La respuesta del sistema nervioso simpático (SNS) es uno de los indicadores más estudiados de la actividad fisiológica relacionada con el estrés, comúnmente conocida como la respuesta de “lucha o huida”. Esta respuesta tiene una conexión directa con la atención, pero no debe confundirse con ella. De hecho, cuando se desvincula del estrés, la atención enfocada puede reducir, en lugar de incrementar, la respuesta del SNS. Esto es especialmente relevante cuando se considera el hallazgo de que los conservadores presentan una mayor activación del SNS ante estímulos negativos. Sin embargo, podría no ser necesario explicar este fenómeno debido a que los estudios sobre la respuesta fisiológica no siempre replican consistentemente estos resultados. De hecho, la falta de confianza en estos resultados refuerza la idea de que la diferencia entre conservadores y liberales no radica tanto en el miedo ante las amenazas, sino en la atención que prestan a ellas.

Las investigaciones previas a la llegada de Trump, que incluyeron el uso de rastreadores oculares, se centraron en los conservadores en general, no en los seguidores de Trump específicamente, y estudiaron negatividad genérica, en lugar de la negatividad hacia los "extranjero". Si la comparación se hubiera hecho entre los seguidores de Trump y el resto de la población, y si se hubiera centrado en las amenazas de los “extranjeros”, las diferencias en los estudios no fisiológicos habrían sido probablemente aún más marcadas.

En la psicología, a menudo se distingue entre el comportamiento de aproximación y el comportamiento de evasión ante una amenaza. Sin embargo, las investigaciones empíricas sugieren que existe una opción intermedia, especialmente en lo que respecta a la conducta humana. Muchas personas no se limitan a acercarse o evitar una amenaza; más bien, la atienden. Estos individuos, conocidos como "securitarios", no ignoran las amenazas, ni las enfrentan de manera agresiva, ni se someten a ellas. Más bien, las examinan, se posicionan frente a ellas y se preparan. Este "fenotipo securitario" no está estructurado para temer a las amenazas externas, sino para estar listo para enfrentarlas.

El fenómeno de los seguidores intensos de Trump puede entenderse desde esta perspectiva. Estos individuos no temen necesariamente a las amenazas externas, sino que disfrutan de la satisfacción, la sensación de deber cumplido, y de sentirse virtuosamente preparados para protegerse a sí mismos y a sus seres queridos. La vigilancia frente a estas amenazas, lejos de estar motivada por el miedo, genera en ellos una sensación de satisfacción y cumplimiento personal. Este enfoque de la seguridad es distinto del de aquellos que buscan seguridad simplemente por miedo o ansiedad, ya que el securitarismo implica un sentido de acción y preparación frente a lo desconocido.

Cuando se trata de política, se suele prestar atención a las emociones negativas como el miedo, la ira o la ansiedad, mientras que las emociones positivas, tales como la esperanza, la satisfacción y el sentido de cumplimiento, pasan desapercibidas. Esta tendencia es comprensible, pero lamentable, ya que muchas de las diferencias más significativas entre los fervientes seguidores de Trump y sus opositores pueden involucrar precisamente estas emociones positivas. Los seguidores de Trump a menudo sienten una satisfacción profunda al enfrentar amenazas externas, lo que les da una sensación de bienestar social, de inclusión y de felicidad.

Este bienestar social no es simplemente una cuestión de ingresos o religión, sino más bien el resultado de una respuesta emocional positiva al enfrentar las amenazas percibidas. Por lo tanto, la ventaja de bienestar social entre los conservadores no debe ser vista únicamente como una consecuencia de factores económicos o espirituales, sino como una manifestación de su capacidad para manejar y contrarrestar las amenazas externas. A medida que la amenaza percibida crece, los conservadores experimentan un mayor bienestar social, lo que se refleja en estudios transnacionales que muestran que cuanto mayores son las amenazas externas a nivel nacional, mayor es el bienestar de los conservadores.

En el caso específico de los seguidores más apasionados de Trump, es probable que esta brecha en el bienestar social sea aún más pronunciada, ya que son precisamente los más enfocados en la defensa frente a las amenazas externas. Aunque los seguidores de Trump no se distinguen necesariamente por ser más felices que otros, sus motivaciones y las emociones que generan en su interacción con las amenazas externas son claramente diferentes a las de quienes, como los opositores a Trump, no sienten la misma satisfacción al enfrentar esas amenazas.

