El proceso de construcción y prueba de un actuador McKibben, que utiliza aire comprimido para generar movimiento, requiere precisión en cada uno de los pasos. En primer lugar, se debe asegurar la trenza del actuador con una brida de plástico (zip tie), y luego cortar el material sobrante. Como alternativa, si se dispone de una pistola de calor, se puede fundir la trenza para evitar el uso de la brida. Una vez que la trenza está fija, los estudiantes colocan un globo dentro de la trenza, asegurándose de que la abertura quede opuesta al lado cerrado por la brida o el calor. A continuación, el siguiente paso consiste en insertar un tubo rígido en el globo.
Una vez completado este proceso, se asegura el actuador con una segunda brida y se corta el material sobrante. Para permitir la presurización del sistema, se conecta una manguera con un conector Luer a uno de los extremos del tubo rígido, mientras que al otro extremo se le acopla una jeringa. Con el sistema presurizado, los estudiantes deben registrar la cantidad de desplazamiento vertical del actuador al agregar peso a una tuerca metálica, lo que servirá para calcular la fuerza generada. El laboratorio debe terminar con una tabla de datos en la que se registren los valores de longitud del globo, presión aplicada, peso levantado y la altura alcanzada.
Para analizar el comportamiento del actuador McKibben, los estudiantes deberán representar gráficamente la relación entre la fuerza y el desplazamiento, lo que les permitirá entender cómo varía la deformación con el aumento de presión. La fuerza generada por el actuador depende de la presión interna y del área transversal del tubo rígido, por lo que es crucial tener en cuenta el diámetro del tubo al calcular la fuerza ejercida.
A continuación, se presentan algunos problemas prácticos que ilustran el funcionamiento de los actuadores McKibben en condiciones controladas. En uno de estos problemas, se comparan dos actuadores con diámetros distintos (20 mm y 30 mm) a diferentes presiones (100 kPa y 200 kPa), lo que permite analizar cómo influye el tamaño del diámetro y la presión sobre la fuerza generada por el actuador. A mayor diámetro, mayor será el área de sección transversal, lo que resulta en una mayor fuerza. Además, al incrementar la presión, la fuerza también aumenta de manera proporcional.
Otro aspecto interesante es el ángulo de las fibras que refuerzan el actuador, lo que afecta directamente al comportamiento de la deformación. Un ángulo pequeño favorece la elongación axial del actuador, mientras que un ángulo mayor provoca que el actuador se deforme radialmente. Este comportamiento se debe a que las fibras, al estar dispuestas en espiral, restringen la expansión radial, permitiendo que el actuador se alargue axialmente. Sin embargo, si el ángulo de las fibras es muy grande, el actuador puede experimentar un encogimiento axial o una expansión radial.
Para estudiar más a fondo la relación entre el ángulo de las fibras y la deformación, es necesario derivar una expresión matemática que relacione la deformación axial con el ángulo de las fibras. Esto puede realizarse tomando en cuenta la geometría del actuador y las propiedades del material, como la incomprensibilidad del elastómero y la inextensibilidad de las fibras. En este contexto, se puede obtener una expresión que permita predecir la deformación axial del actuador en función de la presión aplicada.
Un aspecto importante a destacar es cómo la variación del ángulo de las fibras afecta al tipo de deformación que experimenta el actuador. Los ángulos pequeños (< 30°) favorecen la elongación axial, mientras que los ángulos más grandes (≥ 54.7°) pueden provocar una expansión radial o incluso un torcimiento en el actuador. Este conocimiento es crucial a la hora de diseñar actuadores McKibben para aplicaciones específicas, como robots blandos, que requieren una deformación controlada en diversas direcciones.
El entendimiento de estos principios es fundamental para poder aplicar los actuadores McKibben en una amplia gama de aplicaciones tecnológicas, como la robótica blanda, dispositivos de adherencia y mecanismos de succión inspirados en organismos marinos, como los pulpos. Estos actuadores, que imitan el comportamiento de los músculos humanos, tienen un gran potencial para aplicaciones donde se necesita una deformación controlada y precisa, como en la manipulación de objetos delicados o en sistemas que requieren adaptabilidad a su entorno.
¿Cómo afectan los materiales magnéticos suaves a los fluidos magnetoreológicos y elastómeros?
La magnetización en un material, como respuesta a un campo magnético aplicado, se describe matemáticamente mediante la relación: . Este modelo es fundamental para entender cómo interactúan los materiales magnéticos con los campos externos. A nivel microscópico, la relación entre la magnetización y el campo magnético se expresa mediante la permeabilidad magnética del vacío, , y se formula de la siguiente manera:
La susceptibilidad magnética, denotada como , es una constante adimensional que indica el grado de magnetización de un material ante la presencia de un campo magnético. Esta relación se expresa como:
donde es la magnetización del material (el momento dipolar magnético por unidad de volumen), y es la intensidad del campo magnético. La coercividad, o fuerza coercitiva, se refiere a la capacidad de un material ferromagnético para resistir la desmagnetización al ser expuesto a un campo magnético externo. La coercividad se mide en oersteds o amperios por metro y se denota como . La remanencia es la magnetización que queda en un material ferromagnético después de que el campo magnético externo se ha eliminado.
