La complejidad que conlleva trabajar a través de diversas culturas se refleja en la forma en que las personas perciben y experimentan la salud mental. Un aspecto crucial, tal como señala Tribe, es que los enfoques culturales occidentales de la salud tienden a centrarse en el individuo y su experiencia intrapsíquica, o incluso en la patología individual, mientras que otras tradiciones suelen basarse más en procesos comunitarios o familiares. Esta diferencia plantea varios desafíos en la salud mental, desde la sobre-representación de ciertos grupos culturales en las instituciones de salud mental hasta la exclusión de algunos grupos en las investigaciones. Existen varias áreas en las que la intersección entre la salud mental y la cultura debe ser abordada por los profesionales de la salud si desean interactuar de manera efectiva con todas las personas con las que trabajan.
La diversidad cultural mundial tiene un impacto significativo en muchos aspectos de la salud mental, desde la forma en que se perciben la salud y la enfermedad, hasta las actitudes y comportamientos hacia la búsqueda de salud, tanto de los consumidores como de los profesionales de la salud y los sistemas de salud mental. Como sugieren Mario Hernández y sus colaboradores, la cultura influye en lo que se define como un problema, cómo se entiende dicho problema y qué soluciones se consideran aceptables. Estos factores deben ser comprendidos por los profesionales de la salud para poder abordar de manera efectiva las necesidades de las personas de diversas culturas.
Existen varios elementos clave que tienen implicaciones importantes para los profesionales de la salud mental, según Hechanova y Waeldle. Aunque sus observaciones se enfocan principalmente en las situaciones de desastre en el sudeste asiático, sus hallazgos ofrecen un marco útil para abordar la cuestión de la diversidad cultural en la salud mental. El primer elemento es la expresión emocional. En algunas culturas, la falta de equilibrio en la expresión emocional se puede asociar con la enfermedad. Este fenómeno se refleja en la percepción de que hablar sobre problemas dolorosos podría aumentar el sufrimiento emocional. En muchos casos, esta reticencia a utilizar terapias conversacionales se observa en refugiados de África y el sudeste asiático.
El segundo factor es la vergüenza, que Hechanova y Waelde identifican como una razón clave por la que muchas personas asiáticas son reacias a acceder a terapeutas profesionales. La vergüenza juega un papel importante en este contexto debido al rol fundamental que la familia desempeña en la vida de los individuos asiáticos que enfrentan problemas de salud mental. La distancia de poder es el tercer componente, y se refiere a las grandes diferencias de poder que pueden existir entre el terapeuta y el paciente en algunos países asiáticos, lo que puede influir en la autonomía o la falta de ella en la relación terapéutica.
El cuarto factor es el colectivismo y su impacto en la resiliencia y el afrontamiento. La cultura colectiva proporciona un contexto social de apoyo que facilita el proceso de adaptación ante la adversidad. Finalmente, la espiritualidad y la religión desempeñan un papel clave, tanto en la atribución de los problemas de salud como en la forma de afrontarlos, lo que puede implicar una orientación hacia sistemas de curación tradicional o espiritual.
Uno de los aspectos más notables es que la salud y la enfermedad son percibidas de manera diferente en diversas culturas. Las significaciones culturales de la salud y la enfermedad tienen consecuencias reales en términos de si las personas se sienten motivadas a buscar tratamiento, cómo lidian con sus síntomas, el nivel de apoyo que reciben de sus familias y comunidades, y qué tipo de servicios buscan, ya sea en profesionales de salud mental, médicos de atención primaria, clérigos o curanderos tradicionales. Las percepciones sobre la etiología de las enfermedades también varían profundamente entre culturas. En algunas, se considera que las enfermedades son causadas por posesión por espíritus, el "mal de ojo", la magia negra o la transgresión de tabúes, lo que coloca la rectificación del problema en manos de curanderos tradicionales o líderes comunitarios.
La religión y la espiritualidad desempeñan un papel importante en la percepción de la enfermedad, al interpretar la adversidad dentro de un orden superior de bien. Esto da lugar a que muchas personas busquen soluciones dentro de sistemas espirituales, como en los templos de curación en la India o en los sitios de peregrinación religiosa en todo el mundo, que reciben a miles de personas con problemas de salud mental. Estos enfoques están también muy presentes en los sistemas de salud tradicionales de países como India y China, donde las enfermedades se interpretan en términos de equilibrio entre factores patógenos, como el Yin y el Yang en la Medicina Tradicional China, o la influencia del karma, el aire (vayu) y la naturaleza personal en la Ayurveda de la India. En estos sistemas de sanación, no se hace una distinción clara entre el cuerpo y la mente; el paciente es considerado un ser integral, teniendo en cuenta su contexto social y ambiental.
