La medición fisiológica nasal es un proceso fundamental para evaluar el funcionamiento de las vías respiratorias superiores, especialmente en el contexto de trastornos que afectan la mucociliaria o la función olfatoria. Estas mediciones permiten identificar alteraciones sutiles en la función nasal, lo que puede ser clave para diagnosticar diversas enfermedades respiratorias y condiciones asociadas.

Uno de los parámetros más utilizados en la investigación de la función mucociliar es la duración del tiempo necesario para que el paciente perciba una sensación dulce tras la introducción de un sonda en una de sus fosas nasales. Este método evalúa la eficacia del sistema mucociliar y, cuando se compara antes y después de un tratamiento, puede proporcionar información valiosa sobre la mejoría o empeoramiento de la función. Normalmente, se considera que un valor de 450–900 partes por millón (ppm) indica una función mucociliar saludable. Lecturas por encima de 900 ppm suelen señalar una inflamación, mientras que niveles inferiores a 450 ppm sugieren obstrucción, y menos de 100 ppm podría indicar disquinesia ciliar.

En casos con duraciones de la medición superiores a 30 minutos, es recomendable considerar investigaciones adicionales para detectar disfunciones ciliares o disquinesia. La historia médica de los pacientes puede ofrecer pistas cruciales para identificar la disquinesia primaria, como la presencia de efusiones del oído medio o situs inversus, que son características del síndrome de Kartagener.

El análisis de la frecuencia de batido ciliar es otro test especializado utilizado para evaluar disquinesias ciliares, realizado únicamente en centros de alta especialización. En un epitelio sinonasal funcional, la frecuencia de batido ciliar debe estar entre 12 y 16 Hz. Si este valor es inferior a 11 Hz, puede sugerir disquinesia ciliar. Sin embargo, la observación del patrón de batido ciliar puede identificar casos en los que la frecuencia es normal, lo que requiere un análisis adicional, a menudo mediante microscopía electrónica, que permite examinar con mayor detalle la microestructura del epitelio nasal.

La microscopía electrónica también resulta útil para identificar anormalidades microestructurales en los cilios, como el número incorrecto de pares de microtúbulos, cilios compuestos y anomalías en los brazos de dineína. Estas alteraciones pueden ser indicativas de problemas ciliares que afectan la limpieza mucociliar, lo cual es esencial para el diagnóstico y tratamiento de diversas enfermedades respiratorias. Además, las pruebas de sudor como la iontoforesis de pilocarpina siguen siendo el estándar de oro en el diagnóstico de fibrosis quística (FQ), ya que permiten medir la concentración de cloruro en el sudor, que, si es superior a 60 mmol/L en dos pruebas separadas, confirma el diagnóstico de FQ.

Aunque la medición de los niveles de óxido nítrico (NO) nasal se encuentra en una etapa más experimental, se considera útil en la investigación de enfermedades nasales. Los niveles de NO en los senos paranasales deben mantenerse dentro de un rango óptimo. Niveles elevados o reducidos de NO pueden estar asociados con diversas patologías, ya que se cree que el complejo ostiomeatal actúa como un regulador clave de los niveles de NO entre la nariz y los senos paranasales.

El análisis de la función olfativa también desempeña un papel importante en el diagnóstico de enfermedades respiratorias, aunque rara vez se evalúa de manera rutinaria. Existen varias pruebas comerciales para evaluar la capacidad olfativa, las cuales varían en su enfoque y en los aspectos específicos de la olfacción que analizan. Uno de los formatos más utilizados es el test de umbral olfativo, que permite medir la capacidad de un individuo para detectar la presencia de un olor a concentraciones muy bajas. Este tipo de test, que avanza desde concentraciones pequeñas hasta más grandes, puede ser muy sensible para identificar disfunciones olfativas.

La discriminación olfativa, otro tipo de prueba, evalúa la habilidad de los pacientes para distinguir entre diferentes olores. En el test de Sniffin' Sticks, por ejemplo, los sujetos deben identificar cuál de tres olores es el "raro", es decir, el que no coincide con los otros dos. Este tipo de prueba es útil para evaluar la capacidad de los pacientes para percibir diferencias olfativas sutiles.

La identificación olfativa es una de las pruebas más conocidas y utilizadas. En este caso, los sujetos deben identificar qué olor corresponde a una serie de opciones. Aunque este tipo de test es relativamente fácil de administrar, tiene la desventaja de estar influenciado por factores culturales, ya que la familiaridad con los olores puede variar considerablemente entre diferentes poblaciones.