En este contexto, la famosa declaración de Hillary Clinton en 2016 sobre los seguidores de Trump—en la que los clasificó como "deplorables" por ser racistas, sexistas, xenófobos, entre otros—desató una ola de reacciones. Esta visión de los seguidores de Trump como personas irredimibles, basándose únicamente en sus prejuicios hacia los demás, no refleja completamente las motivaciones subyacentes de aquellos que se consideran securitarios. De hecho, la interpretación de los seguidores de Trump como "deplorables" se aleja del entendimiento más profundo de sus creencias y comportamientos, los cuales están menos relacionados con el odio y más con un sentimiento de protección y seguridad frente a amenazas externas.

Lo que los opositores a Trump no comprenden completamente es que, para los securitarios, la amenaza no solo se limita a los "extranjeros" o "minorías", sino a la idea misma de la vulnerabilidad. El securitarismo no se trata de rechazar a los demás por odio, sino de prepararse para cualquier amenaza que pueda surgir. En este sentido, aquellos que se oponen a Trump, al ver las amenazas a través de un lente más inclusivo y menos defensivo, tienden a dejar de lado la importancia de la protección y la seguridad frente a lo que perciben como riesgos externos. Esto puede llevar a malinterpretaciones sobre las verdaderas motivaciones de los seguidores de Trump, quienes buscan una forma de asegurar un sentido de estabilidad y control en un mundo percibido como inestable.

¿Qué define a la personalidad securitaria y cómo influye en la política?

La personalidad securitaria está caracterizada por una profunda preocupación por la seguridad, tanto a nivel personal como social. Las personas con este tipo de personalidad tienden a valorar la fortaleza, la protección frente a amenazas externas y la estabilidad. En los análisis realizados, esta dimensión de la personalidad ha mostrado ser un factor importante en la diferenciación de los seguidores de Trump, comparados con otros conservadores que no lo veneran. Es fascinante observar cómo la edad y la predisposición a una personalidad securitaria son variables significativas para entender este fenómeno político.

Los resultados de las pruebas multivariadas sugieren que, cuando se toman en cuenta una serie de variables demográficas, solo dos de ellas, la edad y la personalidad securitaria, pueden diferenciar a los seguidores de Trump de otros conservadores. Esto implica que, independientemente de otros factores como el género, el nivel de educación o la asistencia a la iglesia, un individuo mayor que muestra una personalidad securitaria es más propenso a admirar a Trump. La personalidad securitaria no es simplemente un sustituto de la edad o de cualquier otra variable demográfica, sino que tiene un peso considerable por sí misma.

Por otro lado, la sumisión, característica principal de la personalidad autoritaria, no se muestra como un factor relevante cuando se controlan otras variables. Esto resalta una distinción crucial: la personalidad securitaria, a diferencia de la autoritaria, está más relacionada con la necesidad de seguridad frente a amenazas externas que con la obediencia a una autoridad centralizada.

En los modelos más complejos, al incluir el índice de securitarismo societal, que se centra en la protección colectiva, junto con las medidas tradicionales de autoritarismo, se observa que el securitarismo tiene un poder explicativo mucho mayor. En el análisis de las respuestas, se identificó que el índice securitario no solo sigue siendo significativo, sino que las medidas de autoritarismo clásico pierden relevancia cuando se incluyen junto con las variables securitarias.

En términos de visiones del mundo, la personalidad securitaria se distingue por su enfoque en la protección contra amenazas externas y la valorización de la fortaleza, tanto en el ámbito personal como en el societal. La idea de que un país debe ser fuerte, que la seguridad de la familia es esencial y que la debilidad personal es inaceptable, son aspectos fundamentales de este tipo de personalidad. En este contexto, la figura de Trump se presenta como un líder capaz de ofrecer esa seguridad, protegiendo a los "insiders" de los peligros percibidos de los "outsiders".

Para muchos de los seguidores de Trump, la preocupación por la seguridad es la motivación central detrás de su apoyo. No desean una autoridad central que limite su libertad personal, pero sí buscan una protección efectiva contra las amenazas externas. Esta visión está alineada con la idea de que la fortaleza y la preparación ante los riesgos son esenciales, y que cualquier señal de debilidad es vista como una amenaza en sí misma.

Es importante resaltar que, aunque la securitaria y la autoritaria comparten algunos aspectos, como la preocupación por la seguridad, su diferencia clave radica en la percepción de la autoridad. Mientras que los autoritarios tienden a aceptar el control centralizado como una solución a los problemas, los securitarios se resisten a la autoridad interna en favor de un enfoque más pragmático y centrado en la defensa contra amenazas externas.

Además, la mezcla de lo personal y lo societal en las mediciones previas de autoritarismo ha contribuido a confundir la naturaleza de las motivaciones de los seguidores de Trump. Aunque muchos estudios previos han intentado medir el autoritarismo con herramientas que incluyen tanto la preocupación por la autoridad como por la seguridad, el análisis más reciente ha logrado separar estos dos conceptos, ofreciendo una comprensión más precisa de lo que realmente motiva a los seguidores de Trump: un deseo profundo de protección y seguridad, sin necesariamente un deseo de someterse a una autoridad opresiva.

