Cuando un gobierno se enfrenta a restricciones presupuestarias, debe tomar decisiones complejas sobre la asignación de recursos limitados entre diferentes áreas, como la defensa y los programas sociales. Esta toma de decisiones implica un "trade-off", es decir, un intercambio entre distintos tipos de gasto. En este contexto, la provisión de bienes públicos se convierte en una cuestión crucial. Un bien público, por definición, debe ser consumido de manera conjunta por toda la sociedad, y la distribución de los beneficios derivados de su consumo debe ser equitativa para todos los individuos. Para que esta provisión sea óptima, la suma de las tasas marginales de sustitución (MRS) de todos los individuos debe ser igual a la tasa marginal de transformación (MRT), lo que asegura que el bien se distribuye de manera eficiente en toda la sociedad.
Sin embargo, la noción tradicional de que los bienes públicos deben ser provistos únicamente por el gobierno no es completamente precisa. De hecho, algunos bienes públicos pueden ser provistos por el sector privado, y en este caso se les conoce como "bienes públicos proporcionados de forma privada". Por otro lado, muchos de los bienes públicos proporcionados por el gobierno son, en su esencia, bienes privados, pues violan una o ambas características de los bienes públicos puros, como la no exclusión y la no rivalidad en el consumo. Estos se conocen como "bienes privados proporcionados por el gobierno". Un ejemplo de estos últimos son los servicios educativos y de salud.
Bienes Privados Proporcionados por el Gobierno
Aunque la educación es, en teoría, un bien privado (pues es excluible y rival en el mercado), muchos gobiernos se encargan de su provisión debido a su importancia social y económica. El sector privado solo proporcionará educación a quienes puedan pagar por ella, lo que deja a aquellos con menos recursos en una posición desventajosa. Este hecho subraya la necesidad de la intervención estatal, sobre todo para garantizar la igualdad de oportunidades. La educación no solo beneficia al individuo que la recibe, sino también a la sociedad en su conjunto, pues una población educada tiende a ser más productiva y menos propensa a generar conflictos sociales. A nivel moral, se argumenta que aquellos que no pueden pagar no deberían ser privados de la oportunidad de acceder a la educación, ya que esto perpetúa la desigualdad social.
Otro ejemplo de un bien privado proporcionado por el gobierno es la atención sanitaria. Si bien el sector privado puede ofrecer atención a aquellos que pueden permitírselo, existen importantes externalidades positivas asociadas con la salud pública. Una población sana genera menores costos para la sociedad, es más productiva y contribuye más al ingreso nacional. Por tanto, el acceso universal a la salud no solo tiene beneficios para el individuo, sino que también mejora la calidad de vida colectiva.
El dilema, sin embargo, surge cuando los bienes que deberían ser privados son provistos por el gobierno a un precio artificialmente bajo o gratuitamente. Esto puede llevar a una sobreconsumo, lo que, a su vez, genera ineficiencias y costos adicionales para la sociedad. Por ejemplo, si los servicios públicos como la electricidad o el agua son proporcionados por el gobierno a precios muy bajos, es probable que los ciudadanos no utilicen estos recursos de manera eficiente, lo que conduce a un despilfarro generalizado.
Bienes Públicos Proporcionados de Forma Privada
En los últimos años, se ha desarrollado una tendencia conocida como la "sociedad público-privada" o asociaciones público-privadas (APP), que busca combinar los recursos y la eficiencia del sector privado con la misión social y la estabilidad del sector público. Esta tendencia ha crecido debido a la creencia generalizada de que las empresas privadas pueden gestionar mejor ciertos servicios, por su supuesta mayor eficiencia en la provisión de bienes públicos. Por ejemplo, el sector privado se ha hecho cargo de servicios como la recolección de basura, la gestión de tribunales o el mantenimiento de infraestructuras, en ocasiones con resultados mixtos.
El argumento a favor de la privatización se basa en la idea de que las empresas privadas tienen la tecnología, la experiencia y la organización necesarias para producir bienes de manera más eficiente que el gobierno. Sin embargo, no siempre se cumple esta premisa. Muchas empresas privadas, incluso las que han sido objeto de fusiones para aumentar su competitividad, no logran sobrevivir en mercados competitivos. Además, incluso si una empresa privada puede producir un bien a un costo menor que el gobierno, esto no garantiza que el ahorro en costos se traduzca en un beneficio directo para la sociedad. Por ejemplo, si una empresa privada reduce el costo de un servicio, pero mantiene el precio para los consumidores igual o lo aumenta, el público no experimenta una mejora en su bienestar.
