La personalidad de Donald Trump ha sido un factor determinante en su ascenso y consolidación como figura política, especialmente en los años previos a su candidatura presidencial de 2016. Desde su época como empresario hasta su incursión en la televisión y, finalmente, la política, Trump ha cultivado una imagen pública que gira en torno a su confianza desmesurada y su falta de autocrítica. Esta actitud, que muchos consideran una fortaleza, se ha traducido en un estilo político directo, sin complejos, capaz de resonar con una gran parte del electorado estadounidense.
Trump ha demostrado una incapacidad para practicar la autocrítica, una característica que lo ha definido tanto en su vida profesional como en su vida política. Mientras figuras como Bill Clinton o Barack Obama han podido reírse de sí mismos en ocasiones públicas, Trump ha preferido mantener una imagen intocable, basada en la creencia de que su juicio es infalible. Este rechazo de la humildad como debilidad ha sido una constante en su carrera. De hecho, durante su aparición en Saturday Night Live en 2004, Trump expresó abiertamente que para el programa era más importante que él estuviera allí que el hecho de que él estuviera participando en el programa mismo, lo cual es un reflejo de su enorme ego y su capacidad de usar la fama en beneficio propio.
Si bien su sentido del humor no alcanzó el nivel de autodepreciación que fue común en otros políticos, Trump demostró a lo largo de los años un tipo de humor que, aunque controversial, lo ayudó a conectar con audiencias de una manera que muchos no podían. Incluso en los comerciales de SNL, como el famoso anuncio ficticio de "Trump's House of Wings", donde aparecía bailando con un traje amarillo, se percibe una mezcla de autoconfianza y exageración propia de su estilo.
En cuanto a su carrera política, Trump mostró desde sus primeros años un enfoque fluctuante y oportunista, especialmente con respecto a su afiliación política. A lo largo de los años previos a las elecciones presidenciales de 2016, Trump fue donante tanto de candidatos demócratas como republicanos, y se mostró dispuesto a cambiar de partido según lo dictaran sus intereses. Este comportamiento reflejaba su visión pragmática de la política, una que no estaba necesariamente ligada a ideologías, sino a lo que consideraba beneficioso para sus proyectos.
Un punto clave en su camino hacia la política fue el movimiento "Birther", que Trump promovió durante la presidencia de Barack Obama. A pesar de que la afirmación de que Obama no había nacido en Estados Unidos era infundada, Trump logró que esa mentira se difundiera ampliamente, en gran parte gracias al auge de las redes sociales y su presencia en los medios. Incluso después de que Obama presentara su certificado de nacimiento, Trump continuó impulsando la falsa narrativa, lo que le permitió ganar popularidad entre ciertos sectores del electorado conservador. Este tipo de tácticas no solo generaron controversia, sino que ayudaron a Trump a ganar relevancia mediática y, de alguna manera, a posicionarse como una figura de oposición dentro del panorama político.
Su relación con los políticos y su forma de interactuar con ellos fue también un aspecto central de su carrera. A diferencia de otros empresarios que preferían mantenerse al margen de la política, Trump se acercó a figuras del ámbito político desde sus primeros años como desarrollador inmobiliario. Sin embargo, su enfoque no fue el de un político tradicional. A menudo se presentó como alguien ajeno a los entresijos de la política convencional, un "hombre de acción" que podría resolver problemas de forma rápida y efectiva, a diferencia de los políticos atrapados en la burocracia. Esta imagen de empresario dispuesto a enfrentarse a los obstáculos que otros no se atrevían a desafiar fue uno de los pilares sobre los que construyó su identidad política.
Además, la ambigüedad en su narrativa política no solo se limitó a sus inclinaciones ideológicas, sino que se extendió a su enfoque sobre la inmigración, uno de los temas más polémicos de su campaña. Si bien en sus primeros intentos de lanzarse a la presidencia, Trump discutió su apoyo a la Reforma del Partido y sus inquietudes sobre la inmigración, fue en su candidatura de 2016 donde estos temas ocuparon un lugar central. El discurso populista, centrado en la noción de que Estados Unidos debía proteger sus intereses y frenar la inmigración ilegal, fue uno de los puntos que más conectó con su base de votantes.
Es importante señalar que, a pesar de las inconsistencias y contradicciones en su narrativa política, Trump logró consolidar una imagen de "anti-establishment" que fue clave para su éxito electoral. Su promesa de "hacer grande a América otra vez" resonó con millones de votantes que se sentían desconectados de las élites políticas tradicionales y que buscaban un cambio radical. La habilidad de Trump para adaptar su mensaje y su estilo de liderazgo a las necesidades de su base de apoyo fue uno de los factores que le permitió superar las expectativas en las elecciones de 2016.
Finalmente, la relación entre la política, los medios de comunicación y la figura de Trump es fundamental para entender su ascenso. A través de su presencia constante en los medios, ya sea en entrevistas, en su programa de televisión o mediante sus publicaciones en redes sociales, Trump construyó una narrativa de "outsider" capaz de desafiar el orden establecido. Esta construcción de una imagen de populista, dispuesta a enfrentar el sistema político tradicional, fue clave para su victoria.
¿Cómo influyó el humor en las campañas presidenciales de 2016?
