resultado positivo, brindando recomendaciones prácticas sobre cómo maximizar los beneficios y superar las barreras comunes que pueden surgir en el camino.
El primero de estos principios fundamentales es reconocer y entender nuestros propios límites emocionales. A lo largo del proceso de EMDR, es esencial conocer nuestra capacidad para manejar las emociones intensas y las reacciones que estas provocan. Esto no solo nos ayuda a evitar el agotamiento emocional, sino que también nos permite avanzar de manera más efectiva, sin sobrecargarnos. Reconocer nuestras limitaciones no se trata de evitar el trabajo profundo, sino de hacerlo con la conciencia necesaria para proteger nuestra salud emocional y física. Los límites actúan como un mecanismo de protección, ayudando a evitar que el proceso nos arrastre a una inundación emocional. Es vital entender que estos límites no son estáticos, sino que pueden cambiar según nuestra situación emocional y física en un momento dado. La autocomprensión es esencial, pues a veces podemos subestimar lo que somos capaces de soportar, mientras que en otras ocasiones, la conciencia de nuestras vulnerabilidades puede ayudarnos a definir con claridad hasta dónde podemos llegar.
En este sentido, el proceso de identificar y respetar los propios límites es clave. Puede que, en un primer momento, no estemos listos para abordar todos los problemas o recuerdos que surgen durante la terapia. Hay cuestiones que simplemente no estamos preparados para confrontar y está bien aceptarlo. No se trata de forzar una exposición prematura a nuestros miedos más profundos, sino de avanzar a un ritmo que favorezca nuestra curación. El desafío es encontrar ese equilibrio entre la incomodidad necesaria para sanar y la prudencia de no sobrepasar nuestros límites emocionales.
Otro aspecto central al enfrentar el proceso de EMDR es la búsqueda de seguridad. Cuando hemos atravesado experiencias traumáticas, nuestra sensación de seguridad se ve profundamente alterada. El cuerpo y la mente activan mecanismos de supervivencia que nos hacen más susceptibles a situaciones que parecen poner en riesgo nuestra estabilidad emocional. A medida que avanzamos en el proceso de recuperación, nuestra tarea será reconstruir ese sentido de seguridad, lo cual no siempre será sencillo. Habrá momentos en que nos sentiremos más vulnerables o fácilmente desbordados. A menudo, buscaremos soluciones inmediatas que nos ofrezcan alivio, aunque en el largo plazo esas soluciones no sean las más efectivas.
La clave está en comenzar a identificar los pequeños pasos que podemos dar para reconquistar la seguridad perdida. A veces, esto significa confrontar miedos pequeños que nos permitan afrontar con más confianza las dificultades más grandes. Este proceso de re-establecer la seguridad puede ser gradual, pero es esencial para avanzar hacia un bienestar duradero. En este camino, es fundamental ser consciente de los desencadenantes que nos provocan una sensación de inseguridad. Al conocerlos, podremos anticiparnos a las reacciones impulsivas y evitar caer en soluciones de corto plazo que solo perpetúan el malestar.
Además de los aspectos emocionales y psicológicos, es importante considerar la salud física. Muchas veces, los bloqueos emocionales y físicos están entrelazados, y los síntomas corporales pueden ser una manifestación de traumas no resueltos. Es común que problemas como dolores musculares crónicos, tensión, fatiga excesiva o dolores de cabeza frecuentes sean el reflejo de un sufrimiento emocional no tratado. En algunos casos, las dolencias físicas no están directamente relacionadas con traumas, pero es esencial reconocer cuándo una dolencia física es producto del estrés emocional. Abordar estas condiciones puede hacer una gran diferencia en el proceso de EMDR, pues el bienestar integral es fundamental para una curación exitosa.
Por último, comprender y respetar los límites emocionales y físicos, así como trabajar en la reconstrucción de la seguridad interna, son pasos esenciales para aprovechar al máximo la terapia EMDR. Reconocer que la sanación no es un proceso lineal, sino una serie de avances y retrocesos, nos permite ser más compasivos con nosotros mismos y perseverar en el camino hacia el bienestar.
¿Cómo podemos abordar las pesadillas y alteraciones del sueño mediante EMDR?
Los factores que afectan el sueño varían entre las personas. La higiene del sueño y las necesidades relacionadas con él son específicas para cada individuo y pueden cambiar con el tiempo, especialmente con la edad. Si bien es posible que ya estés desarrollando hábitos positivos para dormir, aún puedes estar lidiando con pesadillas que afectan la calidad de tu descanso. A pesar de los esfuerzos por mantener una rutina de sueño saludable, los sueños no deseados siguen siendo una carga. En este contexto, una posible solución es abordar las pesadillas utilizando la Técnica de Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares (EMDR, por sus siglas en inglés).
