Las patologías que afectan el canal auditivo externo (CAE) son diversas, y su diagnóstico y tratamiento requieren un enfoque detallado y específico. Entre estas condiciones, se incluyen los osteomas, exostosis, el colesteatoma del CAE y la queratosis obturante (KO), cada una con características clínicas particulares y una gestión que depende de su gravedad y sintomatología.
El osteoma es un tumor benigno del CAE, típicamente unilateral y solitario. Se origina a partir de las suturas timpanoesqueálicas o timpano mastoideas, y aunque su etiología sigue siendo desconocida, se cree que su desarrollo está relacionado con la exposición repetida al agua fría. La exposición continuada al frío en algunos pacientes puede llevar a la formación de nuevo hueso en la parte medial del CAE, lo que actúa como un mecanismo protector para el tímpano. Los osteomas son generalmente lentos en su crecimiento y, en muchos casos, asintomáticos. Sin embargo, al igual que las exostosis, pueden provocar síntomas obstructivos y pérdida de audición conductiva si su tamaño es lo suficientemente grande. Es importante destacar que, a diferencia de las exostosis, los osteomas no suelen recurrir tras su extirpación.
El tratamiento conservador es la opción en aquellos casos donde la lesión es asintomática o se descubre incidentalmente. Este manejo incluye la higiene regular del oído para evitar complicaciones y el tratamiento de otitis externa concomitante. En pacientes con exostosis, el uso de tapones para los oídos podría ser recomendado para prevenir la exposición continua al agua fría, lo que podría favorecer el crecimiento de nuevas exostosis. La cirugía para extirpar exostosis obstructivas puede ser un reto debido a la limitada disponibilidad de espacio entre los crecimientos óseos, la delgadez de la piel que recubre el CAE y el riesgo potencial de daño al nervio facial y otras estructuras cercanas, como la articulación temporomandibular (ATM).
En el caso del colesteatoma del CAE (EACC, por sus siglas en inglés), la patología se caracteriza por la erosión ósea local y la invasión del epitelio escamoso, y generalmente es secundaria a obstrucciones o traumas del canal auditivo, más que idiopática. El EACC suele diagnosticarse por la presencia de tejido de granulación en el piso del CAE, hueso expuesto o escombros necróticos. Esta condición es rara, con una incidencia estimada 60 veces menor que la del colesteatoma del oído medio, y suele estar asociada con otitis externa necrosante y carcinoma de células escamosas. La gestión de EACC depende del grado de afectación y puede incluir tratamiento conservador con agentes tópicos, curetaje local y aplicación de antimicrobianos tópicos. En los casos más graves, la intervención quirúrgica será necesaria para prevenir la progresión de la enfermedad y mantener el oído seco.
Por otro lado, la queratosis obturante (KO) es una condición caracterizada por un tapón de queratina organizada en el CAE, que provoca la expansión del canal y la obstrucción del lumen, dando lugar a inflamación y dilatación vascular en el tejido subepitelial. Aunque la etiología de la KO no está completamente clara, se sabe que está asociada con afecciones como sinusitis, bronquiectasias y dermatitis seborreica. El tratamiento de la KO incluye la eliminación del tapón de queratina del CAE, procedimiento que generalmente debe repetirse a intervalos regulares debido a la migración epitelial defectuosa.
Además de estas condiciones, es esencial considerar el diagnóstico diferencial con otras patologías, como la otitis externa necrosante (NOE), una infección grave que afecta al canal auditivo externo y la base del cráneo, especialmente en pacientes mayores, diabéticos o inmunocomprometidos. La NOE se caracteriza por una otalgia profunda, otorrea unilateral y la posible invasión de estructuras cercanas, como la piel, el cartílago y el hueso. El diagnóstico se basa en la presencia de tejido de granulación en el canal y la necrosis ósea, y la tomografía computarizada (TC) es crucial para detectar la erosión ósea. El tratamiento de la NOE requiere una combinación de antibióticos intravenosos de amplio espectro, especialmente dirigidos contra Pseudomonas aeruginosa, el patógeno más común en estas infecciones.
El tratamiento quirúrgico en estas patologías varía según la extensión y gravedad de la enfermedad. La decisión de realizar una cirugía depende de varios factores, entre los cuales se incluyen la localización de la lesión, la sintomatología del paciente y la posible afectación de otras estructuras adyacentes. En muchos casos, la cirugía busca no solo la extirpación de la lesión, sino también la preservación de la funcionalidad auditiva y la integridad de las estructuras circundantes.
Es crucial que los profesionales de la salud realicen un seguimiento adecuado de estos pacientes, ya que algunas de estas patologías, como las exostosis, pueden recurrir con la exposición continua al agua fría. Además, el manejo de los pacientes debe ser individualizado, tomando en cuenta factores como la edad, la presencia de comorbilidades y el impacto de la enfermedad en la calidad de vida del paciente.