El humor en los programas nocturnos de televisión ha demostrado ser una de las formas más poderosas de llegar al electorado, especialmente a aquellos menos interesados en las noticias políticas tradicionales. Estos programas, como The Daily Show y otros talk shows nocturnos, se han convertido en fuentes alternativas de información política, especialmente entre los jóvenes. Durante su apogeo, Jon Stewart, como anfitrión de The Daily Show en Comedy Central, fue considerado por muchos estudios como uno de los periodistas más confiables en Estados Unidos, comparable a figuras de la talla de Tom Brokaw de NBC o Anderson Cooper de CNN (Baumgartner y Morris, 2011). Este fenómeno se ha visto reflejado en cómo los candidatos presidenciales comenzaron a tratar estos shows como un medio crucial para conectar con votantes potenciales, especialmente en un ambiente mediático donde el interés por las noticias políticas tradicionales disminuye.
Durante la campaña presidencial de 2008, por ejemplo, los candidatos y sus familias hicieron 80 apariciones en estos programas (Lichter et al., 2015). Aunque la atención principal estaba dirigida a los favoritos para ganar la nominación, estos shows también ofrecían oportunidades a candidatos menos conocidos que de otro modo no recibirían cobertura mediática. Sin embargo, algunos críticos de estos programas sostienen que los presentadores son demasiado suaves con los candidatos, sobre todo en las entrevistas (Kinsley, 1992). A pesar de estas críticas, los estudios han demostrado que los programas nocturnos a menudo tratan temas sustantivos de manera más efectiva que los periodistas tradicionales, quienes se enfocan más en la "carrera" electoral y las tácticas de campaña, mientras que los talk shows prestan más atención a las cuestiones de políticas y la calificación de los candidatos.
En un estudio realizado durante la campaña presidencial de 1992, el 74% de los segmentos políticos en los talk shows nocturnos se centraron en temas sustantivos, mientras que en los noticieros nocturnos de ABC, CBS y NBC, solo entre el 26% y el 34% de la cobertura trató temas sustantivos (Farnsworth y Lichter, 2011a). Este enfoque en lo sustantivo, en lugar de en las "tácticas" o el espectáculo de la campaña, ha sido un punto clave que diferencia a los talk shows de los medios tradicionales.
Otro fenómeno interesante en el humor político de los talk shows es la diferencia partidaria en los chistes. Los candidatos republicanos, en particular, fueron objeto de más bromas que sus contrapartes demócratas en las elecciones presidenciales de 1992 a 2012 (Lichter et al., 2015). Por ejemplo, durante las elecciones de 2012, el 16% de los chistes políticos se dirigieron a Mitt Romney, mientras que solo el 6% apuntaban a Barack Obama (Lichter et al., 2015). Este patrón no es casual, ya que los comediantes, a menudo, reflejan las dinámicas políticas y mediáticas en sus chistes.
El humor político nocturno se ha vuelto más relevante con la disminución del consumo de medios tradicionales como los periódicos y los noticieros televisivos. Este cambio es especialmente evidente entre los adultos jóvenes, muchos de los cuales recurren al "soft news" como principal fuente de información política (Baumgartner y Morris, 2011; Mitchell et al., 2014). Como resultado, los políticos han comenzado a ver estos programas como una herramienta no solo para llegar al público, sino también para suavizar el impacto negativo de las críticas políticas. A menudo, los candidatos intentan "trabajar" con los comediantes, apareciendo en estos shows con la esperanza de ganar credibilidad entre los espectadores y, a veces, obtener un trato más amable por parte de los anfitriones (Lichter et al., 2015).
El papel del humor político fue especialmente relevante durante las elecciones de 2016. Los comediantes nocturnos abordaron las nominaciones presidenciales de Donald Trump y Hillary Clinton con un enfoque agudo, pero también con una dosis de sátira que ayudó a dar forma a la percepción pública de ambos candidatos. Durante los meses previos a las primarias, los shows nocturnos concentraron una gran parte de su humor en los candidatos presidenciales. Entre septiembre de 2015 y diciembre de 2015, los comediantes dedicaron más de 1400 bromas a los candidatos, destacándose especialmente figuras como Jimmy Fallon, Jimmy Kimmel y Stephen Colbert. El enfoque en los candidatos republicanos fue notablemente mayor que en los demócratas, un patrón que se mantuvo durante todo el proceso de nominación.
Este enfoque no solo sirvió para entretener, sino que también ayudó a formar una parte significativa de la narrativa electoral. En la misma línea, los comediantes ofrecieron una plataforma de visibilidad para los candidatos, incluso aquellos que quedaban fuera de los titulares de los medios tradicionales. Es interesante notar que, aunque la mayor parte de las bromas se dirigieron a los republicanos, los demócratas, y particularmente Hillary Clinton, también fueron objeto de muchas críticas y sátiras.
Es importante subrayar que el humor político en los talk shows no solo se limitó a los aspectos más triviales de las personalidades de los candidatos. Muchas veces, los comediantes abordaron cuestiones más profundas, como las políticas y las posiciones de los candidatos. Sin embargo, el humor, como herramienta mediática, funciona de manera compleja: no solo refleja las preocupaciones políticas del momento, sino que también las moldea, a menudo amplificando estereotipos y enfocándose en aspectos de la política que pueden ser ignorados por otros medios.
Además, la influencia de este tipo de humor en la opinión pública es un tema aún bajo discusión. Aunque algunos estudios sugieren que el humor político contribuye a la desinformación o a la simplificación excesiva de temas complejos, otros argumentan que ofrece una crítica valiosa a la política, proporcionando una perspectiva que muchas veces los medios tradicionales no logran captar.

Deutsch
Francais
Nederlands
Svenska
Norsk
Dansk
Suomi
Espanol
Italiano
Portugues
Magyar
Polski
Cestina
Русский