Las asociaciones de ahorro y préstamo (S&L, por sus siglas en inglés) jugaron un papel crucial durante las crisis financieras del siglo XX, particularmente durante la Gran Contracción de 1931-1933 y la crisis de las S&L en los años 80. Estas instituciones, que se originaron para fomentar la propiedad de viviendas mediante hipotecas, sufrieron transformaciones que las llevaron a ser un factor determinante en la inestabilidad económica en esos períodos.

Al igual que los bancos, las asociaciones de ahorro y préstamo tomaban depósitos de los hogares y concedían préstamos hipotecarios. Sin embargo, a diferencia de los bancos tradicionales, no operaban bajo licencias bancarias, sino bajo permisos generales de negocios, lo que significaba que sus contratos de depósito y préstamo eran diferentes. En lugar de ofrecer cuentas de ahorro estándar, las S&L vendían acciones de la propia asociación, cuya compra mensual se utilizaba para financiar los préstamos hipotecarios. Cuando el valor de las acciones adquiridas por el prestatario igualaba el monto de la hipoteca, este podía redimir sus acciones y cancelar la deuda.

Durante los períodos de bonanza económica, este sistema podía ser muy beneficioso para los prestatarios. A medida que compraban acciones que eventualmente saldaban su deuda, estas no solo obtenían dividendos, sino que también aumentaban de valor, lo que acortaba el plazo de la hipoteca. Sin embargo, la estructura de las asociaciones de ahorro y préstamo también tenía un punto débil, que se hacía evidente durante las recesiones económicas. En tiempos de crisis, más hogares dejaban de pagar sus hipotecas, lo que afectaba los beneficios de la institución, reduciendo los dividendos y alargando el tiempo de pago de las hipotecas. A medida que las acciones de la S&L perdían valor, los prestatarios tenían más incentivos para abandonar el pago de sus deudas, lo que desataba un círculo vicioso.

La Gran Contracción de principios de los años 30 fue un ejemplo claro de este fenómeno. A medida que la crisis golpeaba, más de un tercio de las 12,000 asociaciones de ahorro y préstamo de Estados Unidos fracasaron. Estos fracasos se produjeron cuando las S&L quedaron congeladas, incapaces de redimir las acciones hasta que pudieran liquidar los bienes de los prestatarios morosos. En algunos casos, la liquidación de estos activos duró más de una década.

Este caos económico llevó a una reacción por parte del gobierno de Estados Unidos, que promulgó algunas de las leyes bancarias más significativas de la historia, como la Ley Bancaria de 1933 y la Ley de Créditos Hipotecarios para Propietarios de Viviendas de 1933. A través de estas legislaciones, el gobierno federal se convirtió en un actor clave en la regulación del sistema bancario estadounidense, estableciendo un período de estabilidad que, aunque temporal, fue crucial para la reconstrucción del sistema financiero.

Sin embargo, la historia de las asociaciones de ahorro y préstamo no termina con la Gran Depresión. En las décadas de 1960 y 1970, la situación de las S&L comenzó a deteriorarse nuevamente debido a la inflación creciente y el aumento de las tasas de interés. A medida que los tipos de interés subían, las S&L enfrentaban dificultades para competir con las nuevas alternativas de inversión, como los fondos del mercado monetario. En respuesta a las nuevas presiones del mercado, las S&L comenzaron a ofrecer incentivos a sus depositantes mediante obsequios de productos como relojes de pared, encendedores o cubiertos de acero inoxidable, lo que se convirtió en una especie de broma local: "la mejor manera de conseguir un nuevo tostador era en tu ahorradora local". Sin embargo, este enfoque no pudo sostenerse cuando las tasas de interés siguieron aumentando a finales de los años 70 y principios de los 80.

Para hacer frente a esta presión, algunas asociaciones de ahorro y préstamo lograron que el Congreso y su organismo regulador, la Junta Federal de Bancos de Vivienda, les permitieran ofrecer cuentas de depósito con tasas de interés mucho más altas. Aunque aún no eran tan atractivas como los fondos del mercado monetario, estas tasas ayudaron a evitar una fuga masiva de depósitos. No obstante, el daño ya estaba hecho, y a finales de los años 80, el sistema de S&L se encontraba al borde del colapso, lo que resultó en la mayor crisis financiera de esta industria en la historia de Estados Unidos.

Es fundamental que los lectores comprendan que las crisis financieras vinculadas a las asociaciones de ahorro y préstamo no solo fueron el resultado de las políticas y la gestión de estas instituciones, sino también de un entorno macroeconómico volátil. Las fluctuaciones económicas, la inflación descontrolada y las decisiones regulatorias fueron factores que, combinados con prácticas internas de gestión arriesgada, crearon condiciones para los colapsos. Además, la crisis de las S&L subraya la importancia de la regulación adecuada en los mercados financieros y cómo, a veces, los intentos de mitigar los efectos de una crisis inmediata pueden llevar a consecuencias aún más profundas a largo plazo. Es necesario entender que el sistema financiero, aunque diseñado para apoyar el crecimiento económico, también puede ser vulnerable a distorsiones y fallos cuando no está cuidadosamente vigilado y equilibrado por los reguladores.

