La influencia de los evangélicos en el Partido Republicano ha sido objeto de numerosos análisis y estudios a lo largo de los años, especialmente en el contexto de las elecciones presidenciales de 2016. A pesar de las críticas y la imagen de un Partido Republicano dividido, se ha demostrado que los activistas evangélicos continúan siendo uno de los bloques más importantes de apoyo dentro de la maquinaria política republicana, desempeñando un papel esencial en la elección de candidatos y en la configuración de la política del partido.
Es particularmente interesante observar cómo el apoyo de los evangélicos no siempre sigue una línea directa. Aunque los activistas evangélicos de mayor compromiso religioso —aquellos que asisten a la iglesia con regularidad— mostraron una preferencia menor por Donald Trump en comparación con otros candidatos como Ted Cruz o Ben Carson, el apoyo general hacia Trump fue aún significativo dentro de este grupo. Lo que es más revelador es el hecho de que los evangélicos menos comprometidos, aquellos que asisten a la iglesia con menor frecuencia, fueron más propensos a apoyar a Trump, algo que contrasta con los evangélicos más devotos, quienes, a pesar de su apoyo, se mostraron algo reticentes a respaldarlo de manera absoluta.
Este patrón de apoyo se puede entender mejor al observar las características socioeconómicas y culturales de los distintos grupos dentro de los evangélicos. Los evangélicos menos comprometidos, a menudo con niveles más bajos de educación y de ingresos, se sienten más preocupados por temas inmediatos como la inmigración y el empleo, cuestiones que Trump abordó con un enfoque directo que resonó especialmente con este sector. Además, este grupo tiende a tener sentimientos más negativos hacia las minorías raciales, lo que contribuyó a su preferencia por un candidato que parecía compartir y amplificar estas preocupaciones.
Por otro lado, los evangélicos más comprometidos, aunque igualmente conservadores en cuestiones culturales y morales, mantienen un enfoque más ideológico y, en muchos casos, rechazan la figura de Trump, por su estilo político percibido como más pragmático y menos centrado en los principios religiosos tradicionales. La diferencia de apoyo entre estos dos grupos de activistas evangélicos refleja una contradicción inherente en la relación de los evangélicos con la política republicana: aunque los más devotos se adhieren a principios estrictos y a menudo rechazan la flexibilidad, aquellos con menos compromiso religioso se sienten atraídos por la figura de Trump debido a su actitud más agresiva y menos moderada frente a temas que afectan directamente su bienestar económico y social.
La ideología de los activistas evangélicos republicanos, en general, sigue siendo una de las más conservadoras dentro del espectro político estadounidense. No solo en cuanto a cuestiones morales y culturales, como el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo, sino también en términos económicos, donde estos activistas tienden a adoptar posiciones firmemente contrarias a un gobierno expansivo o intervencionista. Su orientación hacia el rechazo de los compromisos y la defensa de principios intransigentes ha fortalecido un estilo de política republicana más rígido y polarizado, que se ha evidenciado en los últimos años en las elecciones presidenciales y en el Congreso.
La relevancia de los activistas evangélicos no se limita únicamente a su postura conservadora en temas sociales. También han tenido un impacto directo en la configuración ideológica del Partido Republicano, fomentando una política que rechaza la flexibilidad y favorece una postura firme, incluso a costa de la unidad del partido. En este sentido, su influencia ha sido crucial para las victorias de figuras como Trump, a pesar de las tensiones que existieron entre las bases más devotas y los más pragmáticos dentro del electorado evangélico.
A pesar de que los activistas evangélicos comprometidos no fueron los principales impulsores del apoyo a Trump, su respaldo sigue siendo crucial para entender el ascenso del magnate inmobiliario en el Partido Republicano. La base evangélica proporcionó un bloque esencial de apoyo en las primarias republicanas, y su continua influencia fue un factor clave tanto en la nominación de Trump como en su eventual victoria en las elecciones generales. Es importante señalar que, aunque el mandato de Trump se haya caracterizado por su estilo poco ortodoxo y su retórica divisiva, el papel de los evangélicos dentro de su apoyo sigue siendo fundamental para explicar su éxito.