Las pruebas de función olfativa pueden ser cruciales para diagnosticar trastornos como la anosmia, que es la pérdida total del sentido del olfato, o la hiposmia, que es la disminución de esta capacidad. La anosmia o las alteraciones en la discriminación de olores pueden ser indicativas de condiciones subyacentes, tales como la sinusitis crónica, la poliposis nasal, o incluso trastornos neurológicos como el Parkinson.

El estudio exhaustivo de la función nasal y olfatoria permite no solo un diagnóstico más preciso de enfermedades respiratorias, sino también una comprensión más profunda de cómo diversos factores, tanto genéticos como ambientales, pueden influir en la salud de las vías respiratorias superiores. Esto facilita el diseño de estrategias de tratamiento más personalizadas y eficaces, adaptadas a las necesidades específicas de cada paciente.

¿Cómo manejar la parálisis de las cuerdas vocales? Estrategias conservadoras y quirúrgicas

La parálisis de las cuerdas vocales, ya sea unilateral o bilateral, representa un desafío tanto para los pacientes como para los profesionales de la salud. La mayoría de los pacientes que padecen esta condición, por lo general, presentan también afectación de los nervios craneales y, en algunos casos, signos neurológicos adicionales como paraplejía, disfagia o aspiración. En estos casos, es imprescindible realizar una resonancia magnética (RM) para evaluar el daño neurológico.

Para evaluar la disfunción vocal y la incompetencia glótica debido a la parálisis de las cuerdas vocales, existen varias técnicas diagnósticas. Una prueba simple pero efectiva es la medición del tiempo máximo de fonación (MPT), que se realiza pidiendo al paciente que respire profundamente y luego sostenga la vocalización de "ee" el mayor tiempo posible. En condiciones normales, este tiempo supera los 20 segundos, mientras que en los casos de parálisis de cuerdas vocales el MPT suele ser inferior a los 10 segundos. Esta prueba puede ayudar a determinar la gravedad de la parálisis y guiar las decisiones terapéuticas.

La electromiografía laringea (LEM) es otro instrumento valioso, especialmente en la fase temprana del diagnóstico. La mejor ventana para realizar la LEM es entre 1 y 6 meses después del inicio de la parálisis. Fuera de este intervalo, los resultados podrían no ser tan confiables. Si se detecta parálisis en la LEM, la terapia de voz que se centre en fortalecer la musculatura laríngea puede ser beneficiosa.

Por otro lado, la videostroboscopia es una herramienta clave para evaluar el movimiento de las cuerdas vocales. Mediante esta técnica se pueden detectar anormalidades sutiles en el movimiento de las mucosas, como el aumento de la amplitud de vibración debido a la atrofia del músculo vocal, un indicativo de denervación. Esta evaluación permite obtener información valiosa sobre la altura de los pliegues vocales y el estado de los procesos vocales durante la fonación.

En cuanto al manejo conservador o no quirúrgico, las características del paciente, como la edad, la ocupación y las preferencias personales, juegan un papel crucial en la toma de decisiones. Una vez descartado un proceso neoplásico subyacente, el tratamiento expectante puede ser una opción, ya que la mayoría de los casos de parálisis unilateral de las cuerdas vocales (ULVCP) tienden a compensarse en un período de 6 a 18 meses. La observación durante este período es la estrategia convencional antes de considerar una intervención quirúrgica.

La terapia de voz es ampliamente recomendada antes de considerar una cirugía restauradora, ya que ayuda a evaluar la gravedad de la parálisis y su impacto en la fonación, la articulación, la respiración y la deglución del paciente. Además, proporciona una intervención independiente y complementaria al tratamiento de la parálisis, buscando optimizar la producción de la voz, minimizar compensaciones contraproducentes (como un esfuerzo excesivo durante el habla o la activación de músculos no deseados) y educar al paciente sobre la naturaleza subyacente de su trastorno vocal.

Cuando los pacientes con ULVCP no responden al manejo conservador, puede ser necesario recurrir a la intervención quirúrgica para mejorar la calidad vocal. El momento adecuado para realizar estos procedimientos sigue siendo objeto de debate; sin embargo, en casos donde existan complicaciones potencialmente mortales como la aspiración, una intervención más inmediata podría ser indicada. Del mismo modo, la reducción de tiempos de espera puede ser apropiada en pacientes con requisitos sociales o laborales inmediatos o aquellos con enfermedades terminales para mejorar de inmediato su calidad de vida.

