El apoyo de los evangélicos blancos al Partido Republicano se ha consolidado más en las últimas décadas, lo que ha generado un debate sobre los motivos detrás de este fenómeno. Tradicionalmente, se ha argumentado que este comportamiento se debe a la influencia de organizaciones del Christian Right que, tras la decisión de Roe v. Wade en 1973, formaron una alianza con el Partido Republicano para crear una plataforma antiabortista en 1980. De esta manera, los evangélicos encontraron en el Partido Republicano un "hogar político" para los llamados "votantes de valores". Sin embargo, esta explicación puede ser insuficiente para comprender la complejidad de las motivaciones políticas de los evangélicos en la actualidad.
En primer lugar, es importante destacar que la correlación entre las posturas morales de los evangélicos y sus votos no necesariamente significa que esos temas sean los que expliquen sus elecciones políticas. A pesar de la fuerza de estas correlaciones, la relación entre las actitudes hacia los problemas morales y el comportamiento electoral no es estática. Si las actitudes sobre temas como el aborto no han cambiado sustancialmente a lo largo del tiempo, ni tampoco la conexión entre estas actitudes y las decisiones de voto, no podemos afirmar que los problemas morales sean la causa principal de la creciente afinidad de los evangélicos con el Partido Republicano.
Una crítica significativa a la explicación centrada en los problemas morales es que los votantes evangélicos también pueden estar motivados por actitudes raciales. Desde 1964, cuando el Partido Republicano se mostró abiertamente opuesto a las leyes de derechos civiles y votación, las actitudes raciales han influido en las decisiones políticas de una porción considerable de la población. En este sentido, resulta difícil distinguir a los "votantes de valores" de aquellos que se oponen a los esfuerzos federales para resolver los problemas persistentes de desigualdad racial. En particular, la tendencia hacia un voto republicano de los evangélicos podría estar tan fuertemente vinculada a su postura sobre cuestiones raciales como a su enfoque en temas morales.
Este punto se complica aún más con la elección de Donald Trump en 2016, cuyo perfil personal y su retórica contrastan con la imagen de un líder moral conservador, lo que llevó a algunos a cuestionar la relación entre los evangélicos y el Partido Republicano. Si el apoyo de los evangélicos a Trump se asemeja al que recibió en su momento George Wallace, un candidato que abanderaba una agenda racialista, se pone en duda la premisa de que el voto evangélico está impulsado principalmente por preocupaciones morales como el aborto o el matrimonio entre personas del mismo sexo. Es posible que, más que un giro hacia las "guerras culturales", lo que realmente está en juego es una reconfiguración de alianzas políticas en función de actitudes raciales profundamente arraigadas.
Por tanto, es importante entender que el comportamiento electoral de los evangélicos no puede explicarse únicamente por su postura sobre cuestiones morales, como suele indicarse en el debate contemporáneo. Las actitudes raciales juegan un papel tan importante, si no más, en las decisiones políticas de este grupo. La interacción entre la política moral y racial forma parte de un panorama político más amplio que sigue evolucionando. El respaldo al Partido Republicano no responde simplemente a un alineamiento moral, sino a una compleja amalgama de creencias y preocupaciones sobre temas sociales, económicos y raciales.
En este contexto, es fundamental que los lectores comprendan la interrelación de las motivaciones políticas de los votantes evangélicos en lugar de reducirlas a una simple cuestión de moralidad. El Partido Republicano ha logrado incorporar dentro de sus filas a diferentes grupos con intereses diversos, lo que refleja una estrategia de coalición que va más allá de las posturas sobre el aborto o el matrimonio homosexual. Las actitudes raciales, la defensa de la autonomía estatal y las preocupaciones sobre el orden social han sido, y continúan siendo, factores decisivos en la orientación política de muchos evangélicos. El cambio de enfoque hacia estos temas podría explicar mejor las dinámicas actuales que la simple apelación a la moralidad tradicional.
¿Cómo la Diversidad en las Redes Sociales Evangélicas Impacta en su Comportamiento Político?
