La enfermedad cardíaca sigue siendo una de las principales causas de muerte en el mundo, particularmente en los Estados Unidos, donde es responsable de casi la mitad de todas las muertes. Según la Asociación Americana del Corazón (AHA), más de 60 millones de personas en este país padecen alguna forma de la enfermedad. Se estima que cada 33 segundos una persona muere debido a problemas cardíacos, lo que equivale a aproximadamente 954,000 muertes al año. Las cifras globales también son alarmantes: más de 7,2 millones de muertes anuales están relacionadas con enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, las estrategias tradicionales para abordar esta condición se están poniendo en entredicho, ya que la medicina moderna, aunque ha logrado avances, no siempre aborda las verdaderas causas subyacentes.

El Dr. Garry E. Gordon, médico y cofundador del Colegio Americano de Avance en Medicina, señala que la medicina tradicional ha fallado al enfocarse únicamente en las recomendaciones clásicas para el tratamiento y prevención de enfermedades cardíacas, como las dietas bajas en grasas y el uso extendido de medicamentos para reducir el colesterol, como las estatinas. Según Gordon, estas medidas, promovidas durante años por autoridades como la AHA, han sido inadecuadas, pues no toman en cuenta el origen real de muchas de las afecciones cardíacas. En su opinión, la clave está en comprender la evolución de la placa vulnerable y la inflamación/infección dentro de las arterias, además de reconocer marcadores moleculares de la enfermedad, como la proteína C reactiva, la fibrinógeno y la homocisteína.

La noción de que las arterias se obstruyen simplemente por la acumulación de colesterol no refleja la complejidad del proceso biológico que subyace a la aterosclerosis (endurecimiento de las arterias). Más allá de las grasas saturadas y el colesterol, se debe considerar el papel de la oxidación del colesterol y la presencia de "placa vulnerable", una forma de depósito en las arterias que, al volverse inestable, puede ocasionar un infarto o un accidente cerebrovascular. Este concepto está ganando más atención, pues se estima que la mayoría de los ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares son provocados por la ruptura de esta placa.

El tratamiento convencional de la enfermedad cardíaca ha estado basado en el modelo del "tubo obstruido", en el que se piensa que el problema principal es la acumulación de grasa en las arterias. Así, se recurre a medidas como las estatinas, los cambios en la dieta y cirugías como la angioplastia o el bypass para "desatascar" las arterias. Sin embargo, este enfoque solo aborda los síntomas, no las causas. Las estatinas, por ejemplo, aunque efectivas en la reducción del colesterol, no son una solución definitiva y pueden tener efectos secundarios graves, como la inflamación del hígado o reacciones adversas al combinarse con otros medicamentos. Además, el uso masivo de estas drogas no ha demostrado haber logrado reducir de forma significativa las tasas de mortalidad por enfermedades cardíacas.

Es importante resaltar que las estrategias de tratamiento tradicionales se han basado principalmente en la reducción del colesterol, ignorando factores cruciales como la inflamación crónica y la presencia de placas vulnerables. Sin embargo, estudios recientes sugieren que las enfermedades del corazón son mucho más complejas y multifactoriales. Además de los cambios en la dieta y la implementación de ejercicios, las medidas de prevención deben incluir la gestión del estrés y el uso de suplementos nutricionales, los cuales tienen el potencial de modificar significativamente el riesgo cardiovascular.

Las cifras del tratamiento de la enfermedad cardíaca son desconcertantes. Cada año, más de 400,000 operaciones de bypass son realizadas en los Estados Unidos, y más de 3,000 personas al día reciben tratamiento de angioplastia. No obstante, estas intervenciones, aunque necesarias en ciertos casos, no eliminan la necesidad de un cambio fundamental en cómo abordamos la prevención y tratamiento de las enfermedades cardíacas.

El modelo de tratamiento convencional sigue siendo el principal en muchos países, donde el enfoque se centra en corregir la "obstrucción" mediante métodos quirúrgicos o farmacológicos. A pesar de las advertencias de expertos como el Dr. Gordon, muchos médicos continúan confiando en las pautas tradicionales establecidas por instituciones como la AHA. Pero, como ya se mencionó, estos enfoques se basan en una comprensión incompleta de la enfermedad. La verdadera solución, según algunos profesionales, radica en un enfoque más integral, que no solo considere los factores de riesgo tradicionales, sino que también se centre en la prevención de la inflamación arterial y el control de la placa vulnerable.