En los sistemas de salud occidentales, por el contrario, se ha adoptado tradicionalmente un enfoque reduccionista que separa el cuerpo de la mente, aunque investigaciones más recientes han demostrado que es más efectivo trabajar con el cuerpo y la mente como un todo, teniendo en cuenta el contexto del entorno. Esta comprensión integradora es común en las culturas que ya están familiarizadas con estos enfoques, y su conocimiento puede abrir nuevas oportunidades para desarrollar estrategias de intervención ante el sufrimiento, ya sea físico o mental.
En cuanto a la búsqueda de tratamiento, las personas de diferentes culturas pueden adoptar enfoques muy distintos al acceder al sistema de salud mental. Un estudio de Biswas et al. en India señaló que los pacientes con problemas de salud mental en este país tienden a presentar más síntomas somáticos, mientras que en Estados Unidos prevalecen los síntomas de tipo cognitivo. Además, en países de altos ingresos como Australia, Canadá y Estados Unidos, las culturas diversas suelen buscar ayuda mucho más tarde que las comunidades mayoritarias, y frecuentemente presentan síntomas en etapas agudas del malestar mental. Uno de los factores que contribuye a esto es la naturaleza de la vergüenza, que también se observa en investigaciones con migrantes y refugiados. La vergüenza tiene efectos significativos sobre el acceso a los servicios de salud mental y su manejo por parte de los profesionales.
Es fundamental que los profesionales de la salud mental reconozcan el impacto de la vergüenza, así como las diferencias culturales en la expresión emocional, la búsqueda de tratamiento y la comprensión de la enfermedad, si desean gestionar efectivamente los trastornos de salud mental en individuos de diversos orígenes culturales.
¿Cómo está evolucionando el comercio global y qué impacto tiene en los sistemas económicos locales?
El comercio de mercancías de los Estados Unidos ha seguido una tendencia hacia la manufactura, a pesar del notable crecimiento de las exportaciones agrícolas. Las exportaciones manufacturadas han experimentado un crecimiento generalizado, con un aumento en la participación de productos como máquinas de oficina, equipos de telecomunicaciones, productos químicos, productos de hierro y acero, y productos automotrices. Esta diversificación también se refleja en las importaciones, en las que destacan las máquinas de oficina y telecomunicaciones, maquinaria no eléctrica y productos químicos; sin embargo, la participación de productos automotrices ha disminuido.
Los mercados de bienes y servicios de los Estados Unidos están estrechamente relacionados, con Europa Occidental como el principal socio comercial en el comercio transfronterizo de servicios, representando aproximadamente el 60% de las exportaciones e importaciones. Japón, por su parte, se mantiene como el principal destino individual de las exportaciones de servicios de los Estados Unidos, con un 15,5%. El transporte, que constituye más del 50% de las exportaciones de servicios, lidera el panorama; no obstante, los servicios empresariales, las regalías y las tarifas de licencias han mostrado un crecimiento acelerado, duplicándose y aumentando en un 63% durante el período de 1994 a 1995.
A pesar de que un sistema comercial mundial abierto y predecible sigue siendo crucial para el bienestar de la economía de los Estados Unidos, la reciprocidad es igualmente esencial. Un sistema comercial estadounidense abierto y predecible es igualmente fundamental para la salud del sistema comercial mundial. En los últimos dos años, la implementación de los Acuerdos de la Ronda Uruguay y la consolidación de medidas bajo los procedimientos de solución de controversias de la OMC han estabilizado muchos elementos que antes parecían impredecibles y unilateralistas en la política estadounidense. La administración también ha mostrado moderación al usar los instrumentos disponibles y ha aceptado las resoluciones de la OMC. Sin embargo, ciertos aspectos de la legislación comercial de los Estados Unidos siguen causando preocupación entre los socios comerciales. A pesar de que se ha mejorado el acceso a ciertos productos, la liberalización de textiles y ropa sigue siendo problemática para muchos países en desarrollo. Además, el acceso a adquisiciones gubernamentales sigue siendo restringido en varias áreas.