El futuro de la influencia evangélica en el Partido Republicano es incierto. Si bien algunos analistas sugieren que la figura de Trump representa un declive en el poder político de los evangélicos dentro del GOP, la realidad es que su apoyo sigue siendo determinante. Los evangélicos siguen siendo una de las fuerzas más cohesivas y activas dentro del partido, y es probable que su papel siga siendo crucial en las futuras luchas por la nominación presidencial, así como en la agenda legislativa del Partido Republicano.
¿Por qué los evangélicos siguen apoyando al Partido Republicano?
A lo largo de la historia reciente, la relación entre los evangélicos y el Partido Republicano ha sido un tema de fascinación y de debate político. A menudo, se da por sentada una alianza fuerte e indiscutible, pero los eventos de 2016 trajeron a la luz una serie de tensiones y contradicciones que no habían sido previamente visibles. A pesar de los desacuerdos dentro de las élites evangélicas y de las críticas al Partido Republicano por parte de algunos de sus líderes más destacados, los votantes evangélicos continuaron apoyando al partido de manera abrumadora. Este fenómeno nos invita a reflexionar sobre las razones profundas de esta relación, las cuales no siempre son evidentes a primera vista.
En primer lugar, es importante reconocer que el apoyo de los evangélicos al Partido Republicano no es un fenómeno reciente. De hecho, la influencia de los grupos evangélicos sobre el partido comenzó a consolidarse en la década de 1980, con el auge del movimiento de la derecha cristiana. Sin embargo, los eventos que rodearon las elecciones presidenciales de 2016 presentaron una serie de anomalías que desafiaron las expectativas previas sobre la relación entre ambos. Por ejemplo, las figuras más prominentes del movimiento evangélico parecían estar divididas sobre a quién apoyar entre los candidatos republicanos. Algunos, como el televangelista Pat Robertson, incluso llegaron a respaldar a figuras cuyas posturas eran radicalmente diferentes a las que tradicionalmente defendían los evangélicos, como fue el caso de Rudy Giuliani, quien en su momento fue un firme defensor del aborto.
Sin embargo, a pesar de las diferencias dentro de las élites evangélicas, la base del electorado evangélico siguió alineada con el Partido Republicano. Este fenómeno es particularmente desconcertante cuando se observa el apoyo que los evangélicos brindaron a Donald Trump en las elecciones de 2016. A pesar de que Trump no cumplía con los estándares morales tradicionales que muchos evangélicos valoran, como la fidelidad conyugal y la moral cristiana, logró captar un porcentaje significativo del voto evangélico. Este apoyo se mostró aún más sorprendente debido a las críticas de las élites evangélicas, como Russell Moore, quien se mostró escéptico respecto a la idoneidad de Trump como líder cristiano.
Una posible explicación para este apoyo a Trump radica en las prioridades políticas y culturales que los evangélicos comparten con el Partido Republicano. Para muchos evangélicos, las cuestiones relacionadas con los valores tradicionales y la libertad religiosa son cruciales, y el Partido Republicano ha sido el principal defensor de estas ideas frente a la percepción de que los valores cristianos estaban siendo desplazados por una agenda secular. La oposición al aborto, la defensa de la libertad religiosa y la importancia de mantener un orden social que se adhiera a ciertos principios bíblicos han sido factores clave que han mantenido la lealtad evangélica hacia el Partido Republicano.
Es importante destacar que el apoyo de los evangélicos al Partido Republicano no ha sido un fenómeno homogéneo. Si bien los líderes religiosos a menudo se dividen sobre las estrategias políticas más adecuadas, la base evangélica del partido sigue siendo un grupo importante y determinante en las elecciones. La conexión entre los evangélicos y el Partido Republicano no siempre es una cuestión de coherencia ideológica o moral, sino que se basa en una alianza pragmática orientada hacia la preservación de ciertos valores y una visión común del mundo.
