Las opiniones de los estadounidenses sobre el resto del mundo han cambiado significativamente en los últimos años, reflejando tanto cambios en la política interna como la evolución de las relaciones internacionales. En particular, la visión de los estadounidenses sobre China y otros países clave ha experimentado transformaciones notables, influenciadas en gran medida por la política exterior del presidente Donald Trump.

En cuanto a China, un 60% de los estadounidenses tiene una opinión desfavorable del país, lo que marca un aumento significativo desde el 47% de 2018 y el nivel más alto registrado desde que el Pew Research Center comenzó a hacer esta pregunta. La percepción de China como una amenaza ha crecido considerablemente: alrededor de una cuarta parte de los estadounidenses (24%) considera que China es el país

¿Cómo el Neoliberalismo y los Medios Impulsan el Auge del Autoritarismo Global?

Desde la década de 1970, las corporaciones estadounidenses, al igual que la mayoría de los capitalistas internacionales, han abogado por la privatización y comercialización de los recursos públicos y los servicios sociales. Esta tendencia ha generado un sistema en el que el poder corporativo influye de manera decisiva en las elecciones y en las decisiones del Congreso, asegurando que las acciones del gobierno favorezcan a los accionistas e inversionistas más que a la democracia misma (Gilens & Page, 2014). A lo largo de este tiempo, muchos presidentes de Estados Unidos, desde Bill Clinton hasta Donald Trump, han seguido una misma trayectoria en lo que respecta a políticas económicas, extranjeras, de inmigración y de salud.

Los gobiernos neoliberales han implementado políticas de austeridad que recortan el gasto público en áreas cruciales como la educación, la salud, el bienestar social y la seguridad social. Aunque Trump se distingue por su estilo de liderazgo rimbombante y su narcisismo, sus políticas no se desvían mucho de la trayectoria neoliberal iniciada por Reagan. De hecho, su retórica se ha nutrido de un descontento general con los resultados de la globalización del mercado libre, pero sus políticas fiscales y comerciales han dejado intactas a la mayoría de las operaciones transnacionales.

El ascenso del "Trumpismo", entendido como un autoritarismo nacionalista, no solo es una consecuencia de sus propios discursos y acciones, sino que refleja un fenómeno global más amplio. La expansión del populismo de derecha y los líderes autoritarios indica una respuesta global a la creciente desigualdad impulsada por el capitalismo transnacional, mucho antes de la llegada de Trump al poder. Líderes como Viktor Orbán en Hungría, Vladimir Putin en Rusia, Abdel el-Sisi en Egipto, Recep Erdoğan en Turquía, Narendra Modi en India, Andrzej Duda en Polonia y Rodrigo Duterte en Filipinas han ejemplificado este fenómeno, adoptando políticas autoritarias que socavan las instituciones democráticas y fomentan el nacionalismo extremista.

A pesar de que el liderazgo de Trump ha sido un factor que ha fortalecido a muchos de estos regímenes autoritarios, no debe considerarse como el origen del autoritarismo global. Estos líderes ya estaban presentes y activos mucho antes de que Trump se convirtiera en presidente de Estados Unidos. Lo que Trump ha hecho es darles una especie de validación, al presentarse como un modelo a seguir para aquellos que buscan consolidar su poder a través de medidas autoritarias y nacionalistas.

El contexto cultural tanto a nivel nacional como global juega un papel fundamental en el surgimiento de la xenofobia y el autoritarismo. La austeridad provoca ansiedad, descontento social y resistencia a la globalización neoliberal, pero es en este espacio de contradicción social donde se nutre el autoritarismo y la polarización. La clave para el control social de los capitalistas transnacionales reside en la hegemonía cultural: ganarse la aceptación, o al menos la aquiescencia, de la población mediante la imposición de normas ideológicas, valores y comportamientos que refuercen el poder social. En este sentido, los medios de comunicación comerciales desempeñan un papel crucial en este proyecto político transnacional.