En este contexto, aunque la privatización puede traer mejoras en términos de eficiencia en ciertos casos, no siempre garantiza que los beneficios de costos se distribuyan de manera justa entre los ciudadanos. Un ejemplo claro es el caso de la gestión de servicios públicos por parte de empresas privadas, donde, en muchos casos, la reducción de costos no se traduce en precios más bajos para el consumidor, sino en mayores márgenes de beneficio para las empresas.
Es importante reconocer que los bienes públicos y privados no son categorías fijas. Muchos bienes tienen características mixtas que pueden variar dependiendo del contexto y de cómo se gestionen. En última instancia, la clave para una provisión eficiente de estos bienes radica en encontrar un equilibrio adecuado entre la intervención pública y la privada, que permita maximizar el bienestar social sin caer en excesos o ineficiencias.
¿Cómo se manejan los déficits presupuestarios y el control del gasto público?
El manejo de los déficits presupuestarios requiere un conjunto de estrategias precisas y bien coordinadas para garantizar la estabilidad financiera y la eficiencia en el uso de los recursos públicos. Una de las prácticas más comunes es la transferencia interfundamental, que permite desplazar fondos desde un fondo con superávit hacia otro que enfrenta un déficit. Sin embargo, esta maniobra debe realizarse con cautela para no restringir la capacidad operativa del fondo de origen, evitando que quede desprovisto para cumplir sus funciones básicas.
Cuando se anticipa o se enfrenta un déficit, las agencias pueden solicitar apropiaciones suplementarias durante el año fiscal, complementando los fondos asignados inicialmente. Estas apropiaciones adicionales suelen reservarse para emergencias o ingresos inesperadamente bajos, sobre los cuales la agencia tiene poco control. Aunque el monto suele ser menor que la asignación inicial, obtener estos fondos implica un proceso formal, aunque menos riguroso que el proceso original.
Controlar los costos se vuelve indispensable para toda entidad gubernamental. La gestión del gasto público busca asegurar que los recursos se utilicen estrictamente para los fines previstos, evitando desviaciones y excesos. Entre las herramientas esenciales para este fin se encuentran el control del gasto, el control del flujo de efectivo y la prevención del fraude, el desperdicio y el abuso.
El control del gasto se ejerce regulando el momento en que se generan las obligaciones financieras y se realizan los desembolsos, complementado con la publicación periódica de informes financieros y contables que permiten comparar los gastos reales con los presupuestados. Estos informes no solo garantizan transparencia, sino que también sirven de base para los informes financieros anuales requeridos por la ley.
El control de efectivo es fundamental, especialmente en gobiernos locales que suelen recibir la mayoría de sus ingresos en periodos específicos, como la recaudación del impuesto predial, mientras que los gastos se mantienen constantes a lo largo del año. Esto genera problemas operativos de superávit o déficit de efectivo que deben ser equilibrados para mantener la operatividad diaria. La elaboración de presupuestos de efectivo y reportes contables es crucial para administrar este flujo. Los excedentes deben ser invertidos adecuadamente para generar ingresos adicionales, mientras que los déficits pueden cubrirse mediante transferencias desde fondos con superávit o con rendimientos de inversiones, evitando el endeudamiento. Para asegurar la integridad de los fondos, es imprescindible la segregación adecuada de cuentas y la conciliación diaria, verificando que los retiros y gastos coincidan y que no se realicen transacciones en efectivo sin la documentación apropiada, prácticas conocidas como control interno de caja.
El fraude, desperdicio y abuso representan un problema grave que afecta a todos los niveles gubernamentales, con pérdidas que alcanzan cientos de millones de dólares anualmente. A pesar de los esfuerzos implementados, esta problemática persiste. Desde la gestión de costos, la solución pasa por identificar con precisión los puntos vulnerables, responder con rapidez para minimizar pérdidas, mejorar la calidad del gasto y aplicar recortes adecuados. Estas prácticas forman parte de lo que se denomina el sistema operativo “lean” o de eficiencia operacional, cuyo objetivo es maximizar el valor de cada recurso invertido.