El tratamiento quirúrgico de la parálisis de las cuerdas vocales generalmente depende de la gravedad de la afección, la posibilidad de recuperación espontánea, y las expectativas del paciente. Uno de los procedimientos más comunes en los casos de ULVCP es la inyección de sustancias en las cuerdas vocales, lo que aumenta el volumen del cordón paralizado, disminuyendo la brecha glótica durante la vocalización y reduciendo el trabajo requerido por el cordón móvil opuesto. Aunque esta intervención es menos precisa que la cirugía de la estructura laríngea, tiene la ventaja de ser menos invasiva y ofrecer resultados inmediatos, y puede realizarse en un entorno ambulatorio.

Los materiales utilizados para la inyección de aumento pueden clasificarse en temporales, intermedios y permanentes, dependiendo de su duración de acción y biocompatibilidad. Aunque los implantes de silicona, teflón o parafina fueron populares en el pasado, su uso ha sido sustituido en gran parte por materiales más modernos que buscan minimizar reacciones adversas y mejorar la durabilidad. En este sentido, los bioimplantes, como el colágeno autólogo, la grasa y la fascia, se están utilizando con creciente frecuencia debido a su menor riesgo de reacciones de cuerpo extraño. Sin embargo, su durabilidad sigue siendo impredecible, lo que limita su uso a largo plazo.

En cuanto al momento de la inyección, esto dependerá de la causa subyacente del daño nervioso. Si se sabe que el nervio ha sido completamente seccionado durante una cirugía, es posible que se indique una inyección temprana. De igual manera, en pacientes con pronóstico pobre, como aquellos con cáncer de pulmón avanzado o con problemas significativos de aspiración, la inyección temprana puede mejorar la calidad de vida de manera significativa. En otros casos, la inyección puede demorarse entre 6 y 12 meses para permitir que ocurra una posible recuperación espontánea.

¿Cómo abordar las masas cervicales comunes en la práctica clínica?

Las masas en el cuello son una manifestación clínica frecuente que pueden generar inquietud tanto en pacientes como en profesionales de la salud. Estas masas pueden tener múltiples causas, desde benignas hasta malignas, y su diagnóstico preciso es crucial para determinar el tratamiento adecuado. Es fundamental, por tanto, conocer las características clínicas que permiten identificar las diversas etiologías y realizar una adecuada gestión.

Las glándulas salivales, en particular la parótida, son una de las principales fuentes de masas en el cuello. De todas las masas que se originan en las glándulas salivales, alrededor del 80% son benignas. Sin embargo, cuando se presenta una masa en la región parotídea, es importante excluir posibles metástasis malignas, especialmente en pacientes mayores de 35 años. Las masas originadas en la glándula parótida pueden ser duras o incluso quísticas, lo que complica su diagnóstico. Cuando se sospecha de una neoplasia metastásica, se deben realizar investigaciones exhaustivas, incluyendo imágenes transversales y, cuando sea necesario, biopsias con aguja fina (FNAC) o citología de punción (CB). Estos procedimientos tienen una alta especificidad para descartar malignidad. Los tumores en el lóbulo profundo de la parótida, a menudo difíciles de detectar a simple vista, pueden ser más prominentes al realizar un examen intraoral o mediante imágenes de corte.

Los tumores más comunes en el cuello de origen metastásico suelen ser carcinomas de células escamosas. Estos tumores a menudo se originan en el tracto aerodigestivo superior y se diseminan a los ganglios linfáticos cervicales, siguiendo patrones bien definidos según la ubicación del tumor primario. En estos casos, la detección temprana y el diagnóstico preciso son esenciales. En caso de que el diagnóstico sugiera carcinoma de células escamosas, se debe realizar un examen exhaustivo del sitio primario, ya que los carcinomas de tipo escamoso en el cuello generalmente provienen de áreas bien establecidas, como la orofaringe o la laringe.

Un tipo particular de masa que se encuentra con relativa frecuencia es el quiste branquial. Estos quistes, que están revestidos por epitelio escamoso, se desarrollan durante la embriogénesis a partir de inclusiones epiteliales en los ganglios linfáticos. Su diagnóstico se basa en una combinación de evaluación clínica, imágenes ecográficas y FNAC. Los quistes branquiales suelen localizarse en la parte superior del cuello, particularmente en la región jugulo-digástrica. En personas mayores de 35 años, especialmente en hombres, cualquier masa quística en el cuello debe ser considerada como una posible metástasis hasta que se demuestre lo contrario, ya que los cánceres orofaríngeos y tiroideos son los más comunes en este grupo de edad. La extirpación quirúrgica es la opción de tratamiento estándar para los quistes branquiales.