En el análisis de las redes sociales de los evangélicos, es crucial observar cómo las interacciones dentro de estas redes influyen en la formación y radicalización de creencias, así como en su participación política. La teoría sugiere que la interacción social entre personas que comparten creencias religiosas similares refuerza estas creencias, incluso de manera sutil, lo que puede estrechar las opiniones dentro de una comunidad. De hecho, estudios previos han mostrado que existe una relación estrecha entre la religiosidad y la afiliación partidista entre aquellos que están profundamente inmersos en redes sociales que comparten una identificación religiosa similar.
Sin embargo, en un contexto donde las redes evangélicas están dominadas por opiniones convergentes, la capacidad de estas redes para fomentar un debate razonado y deliberado se ve restringida. Las redes religiosas, históricamente, se han considerado espacios donde las interacciones inicialmente sirven para contar números y fortalecer la moral, pero rápidamente pasan a movilizarse contra lo que perciben como el "enemigo". Este enfoque tiende a reforzar las opiniones existentes y llevar a una movilización unificada hacia una acción política concreta. A menudo se asume que la homogeneidad en estas redes fortalecerá las opiniones de los participantes y allanará el camino para la acción política. Sin embargo, la presencia de desacuerdos dentro de estas redes puede tener efectos contrarios.
La exposición al desacuerdo puede, en realidad, fortalecer las opiniones de los individuos, ayudándoles a clarificar sus diferencias y solidificar sus posturas. Este proceso de categorización social, en el que las diferencias se hacen más evidentes, podría motivar a los individuos a buscar apoyo en otros grupos de interés que representen mejor sus opiniones, en lugar de moderar sus puntos de vista. En el caso de los evangélicos, este fenómeno es notable, ya que los desacuerdos en sus redes sociales pueden, en lugar de disminuir su implicación política, reforzar su conexión con el ala más activa del movimiento político cristiano de derecha.
El estudio de las redes sociales dentro de las comunidades evangélicas también debe centrarse en cómo el desacuerdo político se ha manifestado a lo largo del tiempo. Los datos del Proyecto de Elecciones Nacionales Comparativas (CNEP) de 1992 y las Encuestas Nacionales de Elecciones Americanas (ANES) de 2000 y 2012 revelan que el desacuerdo entre los miembros de estas redes ha fluctuado con el tiempo, especialmente en relación con sus elecciones presidenciales. En 1992, la candidatura de Ross Perot generó un notable aumento en los desacuerdos dentro de las redes evangélicas, mientras que en años posteriores la tasa de desacuerdo se estabilizó, aunque aún permaneció por debajo de los niveles observados en otros grupos religiosos.
A lo largo de los años, la diversidad dentro de las redes evangélicas ha permanecido comparable con la de otras comunidades religiosas. A pesar de la expectativa de que las redes evangélicas son más insulares y homogéneas, los datos sugieren que estas redes son, de hecho, similares a las de los protestantes en general o incluso a las de las comunidades afroamericanas, cuyas redes también tienden a ser más homogéneas en términos de creencias religiosas. Aunque los evangélicos blancos están claramente comprometidos con su identidad religiosa, los datos indican que sus redes no son significativamente más homogéneas en términos políticos que las de otros grupos religiosos.
Un aspecto clave es cómo el desacuerdo dentro de estas redes impacta la forma en que los evangélicos se alinean políticamente, especialmente en términos de sus preferencias por candidatos republicanos y su apoyo al movimiento de la derecha cristiana. Las redes evangélicas, al estar profundamente ancladas en un sistema de creencias religiosas conservadoras, pueden ser más resistentes a las influencias externas, aunque no siempre se manifieste como una barrera insuperable frente a la disonancia cognitiva. En muchos casos, el fuerte compromiso religioso de los evangélicos puede funcionar como un mecanismo de defensa que minimiza el impacto de la información política contraria, pero al mismo tiempo, el desacuerdo puede empujarlos a unirse aún más en torno a un objetivo común.
Los estudios realizados sobre las redes evangélicas entre 1992 y 2016 también destacan la importancia de la composición de estas redes en términos de interacción social. Las diferencias en las formas de medir el desacuerdo entre estas redes y otros grupos religiosos han revelado que el tipo de medición utilizada puede influir significativamente en los resultados obtenidos. Las encuestas realizadas entre 2012 y 2016 utilizaron una metodología más detallada para medir las relaciones dentro de las redes, considerando aspectos como el grado de conocimiento mutuo entre los individuos que participan en discusiones políticas.