Los materiales magnéticos suaves, tales como los imanes blandos, se caracterizan por una relación lineal entre la magnetización inducida y el campo magnético, con una susceptibilidad magnética constante antes de la saturación y una magnetización constante después de la saturación, sin presentar histéresis magnética. En estos materiales, la remanencia y la coercividad son prácticamente nulas. Por otro lado, los materiales magnéticos duros presentan una gran histéresis, es decir, tienen alta coercividad y remanencia, lo que les permite mantener una cierta magnetización incluso cuando el campo magnético se reduce por debajo de la coercividad.
Los materiales superparamagnéticos se comportan de manera diferente. No presentan histéresis, lo que significa que se magnetizan rápidamente bajo campos bajos, pero pierden su magnetización casi instantáneamente una vez que se retira el campo.
En cuanto a los fluidos magnetoreológicos (MRF) en matrices suaves, estos materiales, como los elastómeros magnetoreológicos (MRE), combinan las propiedades elásticas de una matriz polimérica con el comportamiento sensible al campo magnético de un fluido magnetoreológico. Los fluidos magnetoreológicos están compuestos por partículas magnéticas microscópicas, como el hierro o aleaciones basadas en hierro, dispersas en un fluido portador como aceite de silicona. En estos sistemas, los estabilizadores y surfactantes se añaden ocasionalmente para evitar el asentamiento y la agregación de las partículas magnéticas.
Cuando no se aplica un campo magnético, las partículas dentro del fluido permanecen distribuidas aleatoriamente en la matriz del elastómero, lo que permite que el material se comporte como un caucho flexible. Sin embargo, al aplicar un campo magnético, las partículas de hierro se alinean a lo largo de las líneas del campo, formando estructuras en forma de cadena. Esto incrementa drásticamente la rigidez, el amortiguamiento y el módulo de cizallamiento del material compuesto. Este efecto permite un control en tiempo real de las propiedades mecánicas del material en función de la intensidad del campo magnético aplicado, lo que hace que los elastómeros magnetoreológicos sean adecuados para entornos dinámicos y rápidos. Además, cuando se retira el campo magnético, las estructuras de partículas se desintegran debido al movimiento browniano y las fuerzas elásticas de la matriz, devolviendo el material a su estado original.
Los elastómeros magnetoactivos (MAE) utilizan un mecanismo diferente: la magnetoestriccion, que es el cambio de volumen de un material en respuesta a un campo magnético. Los materiales magnetoactivos presentan partículas magnéticas embebidas en una matriz elástica, las cuales interaccionan entre sí cuando se aplica un campo magnético. Este fenómeno da lugar a un cambio en las propiedades mecánicas del material, como la rigidez y la capacidad de deformarse.
El comportamiento de los elastómeros magnetoactivos depende de la distribución de las partículas magnéticas en la matriz. En ausencia de un campo magnético, las partículas se distribuyen de forma aleatoria, y el material actúa como un elastómero dopado con partículas rígidas. Cuando se aplica un campo magnético, se induce una interacción dipolar entre las partículas, lo que provoca su realineación. Este realineamiento puede dar lugar a varios modos de deformación, como:
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Magnetoestriccion positiva: cuando las partículas se alinean a lo largo de las líneas del campo magnético, el material puede alargarse en la dirección del campo.
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Magnetoestriccion negativa: si la matriz elástica restringe el movimiento de las partículas, las tensiones internas pueden causar contracción en lugar de expansión.
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Deformación por cizalladura: en MAE anisotrópicos, donde las partículas están alineadas en una dirección preferencial, la aplicación de un campo magnético transversal puede causar torsión o flexión en lugar de una elongación o contracción puras.
En cuanto al rendimiento de los actuadores, se observa una relación clara entre la magnetización y el módulo de Young del compuesto. A medida que aumenta la fracción de partículas magnéticas en el material, la magnetización del compuesto aumenta de manera monótona. Sin embargo, existe un compromiso entre la magnetización y la rigidez, ya que el aumento en la cantidad de partículas también incrementa la rigidez del material.
Es esencial entender que los elastómeros magnetoreológicos y los elastómeros magnetoactivos son tecnologías en constante desarrollo que ofrecen un amplio espectro de aplicaciones en campos que requieren materiales con propiedades mecánicas variables y controlables en tiempo real. La adaptabilidad de estos materiales a diferentes condiciones de carga y campo magnético los convierte en componentes clave para sistemas de amortiguación, actuadores inteligentes y dispositivos con respuesta rápida.