Para trabajar con una pesadilla a través del EMDR, lo primero es registrar el sueño o pesadilla de manera detallada. Comienza describiendo tu pesadilla lo más minuciosamente posible, desde el principio hasta el final, como si estuvieras contándola como una historia. Tómate el tiempo de considerar todos los detalles sensoriales: las imágenes, sonidos, olores, sabores y sensaciones físicas, además de los pensamientos o emociones que surjan.
Una vez que hayas registrado estos detalles, haz una pausa y respira profundamente. En este momento, tendrás la oportunidad de pensar en diferentes soluciones y finales alternativos para la pesadilla. Tu desafío será ser lo más creativo posible, buscando ideas que te proporcionen una sensación de control y empoderamiento sobre ese sueño perturbador. Aquí te propongo algunas estrategias:
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¿Cómo podría terminar de una manera diferente este sueño? ¿Qué cambios puedes introducir?
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¿Es posible transformar los elementos amenazantes de la pesadilla en algo más inofensivo o incluso cómico?
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Imagina que estás viendo el sueño en una pantalla y tienes la posibilidad de cambiar de canal o saltar las partes perturbadoras.
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Piensa en un lugar tranquilo o pacífico al que puedas ir dentro del sueño, como una forma de reorientar su curso hacia algo más reconfortante.
Una vez que tengas claro un nuevo final o modificación para tu sueño, escribe esos cambios. Esta es la base de un recurso que podrás utilizar más adelante para modificar tu experiencia onírica. Para integrar estas modificaciones en tu mente, puedes utilizar componentes del EMDR. A continuación, se describen los pasos para realizar un ejercicio utilizando estimulación bilateral:
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Respira profundamente, exhalando mientras inicias la estimulación bilateral, cerrando los ojos si lo prefieres.
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A medida que avanzas con la estimulación bilateral, enfócate en los cambios que has propuesto para tu pesadilla, prestando atención a los aspectos más positivos de esos cambios.
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Nota las modificaciones que experimentas y cómo se sienten físicamente en tu cuerpo.
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Sigue observando estos cambios mientras te concentras en los ajustes que has realizado en tu pesadilla.
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Toma una respiración profunda y exhala cuando detengas la estimulación bilateral. Realiza una breve revisión de cómo te sientes, tanto física como mentalmente. Si lo deseas, puedes repetir el ejercicio para reforzar los efectos positivos.
Además de escribir y visualizar un nuevo final para tu pesadilla, también puedes abordar este sueño de manera más profunda con un profesional en EMDR durante una sesión de reprocesamiento tradicional. Este enfoque podría ser útil si tienes dificultades para implementar las sugerencias y ejercicios previos de manera efectiva. Es importante que sepas que el acompañamiento de un experto puede facilitar significativamente el proceso.
Otro recurso útil cuando se trata de pesadillas y alteraciones del sueño es el llamado “contenedor de sueños o sueño”. Este ejercicio, similar al de "Contenedor" en el capítulo 8, puede ser útil para manejar las perturbaciones nocturnas. Aunque no siempre es sencillo al principio, con la práctica continua se vuelve más accesible y eficaz.
Para realizar este ejercicio, sigue estos pasos:
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Respira profundamente y comienza a ser más consciente de tu cuerpo.
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Imagina algún tipo de contenedor (puede ser una caja, un cofre, una caja fuerte, etc.) que pueda cerrarse o sellarse de manera segura.
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Una vez que tengas claro tu contenedor, inicia la estimulación bilateral, cerrando los ojos si lo prefieres.
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Tómate tu tiempo para visualizar todos los detalles de tu contenedor, cómo lo abrirías y cerrarías, su tamaño y ubicación, y si es a prueba de sonido.
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Visualiza el momento de colocar tu pesadilla dentro del contenedor, asegurándote de poner todos los aspectos de la pesadilla en él. Si es necesario, colócalos uno por uno, pausando la estimulación bilateral entre cada uno.
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Cuando sientas que tu pesadilla está dentro del contenedor, imagina cerrarlo o sellarlo. Incluso puedes visualizar que alguien más te ayuda a cerrarlo para garantizar su seguridad mientras duermes.
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Toma una respiración profunda y haz una pausa en la estimulación bilateral, revisando cómo te sientes tras completar este ejercicio.
Este contenedor se convierte en un recurso temporal que te permite alejar las perturbaciones de tu sueño y restaurar un estado de calma. Puedes recurrir a este ejercicio cada vez que necesites liberar las alteraciones de tus sueños, ayudando a restablecer tu patrón de sueño natural.
Es importante recordar que este tipo de técnicas no solo se utilizan para modificar el contenido de los sueños, sino también para prevenir que las pesadillas se reproduzcan repetidamente, afectando así la calidad de nuestro descanso. La clave está en la práctica continua y en la capacidad de visualizar cambios que nos proporcionen paz y control. Además, los profesionales en EMDR pueden ofrecer guías adicionales que ayuden a personalizar estos ejercicios según las necesidades de cada persona, lo que contribuye a un proceso de sanación más eficaz.