Un aspecto esencial que los lectores deben comprender es que las enfermedades cardíacas no son solo un producto del envejecimiento o de una predisposición genética. Si bien estos factores son importantes, los hábitos cotidianos juegan un papel crucial. La falta de ejercicio, la dieta rica en alimentos procesados y el exceso de estrés contribuyen significativamente al riesgo de sufrir una enfermedad cardiovascular. Las mejoras en el estilo de vida, como la incorporación de actividad física regular, una alimentación rica en nutrientes y el control del estrés, son esenciales para reducir este riesgo. Además, una mayor conciencia sobre el manejo de los marcadores moleculares mencionados, como el C-reactivo y la homocisteína, puede ofrecer una ventaja significativa en la prevención.

¿Es el ajo fresco más efectivo que los suplementos de ajo envejecido para la salud cardiovascular?

En la actualidad, muchos preparados comerciales de ajo ofrecen versiones sin olor, lo cual se considera más "socialmente aceptable". Sin embargo, la investigación clínica sugiere que un producto comercial de ajo debe contener al menos 4,000 mcg de alicina al día, lo cual equivale a consumir 4,000 mg o 4 dientes de ajo frescos al día. Los fabricantes de productos de ajo promocionan sus productos como los mejores, pero ¿cómo podemos saber cuál elegir? El mejor producto es aquel que es rico en todos los compuestos presentes en el ajo y que más se asemeja al ajo fresco. Pero, ¿qué pasa con el ajo envejecido? La investigación ha demostrado que el ajo envejecido no proporciona los niveles necesarios de alicina para comparar con los 4,000 mg de ajo fresco. La Encyclopedia of Natural Medicine Revised 2nd Edition informa que los resultados son significativamente mejores y se logran en menos tiempo con preparados de ajo fresco en comparación con el ajo envejecido. De manera similar, las reducciones en la presión arterial han sido mayores al usar ajo fresco en lugar de ajo envejecido. Con los preparados de ajo fresco, las reducciones típicas en la presión arterial suelen ser de 11 mm Hg en la sistólica y 5 mm Hg en la diastólica dentro de un período de uno a tres meses.

Ajo y Enfermedades Cardiacas

Está demostrado que no es necesario tomar suplementos de ajo si se aumenta el consumo dietético de ajo y cebolla. Sin embargo, en la práctica moderna, las personas que no logran ingerir suficiente ajo en su dieta a menudo recurren a suplementos como una forma más efectiva de obtener los beneficios del ajo sin los inconvenientes del olor. Si bien el ajo puede contribuir al control de la hipertensión y mejorar los niveles de colesterol, su papel en la prevención de enfermedades cardíacas sigue siendo un tema de interés en la investigación médica. La recomendación general es integrar el ajo de manera regular en la dieta, pero en su forma más fresca para obtener resultados óptimos.

El Guggul: Una Hierba Excelente para Reducir el Colesterol

El Guggul, extracto de la resina del árbol Commiphora mukul, originario de la India, ha mostrado una notable capacidad para reducir los niveles de colesterol y triglicéridos. Investigaciones clínicas han demostrado que el guggulipid, el extracto estandarizado de guggul, puede reducir significativamente tanto el colesterol total como los triglicéridos. En un periodo de 4 a 12 semanas, los niveles de colesterol total disminuyeron entre un 14% y un 27%, mientras que el LDL bajó entre un 25% y un 35%, y los triglicéridos entre un 22% y un 30%. Además, los niveles de colesterol HDL aumentaron entre un 16% y un 20%. Esta hierba no tiene efectos secundarios conocidos y se ha demostrado que es segura incluso durante el embarazo.

El guggulipid actúa aumentando el metabolismo hepático del colesterol LDL y se ha mostrado eficaz en la prevención de la aterosclerosis. La dosificación de guggulipid está basada en su contenido de guggulsterona, siendo recomendado un extracto estandarizado que contenga 25 mg de guggulsterona por cada 500 mg de tableta. Los estudios clínicos sugieren que tomar tres tabletas al día puede ser eficaz para tratar los niveles elevados de colesterol y triglicéridos. Después de normalizar los niveles de colesterol, se puede reducir la dosis a 300 mg al día.

