Conseguir lo que se quiere no siempre es una cuestión de tener poderes especiales o de seguir un camino claro; a menudo, solo se trata de persistir hasta que alguien diga "sí". La clave, en muchos casos, está en no rendirse y seguir buscando una oportunidad en cada rincón. A veces, la suerte se encuentra en la paciencia y en la forma en que te presentas a los demás. Esto es algo que aprendí de una experiencia particular, en la que logré conectar con una recepcionista que, inicialmente, parecía estar más interesada en deshacerse de mí que en ayudarme. A pesar de su aparente indiferencia, no me dejé disuadir. A través de historias curiosas y un toque de humor, logré captar su atención y, más importante aún, su apoyo. El hecho de ser siempre educada y comprender su situación, sin presionar demasiado, fue lo que me permitió ganar su simpatía y, finalmente, obtener lo que quería.
Este tipo de experiencia, aparentemente trivial, me enseñó que muchas veces, la suerte o las oportunidades no dependen de factores externos, sino de nuestra capacidad para seguir adelante sin rendirnos. Cuanto más persistente y auténtico seas, más fácil será que las puertas se abran, aunque no siempre suceda de inmediato. A veces, la paciencia y la forma de abordar a las personas pueden marcar la diferencia.
Este principio se reflejó en mi trabajo con el Dr. Gumbiner, un jefe que estaba expandiendo su negocio y que confiaba plenamente en mi capacidad para encontrar soluciones incluso cuando no tenía claro el camino exacto a seguir. A pesar de no tener experiencia directa en la contratación de médicos, me ofrecí para ayudarle a encontrar internistas para un nuevo plan de salud que estaba implementando, sabiendo que mi creatividad podría ser clave para resolver el problema. Y, aunque no sabía exactamente cómo hacerlo, comencé con algo tan simple como pasar tiempo en la cafetería de un hospital, observando y haciendo preguntas. Fue ahí donde descubrí que, a través de una conversación genuina y un enfoque curioso, podía conseguir entrevistas con los médicos que necesitaba.
Lo más importante en este proceso fue no conformarme con lo fácil y conocido, sino aventurarme en nuevas formas de conectar con las personas. Mientras que los métodos convencionales podrían haber tardado mucho tiempo, al hacer preguntas inesperadas y crear una atmósfera relajada, me gané la atención y la cooperación de los médicos. Les planteaba una simple pregunta: "¿Sabes qué hago yo para ganarme la vida?", y, de inmediato, la conversación tomaba un giro más personal y auténtico, lo que me permitía presentarles la oportunidad de trabajar con nosotros.
La idea de "conocer a la persona antes de tratar de venderle algo" es fundamental para construir relaciones duraderas y genuinas. Como todo en la vida, las oportunidades no siempre vienen en forma de un anuncio o una oferta directa, sino que a menudo se presentan a través de una conversación sincera o un pequeño gesto.
Además, lo que parece un enfoque improvisado y sin planes concretos, en realidad está basado en una estrategia simple pero efectiva: crear conexiones humanas genuinas. Para cualquier persona que busque expandir su red o encontrar nuevas oportunidades, este tipo de enfoque puede ser mucho más valioso que seguir estrictas fórmulas preestablecidas. En lugar de simplemente intentar vender un producto o servicio, lo que realmente importa es construir una relación. Es en ese espacio donde las oportunidades surgen de forma inesperada.
Cuando uno se centra en conectar con los demás de manera auténtica, sin forzar la situación, las puertas tienden a abrirse de manera natural. Con el tiempo, mi trabajo con el Dr. Gumbiner floreció, y pude contribuir significativamente al crecimiento del plan de salud, no solo a través de mis habilidades de reclutamiento, sino también por mi capacidad para establecer una conexión verdadera con quienes estaban a mi alrededor.
Al final, lo que más importa no es saber exactamente cómo hacer algo, sino tener la voluntad de intentarlo, explorar nuevos caminos y estar dispuesto a aprender de cada interacción. En el mundo profesional, a menudo es más importante la persistencia, la autenticidad y la paciencia que cualquier conocimiento técnico o experiencia previa. Como en mi experiencia con la recepcionista o con el reclutamiento de médicos, las oportunidades más valiosas pueden surgir de los lugares más inesperados, si uno está dispuesto a buscarlas y a enfrentarse a los desafíos con una actitud positiva y perseverante.
¿Cómo convertir la curiosidad en una herramienta para transformar oportunidades?
