En el estudio de la morfología lingüística, uno de los aspectos más fascinantes es la clasificación y función de los morfemas, que son las unidades mínimas de significado en una lengua. En inglés, los morfemas pueden ser libres o ligados, y aunque no siempre es sencillo distinguir entre ellos, el conocimiento de sus roles es fundamental para comprender la evolución y el uso de las palabras. A través de los morfemas derivacionales e inflexionales, los hablantes de inglés no solo forman nuevas palabras, sino que también indican variaciones gramaticales que alteran la función y significado de las mismas.

Los morfemas libres son aquellos que pueden existir por sí mismos como palabras completas, como "berry" (baya) o "time" (tiempo), mientras que los morfemas ligados no pueden existir de manera independiente y siempre deben unirse a una palabra base. Un ejemplo interesante es el caso del morfema "huckle" en "huckleberry" (mora), que, aunque parece ser un morfema ligado, no tiene un significado claro por sí mismo. Esta particularidad se conoce como raíz ligada, y estas raíces solo adquieren significado cuando se combinan con otros morfemas. En palabras derivadas de lenguas clásicas, como el latín o el griego, podemos encontrar varios de estos casos, como en "unkempt" (desaliñado) o "nonchalant" (despreocupado).

Por otro lado, los morfemas de raíz, como "help" (ayuda), sirven como punto de partida para formar palabras derivadas a través de la adición de afijos. Por ejemplo, al añadir el sufijo "-ful" a "help", obtenemos "helpful" (útil), y este término puede seguir siendo base para otros morfemas como "unhelpful" (inútil) o "helpfulness" (utilidad). La distinción clave aquí es que "help" es la raíz, mientras que "helpful" se convierte en el tronco sobre el cual se añaden otros morfemas, ampliando el campo de significados.

Existen dos tipos principales de morfemas ligados: los morfemas derivacionales y los inflexionales. Los morfemas derivacionales tienen la capacidad de alterar el significado de una palabra o de cambiar su categoría gramatical. Por ejemplo, en la palabra "untimely" (inoportuno), el prefijo "un-" cambia el sentido del adjetivo "timely" (oportuno), mientras que el sufijo "-ly" convierte el sustantivo "time" (tiempo) en un adjetivo, "timely". De manera similar, en la palabra "dehumidifier" (deshumidificador), vemos cómo varios morfemas actúan para transformar un adjetivo ("humid") en un sustantivo ("humidifier") y luego modificarlo con el prefijo "de-" para obtener un significado completamente distinto.

Los morfemas inflexionales, en cambio, no cambian el significado de la palabra ni su categoría gramatical, sino que se utilizan para expresar variaciones gramaticales. Un ejemplo claro es el sufijo "-ed", que indica el tiempo pasado de un verbo, como en "walk" (caminar) → "walked" (caminó). De igual manera, el sufijo "-s" indica pluralidad en sustantivos como "dog" (perro) → "dogs" (perros), o la forma posesiva como en "Mary’s" (de María). En la lengua inglesa, los morfemas inflexionales también se utilizan para construir comparativos y superlativos en adjetivos, como en "faster" (más rápido) o "fastest" (el más rápido).

La comprensión de estos morfemas es esencial no solo para el aprendizaje del idioma, sino también para comprender cómo la estructura gramatical se articula en contextos específicos. En inglés, los morfemas inflexionales siempre se colocan al final de la palabra, lo que facilita su identificación. Sin embargo, es importante destacar que no todos los morfemas pueden ser combinados de manera arbitraria. Por ejemplo, no es posible formar palabras como "prettiate" o "prettyize", ya que los sufijos "ize" o "ate" no se utilizan para convertir adjetivos en verbos.