¿Cómo los Traders Rebeldes Pueden Llevar al Colapso de una Institución Financiera?

La historia de Nick Leeson, trader que llevó al colapso a Barings Bank, es una de las más sonadas en el ámbito financiero, pero también es una historia representativa de los peligros inherentes a los mercados financieros no regulados y a la falta de control dentro de las instituciones. En 1993, Leeson comenzó a operar en los mercados de derivados en Singapur, y en principio, parecía que sus decisiones estaban siendo acertadas. En 1993 reportó ganancias cercanas a los 9 millones de libras, y al año siguiente, el monto ascendió a más de 28 millones. Sin embargo, estas cifras resultaron ser falsas, y la realidad era muy diferente. Las pérdidas, que en 1993 ya ascendían a 21 millones de libras, aumentaron a 185 millones en 1994 antes de llegar a cifras catastróficas en 1995.

Leeson había adoptado dos estrategias de trading que, aunque aparentemente eran simples, demostraron ser catastróficas en conjunto. La primera, una estrategia contraria al comportamiento del mercado, consistía en comprar miles de contratos de futuros sobre el índice Nikkei, el cual reflejaba el valor de la Bolsa de Tokio. A pesar de que el índice había alcanzado un pico de casi 40,000 puntos en 1989, y para el momento en que Leeson llegó a Singapur estaba por debajo de la mitad de ese valor, él asumió que los inversores habían sobre reaccionado y apostó por un rebote del mercado, comprando futuros con la esperanza de que los precios del Nikkei repuntaran.

La segunda estrategia, sin embargo, no buscaba generar ganancias a largo plazo, sino obtener liquidez inmediata para cubrir las pérdidas acumuladas por sus posiciones en futuros. Para ello, Leeson comenzó a operar en el mercado de opciones, vendiendo miles de contratos de opciones de compra (calls) y venta (puts) sobre el Nikkei, lo que le permitió generar efectivo para cumplir con los requisitos de margen, dado que las pérdidas en sus futuros seguían creciendo.

El riesgo inherente a esta estrategia de vender opciones en pares, conocida como "straddle", radicaba en que si el mercado se movía en su contra, Leeson se exponía a pérdidas significativas. Un "straddle" consiste en la venta simultánea de una opción de compra y una opción de venta sobre el mismo activo subyacente, lo que se utiliza generalmente como una apuesta sobre la baja volatilidad del activo. Si los precios no fluctuaban mucho, Leeson ganaba, pero si el mercado se movía de forma pronunciada, las pérdidas podían ser colosales.

El 17 de enero de 1995, un terremoto devastador en la ciudad de Kobe, Japón, provocó una caída abrupta en el índice Nikkei. Las pérdidas que ya sufría Leeson con los futuros de Nikkei se multiplicaron y, además, las opciones vendidas como parte de su estrategia de "straddle" se convirtieron en pérdidas. Sus operaciones estaban perdiendo dinero al doble de velocidad, lo que finalmente llevó al colapso de Barings Bank, cuyas pérdidas totales superaron los 800 millones de libras, una cifra mucho mayor que el valor neto total de la institución.

El manejo de sus cuentas fue otro factor clave en el encubrimiento de las pérdidas. Leeson, quien además de ser el líder de la operación de trading era responsable del back-office, manipuló los registros de sus operaciones. Estableció una cuenta especial de "errores" para registrar sus pérdidas, mientras que en la cuenta regular de operaciones mostraba ganancias ficticias. De este modo, pudo encubrir el verdadero estado de sus operaciones y engañar a la sede en Londres durante más de dos años.

El colapso de Barings Bank subraya la importancia de la supervisión adecuada de los sistemas de gestión de riesgos dentro de las instituciones financieras. En muchos casos de trading descontrolado, como el de Leeson, los traders no solo violan las normas, sino que conocen perfectamente los sistemas internos y saben cómo manipularlos a su favor. Un hecho relevante es que, en muchos casos, los gerentes de las empresas eran conscientes de las operaciones irregulares, pero las toleraban mientras resultaran rentables. La tolerancia hacia este tipo de operaciones de alto riesgo es un factor crítico que contribuye al colapso.

El caso de Leeson no es único, y otras historias de traders rebeldes, como la de Jérôme Kerviel en Société Générale, muestran patrones similares. Ambos comenzaron en posiciones menores, en back-office, y gradualmente adquirieron suficiente conocimiento del sistema como para manipularlo. Esto ha llevado a la creación de nuevas normativas que prohíben mover a personal de back-office a posiciones en la primera línea de trading, con el fin de evitar que se repitan estos errores.

Un factor adicional que debe tenerse en cuenta es que en los mercados de derivados, la utilización de márgenes y apalancamiento es mucho más común que en las transacciones de acciones, lo que aumenta el riesgo de pérdidas a gran escala. Esta estrategia de apalancamiento puede ser muy atractiva para los traders debido a la posibilidad de obtener grandes ganancias con inversiones iniciales relativamente pequeñas. Sin embargo, cuando las operaciones no van según lo esperado, las pérdidas pueden ser catastróficas.

