La relación entre las posturas y el dolor lumbar y cervical es compleja, ya que el cuerpo humano reacciona de manera diferente a los cambios de posición, influyendo en la presión y la mecánica de los discos y músculos. Por ejemplo, cuando se realiza una flexión ipsilateral o una extensión, se puede reducir el espacio en el foramen neural, lo que puede agravar el dolor radicular. En cambio, la flexión contralateral y otras posturas de apertura pueden aliviar este tipo de dolor al expandir el foramen neural.
Cuando una persona está de pie, la presión en el disco lumbar es del 100%, pero se incrementa a casi un 150% si la persona se inclina hacia adelante o se sienta. Esto puede empeorar el dolor discal. Sin embargo, cuando la persona se recuesta sobre su espalda, la presión en los discos disminuye hasta un 25%, lo que puede contribuir a una mejora del dolor lumbar.
Es importante también comprender que los músculos del cuello y la espalda se dividen en dos grupos: los músculos superficiales y globales, responsables del movimiento del tronco, y los músculos profundos y locales, encargados de la estabilización del tronco. En las personas con dolor crónico en estas áreas, los músculos superficiales, como los trapecios superiores, escalenos y el cuadrado lumbar, tienden a volverse hiperactivos, tenso y rígidos, mientras que los músculos profundos, como los flexores cervicales profundos y el multifidus, suelen volverse inactivos, hipotónicos y laxos. Este desequilibrio entre los músculos laxos y tensos puede llevar a disfunciones que afectan no solo a la zona de dolor, sino también a otros segmentos de la cadena cinética.
El dolor en el cuello y la espalda se puede dividir principalmente en dos tipos: dolor axial y radicular. El primero se refiere al dolor localizado en la zona, mientras que el segundo es el dolor que sigue el trayecto de un nervio y suele asociarse a irritación o compresión de una raíz nerviosa. A la hora de evaluar a un paciente, es fundamental analizar no solo la intensidad y naturaleza del dolor, sino también los factores que lo agravan o alivian, si está mejorando o empeorando con el tiempo, y el impacto que tiene en las actividades diarias.
Existen también señales de alerta (banderas rojas y amarillas) que deben ser observadas. Las banderas rojas indican patologías graves, como un trauma reciente, dolor nocturno que no responde al tratamiento, déficits neurológicos, o síntomas del síndrome de la cauda equina, entre otros. En cambio, las banderas amarillas se refieren a factores psicosociales que pueden aumentar el riesgo de discapacidad funcional a largo plazo, como la depresión, la ansiedad, el miedo al dolor y la evitación de la actividad física. Estas banderas amarillas pueden ser más difíciles de detectar pero son igualmente cruciales para una evaluación completa del paciente.
Para cuantificar el umbral de dolor de manera más objetiva, se puede utilizar un algómetro, un dispositivo de mano que mide la presión cuando el paciente experimenta dolor. De esta forma, es posible evaluar de manera más precisa la respuesta del paciente a la presión y su progreso en el tratamiento.
Cuando se realiza un examen físico, es fundamental observar, mover y palpar las áreas afectadas. Se debe examinar la asimetría visible o las anomalías, las limitaciones de rango de movimiento, y la ejecución de movimientos funcionales cotidianos, además de realizar pruebas específicas para identificar posibles disfunciones, como en la articulación sacroilíaca o las tensiones en los nervios lumbares. Algunas pruebas para evaluar la disfunción de la articulación sacroilíaca, como el test de Gillet, el test de flexión sentado, o el test de FABER, pueden proporcionar información valiosa sobre el origen del dolor.
Además, para evaluar la función de los músculos del core, se pueden realizar pruebas como el test de levantamiento de pierna recta o el test de puente y estabilización pélvica. Estos exámenes permiten medir la capacidad de estabilización y el control de los músculos profundos del tronco, esenciales para la prevención de lesiones y el tratamiento de dolores crónicos.
Por último, es fundamental tener en cuenta las pruebas que evalúan la tensión nerviosa, ya que muchos casos de dolor lumbar o cervical están relacionados con la compresión de las raíces nerviosas. El test de elevación de pierna recta, el test de cruce de pierna recta o la maniobra de Lasegue, entre otros, son pruebas clínicas que pueden ayudar a reproducir el dolor asociado a la tensión nerviosa y a determinar si existe alguna afectación de los nervios lumbares o cervicales.