Uno de los aspectos más interesantes de los morfemas es que muchos de ellos, especialmente los inflexionales, pueden tener variaciones fonológicas llamadas alomorfos. Por ejemplo, el sufijo "-s" en inglés puede pronunciarse de tres formas diferentes: [s], como en "cuffs"; [z], como en "clowns"; o [Iz], como en "busses". Estos cambios no afectan el significado de la palabra, pero son cruciales para comprender la pronunciación correcta en diversos contextos lingüísticos.

El análisis de los morfemas es una herramienta poderosa para entender cómo las lenguas funcionan y cómo se forman los significados a partir de unidades más pequeñas. Sin embargo, el aprendizaje y la aplicación correcta de estas reglas morfológicas no siempre es sencillo. Requiere de una comprensión profunda de las categorías gramaticales y de las estructuras subyacentes que rigen la formación de palabras.

Es importante que los lectores también se familiaricen con los matices fonológicos que acompañan a los morfemas, ya que los cambios de pronunciación (alomorfos) pueden alterar la fluidez y comprensión de un discurso. Asimismo, debe quedar claro que, aunque en inglés los morfemas inflexionales son relativamente pocos, en otros idiomas su número puede ser considerablemente mayor, lo que aumenta la complejidad gramatical y el aprendizaje de la lengua. En este sentido, la lengua inglesa presenta tanto una simplicidad estructural en cuanto a los morfemas inflexionales como una gran flexibilidad en su capacidad para derivar nuevos significados y formas a partir de los morfemas básicos.

¿Cómo los idiomas codifican el género?

Los lenguajes tienen una relación intrínseca con las identidades de género, un vínculo que trasciende el simple uso gramatical y entra en el ámbito de las construcciones sociales y culturales. El género no solo se refleja en las palabras que usamos, sino en la forma en que estas reflejan y mantienen las estructuras de poder y las normas sociales de una comunidad. En muchos idiomas, el género gramatical es un reflejo de cómo una sociedad visualiza y organiza las identidades masculinas y femeninas. Sin embargo, este vínculo no siempre es unidireccional ni estático.

En algunas lenguas, como el español, el género gramatical es un componente central de la estructura lingüística. Los sustantivos se dividen entre masculinos y femeninos, y la concordancia de adjetivos, artículos y verbos con el género de los sustantivos está profundamente arraigada. Esta asignación de género puede parecer, a simple vista, algo meramente sintáctico, pero la realidad es mucho más compleja. El uso del género refleja actitudes culturales sobre lo que se considera "masculino" y "femenino", y las implicaciones de esto son notorias en la vida cotidiana, desde las expectativas sociales hasta la construcción de roles dentro de la familia y el trabajo.

El concepto de "masculinidad negra" en el contexto lingüístico, por ejemplo, ofrece una perspectiva interesante sobre cómo los diversos tipos de masculinidad pueden ser representados de manera diferente dependiendo del grupo social, cultural y racial. La forma en que los hombres negros se expresan lingüísticamente puede servir para reforzar su identidad dentro de una comunidad, pero también puede ser vista a través del prisma de los prejuicios raciales. La lengua se convierte en un terreno de negociación constante, donde la identidad no es solo una cuestión de género, sino también de raza, clase social y otras dimensiones del poder.

Además, el género se puede entender como una performance, una actuación que se realiza no solo a través del lenguaje, sino también a través de las acciones y comportamientos cotidianos. Judith Butler, en su trabajo seminal sobre el género, argumenta que el género no es algo que uno "es", sino algo que uno "hace". En este sentido, el lenguaje actúa como una herramienta para construir y afirmar el género en la interacción social. Lo que hablamos, cómo lo hablamos, y las formas en que usamos ciertos términos y expresiones en distintos contextos sociales, no solo reflejan nuestra identidad, sino que también la producen.

En la sociedad contemporánea, el binarismo de género ha sido cuestionado y desafiado. Las identidades de género no se limitan a las categorías tradicionales de hombre y mujer, y los lenguajes están comenzando a reflejar esta realidad. Sin embargo, muchos idiomas siguen atrapados en una estructura binaria, lo que lleva a tensiones lingüísticas y sociales. El hecho de que la lengua no haya logrado adaptarse completamente a las identidades de género no binarias refleja la resistencia social a una reconfiguración de los roles tradicionales, pero también muestra las oportunidades que tiene el lenguaje para evolucionar y adaptarse a nuevas realidades.