La contabilidad presupuestaria es una herramienta clave para monitorear y controlar el gasto público durante la ejecución del presupuesto. Su propósito principal es asegurar que las agencias no excedan las apropiaciones autorizadas y que los fondos se usen para los fines establecidos. Tres tipos de cuentas caracterizan este sistema: apropiaciones, que son autorizaciones legislativas para realizar gastos; asignaciones, que representan la parte disponible para gasto inmediato; y compromisos, que son reservas de fondos para gastos futuros, garantizando que el dinero esté disponible cuando se requiera. Un concepto fundamental es el saldo no comprometido, que refleja la diferencia entre las apropiaciones, los compromisos y las asignaciones, y que sirve como indicador de los recursos aún disponibles para la administración.
Más allá de las técnicas y mecanismos descritos, es esencial comprender que la gestión presupuestaria no solo se trata de números y balances, sino de responsabilidad pública, transparencia y confianza social. La correcta administración de los recursos garantiza que los servicios públicos se mantengan y que las inversiones generen el mayor beneficio posible para la comunidad. El conocimiento profundo de estos procesos permite a los gestores públicos anticipar problemas, diseñar respuestas adecuadas y mantener un equilibrio fiscal sostenible a largo plazo.
¿Cómo funciona un presupuesto basado en resultados y cuáles son sus elementos clave?
El presupuesto basado en resultados busca evaluar la efectividad de un programa a través de los resultados obtenidos dentro de un plazo determinado, lo que genera una relación directa entre las metas y los resultados alcanzados. La pregunta fundamental en este tipo de presupuestación es en qué medida el rendimiento del programa produce los resultados deseados. A lo largo de los años se han propuesto diferentes enfoques para desarrollar un presupuesto orientado a resultados. Uno de los enfoques más destacados es el propuesto por Osborne y Gabler (1992), que utiliza un enfoque dual: el enfoque de vinculación y el enfoque de compra.
En el enfoque de vinculación, los resultados se vinculan al proceso presupuestario, comenzando desde los insumos, pasando por los procesos, hasta llegar a los resultados finales. Este enfoque permite establecer una relación de causa y efecto entre los objetivos de una organización y los resultados que contribuyen a alcanzarlos. Por otro lado, el enfoque de compra se centra en cómo se asignan los recursos específicos de una organización para alcanzar resultados concretos, buscando una correspondencia directa entre la asignación del presupuesto y los resultados planificados. Este enfoque hace que los interesados, quienes son los beneficiarios del sistema en relación con el gobierno, puedan visualizar la conexión entre el proceso de toma de decisiones, la asignación de recursos y los resultados específicos obtenidos. Sin embargo, este enfoque es algo más complejo debido a los múltiples interesados y sus intereses a veces contradictorios en cuanto a las decisiones presupuestarias. De todos modos, según los autores, el enfoque de vinculación debería ser el primer paso necesario para desarrollar el presupuesto (Martin, 2002).
Otro buen ejemplo de presupuestación basada en resultados es el proceso en varias etapas sugerido por la GFOA (2007), que se caracteriza por su simplicidad, practicidad y facilidad de seguimiento. Este proceso se resume en los siguientes pasos: primero, determinar los ingresos disponibles para ejecutar las actividades presupuestarias a partir de las previsiones de ingresos, lo que demuestra la importancia de tener estimaciones precisas. En segundo lugar, desarrollar los resultados y priorizarlos, asegurándose de que el número de resultados no sea ni excesivo ni insuficiente, para que sean consistentes y fáciles de priorizar. La regla general es que no deberían ser más de diez resultados. En tercer lugar, asignar recursos a los resultados deseados, priorizando aquellos que sean más urgentes o importantes, dado que los recursos son limitados. El cuarto paso es definir las estrategias, programas y actividades necesarios para alcanzar los resultados deseados. En quinto lugar, seleccionar las propuestas que mejor respondan a las prioridades del programa que deben incluirse en el presupuesto. El sexto paso consiste en establecer medidas para monitorear el progreso hacia el logro de los resultados, cerrando así el ciclo de retroalimentación. El séptimo paso es analizar los resultados para comparar los resultados reales con los previstos en el presupuesto, es decir, evaluar el logro de los resultados. Finalmente, el octavo paso es comunicar los resultados del desempeño al público.