Además, es esencial reconocer que el apoyo evangélico al Partido Republicano no es un fenómeno aislado de Estados Unidos. La política estadounidense se ha visto moldeada por una serie de cambios sociales y culturales que afectan a los movimientos religiosos en todo el mundo. Los evangélicos, al igual que otros grupos religiosos, se enfrentan a desafíos derivados de la globalización, el secularismo y la transformación de las estructuras tradicionales de poder. En este contexto, el Partido Republicano ha sido percibido como una fuerza que defiende la identidad y la influencia de los grupos religiosos en una sociedad cada vez más diversa y pluralista.
El impacto de los eventos de 2016 y la elección de Trump debe ser visto como una manifestación de los cambios profundos en la política estadounidense, especialmente en lo que respecta a la relación entre la religión y el poder político. La relación entre los evangélicos y el Partido Republicano es dinámica y multifacética, y no se puede reducir a una simple cuestión de moralidad o ideología. La lealtad evangélica al Partido Republicano está impulsada por factores históricos, culturales y sociales complejos, que siguen evolucionando y moldeando el panorama político estadounidense.
Al analizar este fenómeno, es crucial tener en cuenta que el vínculo entre los evangélicos y el Partido Republicano se ha formado sobre la base de intereses comunes, pero también ha sido objeto de tensiones y contradicciones internas. El papel de los líderes evangélicos y su influencia sobre la base del electorado sigue siendo una cuestión crucial que merece una reflexión profunda. En última instancia, el futuro de esta relación dependerá de cómo se resuelvan estas tensiones y de cómo los evangélicos perciban sus intereses en el contexto de un panorama político cada vez más fragmentado y polarizado.
¿Cómo las actitudes raciales y sobre el aborto modelan el voto de los evangélicos blancos en los EE. UU.?
Para comprender los cambios en los patrones de voto a lo largo del tiempo, es esencial considerar no solo la evolución de las actitudes, sino también cómo la distribución de estas actitudes cambia en función del tiempo. La interacción entre el cambio en las opiniones y el efecto directo de esas opiniones en las decisiones políticas genera importantes implicaciones en el comportamiento electoral. Un ejemplo claro se encuentra en el caso de los evangélicos blancos, especialmente en el contexto de sus actitudes hacia el aborto y las cuestiones raciales.
El cambio en las actitudes hacia el aborto puede verse en cómo estos se distribuyen entre los votantes a lo largo del tiempo. Imaginemos que los evangélicos pro-vida tienen una probabilidad un 25% mayor de votar por el Partido Republicano en comparación con los votantes pro-elección. Si, además, el porcentaje de evangélicos pro-vida crece del 50% al 70%, el cambio en esta actitud combinado con su efecto sobre el comportamiento electoral provocaría un incremento del 5% en el apoyo republicano. Es importante entender que sin un cambio en la distribución de estas actitudes, el aborto, aunque sea un predictor robusto del voto, no tendría un impacto tan significativo en la evolución del comportamiento electoral.
Desde 1972 hasta 2016, los datos muestran claramente que los evangélicos blancos en el sur de los Estados Unidos han tendido cada vez más a votar por el Partido Republicano, mientras que en el norte, la tendencia ha sido mucho más débil y, en algunos casos, casi nula. La diferencia en estos patrones de voto entre el sur y el norte se explica en parte por las diferencias en las actitudes hacia temas como el racismo y el aborto.
Las actitudes raciales entre los evangélicos blancos han mostrado una clara tendencia hacia una mayor conservadurismo en el sur. En el norte, aunque los evangélicos comenzaban con posturas más liberales en temas raciales, con el tiempo también han mostrado un giro hacia actitudes más conservadoras. A pesar de que las actitudes hacia el aborto también han jugado un papel importante, no son tan influyentes en el sur como lo son en el norte. De hecho, el cambio en las actitudes raciales ha tenido un impacto mucho más fuerte en el sur, impulsando una mayor inclinación hacia el Partido Republicano.
Es crucial entender que los cambios en las actitudes no solo se deben a los temas más discutidos en la esfera pública, sino también a cómo estos temas se entrelazan con la identidad religiosa y cultural de los votantes. En el sur, la relación entre la religión evangélica y el conservadurismo racial es particularmente fuerte, lo que provoca que los votantes evangélicos se alineen cada vez más con el Partido Republicano. Este fenómeno es visible en los cambios que se han dado desde 1972, cuando el apoyo republicano entre los evangélicos blancos en el sur ha aumentado de manera constante, impulsado principalmente por la evolución de las actitudes raciales.