Tratamientos Herbales para el Colesterol

Existen tratamientos herbales adicionales recomendados para aquellos que buscan reducir el colesterol de manera natural. Se sugiere incorporar una cucharada diaria de aceite de linaza, 500 mg de niacina (como inositol hexaniacinate) tres veces al día durante dos semanas, y luego aumentar la dosis gradualmente hasta alcanzar los 1,500 mg tres veces al día después de dos meses. El ajo debe incluirse con una dosis mínima de 4,000 mcg de alicina al día, mientras que el guggulipid debe tomarse en tres dosis diarias, con la posibilidad de reducir la dosis a 300 mg al día una vez que se haya alcanzado un nivel normal de colesterol. Es importante recordar que no se deben iniciar tratamientos herbales sin la supervisión de un herbolario calificado y siempre se debe informar al médico sobre los suplementos que se están tomando.

Reducción del Colesterol y los Triglicéridos

Siguiendo el protocolo de suplementación natural mencionado anteriormente, los resultados en las primeras ocho semanas pueden incluir una reducción del colesterol total de entre 50 y 75 mg/dL, si los niveles iniciales eran superiores a 250 mg/dL. En casos donde los niveles iniciales de colesterol superan los 300 mg/dL, el proceso puede tardar entre 4 y 6 meses para alcanzar los niveles recomendados. Una vez que los niveles de colesterol caen por debajo de 200 mg/dL, se recomienda reducir la dosis de niacina a 500 mg tres veces al día durante dos meses. Si los niveles de colesterol vuelven a superar los 200 mg/dL, se debe aumentar nuevamente la dosis de niacina.

Además, los suplementos de aceite de linaza y ajo pueden continuar indefinidamente, si se desea. El guggulipid puede añadirse si, después de cuatro meses, los niveles de colesterol total siguen por encima de los 2 mg/dL. También es adecuado para aquellos que no pueden tolerar el inositol hexaniacinate.

Alternativas Naturales para la Angina

La angina es una manifestación de enfermedad cardiovascular, y aunque los tratamientos convencionales como la nitroglicerina son eficaces para aliviar los síntomas, no abordan las causas subyacentes de los ataques de angina. Los practicantes alternativos recomiendan combinar suplementos nutricionales con medicamentos prescritos para mejorar la circulación sanguínea al corazón. La coenzima Q10 (CoQ10) es altamente recomendada por su capacidad para revitalizar el corazón. Esta sustancia natural es esencial para la producción de energía en las células del cuerpo, incluida la del músculo cardíaco. Los estudios han demostrado que los pacientes con angina que tomaban CoQ10 experimentaban una disminución en su consumo de nitroglicerina.

El carnitina, un aminoácido similar a una vitamina, también mejora los efectos de la CoQ10, y su combinación puede ser más eficaz que el CoQ10 solo para reducir la intensidad y frecuencia de los ataques de angina. Además, el panteteno, un derivado de la vitamina B5, también ha demostrado reducir los niveles de colesterol.

¿Es el colesterol realmente malo para la salud?

El colesterol ha sido vilificado durante décadas como uno de los principales culpables de las enfermedades cardíacas. Se nos ha dicho repetidamente que debemos reducir nuestros niveles de colesterol para evitar ataques al corazón, y muchos han aceptado esta narrativa sin cuestionarla. Sin embargo, esta visión simplista omite varios aspectos clave sobre cómo funciona realmente el colesterol en nuestro cuerpo.

En primer lugar, es esencial entender que el colesterol no proviene únicamente de los alimentos que consumimos. De hecho, el 95% del colesterol en nuestro cuerpo es producido por el hígado. Todos los días, el hígado fabrica aproximadamente 3,000 miligramos de colesterol, lo cual equivale a lo que se encuentra en 10 huevos. Esta producción no depende de lo que comemos, sino que es un proceso biológico necesario para que nuestro cuerpo funcione correctamente. Es un error pensar que el colesterol es simplemente malo y que todo lo relacionado con él debe evitarse.

El colesterol es vital para una serie de funciones esenciales en el organismo. Por ejemplo, es necesario para la fabricación de hormonas sexuales como el estrógeno y la testosterona, así como para la producción de cortisol, que regula el estrés. Además, el colesterol es crucial para la formación y mantenimiento de nuestras células. Sin colesterol, no podríamos vivir, ya que cada célula en el cuerpo depende de él para su integridad y funcionalidad.

Sin embargo, dado que el colesterol no se disuelve fácilmente en la sangre, necesita ser transportado por lipoproteínas, que son compuestos que transportan grasas. Las dos formas más conocidas de estas lipoproteínas son el LDL (lipoproteína de baja densidad), conocido como “colesterol malo”, y el HDL (lipoproteína de alta densidad), llamado “colesterol bueno”. Pero, ¿cómo puede uno ser malo y el otro bueno si ambos son necesarios para la vida?