En este contexto, el multilingüismo juega un papel fundamental. Hablar más de un idioma no solo abre nuevas formas de entender el mundo, sino que también ofrece la posibilidad de acceder a diferentes formas de conceptualizar el género. Por ejemplo, algunas lenguas indígenas de América y otras lenguas no occidentales han abordado el concepto de género de manera diferente, permitiendo identidades de género múltiples o fluidas que no se ajustan a las categorías tradicionales. El estudio del multilingüismo y el contacto entre idiomas puede ofrecer una nueva perspectiva sobre cómo los diferentes lenguajes codifican el género y, por ende, cómo se pueden desafiar o reconfigurar las normas establecidas.

Es importante recordar que el lenguaje no es solo una herramienta de comunicación, sino también una herramienta de poder. Las actitudes hacia la "correcta" forma de hablar, las expectativas de cómo deben comportarse los hombres y las mujeres, y las estructuras de autoridad que dictan quién puede decir qué y de qué manera, están profundamente entrelazadas. Estos factores contribuyen a la marginalización de ciertos grupos, y al mismo tiempo, el lenguaje tiene el poder de desafiar esas jerarquías. El modo en que las personas utilizan su voz, ya sea para afirmar su género, su raza, o su estatus social, es una forma de resistencia y una forma de empoderamiento.

El estudio del género en los idiomas no solo es relevante para los lingüistas, sino para todos los que buscan entender las dinámicas de poder, identidad y cambio en la sociedad moderna. Entender cómo el lenguaje codifica el género, cómo refleja y reproduce estructuras sociales, y cómo las personas pueden usar el lenguaje para desafiar esas estructuras, es crucial en un mundo cada vez más diverso y plural.

¿Cómo influyen el contacto y la planificación lingüística en el multilingüismo?

El multilingüismo no es una mera acumulación de lenguas; se configura de manera dinámica, aprovechando diversos recursos lingüísticos sin una estricta consideración por cuál lengua pertenece cada recurso. Los hablantes pueden emplear una variedad de recursos lingüísticos, a veces sin preocuparse por las fronteras entre lenguas, y, como se discutió en el Capítulo 9, la práctica del "translanguaging" se convierte en un vehículo para señalar identidades sociales que no son separadas, sino mezcladas. De hecho, para algunos hablantes, el acto mismo de mezclar lenguas indica una nueva forma de identidad, una identidad híbrida y múltiple.

Cuando las personas se enfrentan a la decisión de qué lengua usar, suelen recurrir a la lengua común con su interlocutor, siempre que ambos hablen solo un idioma. Sin embargo, cuando ambos son bilingües o multilingües, es probable que se recurra al "código de cambio" o "translanguaging". En ciertos contextos, las comunidades establecen convenciones claras sobre qué lengua utilizar. Por ejemplo, Leap (1993) describe cómo los nativos americanos, antes de la llegada de los europeos, gestionaban esta decisión en el comercio entre grupos de diferentes lenguas. Si las lenguas eran estrechamente relacionadas, los hablantes usaban su propio idioma, ajustando las expectativas sobre la corrección lingüística. Si las lenguas no estaban emparentadas, se desarrollaban reglas que determinaban qué idioma debía emplearse en una situación determinada. En algunos casos, el anfitrión debía usar la lengua del huésped; en otros, los huéspedes debían usar la lengua del anfitrión. En otros contextos, se desarrollaba una lengua franca, como fue el caso del Ojibwe en la región de los Grandes Lagos de América del Norte.