El análisis de los datos también muestra que, aunque el efecto del aborto sobre el voto republicano ha sido constante a lo largo del tiempo en el norte, el efecto combinado de las actitudes hacia el aborto y las actitudes raciales en los votantes del norte ha frenado lo que podría haber sido una tendencia hacia el Partido Demócrata. En contraste, en el sur, las actitudes raciales son el principal motor del apoyo al Partido Republicano, mientras que las actitudes hacia el aborto tienen un impacto mucho más limitado.
A lo largo de este período, se puede observar que, en el norte, el cambio hacia el Partido Republicano ha sido contenido por la influencia de otras fuerzas políticas y sociales. Sin embargo, en el sur, la evolución de las actitudes hacia el racismo y el aborto ha impulsado una consolidación del apoyo republicano.
Este tipo de análisis muestra la importancia de considerar no solo los temas de debate público en un momento dado, sino también las dinámicas más profundas que configuran las creencias de los votantes. La religión, la cultura y las actitudes hacia temas tan fundamentales como el racismo y el aborto tienen un impacto duradero en la forma en que los individuos se alinean políticamente, y estos factores pueden variar considerablemente según la región.
Es importante subrayar que la influencia de las actitudes sobre el racismo y el aborto en el voto de los evangélicos no es solo una cuestión de preferencias políticas superficiales, sino que está profundamente arraigada en sus visiones del mundo y en su entendimiento del papel que juega el gobierno en la vida de las personas. La complejidad de estas interacciones entre actitudes, identidad religiosa y preferencia política sigue siendo un tema crucial en el análisis del comportamiento electoral de los evangélicos.
¿Cómo evolucionó el conservadurismo evangélico frente al pluralismo y la política del Partido Republicano?
Durante décadas, gran parte del liderazgo evangélico estadounidense operó bajo la lógica de una guerra cultural: una confrontación binaria entre una cosmovisión judeocristiana tradicional y las fuerzas del secularismo liberal. Esta narrativa dualista justificaba la lucha frontal en torno a temas como el aborto, la sexualidad y la educación. Sin embargo, a partir de los años 2000, comenzaron a emerger grietas en esa construcción monolítica.
Organizaciones históricamente conservadoras como la Asociación Nacional de Evangélicos (NAE) ampliaron sus preocupaciones más allá de las batallas morales tradicionales, incluyendo temas como el medioambiente y la inmigración. Este giro no solo amplió la agenda, sino que trajo consigo una sensibilidad renovada hacia la diversidad humana y las complejidades del pluralismo cultural. En 2012, la NAE se unió a otras instituciones religiosas en una declaración que abogaba por la protección de las familias inmigrantes y un camino hacia la legalización para los indocumentados, en un gesto claro de ruptura con el discurso rígido y exclusivista de la vieja guardia evangélica.
Voces nuevas comenzaron a emerger con fuerza. Russell Moore, quien asumió el liderazgo de la Comisión de Ética y Libertad Religiosa de los Bautistas del Sur (ERLC) en 2013, se opuso firmemente a la terapia reparativa para personas LGBT, calificándola de utópica y contraproducente. Además, exhortó a los conservadores cristianos a reconocer y arrepentirse de su historia de racismo, desafiando abiertamente la noción de guerra cultural como única respuesta al pluralismo. Este tipo de discurso introdujo un tono autocrítico y pluralista dentro de sectores tradicionalmente intransigentes.
Las tensiones internas dentro del campo evangélico quedaron completamente expuestas durante las elecciones de 2016. Mientras Moore cuestionaba no solo el carácter de Donald Trump, sino también el giro etnonacionalista del Partido Republicano, otros líderes como Jerry Falwell Jr., presidente de la Universidad Liberty, ofrecieron un respaldo entusiasta a Trump, incluso acogiendo retóricas excluyentes sobre etnicidad, nacionalismo y relaciones interreligiosas. Voces más tradicionales como James Dobson o Richard Land optaron por una postura pragmática, expresando su apoyo al candidato republicano aunque “tapándose la nariz”.