¿Cómo los trastornos del olfato afectan la calidad de vida en pacientes con sinusitis crónica?
El olfato desempeña un papel crucial en nuestra interacción diaria con el entorno, no solo en términos de detectar olores, sino también en la percepción de la calidad de los alimentos, la seguridad del ambiente y las emociones. En pacientes con sinusitis crónica, la función olfativa puede verse gravemente alterada, lo que no solo afecta la percepción sensorial, sino también su bienestar general. La disfunción olfativa, que incluye la anosmia (pérdida del sentido del olfato) y la hiposmia (reducción del sentido del olfato), puede tener consecuencias significativas en la calidad de vida, que a menudo son subestimadas.
En estos pacientes, los problemas respiratorios, junto con la alteración de la mucosa olfativa, pueden ser causantes de la pérdida del olfato. Tras una intervención quirúrgica para tratar la sinusitis crónica, como la cirugía endoscópica, la función olfativa puede mejorar, pero el proceso de recuperación es variable y puede tardar años. En algunos casos, el daño al epitelio olfativo puede ser irreversible, lo que lleva a un trastorno olfativo permanente. Estudios han demostrado que, incluso después de la cirugía, la recuperación del olfato puede no ser total y algunos pacientes continúan experimentando distorsiones olfativas a largo plazo.
Uno de los tratamientos más efectivos documentados para restaurar parcialmente el sentido del olfato es el uso de esteroides orales y el entrenamiento olfativo. Estos tratamientos ayudan a estimular las células olfativas y, en algunos casos, a mejorar la percepción de los olores, especialmente en pacientes con daño menos severo. Además, se ha demostrado que los anticuerpos monoclonales tienen un efecto positivo en la recuperación olfativa, aunque su uso está restringido a casos seleccionados.
A pesar de que la recuperación completa del olfato no siempre es posible, la intervención temprana puede mejorar los resultados. La realización de pruebas de quimiosensibilidad, junto con un diagnóstico preciso y un seguimiento adecuado, son esenciales para el manejo de los trastornos del olfato en estos pacientes. La tomografía computarizada (TC) es particularmente útil para evaluar el aparato olfatorio y planificar adecuadamente las intervenciones quirúrgicas.
El impacto en la vida diaria de una persona con trastornos olfativos es considerable. Investigaciones muestran que más del 70% de los pacientes con disosmia (alteración del olfato) tienen dificultades para cocinar, debido a la incapacidad de percibir olores como el de los alimentos en mal estado. Asimismo, aproximadamente el 50% de estos pacientes reportan ingerir alimentos en mal estado sin saberlo. Los trabajos que dependen fuertemente de un olfato intacto, como los relacionados con la cata de vinos, la fabricación de perfumes o la gastronomía, se ven gravemente afectados. Además, la alteración del estado de ánimo y la dificultad para percibir el propio olor corporal añaden un nivel de estrés adicional a la vida cotidiana de estas personas.
Otro aspecto crucial en el manejo de estos pacientes es la seguridad. La pérdida del sentido del olfato puede poner en peligro la capacidad para detectar peligros ambientales, como el humo de un incendio o una fuga de gas. Por lo tanto, es fundamental que los pacientes sean informados sobre estos riesgos y reciban recomendaciones adecuadas para mitigar las posibles consecuencias de un olfato comprometido.
El manejo de los trastornos olfativos debe ser individualizado, teniendo en cuenta no solo el diagnóstico preciso, sino también la evaluación de los factores psicológicos y sociales que puedan estar afectando al paciente. La intervención temprana, el uso de tratamientos farmacológicos adecuados y, en algunos casos, el entrenamiento olfativo, son elementos claves para mejorar la calidad de vida de estos pacientes. Sin embargo, la expectativa de una recuperación total debe ser realista y comunicada claramente, para evitar frustraciones innecesarias.
Es importante entender que los trastornos olfativos, aunque a menudo no son la prioridad en la evaluación clínica, tienen un impacto profundo y multifacético en la vida de los pacientes. No se trata solo de la pérdida de una capacidad sensorial, sino de una alteración integral de cómo el individuo percibe y se relaciona con su entorno. La sensibilidad por parte del clínico hacia las dificultades emocionales, sociales y de seguridad que enfrentan estos pacientes es esencial para un manejo adecuado.
¿Cómo abordar el tratamiento del carcinoma nasofaríngeo recurrente?