¿Cómo se logra una adhesión controlable en materiales blandos a través de presurización, capilaridad y electroadhesión?
La adhesión controlable en materiales blandos representa un campo de investigación interdisciplinario que combina mecánica, física de superficies, bioinspiración y microfabricación. Los mecanismos que permiten a ciertos dispositivos o estructuras blandas adherirse de forma reversible a diferentes superficies están estrechamente relacionados con principios físicos como la presión negativa, la tensión superficial y los campos eléctricos. Cada uno de estos mecanismos ofrece ventajas únicas en términos de control, selectividad y adaptabilidad, lo que los convierte en herramientas clave en el diseño de sistemas adhesivos inteligentes y bioinspirados.
En el caso de los actuadores blandos tipo PneuNet modificados, se utiliza una geometría que combina una cámara cilíndrica y un canal superior que, al ser presurizados, inducen una deformación tridimensional en forma de cúpula. Esta transformación del plano al volumen genera una caída local de presión en la cavidad inferior en contacto con el objeto, provocando una fuerza de adhesión por vacío. Este enfoque permite una adhesión robusta y reversible sin necesidad de componentes mecánicos rígidos, lo que resulta especialmente útil para aplicaciones en superficies irregulares o delicadas.
En la naturaleza, los mecanismos de adhesión capilar han evolucionado con gran sofisticación. Un ejemplo emblemático es el de las ranas arborícolas como Litoria caerulea, que utilizan almohadillas en sus dedos recubiertas de un patrón hexagonal de nanopilares y una capa de moco secretado. Este sistema genera una película líquida que, al deformarse entre los pilares y la superficie objetivo, produce fuerzas capilares suficientes para mantener la adherencia incluso en entornos húmedos. La tensión superficial del moco y la organización estructural de los pilares permiten una adhesión efectiva donde otros sistemas, como el de los geckos, fallan. Además, la capacidad de los pilares para colapsar permite interrumpir la película líquida y así reducir la adhesión cuando es necesario, introduciendo un nivel adicional de control dinámico.
En contextos educativos y experimentales, es posible replicar y estudiar estas estrategias a través de sesiones de laboratorio que permiten analizar el papel de la textura superficial y las propiedades del material. Mediante la creación de elastómeros texturizados sobre papel de lija con diferentes granulometrías, los estudiantes pueden observar cómo la rugosidad influye en la capacidad de adhesión. El procedimiento incluye la mezcla precisa de componentes elastoméricos, su vertido en moldes sobre superficies abrasivas y la posterior curación a temperatura ambiente. Una vez preparados, los probetas se prueban aplicando cargas a través de portaobjetos de vidrio y midiendo cuánta masa son capaces de sostener antes de perder contacto. Los resultados permiten trazar la fuerza de adhesión como función de la rugosidad, lo que revela la interacción crítica entre morfología superficial y propiedades del polímero base.
Por otro lado, la electroadhesión ofrece un mecanismo totalmente distinto basado en la interacción de campos eléctricos con superficies dieléctricas. En una típica sesión de laboratorio, se emplean electrodos interdigitados fijados sobre una película dieléctrica de VHB, recubiertos con negro de carbón para permitir la conductividad. Posteriormente se coloca una capa de Mylar como dieléctrico principal y se asegura el ensamblaje para minimizar huecos de aire. Cuando se aplica un voltaje elevado, el sistema genera una fuerza electrostática que induce adhesión al estar en contacto con otra superficie, como un portaobjetos de vidrio. La adhesión resultante puede medirse directamente correlacionando el voltaje aplicado con la masa que el sistema es capaz de sostener. Esta técnica permite estudiar el efecto del patrón de los electrodos, la constante dieléctrica del material utilizado y el espesor de la capa aislante.
Además del diseño experimental, es esencial comprender los fundamentos físicos que gobiernan estos fenómenos. En el caso de la electroadhesión, se aplica el modelo de condensador de placas paralelas para determinar la presión electrostática generada. Dado un dieléctrico con una constante εr, espesor d, y una tensión aplicada V, la presión resultante se calcula a través de la expresión:
P = (1/2) * εr * ε0 * (V² / d²)
Donde ε0 es la permitividad del vacío. Esta ecuación permite predecir de forma cuantitativa la fuerza de adhesión que un sistema puede generar sobre una superficie plana dada un área de contacto específica.
Es fundamental destacar que el comportamiento adhesivo de los materiales blandos no es simplemente una función del diseño geométrico o del voltaje aplicado, sino que depende profundamente de la interacción entre las propiedades de los materiales, la estructura superficial y las condiciones ambientales. La presencia de humedad, la temperatura, la elasticidad del sustrato y la energía superficial del objeto objetivo influyen notablemente en la efectividad de estos sistemas. Asimismo, la escalabilidad de estas tecnologías y su integración con sistemas autónomos plantea nuevos desafíos en términos de miniaturización, consumo energético y estabilidad a largo plazo.

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