Otro tipo de masa que debe ser considerado en el diagnóstico diferencial es el quiste laringocele. Este tipo de masa se origina en la sáculo laringeo, una estructura anatómica ubicada en la laringe. Cuando el sáculo se dilata, puede desplazarse hacia los espacios preepiglóticos y paraglóticos, provocando una protuberancia visible en el cuello, que generalmente es de aire y solo es evidente cuando el paciente realiza un esfuerzo. En casos en los que el quiste se llena de líquido, la masa puede permanecer visible en el cuello. Su diagnóstico suele ser clínico, y es fundamental diferenciarlo de otros trastornos más graves, como los carcinomas laríngeos. En estos casos, el tratamiento suele ser quirúrgico, requiriendo una abordaje adecuado para extirpar la masa y reparar cualquier defecto mucoso.

Por otro lado, la linfadenopatía metastásica es una de las causas más comunes de masas en el cuello, especialmente en pacientes mayores de 35 años. Es vital considerar esta posibilidad en cualquier paciente que presente una masa cervical, dado que una gran parte de las neoplasias malignas de cabeza y cuello se presentan inicialmente con ganglios linfáticos aumentados de tamaño. El manejo de la linfadenopatía metastásica debe ser integral y multidisciplinario, utilizando métodos diagnósticos avanzados, como la biopsia por punción, tomografía computarizada o resonancia magnética. La identificación temprana de la neoplasia primaria es crucial, ya que esto determina la estrategia terapéutica a seguir.

Además de los aspectos clínicos y diagnósticos, es esencial comprender la anatomía cervical y los patrones típicos de diseminación de las masas en esta región. El conocimiento detallado de la anatomía ayuda a diferenciar entre las diversas entidades que pueden presentar masas en el cuello, facilitando un diagnóstico más rápido y preciso. De hecho, la evaluación de una masa cervical no debe basarse únicamente en la palpación o en la historia clínica, sino que debe complementarse con un enfoque sistemático que incluya la exploración física, pruebas de imagen y técnicas de biopsia cuando sea necesario.

El tratamiento de las masas malignas en el cuello debe ser realizado dentro de un entorno multidisciplinario, donde especialistas en oncología, cirugía de cabeza y cuello, radiología y otros campos trabajen en conjunto para diseñar el plan terapéutico más adecuado. Esto incluye la decisión sobre la necesidad de cirugía, radioterapia o quimioterapia, así como el seguimiento postoperatorio.

¿Cuáles son las ventajas y técnicas en la cirugía endoscópica de adenomas pituitarios?

El enfoque endoscópico ha revolucionado la cirugía de adenomas pituitarios al proporcionar una visión significativamente mejorada en comparación con la técnica tradicional utilizando microscopios. La ventaja principal de este enfoque radica en la mejora de la visualización: el endoscopio, con su lente ojo de pez, permite una visión mucho más amplia y detallada de la fosa pituitaria, especialmente cuando se trata de tumores pequeños. La capacidad de insertar el endoscopio directamente en la fosa proporciona una visualización más precisa de los márgenes tumorales, lo que facilita una resección más exacta y segura.

El uso del endoscopio también permite una evaluación más precisa del adenoma en relación con estructuras críticas, como el quiasma óptico, las arterias carótidas internas y los senos cavernosos. Si bien el microscopio ofrece una visualización de la pared anterior de la pituitaria y la abertura en la fosa, su campo de visión está limitado por el tamaño de la abertura quirúrgica, lo que puede dificultar la visualización adecuada en casos de adenomas más grandes. En cambio, el endoscopio, al no depender de un campo de visión restringido por la apertura ósea, facilita la observación completa del contenido de la fosa y permite una mejor visualización de las áreas más difíciles de acceder.

Además, el uso de tecnologías como la navegación quirúrgica intraoperatoria ha mejorado aún más la precisión durante la disecación de tumores más avanzados. La navegación permite a los cirujanos localizar estructuras críticas y orientarse con mayor seguridad durante la cirugía. En casos de tumores que invaden más lateralmente o que se encuentran cerca de la carótida interna, el uso de Doppler intraoperatorio también mejora la seguridad, permitiendo identificar estructuras vasculares de manera precisa.

