La política contemporánea se enfrenta a una transformación fundamental, impulsada por el creciente papel de las emociones y las creencias personales en la toma de decisiones, especialmente en lo que respecta al voto en elecciones o referendos. Cada vez más, las decisiones políticas se basan en impulsos emocionales o ideológicos y en impresiones superficiales, en lugar de en una selección racional fundamentada en evaluaciones políticas y consideraciones económicas. Este debilitamiento de la relevancia del razonamiento racional abre las puertas a la fácil propagación de información falsificada. En este contexto, una mentira no necesariamente se opone a la verdad; más bien, es una derivación distorsionada de la misma, borrando las fronteras entre lo verdadero y lo falso. Como explica Bufacchi (2020), “mientras que una mentira subvierte una verdad específica, la post-verdad trata de subvertir la verdad misma”. Este cambio en la percepción de la verdad refleja la creencia de que la verdad ya no es esencial y puede ser desechada con facilidad.

Las noticias falsas, por su parte, no necesariamente niegan hechos verificables o lo que se puede definir como "verdad", sino que proponen interpretaciones engañosas o inventan hechos que no existen pero que resultan plausibles o cercanos a lo que el público podría esperar. Este tipo de información puede ser anticipada y suavizada por una serie de “falsedades menores” (soft fakes) que se preparan cuidadosamente para que, con el tiempo, lleguen a ser creíbles y capaces de generar efectos duraderos. Se trata de un proceso complejo que implica lo que algunos autores denominan “astroturfing político” (Keller et al., 2020), en el que los actores políticos utilizan técnicas de manipulación de la información para modificar la percepción pública de forma masiva y estructural.

La propagación de noticias falsas ha sido facilitada por los avances tecnológicos y también por cambios sistémicos en la política global. El fin de la Guerra Fría y la desaparición de ideologías o visiones del mundo bien establecidas condujeron a un periodo de fluidez política y difusión del poder, donde nuevos actores emergieron en el escenario político global, tanto formales como informales. Esta fluidez ha producido un espacio político global más acelerado y caótico, caracterizado por flujos migratorios, movimientos globales, grupos virtuales y redes que moldean una ciudadanía des-territorializada. Sin embargo, los Estados han perdido el control sobre muchos de estos movimientos, que ahora son híbridos y difíciles de manejar, a medida que las fronteras políticas se desdibujan.

Durante la última parte del siglo XX, la erosión progresiva de la soberanía parecía presagiar el fin del Estado tradicional, abriendo paso a una fase neo-medieval de la política, marcada por la fragmentación del poder y la aparición de múltiples legados. Sin embargo, la crisis financiera y económica de 2008 actuó como un revulsivo, y la intervención de los Estados en la economía para mitigar sus efectos negativos permitió una revalorización de los Estados, que, aunque reforzados, se han convertido en la cuna de políticas divisivas. Los discursos populistas, la delegitimación de la competencia, la política del resentimiento y el odio, la demonización de los adversarios políticos, la personalización y espectacularización de la política, y los procesos de securitización se han convertido en rasgos comunes tanto de los regímenes democráticos como autocráticos (Polyakova y Meserole, 2019).

El acceso a la información y las habilidades multimediales son cruciales para dominar las técnicas de política divisiva. De hecho, si el conflicto político se intensifica, podríamos ver una mayor recurrencia al uso de las noticias falsas como arma política. En principio, el fácil acceso a datos e información debería contribuir a revitalizar la esfera pública y fomentar la participación ciudadana en la toma de decisiones, introduciendo nuevas voces y actores en el debate público. No obstante, en lugar de promover la democracia, este acceso puede ser explotado para envenenar la esfera política y social, convirtiendo a los ciudadanos en partidarios acérrimos de un bando en lugar de fomentar un compromiso cívico y político genuino.