El presupuesto basado en resultados puede construirse sobre un proceso existente, ya que es una extensión de los sistemas de presupuestación por desempeño. Operativamente, puede utilizar las mismas medidas de insumo que la presupuestación por desempeño para determinar la relación entre los insumos y los resultados, en lugar de entre los insumos y los productos, como sería el caso de los resultados por unidad de trabajo, por unidad de material, y así sucesivamente, siempre y cuando se puedan definir los resultados en términos cuantitativos. Si los resultados no se pueden expresar en términos cuantitativos, se deben buscar proxies o sustitutos cercanos que sirvan de medida, siempre que estén lo más cerca posible de los resultados previstos. Es crucial que los resultados se definan de manera clara y precisa, en coherencia con las metas y objetivos de las agencias y departamentos dentro de la organización, para que el presupuesto pueda ser eficaz.
La clave del éxito de una política gubernamental radica en qué tan eficazmente ha logrado proporcionar bienes y servicios para satisfacer las necesidades del público. No obstante, hay que tener cuidado al desarrollar un presupuesto basado en resultados y, en general, cualquier sistema presupuestario con objetivos definidos. Existe la tentación de fijar los resultados previstos en niveles demasiado bajos para mostrar un éxito al final del año fiscal o al completar los programas. Esta es una debilidad importante del sistema, a menos que se preste atención para evitar este tipo de trampas.
El presupuesto basado en prioridades (PBP, por sus siglas en inglés) es una alternativa eficiente al presupuesto incremental en situaciones de escasez de recursos. A diferencia del presupuesto incremental, que podría reducir de manera arbitraria los recursos en todos los programas, el PBP permite identificar prioridades estratégicas clave, clasificar programas y actividades según su alineación con dichas prioridades, y asignar recursos de acuerdo con esta clasificación. Este sistema combina elementos del presupuesto basado en cero (ZBB) y el presupuesto estratégico.
El proceso para desarrollar un presupuesto basado en prioridades es relativamente sencillo y se apoya en los marcos de los sistemas anteriores, pero sin sus debilidades inherentes. Primero, se identifican los recursos disponibles, lo que permite manejar los problemas presupuestarios de manera más efectiva al centrarse en lo que hay disponible, no en lo que se necesita. Segundo, se identifican las prioridades organizacionales, que reflejan los resultados que la comunidad valora. Tercero, se definen claramente los resultados prioritarios, especificando qué significa, por ejemplo, una "comunidad segura", para poder establecer medidas operacionales. El cuarto paso es identificar las unidades de decisión, similares a las unidades de decisión en el presupuesto basado en cero. El quinto paso consiste en calificar las unidades de decisión en función de cómo los programas alcanzan los resultados prioritarios. El sexto paso es comparar las puntuaciones entre programas para obtener un ranking final claro, preciso y coherente. El séptimo paso es asignar los recursos de acuerdo con este ranking final. Por último, se evalúan los resultados para determinar el grado en que los programas han logrado los resultados deseados.
¿Qué es un presupuesto basado en objetivos y cómo se diferencia de otros sistemas presupuestarios?
El presupuesto basado en objetivos es una variante del presupuesto base cero, donde la asignación de recursos se justifica y planifica en función de metas específicas y resultados esperados. A diferencia del presupuesto base cero tradicional, que parte desde cero en cada ciclo presupuestario justificando todas las partidas sin referencia al presupuesto anterior, el presupuesto basado en objetivos incorpora una visión estratégica y orientada a resultados, estableciendo metas claras que deben alcanzarse para validar las asignaciones propuestas. Esta metodología permite enfocar los recursos en prioridades definidas y optimizar la eficiencia en el uso del presupuesto.
La precisión en las previsiones es crucial para el éxito de un presupuesto basado en objetivos, ya que una estimación inadecuada puede desvirtuar la asignación eficiente de recursos y comprometer el logro de las metas. Una proyección acertada facilita la identificación de prioridades reales, la adaptación a cambios en el entorno y la mejora continua del proceso presupuestario. Así, un buen pronóstico no solo asegura la viabilidad financiera sino que también fortalece la capacidad del gobierno o la organización para responder a las necesidades dinámicas de la sociedad o del mercado.