El manejo postoperatorio también se ha visto beneficiado, ya que la cirugía endoscópica suele ser menos invasiva que las técnicas tradicionales, lo que se traduce en menor morbilidad y tiempos de recuperación más cortos. Los pacientes suelen ser dados de alta en un plazo de 2 a 6 días después de la operación, lo que mejora la experiencia global del paciente.

En cuanto al equipo necesario, la cirugía endoscópica de adenomas pituitarios requiere de un conjunto específico de herramientas, que incluyen endoscopios con cámara y monitor, instrumentos quirúrgicos neurológicos de pituitaria, un microdebridador, y un sistema de navegación quirúrgica. También se utilizan equipos de FESS (cirugía funcional endoscópica de los senos paranasales) para ayudar en la disección del tejido. Estos instrumentos, junto con el uso de endoscopios angulados y la tecnología Doppler, permiten una resección más precisa y segura del adenoma.

La preparación preoperatoria es crucial para el éxito de la cirugía. Dependiendo del tamaño del defecto que pueda quedar después de la adenomectomía, se decide si es necesario utilizar un injerto mucoso libre o un colgajo pediculado para la reconstrucción de la pared anterior de la fosa pituitaria. Este procedimiento involucra una cuidadosa decongestión de la mucosa nasal, utilizando soluciones de cocaína y adrenalina para reducir la inflamación y facilitar el acceso a la cavidad nasal. La preparación incluye la identificación y disección del septo nasal, así como la remoción del rostrum del esfenoides para permitir una adecuada exposición del seno esfenoides y facilitar el acceso a la fosa pituitaria.

La técnica de esfenoidotomía, que implica la ampliación de las aberturas del seno esfenoides, es crucial para garantizar un acceso adecuado a la fosa pituitaria. En algunos casos, puede ser necesario utilizar un taladro para exponer adecuadamente el suelo del seno esfenoides. La apertura de la dura madre también debe realizarse con extrema cautela, ya que cualquier perforación no deseada puede resultar en una fuga de líquido cefalorraquídeo, lo que comprometería el éxito de la cirugía.

Una vez alcanzada la fosa pituitaria, el adenoma se reseca cuidadosamente utilizando curetas estándar de pituitaria o fórceps finos. La diferencia entre el tejido tumoral y el tejido normal de la glándula pituitaria facilita la resección selectiva, permitiendo la conservación del tejido sano. En tumores grandes, el proceso de resección se realiza de forma gradual, comenzando desde el borde inferior del tumor y trabajando hacia arriba, sin necesidad de disecar estructuras supraselares. Las endoscopias anguladas son particularmente útiles en esta etapa, ya que permiten una visión más clara de las zonas difíciles de alcanzar.

El cierre postoperatorio debe incluir la reparación de cualquier defecto óseo dejado en la pared anterior de la fosa pituitaria, utilizando un injerto óseo si es necesario. La durabilidad de la reparación dependerá de la habilidad del cirujano para asegurar una reconstrucción estable y sin complicaciones.

Es esencial que el equipo quirúrgico mantenga una comunicación constante y que cada miembro tenga una buena visibilidad del monitor, ya que las cirugías de adenomas pituitarios requieren un enfoque preciso y coordinado. Además, en pacientes con tumores que afectan estructuras cercanas, como el quiasma óptico, una evaluación neuro-oftalmológica completa pre y postoperatoria es imprescindible para valorar cualquier alteración visual.

En resumen, la cirugía endoscópica de adenomas pituitarios es una técnica avanzada que ha mejorado significativamente los resultados quirúrgicos al ofrecer una mayor precisión, menor morbilidad y tiempos de recuperación más rápidos. A medida que la tecnología sigue evolucionando, es probable que veamos aún más avances en la visualización y la seguridad de estos procedimientos.

¿Cómo se gestionan los tumores malignos de los senos paranasales y la cavidad nasal?

El uso de sistemas de neuronavegación es altamente recomendable en los procedimientos quirúrgicos relacionados con los tumores de la cavidad nasal y los senos paranasales, especialmente cuando se cuentan con dos cirujanos, lo que permite utilizar más instrumentos de manera simultánea. Sin embargo, la endoscopia tiene sus limitaciones, particularmente cuando el tumor invade estructuras adyacentes, lo que puede dificultar su acceso. En estos casos, la combinación de técnicas endoscópicas con enfoques quirúrgicos abiertos es una opción que se debe considerar.