De este modo, la política dentro de las redes evangélicas no se define únicamente por la homogeneidad o el aislamiento, sino que está influenciada por la complejidad de las interacciones entre los miembros. Los datos muestran que, aunque los desacuerdos en las redes evangélicas son menos frecuentes que en otros grupos, cuando ocurren, tienen el potencial de fortalecer la identidad política de los participantes, impulsando una mayor participación en las actividades políticas. La relación entre el desacuerdo y el comportamiento electoral de los evangélicos demuestra que las redes sociales no solo actúan como medios de refuerzo de creencias, sino también como motores de movilización política, aunque a veces de manera indirecta.
¿Cómo la política evangelista se consolidó como una fuerza clave en el Partido Republicano?
La influencia de los evangélicos en la política estadounidense es una característica prominente del debate público sobre la política en Estados Unidos. Este fenómeno no solo es interpretable por sí mismo, sino también en relación con lo que sabemos acerca de las organizaciones, los grupos de interés y los operativos políticos, y se refleja en encuestas ocasionales que hacen preguntas más acertadas y que logran mejores tasas de respuesta.
La continuidad entre el evangelismo político y el partisanismo republicano ha sido evidente en las elecciones presidenciales desde 1980, y su camino hacia el establecimiento de esta relación comenzó mucho antes. Aunque sorprendió a muchos analistas que los evangélicos apoyaran tan fuertemente a Ronald Reagan en 1980, en contra del también evangélico Jimmy Carter, líderes prominentes como William Criswell ya habían respaldado a Gerald Ford en 1976, en lugar de a Carter. Además, los datos disponibles sugieren que los protestantes conservadores favorecieron a Dwight Eisenhower en 1952 y 1956, y a Richard Nixon en 1960, 1968 y 1972. Un evangélico en un estado rojo en el Medio Oeste o el Sur podría ser, por tanto, un republicano de segunda o tercera generación. Estas continuidades partidistas pueden ser comparables al apoyo inquebrantable de los seguidores de los Cubs o los Packers a sus equipos favoritos.
Es revelador que el evangelismo político en 2012 apoyara a Rick Santorum en las primarias republicanas, a pesar de que Santorum era católico, a Mitt Romney en las elecciones generales, a pesar de que Romney era mormón, y en 2016, a Donald Trump, a quien algunos consideraban como una figura casi demoníaca. Esta consistencia en el apoyo a candidatos republicanos refleja una lealtad partidaria que parece trascender las diferencias personales o religiosas.
El segundo aspecto de continuidad se refiere al esfuerzo de los candidatos republicanos y sus operativos por atraer el apoyo evangélico. Desde los años 80, sostengo que, aunque los votos evangélicos a veces fueron cruciales en elecciones reñidas, en términos más amplios, los líderes evangélicos ganaron más de ser cortejados que los candidatos políticos de lo que ellos ganaron al cortejarlos. El simbolismo de que Ronald Reagan, el presumido futuro líder del mundo libre, te respalde, tiene mucho más peso que el de respaldarlo tú, aunque seas un predicador baptista con un seguimiento considerable. Los candidatos republicanos han seguido hablando en grandes iglesias y en mítines políticos organizados por clérigos y grupos pro-vida religiosos, con pocas excepciones, mientras que los candidatos demócratas en su mayoría se han abstenido de hacerlo. Algunos líderes evangélicos han rechazado ser cortejados de estas maneras simbólicas, pero no son muchos.
Por supuesto, la posibilidad de que esta dinámica esté cambiando fue planteada durante la campaña presidencial de 2016. ¿Ganaron Pat Robertson, Jerry Falwell Jr. y Franklin Graham algo al apoyar a Donald Trump? ¿Lo habrían apoyado incluso si Trump no hubiera afirmado amar la Biblia más que nadie? Su apoyo, aunque irónico, al menos demostró la continuidad de los líderes evangélicos apoyando a los candidatos republicanos, sin importar quiénes sean.
