La relación entre las élites evangélicas y el Partido Republicano es clave para entender la evolución de las políticas de pluralismo en Estados Unidos. Las élites evangélicas no siempre son los líderes con más seguidores, sino aquellos que participan activamente en la toma de decisiones dentro de la red del partido, como un mecanismo de influencia sobre la política. Estas redes, que incluyen grupos de interés, medios de comunicación y organizaciones defensoras, son fundamentales para nominar candidatos y generar mayorías gubernamentales, como han señalado estudios recientes sobre el tema (Koger, Masket, y Noel, 2009).
Las élites evangélicas dentro de esta red pueden participar de dos maneras principales: por invitación o por el cargo que ocupan dentro de alguna organización clave. Es decir, pueden ser miembros activos del Partido Republicano a través de su inclusión formal en comités o grupos de trabajo, o bien pueden ejercer influencia por ocupar posiciones destacadas en organizaciones evangélicas. Un ejemplo de ello es James Dobson, fundador de Focus on the Family, quien ha sido crítico del Partido Republicano en diversas ocasiones, pero su prominencia como líder evangélico lo coloca como una figura clave dentro de esta red. Otro caso es el de Russell Moore, presidente de la Comisión de Ética y Libertad Religiosa de la Convención Bautista del Sur (SBC), quien, a pesar de criticar al Partido Republicano, sigue siendo un miembro influyente en esta red.
La historia de las élites evangélicas en la política estadounidense está vinculada al movimiento del "Derecho Cristiano". Aunque no todos los miembros del "Derecho Cristiano" son evangélicos, la mayoría de sus líderes provienen de esta tradición. Personajes como Jerry Falwell, Pat Robertson y James Dobson han sido fundamentales en el impulso político de los evangélicos. Estos líderes entraron en la arena política movidos por una serie de cuestiones relacionadas con la moralidad y la familia, en un contexto donde la revolución sexual y otros cambios culturales de los años 60 desafiaron las normas tradicionales de la sociedad estadounidense. Para muchos evangélicos, estos cambios representaban una amenaza a los valores cristianos y a la estructura familiar tradicional.
El "Derecho Cristiano" se ha basado en una visión conservadora sobre temas como el matrimonio, la educación, el aborto y la crianza de los hijos. Estos temas se convirtieron en los motores de la política evangélica, como respuesta a lo que percibían como una degradación moral en la sociedad. La participación activa del Partido Republicano en estos temas le permitió ganar el apoyo de una gran base evangélica, que vio en el partido una forma de detener lo que consideraban una invasión de valores seculares.
Sin embargo, también existen tensiones dentro del mundo evangélico con respecto a cómo abordar la diversidad religiosa y cultural en la sociedad estadounidense. Por un lado, muchos evangélicos ven la creciente pluralidad religiosa como una amenaza a la primacía del cristianismo en la cultura estadounidense. El aumento de la diversidad racial y religiosa en las últimas décadas ha generado en algunos sectores evangélicos un fuerte sentimiento de ansiedad social, lo que los ha llevado a replegarse en una política más conservadora y a veces excluyente, con el objetivo de proteger lo que perciben como la identidad judeocristiana de la nación. Este fenómeno ha generado un debate intenso sobre cómo deben los evangélicos abordar la cuestión del pluralismo, especialmente en relación con la religión, la sexualidad y las cuestiones raciales.
A lo largo de las décadas, esta discusión ha variado según las estrategias adoptadas por las élites evangélicas. En los años 80, el "Derecho Cristiano" adoptó un enfoque polarizado hacia la cultura, utilizando el término "Majoría Moral" para describir una sociedad dividida entre los "buenos" –aquellos que seguían los principios judeocristianos– y los "malos", una minoría secular que, según ellos, amenazaba esa visión. Sin embargo, la estrategia no tuvo el impacto esperado, y fue hacia los años 90 cuando el movimiento resurgió con nuevos enfoques, adoptando el lenguaje de los derechos, la igualdad y la elección, pero siempre bajo un marco conservador.
En la transición hacia finales de los 90 y principios del 2000, surgieron discrepancias dentro de las élites evangélicas respecto a la efectividad de su participación política. Mientras algunos líderes como Paul Weyrich aconsejaban un retiro de la política para evitar la "decadencia" moral, otros insistían en la necesidad de seguir luchando por los valores cristianos dentro de la esfera política. Esta división reflejó el debate interno sobre si la política podía ser una herramienta eficaz para la preservación de los principios evangélicos.