Al comparar los marcos de noticias con los temas y tropos comunes en los medios de entretenimiento, se observa que ambos comparten ciertas convenciones que ayudan a normalizar las narrativas que apoyan el autoritarismo y la centralización del poder ejecutivo. Si bien muchos han discutido sobre el infotainment, es decir, la prevalencia de noticias blandas que enfatizan el estilo y el sensacionalismo, lo importante es entender cómo los medios, tanto informativos como de entretenimiento, emplean técnicas sutiles pero eficaces para consolidar una visión del mundo que favorezca el poder autoritario.

Un ejemplo reciente de cómo los medios de comunicación apoyan el autoritarismo es el caso del asesinato del general iraní Qassim Suleimani por parte de Estados Unidos en enero de 2020. A pesar de que el asesinato fue llevado a cabo sin la participación del Congreso ni un mandato democrático claro, los medios de comunicación, tanto liberales como conservadores, lo enmarcaron como una acción heroica que contribuyó a la seguridad global, sin cuestionar el abuso de poder presidencial. Esta cobertura refleja cómo los medios pueden enmarcar la realidad de manera que favorezca la concentración de poder en el ejecutivo y promueva la aceptación pública de medidas autoritarias.

Además, el fenómeno de la globalización mediática ha ayudado a propagar ideologías autoritarias en todo el mundo. Los líderes autoritarios, al igual que los medios comerciales, emplean la tecnología y las plataformas globales para difundir su visión y legitimar sus acciones. Es crucial entender que, aunque estos líderes operan dentro de diferentes contextos nacionales, comparten una misma lógica: utilizar el poder estatal para crear un orden social que favorezca sus intereses y el de las élites que los apoyan.

El apoyo público al "Trumpismo" y al autoritarismo en general no es casual. En muchos casos, surge de un sentido de desesperanza entre las clases trabajadora y media, que sienten que el sistema económico y político no les ofrece oportunidades. Esta frustración es canalizada a través de discursos que promueven el nacionalismo, la xenofobia y el miedo, mientras que se presenta al "otro" como el culpable de los problemas sociales y económicos. Es en este terreno fértil de desinformación y polarización donde el autoritarismo encuentra su espacio para prosperar.

¿Cómo influye la cobertura mediática en la percepción pública internacional? El caso del rol de Estados Unidos y el populismo mediado

La cantidad de cobertura mediática, o la saliencia, es un factor decisivo para que el público reconozca la importancia de un país en la escena internacional. En el flujo global de noticias, Estados Unidos se mantiene como un actor constante, lo que asegura su prominencia en la conciencia pública. Sin embargo, los estudios contemporáneos sobre la agenda mediática, combinados con análisis de encuadre (framing), muestran que no solo la cantidad, sino la calidad y el tono de la cobertura influyen en cómo se percibe un país. En particular, un encuadre negativo puede arraigarse en la mente de la audiencia, generando una percepción adversa.

Los medios, al simplificar la complejidad del mundo, ofrecen reconstrucciones limitadas de la realidad que dependen de múltiples variables a distintos niveles de análisis. Esto lleva a preguntarnos cómo se seleccionan las noticias internacionales. El estudio pionero del flujo informativo global, surgido de los debates del NWICO, identificó cinco características principales en la cobertura internacional: regionalismo, perspectiva de conflicto o negatividad, predominancia política, enfoque en las élites y descontextualización. Estas tendencias explican en gran medida por qué la imagen de Estados Unidos en medios como los alemanes ha sido, durante décadas, relativamente equilibrada y estable.

La tradición investigadora sobre los valores noticiosos, con fundamentos en Galtung y Ruge, destaca cuatro condiciones que determinan la noticia: implicación de estados o personas élite, acción personal y consecuencias negativas. Más tarde, investigaciones empíricas como las de Schulz agregaron dimensiones de proximidad geográfica, política y cultural, ayudando a entender la percepción mediática. En el caso alemán, la diversidad y volumen de cobertura hacia Estados Unidos suelen evitar un predominio de la negatividad, a diferencia de otras regiones menos centrales.

No obstante, la emergencia de fenómenos políticos como el populismo de derecha ha modificado el discurso mediático. La vinculación entre política interna y política exterior, que Rosenau describió como un campo discursivo interactivo, se hace evidente en la representación del populismo estadounidense en la prensa alemana. Desde la perspectiva periodística, la frontera entre noticias nacionales e internacionales se difumina, tratándose ambas como mercancías sujetas a criterios similares de selección y representación. En este contexto, surge la cuestión de si la tendencia negativa en la cobertura sobre la presidencia Trump puede superar la diversidad estructural que caracteriza la imagen estadounidense.