Por otra parte, el presupuesto estratégico se distingue del presupuesto base cero por su enfoque integral y a largo plazo. Mientras que el presupuesto base cero se enfoca en la justificación detallada de cada partida presupuestaria en un horizonte temporal limitado, el presupuesto estratégico articula estrategias y acciones alineadas con la visión y misión institucionales, contemplando escenarios futuros y la sostenibilidad de las políticas públicas. La fortaleza de este sistema radica en su capacidad para orientar el gasto hacia objetivos estratégicos, facilitando la planificación y evaluación del desempeño. Sin embargo, sus limitaciones pueden incluir la complejidad en la implementación y la necesidad de datos confiables y actualizados para un seguimiento eficaz.
Existen diversas modalidades presupuestarias complementarias, como el presupuesto orientado a prioridades, el presupuesto de sostenibilidad y el presupuesto participativo. El primero centra la asignación en áreas y programas considerados esenciales, buscando maximizar el impacto social con los recursos disponibles. El presupuesto de sostenibilidad enfatiza la continuidad financiera y ambiental, asegurando que las decisiones presupuestarias no comprometan el bienestar futuro. El presupuesto participativo implica a la ciudadanía en el proceso de toma de decisiones, promoviendo transparencia, legitimidad y corresponsabilidad. A pesar de sus diferencias, estos sistemas enfrentan malentendidos comunes, tales como la percepción de que el presupuesto participativo es solo una consulta superficial o que el presupuesto estratégico es rígido y poco adaptable, cuando en realidad son herramientas dinámicas que pueden coexistir y complementarse.
El análisis de un presupuesto operativo gubernamental revela la estructura y prioridades del gasto público, evidenciando cómo se distribuyen los recursos entre departamentos y agencias. La consistencia en los patrones de asignación refleja la estabilidad o los cambios en las políticas públicas y las condiciones económicas. Las partidas presupuestarias, o líneas de gasto, son el núcleo del presupuesto y permiten desglosar detalladamente cada rubro. Identificar la partida más significativa ayuda a comprender las áreas donde se concentra la inversión y cuáles podrían requerir una evaluación más profunda para mejorar la eficiencia y eficacia.
Es importante destacar que los sistemas presupuestarios son, en esencia, conjuntos de elementos interrelacionados que funcionan de manera organizada para apoyar la planificación y ejecución financiera. Estos sistemas pueden ser naturales, como ciertos procesos económicos espontáneos, o diseñados por el hombre, como los métodos formales de presupuestación. Además, la existencia de fondos de reserva, tales como los fondos para días lluviosos y fondos de contingencia, es fundamental para la estabilidad fiscal y la capacidad de respuesta ante imprevistos o emergencias, aunque frecuentemente se confunden o se usan indistintamente, cuando en realidad tienen objetivos y usos diferenciados.
La medición de la productividad dentro del presupuesto público es una herramienta esencial para evaluar el desempeño y el impacto de los gastos. Diferentes métodos permiten cuantificar el cambio en productividad, facilitando la toma de decisiones basadas en evidencia y promoviendo la mejora continua en la gestión pública. La elección del método dependerá del contexto y de las preferencias del analista, pero el objetivo común es proporcionar una visión clara y objetiva del uso eficiente de los recursos.
La comparación entre usar el presupuesto del año actual versus el del año anterior para establecer niveles de referencia en la asignación presupuestaria es un aspecto técnico con implicaciones prácticas. Mientras que el presupuesto anterior refleja cifras concretas y ejecutadas, el presupuesto actual incorpora decisiones más recientes y realistas, adaptadas al contexto cambiante. Esta elección influye en la relevancia y aplicabilidad de las comparaciones y análisis presupuestarios.
El lector debe entender que el proceso presupuestario no es solo una cuestión técnica o administrativa, sino un acto profundamente político y estratégico. La manera en que se diseñan, implementan y evalúan los presupuestos tiene un impacto directo en la calidad de los servicios públicos, el desarrollo económico y la equidad social. La transparencia, la participación ciudadana y la rendición de cuentas son componentes esenciales para que el sistema presupuestario cumpla con su función de asignar recursos de manera justa y eficiente, y para que se mantenga la confianza pública en las instituciones. Además, la integración de indicadores de desempeño y mecanismos de evaluación fortalece la capacidad de los gobiernos para adaptarse a los cambios y responder a las demandas sociales, garantizando la sostenibilidad y relevancia de sus políticas.
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