Cuando las cosas no salen como esperas, lo que haces después tiene el poder de cambiar el resultado. Lo único que yo siempre he buscado —más allá de logros o beneficios personales— ha sido una solución armoniosa y eficaz. Una forma de transformar la realidad propia y la de los demás. Tal vez eso explique cómo pasé de ser una joven en Long Beach, California, a vivir en un ático de 50 millones de dólares en Manhattan y aparecer en The Wall Street Journal.
Tenía dieciocho años. Aquel verano, mientras mi hermana mayor asistía a una entrevista para inscribir beneficiarios de asistencia pública en un nuevo plan de salud, yo simplemente me resguardaba del calor en el vestíbulo. No tenía planes, ni expectativas. Solo curiosidad. Cuando el entrevistador nos vio, pensó que yo también tenía una cita. En vez de negar, pregunté: “¿Sabe hasta qué hora está abierto Gemco? Necesito comprarle unas pantuflas a mi mamá.” Después de unas risas y una conversación improvisada, terminé haciendo preguntas sobre el trabajo, sobre el plan de salud, sobre el tipo de persona ideal para ese puesto. Era un juego, una exploración. Pero detrás de cada pregunta había una intención genuina: entender. Saber. Conectar.
Y entonces pregunté: “Si yo hiciera este trabajo, ¿me divertiría?” Esa simple pregunta desarmó al hombre en traje. “Nadie me ha preguntado eso antes”, respondió. Pero esa fue la clave. No pretendía impresionar, ni manipular. Solo quería saber si tendría sentido para mí.
Ese fue el comienzo de mi primer trabajo adulto: vendiendo planes de salud FHP puerta a puerta a beneficiarios del programa Medi-Cal. Mi hermana también fue contratada —por suerte, porque era mi única forma de transporte—. Sin embargo, pronto descubrimos que el trabajo no era divertido. No al principio. El guion corporativo era largo, rígido y, francamente, aburrido. La mayoría de las veces, la gente nos cerraba la puerta en la cara antes de terminar la primera frase. Algunos maldecían. Otros lanzaban objetos. Yo lo entendía. Era verano, hacía calor, y esas personas estaban viviendo momentos difíciles. ¿Por qué deberían escuchar a una adolescente repitiendo un texto sin alma?
Después del primer día, fui a casa y lo pensé. No podía seguir así. No quería rendirme. Pero tampoco podía seguir un sistema que claramente no funcionaba. Así que al día siguiente propuse una solución: romper el guion. “Vamos a hacerlo divertido”, le dije a mi hermana. “Y vamos a tener éxito.”
En vez del monólogo oficial, improvisé. Toqué la puerta y, antes de que se abriera, saludé con voz alegre: “¡Yoo-hoo! ¡Hola! Soy Vickey.” Esa pequeña alteración cambió todo. Generaba sorpresa. Cercanía. Curiosidad. Una mujer respondió desde adentro. Y entonces, otra vez, recurrí a lo único que sabía hacer: preguntar. Vi un gato siamés y dije con genuina emoción: “¿Ese es un gato siamés? ¡Tiene los ojos más hermosos que he visto!” La mujer se rió. Me respondió. Me abrió la puerta. Hablamos. Nos conectamos. Solo entonces pude contarle, de verdad, por qué estaba ahí.
Esa conversación, como muchas otras que siguieron, no surgieron del entrenamiento formal, ni del cumplimiento de normas. Surgieron de observar, escuchar, y construir puentes reales con personas reales. Entendí que si no conectas primero, no puedes convencer. Y que toda venta, toda negociación, toda posibilidad de cambio empieza por una pregunta auténtica.
No se trata solo de rebeldía o creatividad improvisada. Se trata de algo más profundo: la capacidad de leer el momento, abandonar el miedo al error, y transformar cada interacción en una posibilidad viva. Cada puerta cerrada es una invitación a buscar otra forma de tocar.
Y lo más importante: el verdadero poder no está en tener todas las respuestas. Está en atreverse a hacer las preguntas correctas.
Hay algo más que el lector debe comprender: la autenticidad no se finge, y la curiosidad no es una técnica. Es una manera de estar en el mundo. La persuasión más poderosa no nace del dominio del discurso, sino del deseo genuino de comprender al otro. Las personas sienten cuándo alguien está presente de verdad. Y cuando lo sienten, bajan la guardia. Escuchan. Se abren.
La diversión no es una frivolidad en el trabajo: es un indicio de conexión con lo que haces, una brújula interna que señala si vas en la dirección correcta. Si algo te entusiasma, si algo te despierta preguntas, entonces ahí hay potencial. Incluso si las circunstancias son adversas, incluso si no hay un camino trazado, la curiosidad y la autenticidad pueden abrir puertas que de otro modo permanecerían cerradas.

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