En contraste, figuras evangélicas de orientación centrista o progresista, incluyendo líderes de organizaciones tradicionalmente conservadoras, firmaron una carta condenando a Trump y al Partido Republicano por dar voz a elementos racistas dentro de la cultura blanca. Encuestas internas de la NAE en 2015 y 2016 revelaron una marcada ambivalencia entre los líderes evangélicos: muchos preferían candidatos como Marco Rubio, Ben Carson o John Kasich, y casi el 40 % consideraba votar por un tercer partido o abstenerse completamente.
Este distanciamiento no se limitó a las personalidades, sino que se reflejó también en el lenguaje institucional del partido. Aunque los programas electorales rara vez reciben atención del votante común, representan una herramienta significativa para analizar los principios y prioridades del partido. Desde 1980, tras la irrupción de la Derecha Cristiana, el Partido Republicano comenzó a emplear con mayor frecuencia términos relacionados con la Constitución y el sistema judicial, marcando un cambio claro respecto a las plataformas anteriores a ese período.
Activistas evangélicos como Tony Perkins, David Barton o John Ashcroft han estado directamente involucrados en la redacción de estas plataformas, demostrando que los conservadores religiosos no solo consumen política partidista, sino que moldean activamente su contenido ideológico. Estudios comparativos han mostrado cómo los partidos, en particular el Republicano, han ajustado su discurso para incluir temas morales y culturales de forma sistemática, incorporando reclamos religiosos en sus posiciones sobre derechos civiles, educación, y prerrogativas religiosas en espacios públicos.
El análisis lingüístico detallado de las plataformas del Partido Republicano entre 1996 y 2016 muestra que, aunque ciertos términos responden a coyunturas específicas, otros marcan tendencias profundas y duraderas. El uso de herramientas como AntConc revela cómo algunas palabras o frases emergen en ciertos años como señales dirigidas a los sectores más atentos e ideológicamente comprometidos del electorado, incluyendo a las élites evangélicas.
Lo importante no es solo qué se dice, sino cuándo y cómo se dice. La oscilación del lenguaje político revela una lucha interna entre una visión cerrada y homogeneizante del mundo y una apertura, todavía vacilante, hacia una sociedad pluralista. Esta ambivalencia refleja la transformación del conservadurismo evangélico, no como un bloque monolítico, sino como un campo disputado, lleno de tensiones entre nostalgia y adaptación.
Comprender esta evolución exige reconocer que la religión en la política estadounidense no opera como un resorte unidimensional, sino como un complejo entramado de convicciones, alianzas estratégicas y adaptaciones discursivas. Lo que hoy está en juego no es simplemente la permanencia de ciertos valores tradicionales, sino la capacidad del conservadurismo religioso para reconfigurarse ante un entorno social cada vez más diverso, contradictorio y dinámico. El pluralismo no es una amenaza externa, sino una realidad interna que exige respuestas teológicas, políticas y éticas a la altura de su complejidad.
¿Cómo influyen las redes sociales de los evangélicos en su comportamiento político y religioso?
En este capítulo, intentamos trazar los contornos de los entornos sociales y organizacionales de los evangélicos. Nuestros hallazgos ponen en entredicho percepciones ampliamente extendidas sobre tanto la estructura como la composición de las redes sociales de los evangélicos. Al menos en el período de tiempo examinado, las redes de los evangélicos exhiben características que no son ampliamente consistentes con las expectativas de homogeneidad política derivadas de teorías que enfocan la estricta tradición religiosa como un determinante de los entornos sociales de los fieles. De hecho, las redes de los evangélicos no son únicas y albergan tanto desacuerdo como cualquier otra tradición religiosa. Las redes sociales de los protestantes negros, los católicos y los protestantes de línea principal son similares en composición a las de los protestantes evangélicos. Así, tratar las congregaciones de diferentes tradiciones religiosas como unidades esencialmente indiferenciadas parece estar justificado, como señalan diversos estudios (por ejemplo, Mutz y Mondak, 2006; Scheufele et al., 2004).