El tercer aspecto de continuidad tiene que ver con la postura del evangelismo político hacia el gobierno, que ha sido persistentemente contraria al “gran gobierno”. Ya sea en la afirmación de Reagan de que el gobierno es el problema, no la solución, o en los debates más recientes sobre un Washington roto, un gobierno más pequeño ha sido un tema recurrente en el discurso republicano. Los argumentos evangélicos a favor de un gobierno más pequeño han respaldado la visión de Reagan de que las iglesias y otras organizaciones locales voluntarias son el núcleo de la democracia estadounidense, los argumentos de George W. Bush sobre iniciativas basadas en la fe, la defensa de la libertad religiosa de Ted Cruz en oposición a la Ley de Cuidado de Salud a Bajo Precio, y la promesa de Donald Trump de “drenar el pantano”.
Los críticos señalan la hipocresía de la oposición evangélica al gran gobierno, ya que parecen no importarles que el gobierno dicte qué pueden hacer las mujeres con sus cuerpos o con quién pueden casarse los homosexuales. Sin embargo, los líderes del evangelismo político no lo ven de esta manera. En su perspectiva, el gran gobierno ha sido consistentemente el problema: el fallo de la Corte Suprema en el caso Roe v. Wade, el estado de bienestar que perpetúa la pobreza y los lobbies liberales a favor del matrimonio homosexual que socavan la santidad del matrimonio.
La historia de la oposición del protestantismo evangélico al gran gobierno aún no se ha escrito, pero se puede suponer que demostraría una tradición profundamente arraigada en la preocupación por la invasión del gobierno en la religión, ya sea reprimiendo sectas protestantes emergentes en el siglo XVII, imponiendo poder imperial sobre las colonias americanas en el XVIII, socavando la autoridad de los municipios y los estados en el XIX, o trayendo la burocracia del New Deal en el XX. Oponerse al gran gobierno no tiene que ser exitoso para ser eficaz. Así como a David le da poder enfrentar a Goliat, o a Josué le otorga prestigio marchar contra Jericó, un predicador local que proclama que el presidente es malvado gana seguidores. No obstante, para argumentar consistentemente que el gran gobierno es malo, se requiere una visión particular de la política.
En un sistema bipartidista tan profundamente polarizado como el de Estados Unidos en las últimas décadas, apoyar a un candidato solo porque ese candidato es pro-vida o antigubernamental generalmente significa respaldar la redistribución electoral sesgada y favorecer a los nombramientos políticos que socavan la educación pública. A menos que los líderes republicanos experimenten un cambio de corazón y se conviertan en defensores vocales del gran gobierno, parece poco probable que pierdan el apoyo de los evangélicos, al menos no el apoyo del evangelismo político.
¿Cómo influyen los evangélicos en la política estadounidense? Un análisis de las elecciones de 2016
El análisis de las elecciones de 2016 en Estados Unidos revela complejidades fascinantes sobre el comportamiento político de los votantes evangélicos, un grupo tradicionalmente alineado con el Partido Republicano. En particular, el fenómeno de cómo los evangélicos reaccionaron ante un candidato como Donald Trump, cuya biografía no estaba alineada con los valores religiosos que los evangélicos generalmente apoyan, ofrece una perspectiva única sobre las dinámicas del poder y la política en este contexto.
Es crucial entender que, a pesar de las claras diferencias entre Trump y los ideales evangélicos tradicionales, como la devoción religiosa y el comportamiento moral ejemplar, el apoyo evangélico hacia él se mantuvo relativamente intacto. Incluso cuando algunos líderes prominentes dentro del movimiento cristiano criticaron a Trump, la mayoría de los líderes del cristianismo conservador y las organizaciones de la derecha cristiana ofrecieron el mismo tipo de apoyo que se le dio a George W. Bush: un candidato que los evangélicos podían aceptar como un líder devoto. Este fenómeno sugiere que, en la práctica, los votantes evangélicos no necesariamente priorizan la devoción religiosa personal de los candidatos, sino que se centran más en otras cuestiones políticas.