El sistema comercial estadounidense sigue utilizando tres enfoques principales en su formulación de políticas: acuerdos multilaterales en base a la nación más favorecida (m.f.n.), acuerdos regionales y presiones unilaterales para abrir mercados de terceros países, con acuerdos bilaterales aplicados normalmente bajo la misma base m.f.n. En algunas áreas de las negociaciones multilaterales, las preocupaciones sobre la falta de "reciprocidad adecuada" por parte de algunos socios han influido en las acciones de los Estados Unidos. A pesar de que no cabe duda de que la política comercial estadounidense está firmemente fundada en el sistema de la OMC, la interacción entre estos diversos enfoques sigue siendo una fuente de tensión dentro del sistema. Por ello, es crucial que Estados Unidos y sus socios utilicen el sistema para mantener el multilateralismo como clave para el futuro y desalienten presiones por un mayor bilateralismo o unilateralismo.
Los líderes empresariales se encuentran ajustándose a un mundo que hace solo un año parecía imposible. El mito de un mundo sin fronteras ha caído. Los pilares tradicionales de los mercados abiertos, como Estados Unidos y el Reino Unido, tambalean, mientras que China se posiciona como el principal defensor de la globalización. En 2016, el referéndum del Brexit sorprendió a la Unión Europea y, durante la campaña electoral presidencial de Estados Unidos, la cobertura de noticias sobre la globalización se tornó cada vez más negativa. Tras la inauguración de Donald Trump, con el temor a una guerra comercial en aumento, la revista The Economist publicó un artículo titulado "La retirada de la empresa global", en el que se proclamaba que "la mayor idea de negocios de las últimas tres décadas está en graves problemas". No obstante, ¿es realmente una retirada masiva de la globalización el enfoque correcto para las empresas en estos tiempos inciertos? O, en lugar de regresar a casa, ¿deberían centrarse en la localización, es decir, producir e innovar donde venden sus productos?
No según mi investigación. Hace solo una década, los líderes empresariales creían que el mundo se estaba "aplano", y que las empresas globales dominarían pronto la economía mundial sin restricciones por fronteras nacionales. Esas afirmaciones exageradas han sido probadas como incorrectas. Hoy, las llamadas a una retirada masiva de la globalización en respuesta a las nuevas presiones proteccionistas también son una reacción exagerada. A pesar de que algo del optimismo sobre la globalización ha dado paso al pesimismo, sobre todo en los Estados Unidos, la globalización no ha experimentado una reversión significativa. Incluso si esto ocurriera, sería un error hablar sobre el fin de la globalización; el botón de "rebobinar" en una grabadora no debe confundirse con el botón de "apagar".
En lugar de una retirada total o una dependencia excesiva de la localización, las empresas deben centrarse en las estrategias de globalización que todavía son efectivas y seguirán siéndolo en el futuro. Los tiempos turbulentos actuales requieren una revisión más matizada de las estrategias, las estructuras organizativas y los enfoques de compromiso social de las multinacionales. Examinar el papel de las multinacionales en este mundo complejo revela que, aunque la globalización ha sufrido ciertos reveses, las oportunidades siguen siendo vastas y están a disposición de las empresas dispuestas a adaptarse y evolucionar.
¿Por qué es fundamental la industria para la defensa y la economía global?
La industria juega un papel crucial en la defensa, ya que produce bienes esenciales como los uniformes militares. Esta perspectiva, sin embargo, ha sido llevada al extremo en muchos debates económicos. En lugar de garantizar la preservación de ciertas industrias clave, algunos optan por acumular existencias de productos, lo que se considera una opción más barata para preservar suministros en caso de emergencia. Pero, si una industria se considera verdaderamente esencial, el reto es cómo preservarla de la manera más eficaz.
La respuesta económica tradicional ante esta cuestión es a través de subsidios, y no mediante aranceles o controles de importación. Los subsidios no incrementan los precios, no perjudican a los consumidores ni elevan los costos para los usuarios. Sin embargo, existen precedentes preocupantes: los subsidios, en ocasiones, pueden descontrolarse y afectar negativamente los presupuestos nacionales. Esto ha llevado a la discusión sobre qué industrias deberían considerarse esenciales para la economía de un país. La necesidad de una industria nacional de aviones o de computadoras, por ejemplo, podría parecer innecesaria si se pueden adquirir productos más baratos de proveedores extranjeros. Sin embargo, hay una posible justificación: si la desaparición de estas industrias locales resultara en la creación de un monopolio mundial, que posteriormente elevara los precios a niveles desproporcionados, podría justificarse la implementación de subsidios para preservar algo de competencia. No obstante, este es un caso especial y algo especulativo.