Un dilema similar se presenta en muchas sociedades: ¿qué lengua utilizar cuando se encuentran dos hablantes multilingües? En algunas comunidades, se espera que el hablante se acomode a las necesidades del hablante menos fluido. Este es el caso en algunas regiones de Sudáfrica, donde, si dos personas hablan tanto isiZulu como Xhosa, pero una de ellas domina mejor el isiZulu, se espera que la otra utilice esta lengua para facilitar la comunicación. En sociedades como la de Estados Unidos, la expectativa es que el hablante de la lengua menos dominante siempre se acomode al hablante de la lengua dominante, en este caso, el inglés.

El proceso de decidir qué lengua usar no siempre depende de la decisión individual. Existen políticas y leyes que promueven o desalientan el uso de ciertos idiomas. Los esfuerzos de los gobiernos, instituciones educativas, los medios de comunicación y los tribunales para influir o cambiar el comportamiento lingüístico constituyen lo que se conoce como planificación lingüística. Las decisiones sobre planificación lingüística pueden variar, desde la selección de una lengua oficial hasta la elección de la lengua a usar en las aulas o en las boletas electorales. Algunas políticas lingüísticas buscan promover la asimilación de las minorías lingüísticas hacia el idioma dominante, mientras que otras buscan proteger los derechos de los hablantes de todas las lenguas y promover el pluralismo lingüístico. En los casos de lenguas sin forma escrita, la planificación lingüística puede incluir el desarrollo de una ortografía que represente esa lengua.

La planificación lingüística puede ser oficial o de facto. En Estados Unidos, por ejemplo, el Congreso nunca ha reconocido oficialmente el inglés como lengua oficial, pero es un idioma de facto en todas las interacciones gubernamentales, los tribunales y las escuelas. Si bien existen leyes que exigen intérpretes para quienes no hablan inglés, la situación favorece la asimilación lingüística de los inmigrantes, alentando no solo el aprendizaje del inglés, sino también el abandono de sus lenguas nativas. En contraste, en muchos países, como en Suiza y Bélgica, el contacto lingüístico y el multilingüismo se mantienen de forma activa. En Bélgica, la mayoría de las personas habla tanto francés como flamenco, aunque las tensiones lingüísticas son un tema recurrente.

El multilingüismo también surge de lo que se conoce como "contacto lingüístico", el cual tiene lugar cuando hablantes de dos o más lenguas están en contacto prolongado. Este contacto puede originarse a través del comercio, la invasión, la colonización o la migración. El contacto lingüístico puede llevar a resultados diversos: desde el mantenimiento de lenguas separadas hasta la creación de nuevas lenguas o un cambio lingüístico en una comunidad. En algunos casos, puede dar lugar a fenómenos de superdiversidad, como sucede en muchas grandes ciudades del mundo.

Una de las consecuencias más fascinantes del contacto lingüístico es la aparición de nuevas lenguas, como los pidgins y los criollo. Los pidgins surgieron entre el siglo XVII y XIX en contextos coloniales y comerciales, cuando personas que no compartían un idioma común necesitaban comunicarse. Estas lenguas tienen una sintaxis y morfología simplificadas y un vocabulario reducido, generalmente tomado del idioma de los colonizadores, lo que permitía una comunicación básica. Aunque los pidgins no tienen hablantes nativos, su evolución hacia criollo ocurre cuando un pidgin comienza a ser aprendido como lengua materna por una comunidad. Este proceso de "criollización" implica la expansión y complejización de la lengua, hasta convertirla en un sistema lingüístico completo, con una gramática y un léxico más ricos que permiten a sus hablantes expresar todas las necesidades comunicativas de su vida cotidiana.

Es importante destacar que los pidgins y criollo no deben ser vistos como versiones "simplificadas" de otras lenguas, sino como lenguas legítimas y completas en sí mismas. En contextos coloniales, estas lenguas facilitaron la comunicación no solo entre colonizadores y colonizados, sino también entre los pueblos subyugados que hablaban lenguas completamente distintas entre sí.