El colesterol LDL tiene la función de transportar grasas del hígado hacia las células, mientras que el HDL devuelve las grasas al hígado. En teoría, si los niveles de LDL son elevados, puede haber un mayor riesgo de aterosclerosis, la formación de placas en las arterias, lo que puede derivar en un infarto o un accidente cerebrovascular. Por otro lado, niveles elevados de HDL están asociados con un menor riesgo de enfermedades cardíacas, ya que ayuda a eliminar el exceso de colesterol de las arterias.

Aunque el LDL a menudo se asocia con un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, lo que realmente aumenta este riesgo no es solo el LDL, sino un tipo particular de LDL denominado lipoproteína (a), o Lp(a). Esta forma de LDL contiene una proteína llamada apolipoproteína (a), que facilita que el colesterol se adhiera a las paredes de las arterias con mayor facilidad. De hecho, niveles elevados de Lp(a) se han relacionado con un riesgo mucho mayor de enfermedades cardíacas que los niveles elevados de LDL por sí solos. Estudios muestran que un alto nivel de Lp(a) puede multiplicar por diez el riesgo de sufrir una enfermedad coronaria.

Por lo tanto, es fundamental no solo centrarse en los niveles de LDL, sino también considerar los niveles de Lp(a). Según las recomendaciones más recientes, los niveles de Lp(a) deberían estar por debajo de 20 mg/dL para evitar riesgos importantes. Niveles entre 20 y 40 mg/dL indican un riesgo moderado, y por encima de 40 mg/dL, un riesgo extremadamente alto de enfermedades del corazón.

Para evaluar de manera más precisa el riesgo cardiovascular, los científicos sugieren calcular las proporciones entre el colesterol total y el HDL, así como entre el LDL y el HDL. Estos cálculos, conocidos como factores de riesgo cardíaco, pueden proporcionar información sobre si el colesterol se está depositando en los tejidos o si se está descomponiendo y excretando de manera eficiente. De acuerdo con las recomendaciones actuales, la relación total colesterol/HDL debería estar por debajo de 4.2, y la relación LDL/HDL por debajo de 2.5.

A pesar de estas recomendaciones, la medicina convencional sigue centrada en reducir el colesterol LDL a niveles específicos sin tener en cuenta otros factores como los niveles de Lp(a) o los triglicéridos. Si los niveles de colesterol no caen dentro de los rangos “aceptables”, es común que los médicos prescriban medicamentos para reducir el colesterol. Sin embargo, esta visión es limitada y no aborda todos los aspectos importantes que influyen en la salud cardiovascular.

Un punto clave que muchas veces se pasa por alto es que el colesterol en sí no es el principal culpable de las enfermedades cardíacas. En realidad, lo que realmente causa los problemas es el colesterol oxidado. El proceso de oxidación en el cuerpo es similar al que ocurre cuando el hierro se oxida o cuando una manzana se pone marrón después de ser cortada. El colesterol que se oxida se convierte en un agente inflamatorio en las arterias, lo que desencadena una respuesta inmune. El sistema inmunológico envía células para tratar de reparar el daño, pero esta respuesta inflamatoria puede ser perjudicial a largo plazo, favoreciendo la acumulación de placas y el endurecimiento de las arterias.

Es importante señalar que el colesterol en las dietas de las personas que consumen grandes cantidades de grasas animales, como los esquimales o los osos, no está asociado con un mayor riesgo de enfermedades cardíacas. De hecho, los esquimales tienen tasas muy bajas de enfermedades cardiovasculares a pesar de su dieta rica en grasas animales. El problema no es la cantidad de colesterol, sino la calidad del colesterol, es decir, si está oxidado o no. El colesterol oxidado es el verdadero culpable de las enfermedades cardíacas, no el colesterol en sí.

En resumen, reducir el colesterol no siempre es la solución adecuada, y la clave para prevenir enfermedades cardíacas es centrarse en la salud de las arterias y evitar la oxidación del colesterol. La medicina convencional debe considerar todos los factores que influyen en la salud cardiovascular, incluidos los niveles de Lp(a), los triglicéridos y la inflamación. Solo al abordar estos factores en conjunto podremos lograr una verdadera prevención de enfermedades del corazón.