Es importante comprender que la relación entre las élites evangélicas y la política del Partido Republicano está marcada por la tensión constante entre la afirmación de la identidad cristiana y la aceptación de la pluralidad cultural y religiosa de la sociedad. Aunque las élites evangélicas han jugado un papel fundamental en la política estadounidense, su participación no ha sido homogénea ni siempre ha sido sencilla. El debate sobre el pluralismo no es solo una cuestión de principios ideológicos, sino también una cuestión estratégica sobre cómo los evangélicos deben posicionarse en una sociedad cada vez más diversa.
¿Cómo se estructuran las redes sociales de los evangélicos y qué impacto tienen en la política?
Las redes sociales de los evangélicos han sido un área poco explorada en la investigación sociológica, especialmente en lo que se refiere a su impacto político. La percepción común sobre los evangélicos y sus vínculos sociales está profundamente influenciada por la idea de que ellos tienden a mantener fuertes fronteras entre su mundo religioso y el secular, lo que a menudo se traduce en un alto grado de conformidad y homogeneidad dentro de sus entornos sociales. Esta percepción ha llevado a suponer que las redes de los evangélicos se caracterizan por fuertes lazos, definidos por la intimidad, la frecuencia de las interacciones y relaciones que se solapan. Los lazos fuertes, como se les conoce en las ciencias sociales, a menudo facilitan la comunicación entre miembros y refuerzan la transmisión de información homogénea, promoviendo un ambiente cerrado que minimiza los desacuerdos. De hecho, las redes sociales de este tipo suelen proteger a los individuos de opiniones disidentes, fomentando una polarización de actitudes y opiniones extremas, un fenómeno que ha sido bien documentado en el contexto de los movimientos políticos de la derecha cristiana.
Sin embargo, los estudios recientes sugieren que estas redes evangélicas, lejos de ser tan herméticas como se pensaba, son en muchos casos bastante más diversas de lo que la teoría predecía. Los evangélicos, en realidad, no están tan aislados de puntos de vista políticos disidentes como se podría imaginar. Contrario a la idea preconcebida, la exposición a opiniones contrarias dentro de sus redes sociales no parece desestabilizar su adhesión a los grupos de la derecha cristiana. Al contrario, esta exposición parece fortalecer sus opiniones favorables hacia estos movimientos. En lugar de ser un factor de fragmentación social, la diversidad política dentro de las redes sociales evangélicas podría estar contribuyendo, de manera paradójica, al refuerzo de sus creencias políticas y religiosas. Este hallazgo pone en evidencia que las interacciones entre las personas no siempre conducen a una mayor apertura o a un cambio de perspectiva; en ciertos contextos, la confrontación con la diferencia puede ser un motor de consolidación ideológica.
Además, es importante destacar que los grupos religiosos no solo ofrecen un espacio para la interacción social, sino que también imponen normas sobre cómo los individuos deben relacionarse y con quiénes pueden socializar. Estas normas son fundamentales para entender el comportamiento de los miembros dentro de su comunidad. Las organizaciones religiosas tienden a crear redes densas, en las que las personas que ya comparten vínculos estrechos y relaciones frecuentes son más propensas a fortalecer sus creencias y prácticas religiosas a través de un proceso de vigilancia social. De hecho, en las comunidades más estrictas, como las iglesias evangélicas, la presión social para conformarse con las normas grupales es mucho mayor, lo que facilita la creación de entornos sociales altamente homogéneos. Esto no solo impacta la religiosidad, sino también las inclinaciones políticas de los miembros.
El hecho de que las iglesias evangélicas puedan estar promoviendo entornos de alta conformidad no debe sorprendernos, dado el carácter intrínsecamente demandante de estas comunidades. Los miembros de estas iglesias se ven obligados a participar activamente en la vida religiosa, lo que limita su interacción con el mundo exterior y, por lo tanto, refuerza la homogeneidad dentro de sus redes sociales. Esto se observa claramente en denominaciones como la Iglesia Bautista del Sur o la Asamblea de Dios, donde los miembros suelen formar redes más densas que los afiliados a denominaciones más flexibles o liberales.