El carcinoma nasofaríngeo (NPC, por sus siglas en inglés) es una neoplasia maligna que afecta la nasofaringe y, debido a su localización anatómica y la posibilidad de diseminación a ganglios linfáticos cercanos, representa un desafío significativo en términos de diagnóstico y tratamiento. La recurrencia local de esta enfermedad, aunque menos frecuente, es una complicación significativa en el manejo de pacientes que han recibido tratamiento inicial con radioterapia o quimioterapia. El abordaje terapéutico debe ser multidisciplinario, dado que involucra una combinación de opciones terapéuticas, cada una con sus propias ventajas y limitaciones.
En el tratamiento del NPC recurrente, la radioterapia sigue siendo una de las opciones principales, especialmente cuando la recurrencia es localizada. Sin embargo, los pacientes que presentan recidivas en los ganglios linfáticos cervicales, o aquellos con afecciones más avanzadas, a menudo requieren combinaciones de terapias, como la quimioterapia concomitante con radioterapia. El empleo de dosis de radioterapia específicas, como 70 Gy en fracciones de 2.0–2.12 Gy por 33–35 fracciones, se ha demostrado eficaz para controlar el tumor primario. Esta modalidad de tratamiento se combina frecuentemente con quimioterapia para mejorar la supervivencia libre de progresión y la supervivencia global.
Cuando la radioterapia se administra junto con quimioterapia, los resultados en cuanto a supervivencia y control del tumor son significativamente mejores que con la radioterapia sola. Los regímenes actuales de quimioterapia incluyen el uso de gemcitabina/cisplatino o docetaxel/cisplatino/5-FU, administrados en ciclos tri-semanales, así como cisplatino administrado semanalmente para pacientes con enfermedad avanzada. Este enfoque combinado permite no solo una mejora en la tasa de control tumoral, sino también una mejoría en los tiempos de supervivencia global.
Sin embargo, para los pacientes con recurrencias locales, la cirugía es una opción crucial. En casos de recurrencias resecables, como las lesiones de tipo rT1 y rT2, la nasofaringectomía es el tratamiento preferido. Esta intervención quirúrgica, que se realiza utilizando un abordaje abierto o endoscópico transnasal, ofrece una excelente tasa de control local y mejora las tasas de supervivencia. La técnica más favorecida es el abordaje maxilar, que proporciona un acceso adecuado a la nasofaringe con mínimas complicaciones postoperatorias. En casos de recurrencias cercanas a estructuras críticas, como la arteria carótida interna, la resección sigue siendo posible si existe un margen de tejido sano de al menos 5 mm.
La cirugía también tiene un papel importante en el manejo de las secuelas de la radioterapia, como la exposición de la arteria carótida interna o la necrosis ósea inducida por radiación (ORN). Además, en algunos pacientes, la cirugía puede ser necesaria para tratar malignidades inducidas por radiación que ocurren dentro del campo de tratamiento previo. La reconstrución mediante un colgajo nasoseptal pediculado, que se basa en la arteria septal nasal posterior, se utiliza para reparar y proteger el defecto quirúrgico en el tratamiento de la recidiva.
Uno de los desafíos más importantes en el tratamiento del NPC recurrente es la evaluación precisa de la extensión de la enfermedad. Las imágenes por tomografía computarizada (TC) y resonancia magnética (RM), junto con la tomografía por emisión de positrones (PET-CT), juegan un papel fundamental en la detección de metástasis a distancia, así como en la identificación de la recurrencia local y regional. La PET-CT es particularmente útil en la evaluación de la viabilidad tumoral, ya que puede diferenciar mejor entre tejido tumoral viable y los efectos post-tratamiento que la RM convencional.
Es importante también entender que la recurrencia local no es la única complicación. En muchos casos, las metástasis a distancia, especialmente en pulmones y otros órganos, son la causa principal del fracaso terapéutico. Aunque la tasa de recurrencia local después de tratamiento primario es baja, el control de las metástasis a distancia sigue siendo un reto y requiere un seguimiento riguroso.
A largo plazo, los pacientes tratados por NPC recurrente pueden enfrentar efectos secundarios significativos derivados de la terapia recibida. Entre las toxicidades tardías se incluyen disfunción endocrina, pérdida auditiva, parálisis de nervios craneales, dificultades para tragar, y necrosis ósea radiógena. Estas complicaciones pueden afectar gravemente la calidad de vida de los pacientes y, en algunos casos, pueden llevar a la muerte antes que la progresión del cáncer.
Finalmente, es fundamental que los pacientes con NPC recurrente sean evaluados por un equipo multidisciplinario, que incluya oncólogos, cirujanos, radiólogos y otros especialistas. Solo a través de un enfoque conjunto y personalizado se puede lograr el mejor control posible de la enfermedad, minimizando tanto la toxicidad como las complicaciones a largo plazo.

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