La argumentación sobre el apoyo a las nuevas industrias, especialmente las de alta tecnología, se basa en la necesidad de asistirlas durante su periodo de aprendizaje, en el que aún no pueden competir con empresas extranjeras ya consolidadas. Esta variante de la teoría de la industria naciente se justifica también por los beneficios externos, como los avances tecnológicos que pueden derivarse de la inversión en ciertos sectores. Sin embargo, esta perspectiva enfrenta críticas, sobre todo, por implicar una falla en el mercado de capitales. Si una industria no puede atraer suficiente inversión para superar este período de aprendizaje, eso indica que los inversionistas no están convencidos de su capacidad para ofrecer un retorno competitivo. A pesar de que los errores en el mercado de capitales pueden ocurrir debido a información errónea o insuficiente, el papel de los gobiernos, cuyo juicio económico puede verse influido por consideraciones políticas, no es menos propenso a equivocarse.
En cuanto a las economías externas, es cierto que los gobiernos, cuando están bien informados y actúan en beneficio público de forma desinteresada, pueden ser más efectivos que los mercados en cuanto a la captura de externalidades genuinas, aquellas que los precios de mercado no logran reflejar.
En los últimos años, algunos países industriales han utilizado la amenaza de aplicar protecciones comerciales como una palanca para abrir los mercados de otras naciones. A primera vista, esta estrategia parece inofensiva, pues abre mercados en lugar de cerrarlos mediante la protección. Sin embargo, es otro paso hacia el comercio gestionado, un camino que reduce la transparencia y el principio de reglas comunes que gobiernan el comercio internacional. A pesar de que cada acuerdo bilateral pueda parecer insignificante, estos acuerdos pueden derivar en acciones políticas adicionales que erosionan el sistema de reglas comerciales de organizaciones como el GATT. A veces, estas tácticas pueden volverse en contra de los propios intereses de los países involucrados, como ocurrió con el acuerdo de semiconductores entre Estados Unidos y Japón, que terminó perjudicando a las empresas estadounidenses en lugar de beneficiarlas.
Por otro lado, el concepto de "comercio justo" ha ganado terreno en muchas naciones industrializadas, como alternativa al comercio libre. Las prácticas de comercio desleal suelen referirse a barreras no arancelarias, subsidios gubernamentales a la exportación o prácticas como el "dumping", que consiste en vender productos en mercados internacionales a precios inferiores a los del mercado local. Las demandas para que el comercio se realice en un "campo de juego nivelado" a veces van más allá de estas prácticas y atacan la base misma de las diferencias comerciales, como la ventaja comparativa. Por ejemplo, los defensores de proteger la industria textil estadounidense suelen argumentar que la competencia de países con bajos estándares de vida y casi nulas protecciones laborales amenaza no solo los niveles de vida nacionales, sino también los empleos para trabajadores poco cualificados. No obstante, proteger la producción local en este sector solo preservará puestos de trabajo en la industria textil a costa de perder empleos en otros sectores de la economía, además de dificultar que los trabajadores de países en desarrollo logren mejorar sus condiciones de vida.
La oferta de protección está determinada por una combinación de factores tanto nacionales como internacionales. Los gobiernos se ven presionados por la influencia de los grupos de interés económicos, tanto a favor como en contra de las medidas proteccionistas. A un lado están las industrias que compiten con las importaciones, que se ven perjudicadas por la competencia extranjera; al otro, los consumidores y los sectores que dependen de los productos importados. Los opositores a la protección, en muchas ocasiones, no logran organizar una lobby efectiva debido a que los costos de protección son difusos y no se perciben como tan perjudiciales para la opinión pública, mientras que los beneficios directos, como la preservación de empleos, son fácilmente comprensibles y atractivos.
Los factores internacionales también juegan un papel importante, sobre todo la posibilidad de represalias. Los países desarrollados, como Estados Unidos y la Comunidad Europea, a menudo recurren a la amenaza de represalias para atacar barreras comerciales. Sin embargo, muchos países en desarrollo enfrentan mayores dificultades para replicar este tipo de represalias debido a la naturaleza de sus economías, que importan principalmente insumos necesarios para su propia producción. Esto limita su capacidad de influir en las decisiones de países desarrollados y explica en parte las restricciones bilaterales que enfrentan en sectores como textiles, agricultura y productos de cuero.
¿Cómo impactan las guerras comerciales en la economía global?