Los lazos fuertes no solo contribuyen a la uniformidad religiosa, sino que también tienen implicaciones políticas significativas. En un entorno de redes sociales densas y homogéneas, los individuos tienden a adoptar posturas políticas más coherentes y extremas, lo que resulta en una mayor polarización. Este fenómeno se observa especialmente en el contexto del activismo político dentro de las iglesias evangélicas, donde la conformidad religiosa se traduce en una alineación política más fuerte y más activa con los movimientos conservadores. A lo largo de las últimas décadas, esta dinámica ha sido un motor clave en el fortalecimiento de la derecha cristiana, que se ha convertido en un actor decisivo en la política estadounidense.
Es fundamental también considerar el papel de la religión como institución social. Las organizaciones religiosas no solo actúan como lugares de encuentro espiritual, sino que también organizan y estructuran las interacciones sociales de sus miembros de maneras que refuerzan normas específicas sobre cómo se debe comportar un creyente y cómo debe relacionarse con los demás. Estas normas y oportunidades sociales compiten con los valores del mundo secular, lo que provoca una tensión constante entre los individuos y la sociedad en general. Los estudios que analizan la influencia de las redes sociales dentro de las comunidades religiosas, especialmente en grupos más estrictos, han demostrado que estas redes son clave para el mantenimiento de la adherencia a las creencias religiosas y políticas. La cercanía en estas redes no solo facilita la transmisión de creencias religiosas, sino que también refuerza la conformidad política, ayudando a mantener la cohesión del grupo.
Los evangélicos, en particular, se encuentran en una situación única, pues sus redes no solo fomentan una mayor adherencia religiosa, sino que también juegan un papel crucial en la formación y el refuerzo de sus inclinaciones políticas conservadoras. Este fenómeno es aún más evidente en aquellos contextos donde la política y la religión están profundamente entrelazadas, como en el caso de la derecha cristiana. En este sentido, las redes sociales evangélicas no solo son un espacio para la vida espiritual, sino que también se convierten en un vehículo para la movilización política.
Es importante señalar que los lazos sociales dentro de las comunidades religiosas no son homogéneos en todos los casos. Existen variaciones significativas entre diferentes denominaciones y entre los distintos grados de "rigidez" religiosa que cada grupo promueve. Las comunidades más estrictas tienden a tener redes más densas, mientras que las comunidades más flexibles tienen redes más abiertas y diversas. Sin embargo, en general, las redes evangélicas siguen siendo relativamente homogéneas en cuanto a sus creencias religiosas y políticas, lo que tiene implicaciones significativas tanto para la vida social como para la política.
¿Cómo Influye la Religión en las Decisiones Políticas de los Evangelistas?
Donald Trump es, quizás, el candidato presidencial republicano más improbable en obtener el mayor apoyo entre los evangélicos blancos en cualquier elección en la era de las encuestas. Dos veces divorciado, vulgar e incivil, Trump inspiró el hashtag #NeverTrump utilizado por varios líderes evangélicos y publicaciones, a pesar de sus propuestas de elegir jueces y su postura pro-vida. Por ejemplo, en un artículo de opinión en el Christian Post, Napp Nazworth (2016) advertía: "No caigan en la tentación de votar por Donald Trump… El hecho de que Trump utilice tácticas satánicas debería preocupar a los evangélicos". Max Lucado (2016), pastor de San Antonio y autor de bestsellers, publicó en su sitio web (y luego en el Washington Post) un argumento similar: "[Las insensibilidades de Trump] no serían aceptables ni siquiera para una elección en una escuela secundaria. ¿Pero para la Oficina Oval? ¿Y hacerlo mientras empuña una Biblia y se jacta de su fe cristiana?". Y el editor ejecutivo de Christianity Today, Andy Crouch (2016), en un artículo publicado menos de un mes antes de las elecciones, acusaba: "Los evangélicos, de todas las personas, no deberían callar sobre la inmoralidad flagrante de Donald Trump".
¿Alguien escuchó a estos líderes? ¿Hubiera tenido alguna diferencia si lo hubieran hecho? Estas preguntas nos llevan al núcleo de la influencia religiosa en la política, abordando dos funciones principales de la religión en la formación de la opinión pública. Por diversas razones, la religión puede exponer a las personas a información que puede moldear su visión política, y la religión puede influir en cómo las personas responden a esa información, o cómo "adoptan" las creencias relacionadas. La mayoría de los estudios sobre religión y opinión pública asumen que los procesos de exposición y adopción de información ocurren de manera lineal, suponiendo que los líderes religiosos están presentes y son poderosos, que las personas se comunican entre sí y proporcionan información persuasiva, y que las personas adquieren identidades significativas para ayudar a filtrar el ruido informativo. Sin embargo, estas suposiciones son problemáticas, especialmente en el contexto de las elecciones de 2016, donde se registraron señales competidoras y conflictivas.