Eventos mediáticos de gran envergadura y carácter disruptivo, como la elección de Trump, pueden generar cambios significativos en discursos culturales antes estables, actuando como intervenciones paradójicas en la agenda pública. Así, la discusión en medios influyentes como Der Spiegel se centra en cómo se enmarca la agenda de Trump y sus posibles consecuencias tanto para la política interna estadounidense como para la política exterior. Aunque el análisis se limita a la figura presidencial, proporciona perspectivas valiosas sobre un posible giro negativo en la imagen estadounidense.

Para ello, se estudió la cobertura de Der Spiegel desde 2016 hasta 2019, seleccionando 360 artículos que mencionan al presidente en sus títulos o introducciones. Der Spiegel, como líder en la configuración de agendas mediáticas, refleja el tono predominante en la prensa alemana. El análisis clasificó los textos según su enfoque y tono: positivo, negativo o neutral. La categoría positiva abarca éxitos, cooperación y avances; la negativa incluye violencia, conflictos y crisis; la neutral cubre procesos sociales generales sin carga valorativa evidente.

Además, se consideraron los actores protagonistas en las noticias: representantes estatales, grupos sociales organizados, ciudadanos comunes, celebridades y organizaciones supranacionales. Esta sistematización permite entender no solo el contenido sino las dinámicas discursivas que configuran la percepción mediada del país.

Es esencial comprender que la influencia mediática no solo depende del volumen de noticias, sino también de cómo estas se enmarcan y cuáles son las prioridades temáticas. La relación entre política interna y externa es especialmente relevante en tiempos de polarización y auge del populismo, donde los discursos pueden alimentarse mutuamente a nivel global. El público no recibe una imagen neutra ni completa; más bien, accede a una versión filtrada y construida que, en ocasiones, puede enfatizar aspectos negativos o conflictivos, afectando las percepciones y actitudes hacia un país.

Por último, para una comprensión profunda del fenómeno es necesario reconocer que la construcción mediática de la imagen internacional está influenciada por procesos complejos de selección, contextualización y proximidad cultural y política. La percepción pública se forma en un campo de tensiones entre continuidad y cambio, estabilidad y crisis, que los medios traducen y moldean a través de sus prácticas informativas y discursivas.

¿Representa Trump a América? La Imagen de Estados Unidos en los Medios Griegos Durante la Presidencia de Trump

La imagen de un país en los medios internacionales ha sido un tema recurrente en numerosos estudios, y la percepción que los extranjeros tienen de una nación es crucial, ya que refleja su reputación a nivel mundial. Esta percepción está normalmente vinculada a la figura de su presidente, dado que el líder de la nación se convierte en un símbolo de su identidad política, social y económica. A lo largo del tiempo, la imagen de Estados Unidos ha sido estrechamente relacionada con la de sus presidentes, y en particular, con la de Donald Trump durante su mandato. La imagen de un país no solo incluye sus características políticas y económicas, sino también una compleja red de emociones y conocimientos que los medios de comunicación transmiten a sus audiencias.

La forma en que un país es percibido internacionalmente tiene un impacto directo sobre su influencia global, tanto en términos de comercio como de relaciones diplomáticas. Una imagen positiva en el extranjero puede facilitar el éxito de sus políticas externas y comerciales. Así, la evaluación de los productos de un país muchas veces se basa en la percepción que los consumidores tienen de la nación que los produce. Esta percepción es una mezcla de emociones y conocimientos adquiridos a través de los medios, ya que la mayoría de las personas, especialmente aquellas sin experiencia personal directa con ese país, dependen de los medios para formarse una opinión.

Kunczik (1997) destacó que la imagen de una nación en la mente de los individuos se configura a través de un complejo proceso comunicativo, en el que los medios de comunicación juegan un papel predominante al definir cómo será percibido un país. Este proceso es dinámico, ya que los eventos que suceden en el país, combinados con las prácticas periodísticas y las estrategias comunicativas, configuran la imagen mediática. Según Kunczik (2009), esta imagen no es estática, sino que evoluciona a medida que cambian los contextos políticos y sociales.