Es importante que, en el tratamiento del dolor lumbar y cervical, se considere no solo la respuesta física del cuerpo, sino también los factores emocionales y sociales del paciente. Las experiencias previas con el dolor, las creencias relacionadas con la lesión y el contexto social juegan un papel fundamental en la percepción del dolor y en el proceso de rehabilitación.
¿Cómo la neuroplasticidad y las interfaces cerebro-computadora (BCI) están revolucionando la rehabilitación post-accidente cerebrovascular?
La rehabilitación post-accidente cerebrovascular (ACV) ha experimentado una transformación significativa gracias a los avances en la neurociencia y la tecnología. Una de las innovaciones más prometedoras en este campo es el uso de las interfaces cerebro-computadora (BCI, por sus siglas en inglés), que permiten la reeducación del cerebro a través de la neuroplasticidad. Este fenómeno, que hace referencia a la capacidad del cerebro para reorganizarse y formar nuevas conexiones, es un concepto central en la rehabilitación de pacientes que han sufrido un daño cerebral, como aquellos que han tenido un ACV.
Las BCI aplicadas a la rehabilitación pueden conceptualizarse a través de cuatro mecanismos amplios de neuroplasticidad: (i) el entrenamiento de retroalimentación neuronal (neurofeedback), (ii) el acondicionamiento operante mediante refuerzo, (iii) el refuerzo de circuitos neuronales a través de la participación repetitiva, y (iv) el aprendizaje hebbiano, que postula que "las neuronas que se activan juntas, se conectan". Estos mecanismos se utilizan para influir en diversas funciones cerebrales, como el control motor, el habla, las funciones cognitivas (como la atención y la memoria) y el estado de ánimo, mediante la regulación de ondas cerebrales específicas, como las ondas alfa y beta, o la modulación de las ondas theta y delta.
En cuanto a los efectos de las BCI en la rehabilitación post-ACV, una revisión de estudios realizada en 2018 observó que las intervenciones con BCI se asociaron con mejoras en la función motora de los miembros superiores, resultados que son comparables con otras terapias ampliamente utilizadas, como la terapia de movimiento inducido por restricción, la terapia con espejo y la robótica. En cuanto a la rehabilitación de los miembros inferiores, algunos estudios preliminares han sugerido beneficios en el uso de sistemas de BCI combinados con estimulación eléctrica funcional y sistemas de visualización aplicados al miembro inferior. Sin embargo, persisten desafíos técnicos relacionados con la localización precisa de las áreas corticales profundas en el pie y el tobillo, así como con las áreas corticales distribuidas en comparación con el generador central de patrones para la activación de la marcha.
Un aspecto relevante en la investigación actual sobre BCI es su impacto en estados de consciencia alterados, como en pacientes con lesiones cerebrales adquiridas. Recientes estudios han observado una disociación entre las capacidades motoras conscientes de los pacientes (por ejemplo, la habilidad de mover las manos bajo comando) y la activación cerebral detectada mediante EEG en el 25% de los pacientes. Estos resultados sugieren que los pacientes con disociación cognitivo-motora podrían experimentar mejores resultados en términos de recuperación funcional.
Además, los sistemas de BCI que se enfocan en la imaginación motora (MI-BCI) requieren un rango prolongado de atención visual, lo cual podría ser beneficioso para la rehabilitación cognitiva post-ACV. Este tipo de sistemas, que requieren que los pacientes mantengan su atención en ejercicios visuales durante periodos largos, puede ayudar en la recuperación de funciones cognitivas más complejas, como la memoria o la atención.
El avance continuo de la tecnología de rehabilitación, impulsado por las interfaces cerebro-computadora, está permitiendo que los profesionales de la rehabilitación utilicen enfoques tanto de arriba hacia abajo (top-down) como de abajo hacia arriba (bottom-up) para lograr los mejores resultados posibles para los pacientes. Estas innovaciones no solo están abriendo nuevas posibilidades en la práctica clínica, sino que también nos permiten comprender mejor las complejas relaciones entre el cerebro y el comportamiento.