Aunque Trump no encajaba del todo con la imagen idealizada de un líder cristiano, sus esfuerzos por apelar a los evangélicos fueron claros. Desde abrazar posiciones políticas de la derecha cristiana en una serie de temas, como el aborto y la libertad religiosa, hasta elegir a un compañero de fórmula que era bien visto por los evangélicos, Trump intentó presentarse como un defensor de los valores conservadores. Esta estrategia fue eficaz, ya que logró calmar las preocupaciones de los votantes evangélicos sobre su falta de devoción religiosa. Además, las filtraciones anticipadas sobre los posibles jueces judiciales que nominaría Trump, quienes se alineaban con los valores evangélicos, ayudaron a asegurar su apoyo.
El caso de Trump es aún más interesante cuando se analiza a través de lo que se conoce como contrafáctico: ¿qué hubiera pasado si el video de Access Hollywood, donde Trump hablaba de manera vulgar sobre las mujeres, hubiera sido revelado antes de las primarias? Aunque algunos sabían de su existencia durante la campaña primaria, el hecho de que el video no saliera hasta la elección general sugiere que hubo un cálculo estratégico de los demócratas, quienes pensaron que Trump sería más fácil de derrotar. Sin embargo, la reacción de los evangélicos ante este escándalo fue particularmente reveladora. A pesar de las críticas iniciales, muchos evangélicos minimizaron la importancia del video, considerándolo como "charlas de vestuario" y continuaron apoyando a Trump. Este comportamiento pone de manifiesto cómo, en política, a menudo se eluden las disonancias cognitivas, es decir, la incomodidad causada por las contradicciones, para mantener una postura coherente frente a las elecciones políticas.
Otro aspecto relevante es el debate sobre las prioridades políticas de los evangélicos. En la campaña de 2016, Trump abrazó posiciones pro-vida que ayudaron a mitigar las preocupaciones sobre su historial personal. Sin embargo, las cuestiones morales y sociales no fueron las únicas que definieron las elecciones. De hecho, la política económica y las visiones sobre el papel del gobierno federal en la lucha contra la desigualdad racial también jugaron un papel crucial en la alineación de los votantes evangélicos con el Partido Republicano. Los estudios sugieren que muchos evangélicos votaron por Trump no solo por sus posturas conservadoras en cuestiones sociales, sino también porque sus políticas económicas se alineaban con los intereses de los votantes de base evangélica.
Lo que resulta especialmente interesante en este análisis es que la relación entre religión y política no se puede entender exclusivamente en términos de cuestiones morales. Aunque muchos evangélicos se identifican con temas como el matrimonio tradicional y la oposición al aborto, sus decisiones políticas pueden estar más influenciadas por el contexto social y económico que por sus valores religiosos en un sentido estricto. Es posible que, al estar alineados políticamente con los republicanos en otros temas, los evangélicos hayan priorizado la preservación de su poder político y cultural sobre una estricta coherencia moral en sus elecciones.
Además, es fundamental considerar las implicaciones a largo plazo de este comportamiento. El apoyo continuo a los republicanos por parte de los evangélicos podría estar ligado no solo a su adhesión a los valores tradicionales, sino también a un sentido de identidad cultural y política. En un contexto de cambios demográficos en Estados Unidos, donde la mayoría de los votantes blancos cristianos está disminuyendo, los evangélicos podrían estar experimentando una transformación en sus prioridades políticas. Algunos estudios sugieren que los evangélicos podrían adoptar posturas más inclusivas hacia otros grupos minoritarios a medida que pierden influencia, mientras que otros podrían resistirse a estos cambios, enfocándose en mantener el control político en las regiones donde su presencia sigue siendo fuerte.
Este complejo panorama revela que la relación entre la religión y la política en los Estados Unidos no es estática ni sencilla. A través del análisis de contrafácticos y la reflexión sobre las elecciones pasadas, podemos empezar a entender mejor cómo las prioridades de los votantes evangélicos se configuran dentro de un entramado de consideraciones morales, sociales y políticas. De esta manera, podemos prever posibles cambios en la orientación política de este grupo, al tiempo que reconocemos que las decisiones políticas de los votantes son siempre el resultado de una interacción compleja entre sus creencias, sus identidades y las circunstancias cambiantes del entorno político.

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