En resumen, los casos como el de Leeson y Kerviel destacan la importancia de una gestión de riesgos efectiva, la supervisión interna rigurosa y la creación de una cultura organizacional que no tolere la manipulación de los sistemas a fin de obtener ganancias rápidas, pero arriesgadas. Si una institución financiera no toma medidas para garantizar un control adecuado de sus operaciones, el colapso puede ser inevitable, como fue el caso de Barings Bank.

¿Cómo el modelo VaR contribuyó al colapso del London Whale en JPMorgan?

El episodio del "London Whale" en JPMorgan Chase es un claro ejemplo de cómo la confianza ciega en modelos financieros puede llevar a desastres. El incidente comenzó con una crítica directa al modelo de Valor en Riesgo (VaR) previamente utilizado por la empresa, el cual se consideraba que exageraba la peligrosidad del portafolio de inversiones. Este sentimiento condujo a la creación de un modelo alternativo que proporcionara estimaciones de VaR mucho más bajas, de modo que se pudiera operar con mayor libertad y sin sobrepasar los límites establecidos. El nuevo modelo, implementado a finales de enero de 2012, ofreció una reducción significativa en las estimaciones de riesgo diario, pasando de más de 130 millones de dólares a 66 millones, cifra que estaba por debajo del límite diario permitido.

A pesar de las aparentes ventajas de este nuevo modelo, la adopción fue precipitada y no se automatizó correctamente la entrada de parámetros, muchos de los cuales fueron introducidos manualmente debido a las deficiencias del modelo anterior. Sin embargo, Iksil, el principal responsable de la operación, había conseguido el resultado que deseaba: el modelo permitía incrementar el tamaño de su portafolio sin que se desbordaran los límites de VaR, lo que parecía indicar que el riesgo era manejable. La sorpresa vino cuando el modelo no fue capaz de reflejar adecuadamente las correlaciones entre los activos y las probabilidades de pérdidas, lo que condujo a una subestimación del verdadero riesgo del portafolio. Aunque no hay evidencia de que estos errores fueran intencionales, sí fueron claramente evitables.

A medida que Iksil aumentaba la magnitud de sus apuestas en instrumentos derivados, principalmente swaps de crédito, la situación se complicaba. A mediados de marzo, su unidad había negociado el equivalente a 150 mil millones de dólares en bonos, lo que lo convertía en un jugador de gran influencia en los mercados. Sin embargo, estos movimientos masivos generaron reacciones en el mercado, y comenzó una guerra de precios en la que Iksil intentaba, sin éxito, aumentar el valor de los swaps a través de la compra, mientras que el resto del mercado intentaba vender para reducir su valor.

La reversión del mercado hacia un panorama más optimista en cuanto a riesgos crediticios, especialmente después de que la Unión Europea llegara a un acuerdo para evitar que Grecia abandonara la zona euro, terminó por afectar directamente las posiciones que Iksil había tomado. Los costos de los swaps cayeron, en particular los de las compañías más riesgosas, que eran precisamente las que Iksil había comprado. Las pérdidas de su portafolio comenzaron a acumularse rápidamente. Para finales de marzo de 2012, había perdido más de 600 millones de dólares, y las pérdidas diarias no hicieron más que aumentar en abril, con una pérdida de 415 millones de dólares solo el 10 de abril. Al final de mayo, el portafolio había perdido más de 2 mil millones de dólares, con pocas perspectivas de recuperación.

La situación se complicó aún más cuando el portafolio fue transferido a la división de banca de inversión de JPMorgan en julio de 2012, con la instrucción de liquidar las posiciones. El proceso de desmantelamiento de las operaciones se extendió varios meses y resultó en pérdidas adicionales. A finales de 2012, las pérdidas totales superaron los 6 mil millones de dólares. A pesar de la magnitud de estas pérdidas, JPMorgan, debido a su tamaño y fortaleza financiera, pudo soportarlas sin enfrentar una crisis existencial, aunque el caso se convirtió en uno de los mayores escándalos de comercio no autorizado en la historia reciente de los mercados financieros.

Este incidente ha sido una lección sobre la dependencia excesiva de modelos financieros, en especial el VaR, y la importancia de no confiar en ellos ciegamente. Las decisiones de riesgo deben ser tomadas no solo a partir de los datos proporcionados por los modelos, sino también considerando una amplia gama de información adicional, incluyendo el análisis cualitativo y el juicio experto. La historia del "London Whale" demuestra cómo un modelo mal diseñado, adoptado apresuradamente sin una evaluación adecuada, puede conducir a consecuencias catastróficas.

Además de las fallas técnicas en los modelos utilizados, este caso resalta la necesidad de un enfoque más robusto en la formación de los profesionales financieros. No basta con confiar en las salidas de los modelos. Los responsables deben ser capaces de identificar sus limitaciones y entender los riesgos implícitos en las suposiciones y en los parámetros que se utilizan. La creación de modelos de riesgo y su implementación requieren una supervisión constante y un análisis crítico, particularmente en un entorno económico dinámico, donde los cambios repentinos en las condiciones del mercado pueden invalidar rápidamente cualquier predicción de riesgo.