Al mismo tiempo, existen algunas indicaciones de que aquellos que intenten organizar a los evangélicos para la acción política pronto podrían encontrarse siendo víctimas de su propio éxito. Los emprendedores de grupos de interés que deseen aprovechar las redes religiosas existentes para movilizar a los llamados votantes de valores probablemente encontrarán un grupo cada vez más educado de seguidores que está más conectado con el mundo exterior que nunca. Desde la década de 1980, el estar en primera línea en las guerras culturales, en forma de organizaciones cristianas conservadoras legales, ha requerido que los evangélicos se involucren en un ámbito legal en gran medida secular. Aunque numerosas facultades de derecho están afiliadas a denominaciones religiosas y los cristianos evangélicos ciertamente tienen la opción de buscar una educación legal con enfoque religioso, el involucramiento en el sistema legal en sí asegura el contacto con un grupo diverso de personas. De muchas formas, entonces, desafiar profesionalmente al sistema político existente exige un mayor involucramiento con visiones que se desvían de las sostenidas por los miembros de la derecha cristiana. Este involucramiento, como mostramos aquí, puede a su vez precipitar cambios actitudinales entre los miembros de base de organizaciones cristianas conservadoras (y otras) como un proceso natural de influencias sociales. Como también mostramos en otros trabajos (ver Djupe, 2011; Djupe y Lewis, 2015; Djupe y Neiheisel, 2008), los lazos fuertes entre aquellos que podrían apoyar los objetivos de la derecha cristiana en realidad pueden ir en contra de los esfuerzos organizacionales para construir una red sólida de activistas comprometidos.
A primera vista, podría parecer obvio que las redes de personas con fuertes lazos de afinidad proporcionan una base poderosa sobre la cual construir una organización que envidiarían muchos en los círculos de Washington. Después de todo, la “ley de la polarización grupal” (Sunstein, 2002; también Sunstein, 2000) dicta que las conversaciones que ocurren entre personas que están de acuerdo en cámaras de eco fomentan la extremidad de las opiniones, condiciones que parecen propicias para la movilización por parte de los élites organizacionales. Sin embargo, es precisamente aquellos que enfrentan desacuerdos quienes son más propensos a apoyar los grupos de la derecha cristiana. Aunque esto parece contraintuitivo, este hallazgo está respaldado por más de medio siglo de teorías sobre las condiciones sociales que hacen que los individuos sean susceptibles a la persuasión por parte de fuentes mediáticas masivas y la influencia de élites en general. Como señala Rüdiger Schmitt-Beck (2003), aquellos que carecen de una red social representan una “flanco abierto” por el cual la comunicación de élites puede tener un impacto desmesurado en las actitudes (ver también Druckman y Nelson, 2003). Formulada de esta manera, trabajos previos sugieren que el grado de cambio de opinión es el resultado de la falta de resistencia a los mensajes de élites. Sin embargo, aquí sugerimos otro posible mecanismo: aquellos sin una estructura de apoyo social están motivados a buscar activamente conexiones con grupos de interés para tratar de compensar la ausencia de una red de apoyo político.
Esto plantea la cuestión de qué significa para las futuras relaciones entre los evangélicos y el Partido Republicano. Si las redes de los evangélicos se ven (esencialmente) similares a las de otros grupos, tal vez el statu quo pueda mantenerse, y una ruptura en esta relación no esté en el horizonte inmediato. Pero cuando se exponen al desacuerdo, los evangélicos no son inmunes a los argumentos políticos contrapuestos. Por lo tanto, los investigadores deben continuar buscando nuevas fuentes de diversidad, especialmente entre los evangélicos más jóvenes. Además, la fuerza de los efectos de las redes sobre el voto y el apoyo a la derecha cristiana sugiere lo difícil que es liderar este grupo. Durante la campaña de 2016, hubo fisuras visibles entre los líderes evangélicos y los adherentes (más durante las primarias que en el ciclo de elecciones generales). Por un lado, esas fisuras pueden señalar que no hay nada inevitable en la conexión entre los evangélicos y el Partido Republicano. Por otro lado, dado el panorama presentado en este capítulo, los evangélicos están bien protegidos de cualquier presión de élites, lo que proporciona un considerable impulso a su comportamiento político por el momento.

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