Además, hemos sido testigos del creciente uso de la manipulación de la información por actores externos para interferir en elecciones o referendos importantes, vaciando así el concepto de fronteras y erosionando el principio de soberanía estatal. Este fenómeno no se trata simplemente de invalidar lo que debería ser un proceso electoral libre y justo, sino de desafiar la independencia y seguridad de los Estados, con graves implicaciones para las relaciones inter-estatales.

En algunos países como India, Brasil o Nigeria, las noticias falsas se han propagado predominantemente a través de aplicaciones de mensajería como WhatsApp, la plataforma de mensajería más popular en África, América Latina y Asia. A diferencia de otras plataformas como Facebook, cuyos contenidos pueden ser monitoreados, plataformas de mensajería cifrada como WhatsApp, Telegram o Signal escapan a cualquier tipo de control formal, lo que facilita la actividad criminal y la manipulación masiva de información falsa. Esta situación genera un serio desafío en la lucha contra la desinformación, ya que mientras es esencial proteger la privacidad de los usuarios, también es importante frenar la propagación de contenidos falsos que pueden afectar gravemente la estabilidad política y social.

Es crucial prestar atención a las crisis, ya que producen vacíos de información y una alta demanda de respuestas, lo que incentiva aún más la construcción y difusión de noticias falsas. La pandemia de Covid-19 ilustra perfectamente este fenómeno. Durante la crisis sanitaria, los propios funcionarios de la Organización Mundial de la Salud (OMS) introdujeron el término “infodemia” para describir la sobreabundancia de información que circulaba en línea sobre el virus. En un contexto en el que la gente encuentra difícil discernir qué fuentes de información son confiables, las noticias falsas emergen rápidamente para llenar ese vacío y satisfacer la demanda pública de información, a menudo con el riesgo de ofrecer respuestas erróneas o dañinas. Esto refuerza la idea de que no hay certidumbre, incluso cuando los científicos están encargados de abordar emergencias sanitarias.

Lo que se ha visto a través de la pandemia es un vínculo delicado entre la ciencia y la política, ya que la información científica puede servir como base para la toma de decisiones políticas difíciles, pero también puede ser manipulada para fines políticos. En algunos casos, diferentes gobiernos han adoptado medidas divergentes para el control de la pandemia, no solo como resultado de diferencias en los estudios científicos disponibles, sino también debido a la manipulación de esa información con fines políticos. Esta manipulación de la ciencia para justificar medidas extraordinarias pone en peligro los principios democráticos, ya que, bajo el pretexto de una emergencia sanitaria, se pueden adoptar restricciones que limitan las libertades ciudadanas de manera injustificada.

¿Cómo las comunidades en Twitter reflejan las ideologías políticas en situaciones de crisis?

Las comunidades de usuarios verificados en Twitter, especialmente en contextos de crisis como los flujos migratorios o la pandemia de Covid-19, muestran una clara estructura basada en inclinaciones políticas. En el escenario de los flujos migratorios, como se observa en la figura 12.1, las cuentas vinculadas al gobierno italiano (Lega y Movimiento 5 Stelle) y otros partidos de derecha están claramente identificadas por el color azul. Por otro lado, los partidos de centro-izquierda, como el Partido Democrático (PD), se agrupan en color rojo. Una comunidad en violeta agrupa cuentas de medios oficiales, ONGs y políticos de izquierda, mientras que algunos actores relacionados con la Iglesia Católica se representan en naranja. Además, en turquesa se encuentran grupos más pequeños, como el primer ministro maltés, Joseph Muscat, y algunos de sus ministros, mientras que en verde se observa una comunidad vinculada a comentaristas de fútbol.

Este patrón de agrupación basado en inclinaciones políticas no es exclusivo de esta situación, sino que es una característica común en plataformas como Twitter. Los usuarios tienden a agruparse según ideas afines, lo que refuerza la segregación ideológica en línea, algo bien documentado en investigaciones previas (Bessi et al., 2016; Del Vicario et al., 2016). En el contexto de la pandemia de Covid-19, la figura 12.2 muestra un patrón similar, donde los diferentes grupos políticos (Movimento 5 Stelle, Forza Italia, Partido Democrático) se agrupan en colores distintos, y los actores institucionales, como embajadas, policías y gobiernos locales, se representan en azul.