Los enfoques quirúrgicos tradicionales para estos tumores incluyen la maxilectomía total, realizada típicamente a través de una incisión Weber–Ferguson. Otra opción viable es la rinotomía lateral, que permite un acceso excelente a la maxilectomía medial. También se describen otras opciones como el despegue facial medio y el giro maxilar. Si el tumor afecta la base del cráneo anterior, se recomienda un enfoque craneofacial en colaboración con neurocirugía, especialmente para los tumores de adenocarcinoma y neuroblastomas olfatorios, que tienden a involucrar esta área.

En cuanto al tratamiento adyuvante, se utiliza la radioterapia y/o la quimioterapia. Se ha demostrado que la quimioterapia basada en platino puede mejorar la supervivencia hasta en un 10% y mejorar la calidad de vida del paciente. El cisplatino, en particular, actúa como sensibilizador de la radioterapia, por lo que nunca se utiliza de forma aislada, sino combinado con radioterapia. Además, se ha reportado un beneficio en algunos casos de adenocarcinoma mediante el uso tópico de 5-fluorouracilo, aunque la evidencia sobre este tratamiento es de baja calidad.

La radioterapia, con dosis que oscilan entre 60 y 70 Gy, sigue siendo el tratamiento principal tras la cirugía y debe administrarse preferentemente dentro de las seis semanas posteriores a la intervención. No obstante, este tratamiento se asocia con ciertas complicaciones, como la necrosis de los tejidos irradiados, lo que puede incluir daños en la órbita ocular, necrosis cerebral o necrosis ósea (osteorradionecrosis). Sin embargo, el uso de radioterapia de intensidad modulada (IMRT) puede ayudar a reducir la toxicidad fuera del campo objetivo.

En cuanto a la preservación de la órbita, este es un tema controversial. Si el tumor ha invadido el periostio periorbital y afecta a la grasa periocular o los músculos extraoculares, es probable que se necesite una exenteración orbital. Es fundamental que cualquier intento de preservar la órbita se equilibre con el riesgo de realizar una resección subóptima.

El diagnóstico y el tratamiento de los tumores de los senos paranasales siguen el sistema TNM (tumor, nódulo, metástasis), el cual proporciona un esquema detallado para evaluar la extensión y diseminación de la enfermedad. Es importante destacar que las metástasis en los ganglios linfáticos del cuello son relativamente raras en la presentación de estos tumores (menos del 10%), por lo que la disección electiva de los ganglios linfáticos en los pacientes con cuello N0 no suele ser necesaria. No obstante, si se detecta enfermedad en los ganglios linfáticos, será necesario tratarla como parte del procedimiento quirúrgico primario o dentro del campo de la radioterapia.

En cuanto a los carcinomas de células escamosas, son los tipos más comunes de cáncer en los senos paranasales y la cavidad nasal. Los tumores que afectan al tabique nasal tienen un pronóstico especialmente desfavorable debido a la alta vascularidad de la zona y su posición medial. En estos casos, puede ser necesario realizar una cirugía radical, como una rinoseptectomía total, para mejorar las posibilidades de cura. En algunos casos, una resección local y reconstrucción con un colgajo nasolabial puede ser suficiente. Además, la quimiorradioterapia complementará la resección quirúrgica para estos tipos de cáncer.

El carcinoma indiferenciado (anaplásico) de los senos paranasales es una variante extremadamente agresiva de los carcinomas de células escamosas. El tratamiento de estos tumores puede implicar cirugía craneofacial, en colaboración con neurocirugía, especialmente cuando el tumor ha avanzado considerablemente.

Para los tumores adenocarcinomas, que constituyen aproximadamente el 10% de los cánceres sinonasales, se recomienda la resección craneofacial seguida de radioterapia adyuvante. Estos tumores están relacionados con la exposición al polvo de madera y cuero, así como con la exposición a carcinógenos como el níquel, el cromo y los solventes inhalados. Suelen originarse en los senos etmoidales y en la región del meato medio, lo que a menudo requiere cirugía craneofacial, especialmente en casos avanzados.

El melanoma maligno es otro tipo raro de cáncer que puede desarrollarse en las mucosas de la cavidad nasal, aunque es más frecuente en la cavidad nasal que en los senos paranasales. Estos tumores suelen aparecer como masas polipoides hemorrágicas y frágiles. Tienen un comportamiento localmente agresivo y pueden presentar metástasis a distancia. En general, los melanomas nasales se presentan en adultos mayores de 50 años, y los pacientes pueden sobrevivir durante años con lesiones satélites que se manejan mediante medidas locales como la resección o la vaporización con láser. Para el tratamiento de estos casos, es recomendable derivar al paciente a un centro especializado en melanoma para considerar la quimioterapia.