¿Cómo Influyen los Sesgos Partidistas y las Bases Psicológicas en la Ideología Política?

El análisis de sesgos partidistas revela que la tendencia a interpretar la realidad política a través de una lente sesgada no es exclusiva de un solo espectro ideológico, sino que se manifiesta de manera bipartidista. Investigaciones meta-analíticas confirman que tanto liberales como conservadores exhiben sesgos en la percepción y evaluación de la información política, lo cual implica que la parcialidad cognitiva es una característica inherente a la naturaleza humana dentro del contexto político. Esta constatación desafía la creencia común de que solo un grupo político es proclive a la distorsión perceptiva y subraya la importancia de considerar los sesgos como un fenómeno universal.

Los votantes con inclinaciones religiosas que apoyaron a figuras como Trump ejemplifican una forma particular de liberalismo iliberal, donde la identificación religiosa y los valores tradicionales influyen profundamente en las decisiones electorales y la adhesión a líderes que, en apariencia, contradicen postulados liberales clásicos. Esto pone de manifiesto que la política no solo se basa en posturas ideológicas abstractas, sino que está intrínsecamente ligada a las identidades culturales y sociales, moldeando las preferencias y comportamientos políticos.

Desde una perspectiva neuropsicológica, existe evidencia que relaciona la fisiología con las preferencias políticas: quienes se identifican con la izquierda tienden a procesar la información vinculada a estímulos positivos, mientras que la derecha política responde más a señales de amenaza o estímulos negativos. Esta diferenciación no solo explica las divergencias en las orientaciones políticas, sino que también evidencia que la ideología está influenciada por factores biológicos y cognitivos subyacentes, más allá del entorno social o la educación.

El autoritarismo, un constructo político fundamental, se comprende mejor a través de modelos tripartitos o de doble proceso, que incluyen factores motivacionales relacionados con la necesidad de seguridad, conformidad social y la percepción de amenaza. La rigidez ideológica, manifestada en prejuicios y la defensa de normas estrictas, responde a una búsqueda de estabilidad en un entorno percibido como amenazante o caótico. Esta dinámica explica por qué en contextos de incertidumbre social o económica, las corrientes políticas más conservadoras y autoritarias ganan fuerza, ofreciendo un refugio psicológico a quienes experimentan inseguridad.

El impacto de la globalización y las transformaciones económicas también desempeña un papel crucial en la polarización política contemporánea. El desencanto con los cambios económicos y la pérdida de empleos industriales, junto con un sentido de pérdida cultural, alimentan movimientos populistas y el apoyo a figuras que prometen restaurar un orden percibido como tradicional y seguro. Este fenómeno debe analizarse no solo desde la economía política, sino también desde la psicología social y la identidad colectiva, pues la defensa del propio grupo se convierte en una respuesta ante las amenazas percibidas al bienestar individual y comunitario.

Es esencial reconocer que la expresión de prejuicios y actitudes autoritarias está motivada no solo por ignorancia o malicia, sino también por necesidades psicológicas profundas de pertenencia, orden y sentido. La política, en este sentido, actúa como un mecanismo para canalizar estas necesidades, y los líderes políticos que logran conectarse con estas emociones tienen mayor capacidad de movilización y lealtad.

Además, la complejidad de los comportamientos electorales requiere analizar cómo la personalidad influye en las actitudes políticas. Rasgos como la apertura a la experiencia, la estabilidad emocional y la tolerancia a la ambigüedad determinan la receptividad a ideas progresistas o conservadoras. Por ende, la política debe entenderse como un fenómeno multifacético donde factores biológicos, psicológicos, culturales y sociales interactúan.

La comprensión de estos aspectos es indispensable para interpretar las dinámicas políticas actuales y para diseñar estrategias que promuevan el diálogo y la cohesión social. La polarización, vista desde esta óptica, no es simplemente un conflicto ideológico, sino una manifestación de profundas necesidades humanas que requieren ser abordadas con sensibilidad y conocimiento interdisciplinario.

Es fundamental considerar que las percepciones y actitudes políticas se configuran en un contexto cambiante, donde las experiencias personales, las emociones y los valores desempeñan un papel tan crucial como los argumentos racionales. Por ello, cualquier análisis político que pretenda ser integral debe incorporar estas dimensiones para evitar reduccionismos y favorecer una comprensión más completa del comportamiento electoral y de la formación de ideologías.