Es importante señalar que la rehabilitación con BCI no es una solución mágica que garantice una recuperación completa o inmediata. Aunque los estudios han mostrado resultados prometedores, la efectividad de estas tecnologías depende de múltiples
¿Cómo evaluar la aptitud para conducir después de un evento médico?
El proceso de evaluación para determinar si una persona puede reanudar la conducción tras un evento médico comienza con una valoración fuera de la carretera. Este primer paso consiste en revisar el historial médico del paciente, su experiencia previa de conducción, y su estado físico, visual y cognitivo. La evaluación fuera de la carretera permite anticipar posibles dificultades que el paciente podría enfrentar durante la evaluación en carretera. Si el paciente es apto, se procede a realizar una prueba de conducción en carretera, que es esencial para asegurar que el paciente pueda manejar de manera segura en un entorno real. En caso de ser necesario, el terapeuta ocupacional puede recomendar modificaciones específicas en el vehículo para adaptarlo a las necesidades del conductor, como controles manuales o dispositivos de asistencia al volante.
Las modificaciones del vehículo pueden ser clave para que un paciente recupere la capacidad de conducir de forma independiente. Entre los equipos adaptativos más comunes se encuentran los controles manuales para acelerar y frenar, que son esenciales para personas con limitaciones en las extremidades inferiores. Existen también sistemas de aceleración con el pie izquierdo para aquellos que tengan dificultades con la extremidad inferior derecha, y dispositivos de asistencia para el volante que permiten controlar el vehículo con una sola mano, como los pomos de dirección.
En algunos casos, el terapeuta ocupacional puede organizar lecciones de rehabilitación de conducción o lecciones de actualización con instructores especializados, tales como aquellos de la Asociación de Bienestar para Personas con Discapacidad (HWA). Estas clases están diseñadas para ayudar a los pacientes a adaptarse a las nuevas condiciones de conducción después de un evento médico.
Después de completar las evaluaciones en carretera y fuera de la carretera, los informes finales de las evaluaciones deben ser aprobados por el médico de referencia. Este paso es crucial para certificar la aptitud médica completa del paciente para conducir. La colaboración entre el terapeuta ocupacional, los instructores de conducción y el médico tratante garantiza una evaluación exhaustiva, que protege tanto al conductor como a otros usuarios de la vía.
Además de las evaluaciones prácticas de la capacidad de conducción, el uso de un sistema de etiquetas para estacionamiento accesible también es una consideración importante para personas con discapacidades de movilidad. Estas etiquetas permiten el acceso a espacios de estacionamiento designados, facilitando la movilidad de los conductores y pasajeros con limitaciones físicas al permitirles abrir completamente las puertas del vehículo.
Un ejemplo claro de este proceso se puede ver en el caso de un hombre de 44 años que sufrió un derrame cerebral. Tras una rehabilitación exitosa, el paciente, que había conducido previamente su propio coche, solicitó regresar a la conducción. Aunque presentaba debilidad residual en el brazo derecho, su visión y capacidades cognitivas estaban intactas. Después de pasar las evaluaciones fuera de la carretera y en la carretera, se recomendó el uso de un pomo de dirección y se certificó su aptitud médica para conducir, lo que le permitió retomar sus actividades laborales y de ocio sin limitaciones significativas.
Es crucial que el proceso de evaluación no se limite solo a la aptitud física. La aptitud cognitiva y visual también debe ser evaluada, ya que factores como la visión reducida, la falta de concentración o la pérdida de memoria pueden representar riesgos significativos al conducir. Las condiciones neurológicas, incluso aquellas que parecen menores, pueden afectar la capacidad para manejar adecuadamente el vehículo y reaccionar a situaciones imprevistas en la carretera.
Además, es importante que el paciente reciba apoyo psicológico si es necesario. El proceso de regresar a la conducción puede ser emocionalmente desafiante, especialmente cuando el paciente ha experimentado una pérdida de movilidad o una disminución de su funcionalidad. El acompañamiento profesional puede ayudar a reducir la ansiedad y aumentar la confianza del paciente durante este proceso de adaptación.

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