Este fenómeno de agrupación está particularmente relacionado con la ideología política de los usuarios verificados. Si bien es más sencillo asociar a los políticos verificados con su respectivo partido, las interacciones de los usuarios no verificados con estos actores permiten inferir sus inclinaciones ideológicas. Esto se evidencia en las matrices de interacción entre usuarios verificados y no verificados presentadas en las figuras 12.3 y 12.4. Estas matrices muestran cómo los usuarios no verificados tienden a interactuar más con comunidades ideológicamente afines. En el caso del Covid-19, por ejemplo, se observa que incluso cuando se trata de temas de salud, los usuarios tienden a seguir los consejos de expertos solo si estos pertenecen a su lado ideológico, como ocurre con el médico Roberto Burioni, cuyos mensajes son retuiteados principalmente por la comunidad roja, vinculada al Partido Democrático.

El proceso de validación de las redes también es clave para entender cómo se propaga la información en Twitter. Al aplicar un procedimiento de filtrado para eliminar el "ruido" en los datos y enfocarse en los intercambios relevantes de contenido, se obtiene una red de usuarios cuya influencia se considera estadísticamente significativa. Este proceso de validación, que considera tanto la autoría como los retweets de los mensajes, permite construir una red dirigida de usuarios y mensajes, donde los usuarios que retuitean mensajes de otros son identificados como nodos significativos. Al final, esto da lugar a una red "validadas", donde los usuarios juegan un papel clave en la difusión de información.

Este procedimiento revela, en primer lugar, que las comunidades dentro de las redes de Twitter tienden a estar altamente conectadas con los medios de comunicación, un actor fundamental en la diseminación de información política. Las figuras 12.5 y 12.6, que muestran las redes validadas en ambos contextos, muestran que, a pesar de las diferencias en los temas tratados (migración versus Covid-19), los actores más influyentes siguen siendo los medios de comunicación y los políticos de partidos con gran base de seguidores. Esto se observa claramente en la estructura de las redes, donde las conexiones entre los nodos están muy relacionadas con las interacciones dentro de los medios.

La influencia de los "hubs" en estas redes es un aspecto crucial. Los hubs son usuarios que, por su capacidad para conectar con una gran cantidad de nodos relevantes, juegan un papel fundamental en la propagación de la información. Esta idea de hubs y autoridades, como se propuso en el algoritmo Hubs-Authorities de Kleinberg (1999), se aplica perfectamente en el análisis de redes sociales. En el contexto de los flujos migratorios, por ejemplo, los principales hubs son cuentas como la de Matteo Salvini, líder de la Lega, que se encuentra en la cima de la lista de nodos con mayor puntaje de hub. Otros usuarios influyentes incluyen periodistas y políticos que actúan como fuentes clave para la difusión de mensajes.

En el contexto del Covid-19, las interacciones entre usuarios verificados y no verificados siguen el mismo patrón, mostrando cómo las comunidades de usuarios tienden a reforzar las visiones políticas dominantes dentro de cada grupo. Los usuarios verificados con mayor influencia tienen un impacto decisivo en la forma en que se interpretan los mensajes, y sus interacciones con los usuarios no verificados ayudan a difundir estos mensajes, reforzando aún más la polarización ideológica en línea.

La comprensión de estas dinámicas es esencial para analizar la propagación de la información en redes sociales durante momentos de crisis. Además, la forma en que las comunidades se agrupan según su ideología política tiene implicaciones significativas en la forma en que se perciben y se responden los problemas sociales y políticos. Los usuarios tienden a buscar fuentes que validen sus creencias preexistentes, lo que refuerza la fragmentación de la información y contribuye a la polarización en línea.