En este contexto, la imagen de Donald Trump, tanto en Grecia como en otros países, no solo fue el reflejo de su figura como presidente, sino que estuvo vinculada a una percepción más amplia de los Estados Unidos. La presidencia de Trump fue un fenómeno mediático global que no solo modificó la forma en que se percibía a Estados Unidos, sino que también trajo consigo una serie de elementos emocionales y cognitivos en las audiencias internacionales. En el caso específico de Grecia, la imagen de Trump se entrelazó con una crítica más amplia hacia las decisiones políticas de Estados Unidos, las cuales se veían reflejadas en las políticas internas del propio presidente.

Los estudios previos sobre la imagen de los países en los medios internacionales sugieren que el tratamiento mediático de un país depende no solo de la cantidad de cobertura que recibe, sino también del tono de esa cobertura. La visibilidad de un país en los medios puede resultar en una percepción positiva o negativa dependiendo de cómo se enmarque la información. Según Entman (1993), el proceso de “enmarcar” una noticia implica resaltar ciertos aspectos de la realidad para promover una interpretación específica. Esto tiene un impacto profundo en cómo los lectores perciben los eventos y figuras en los medios, ya que influye en las definiciones que hacen de los mismos, ya sea de manera favorable o desfavorable.

En la cobertura de Trump por parte de los medios griegos, se observó una tendencia a representar su figura de manera conflictiva, con una crítica constante a sus políticas y, en ocasiones, a los mismos valores que se asocian con Estados Unidos. Aunque las críticas se centraban principalmente en las acciones de Trump, a menudo se extendían a la población estadounidense, sugiriendo que el presidente reflejaba las divisiones y contradicciones de la sociedad americana.

Los medios en Grecia, al igual que en otros países, recurrían a la técnica de domesticar los eventos internacionales, dándoles un enfoque más nacionalista para hacerlos más cercanos y relevantes para su audiencia local. De esta forma, las noticias sobre los Estados Unidos durante la presidencia de Trump no solo informaban sobre los hechos, sino que también servían para resaltar las diferencias entre las políticas internas de Estados Unidos y las expectativas internacionales sobre el país. Este proceso de “domesticación” no solo modificaba la percepción de Trump, sino que también contribuía a la construcción de una imagen globalmente conflictiva de Estados Unidos.

Además de las críticas políticas, la cobertura mediática también reflejaba una contradicción en la percepción global de los Estados Unidos. Mientras que muchos medios internacionales subrayaban las acciones de Trump de manera negativa, estos mismos medios no podían evitar reflejar la hipocresía de las críticas, ya que Estados Unidos seguía siendo visto como el líder mundial en varios aspectos, desde la economía hasta la cultura. Esta complejidad de la imagen de Trump en los medios también se reflejaba en las percepciones de los ciudadanos griegos, quienes no solo evaluaban a Trump como líder, sino que también hacían juicios sobre la sociedad americana en su conjunto.

En la construcción de la imagen de un país en los medios internacionales, la relación entre visibilidad y valencia juega un papel fundamental. La cantidad de cobertura que recibe un país y el tono de esa cobertura son factores cruciales para determinar cómo será percibido por el público internacional. Este proceso, en el caso de la presidencia de Trump, resultó en una imagen altamente polarizada de Estados Unidos, en la que se destacaban tanto los aspectos negativos de su liderazgo como las percepciones críticas hacia su política interna y externa. La imagen de Trump en los medios griegos, y en muchos otros medios internacionales, puede interpretarse como una representación no solo de su figura, sino también de las tensiones internas de Estados Unidos y sus relaciones con el resto del mundo.

Es relevante entender que la imagen de un país no solo depende de la cobertura mediática, sino también de los valores culturales y políticos que la audiencia percibe a través de los medios. En el caso de la presidencia de Trump, la imagen de Estados Unidos estuvo marcada por una fuerte división, y la cobertura de los medios contribuyó a consolidar esta percepción en la mente del público internacional. Además, la forma en que se enmarcaron los eventos y las políticas de Trump sirvió para reforzar las opiniones preexistentes, tanto positivas como negativas, sobre el país.