¿Cómo influye el trauma en la salud y la percepción de la vida?
El impacto de las experiencias traumáticas depende de cómo respondemos a ellas y cómo nos cuidamos después del hecho. Muchas personas que reciben tratamiento y desarrollan hábitos saludables logran superar completamente los eventos traumáticos de su pasado. Sin embargo, existen diversos mitos sobre el trauma que pueden dificultar su comprensión y tratamiento adecuado.
Uno de los mitos más comunes es que el trauma debe ocurrir directamente a la persona para que sea significativo. De hecho, presenciar o incluso enterarse de un evento traumático puede ser tan impactante como vivirlo. La creencia de que solo lo que experimentamos directamente puede afectarnos profundamente no refleja la complejidad de la mente humana. El cerebro reacciona ante la información sobre eventos negativos de la misma forma que si los viviera en carne propia, activando las respuestas de lucha, huida o parálisis. Cuando estas respuestas se activan de manera repetida, el sistema nervioso se mantiene en un estado elevado de alerta, lo que modifica su funcionamiento y afecta nuestra percepción del entorno.
Otro mito es que el trauma solo afecta a las personas "débiles". Este prejuicio, que vincula la capacidad de resiliencia con la fortaleza mental, no es más que una falacia. El impacto del trauma no depende de la fortaleza o debilidad de la persona, sino de su umbral individual para manejar el estrés. Buscar ayuda no es señal de debilidad, sino de fortaleza, ya que el apoyo adecuado mejora significativamente las probabilidades de sanar. La resiliencia y el crecimiento posterior al trauma son posibles, pero no dependen del carácter de la persona, sino de cómo maneja el proceso de recuperación.
El trauma no se limita al ámbito psicológico. También tiene repercusiones físicas, ya que el cuerpo y la mente están profundamente conectados. Las personas que han experimentado trauma suelen reportar síntomas físicos junto con los emocionales, como dolores crónicos, problemas gastrointestinales o dificultades respiratorias. Estas alteraciones fisiológicas son tan reales como los síntomas psicológicos y se deben a la influencia del trauma sobre el sistema nervioso. Un estudio pionero, conocido como el estudio de Experiencias Adversas en la Infancia (ACEs), demuestra que los traumas tempranos, especialmente en la niñez, están vinculados con una mayor probabilidad de desarrollar enfermedades crónicas a lo largo de la vida, como enfermedades cardíacas, diabetes y problemas respiratorios.
Asimismo, no todos los individuos expuestos a un mismo evento traumático reaccionan de la misma manera. Cada persona es única, y su experiencia con el trauma es profundamente personal. El mismo evento puede tener un impacto diferente en cada individuo, dependiendo de su historia, su contexto y sus características personales. Esto significa que no existe una "respuesta correcta" al trauma y que no hay una forma universal de medir su impacto.
Es frecuente pensar que para sufrir los efectos del trauma, es necesario recordar el evento traumático en cuestión. Sin embargo, esto no es cierto. Incluso si no recordamos explícitamente lo ocurrido, el cuerpo y el cerebro pueden almacenar estas experiencias de manera implícita, especialmente en etapas tempranas de la vida, como la infancia o incluso en el útero. El cerebro y el cuerpo pueden retener memorias de los eventos traumáticos y responder a ellas de manera similar a como lo harían si recordáramos los detalles. Este fenómeno se conoce como "memoria corporal", y puede desencadenar reacciones emocionales y físicas años después del evento.
Un mito particularmente dañino es la expectativa de que se debe superar el trauma rápidamente. La sanación del trauma no sigue un camino fijo, y no existe un tiempo determinado para superar el dolor o los efectos de un evento traumático. Cada proceso de recuperación es único, y algunas personas pueden necesitar más tiempo que otras para sanar. Es fundamental ser amable con uno mismo durante este proceso, ya que la sanación no es algo que se pueda forzar. Además, los síntomas del trauma pueden aparecer años después del evento, por lo que es importante reconocerlos y buscar apoyo en cualquier momento.
El camino hacia la sanación tras un trauma es largo y variado. Los mitos sobre la naturaleza del trauma y su tratamiento pueden obstaculizar la comprensión adecuada de este fenómeno. Es crucial reconocer que el trauma no es una debilidad personal ni una experiencia limitada al ámbito psicológico. Afecta tanto al cuerpo como a la mente, y su impacto varía de una persona a otra. El primer paso hacia la sanación es comprender que el trauma es una respuesta natural a circunstancias abrumadoras, y que buscar ayuda y tiempo para sanar es un acto de fortaleza.

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