Responder a estas preguntas resulta esencial para comprender el lugar de la religión en la vida pública. Para seguir siendo una fuerza efectiva, la religión debe mantenerse independiente, conservando su capacidad para superar la reflexividad (como el partidismo instintivo). En cambio, debe ser capaz de deliberar sobre sus decisiones políticas y seleccionar aquellas que mejor se ajusten a sus valores. Idealmente, los participantes deberían estar expuestos a una gama de puntos de vista considerados que favorezcan el pensamiento crítico. Esto incluiría a los élites del #NeverTrump (el artículo de Nazworth fue acompañado de una pieza reflexiva de Richard Land [2016]), pero debería expandirse a todos aquellos dispuestos a presentar sus opiniones públicamente. Dicho de otra manera, el "quiebre evangélico" podría referirse al vínculo entre los seguidores evangélicos y la religión organizada, representada por el clero y otros líderes afiliados. Si los adherentes no están expuestos a los mensajes de los líderes y, lo que es aún más preocupante, si no están dispuestos a considerarlos, podemos concluir, tentativamente, que el evangelismo ha perdido influencia sobre la política estadounidense. Al menos, esa es la conclusión que intentamos evaluar.
Nuestro análisis se basa en una encuesta nacional realizada entre cristianos blancos la semana anterior a las elecciones, a través de los paneles de Qualtrics. El análisis de estos datos de evangélicos blancos, protestantes principales y católicos romanos muestra un amplio desconocimiento sobre los líderes evangélicos y una considerable cantidad de proyección de sus propias creencias sobre el apoyo a Trump hacia el clero y los élites nacionales. También incluimos un experimento en esta encuesta para superar la variabilidad de la exposición, y lo que encontramos sugiere una escasa disposición a considerar puntos de vista alternativos creíbles.
Una de las razones por las que los estudiosos se enfocan en los élites políticos en general es la ignorancia general del público (Delli Carpini y Keeter 1996) y la tendencia de las personas, incluso las bien informadas, a seguir las indicaciones de los líderes (Milgram 1974; Zaller 1992). En la política estadounidense, las etiquetas partidistas a menudo funcionan como parte del mecanismo de influencia de los élites (ver Rahn 1993; Cohen 2003), con la identidad partidaria sirviendo como una señal social que hace que las declaraciones de los líderes sean aceptables (Mackie, Gastardo-Conaco y Skelly 1992; Popkin 1994). Parte integral de la influencia de los élites es el uso por parte del público de atajos al tomar las indicaciones de los líderes sobre cuestiones políticas sin mucha reflexión crítica (McGuire 1969; Iyengar y Valentino 2000; ver también Nie, Verba y Petrocik 1976). Estos atajos explican por qué la mayoría de los estudios sugieren que las personas utilizan un procesamiento periférico de la información política (Petty y Cacioppo 1996).
Sin embargo, la imagen sencilla de influencia de los élites hacia las masas pintada por la escuela de Michigan y los estudios de psicología social relacionados con los efectos de la identidad partidaria solo cuenta una parte de la historia de la influencia basada en los élites. En realidad, el alcance de los élites políticos en la política estadounidense se extiende mucho más allá de los funcionarios electos y los líderes partidistas, quienes pueden depender de una marca bien establecida para ganar el apoyo público. En el caso de los líderes religiosos, por ejemplo, no existen señales automáticas de partido en lo que respecta a hacer argumentos sobre lo que "debería" ser en el mundo (ver Wald, Owen y Hill 1988; Djupe y Gilbert 2009). Los líderes religiosos (por ejemplo, pastores, obispos) deben persuadir a sus feligreses para que adopten su visión preferida a través de una combinación de apelaciones a la autoridad espiritual, la razón, la identidad grupal, experiencias compartidas y otros elementos (Hadden 1969; Stark et al. 1971).
Es importante destacar que la influencia directa de los líderes religiosos sobre sus feligreses es considerablemente más débil que la influencia que los élites partidistas ejercen sobre sus seguidores (Djupe y Gilbert 2009). Este fenómeno parece ser especialmente cierto cuando los líderes religiosos transmiten mensajes políticos, en lugar de religiosos, lo que disminuye su impacto en los feligreses. Aunque los estudios han mostrado algo de influencia, esta sigue siendo limitada en comparación con el poder que los líderes políticos tienen sobre sus bases.
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