A lo largo de la historia de los Estados Unidos, las políticas comerciales siempre han sido un tema de gran controversia. La relación de Estados Unidos con el libre comercio, que se remonta a los orígenes de su economía, ha estado marcada por un constante tira y afloja entre el proteccionismo y la liberalización. En su búsqueda por proteger la industria nacional y mejorar su balanza comercial, el país ha recurrido en diversas ocasiones a las tarifas arancelarias, las cuales se imponen sobre productos importados con la intención de hacerlos menos competitivos frente a los producidos internamente.
En el contexto moderno, las guerras comerciales más recientes, especialmente la iniciada bajo la presidencia de Donald Trump, representan una escalada significativa en la historia de los aranceles. Estas medidas, implementadas con el objetivo de reducir el déficit comercial de EE. UU., no solo han tenido efectos sobre los flujos comerciales, sino que también han generado consecuencias amplias en la economía global. En particular, la guerra comercial entre Estados Unidos y China, una de las mayores economías del mundo, ha resaltado las tensiones inherentes al proteccionismo en un mundo interdependiente. Las tarifas impuestas por Trump fueron justificadas bajo la premisa de que la política comercial de China, considerada desleal, estaba dañando la competitividad estadounidense.
El impacto inmediato de estas tarifas fue la alteración de cadenas de suministro globales y el aumento de precios de bienes de consumo, afectando tanto a productores como a consumidores. Sin embargo, algunos analistas argumentaron que, contrariamente a las expectativas, las tarifas en algunos casos estaban cumpliendo su propósito de reequilibrar ciertas industrias, principalmente la manufacturera. Los datos muestran que las tarifas impuestas a China no necesariamente redujeron el déficit comercial estadounidense con ese país, pero sí afectaron la competitividad de las empresas estadounidenses, que tuvieron que enfrentar costos más altos.
Una de las implicaciones más significativas de las políticas comerciales proteccionistas es la manera en que afectan a los países en desarrollo. Mientras que algunas economías emergentes, como la de México, pueden beneficiarse de los desvíos comerciales causados por las tarifas a productos chinos, muchas otras naciones ven cómo sus economías se ven lastradas por las tensiones comerciales entre grandes potencias. A nivel global, el efecto de las guerras comerciales contribuye a la ralentización del crecimiento económico, como lo ha señalado el Fondo Monetario Internacional en sus informes sobre la desaceleración del comercio mundial.
Por otro lado, el retorno al proteccionismo podría afectar la innovación y la competitividad. El libre comercio ha sido históricamente un motor importante para la innovación tecnológica y la mejora de los estándares de vida, ya que al reducir las barreras comerciales, se incrementa la competencia, lo que obliga a las empresas a innovar constantemente. Sin embargo, las tarifas pueden frenar este impulso, al menos a corto plazo, al proteger a empresas menos eficientes de la competencia extranjera.
No hay que olvidar el papel crucial de las organizaciones internacionales, como la Organización Mundial del Comercio (OMC), que juega un rol clave en la resolución de disputas comerciales. A pesar de su capacidad de arbitraje, las decisiones tomadas por estos organismos a menudo no logran frenar las políticas unilaterales adoptadas por los países más poderosos, lo que genera una tensión constante en el sistema comercial global.
La política comercial de los Estados Unidos ha experimentado cambios sustanciales en las últimas décadas. Si bien el país ha sido un firme defensor del libre comercio en gran parte del siglo XX, las últimas administraciones, especialmente la de Trump, marcaron un giro hacia una postura más proteccionista. Sin embargo, este cambio no está exento de controversia, ya que las tarifas y otras barreras comerciales no siempre consiguen los resultados deseados. En muchos casos, estos conflictos comerciales han mostrado que la interdependencia económica global es más compleja de lo que parecía en los años anteriores.
En cuanto a la relación entre las tarifas y el empleo, la teoría tradicional sostiene que el libre comercio genera un entorno más favorable para la creación de trabajos, al incentivar la expansión de mercados y la especialización en productos en los que cada país tiene una ventaja comparativa. Sin embargo, las políticas proteccionistas pueden tener efectos negativos en el empleo a largo plazo, ya que los aumentos en los costos de producción pueden llevar a una mayor inestabilidad en las empresas y la pérdida de puestos de trabajo en sectores menos competitivos. Los trabajadores que dependen de la exportación o de la manufactura se ven especialmente vulnerables.
Por último, es crucial considerar que las guerras comerciales, más allá de sus efectos inmediatos sobre las tarifas y el comercio, pueden cambiar de manera profunda la naturaleza de las relaciones internacionales. En la era de la globalización, las decisiones económicas se toman no solo por gobiernos, sino por corporaciones multinacionales y mercados globales interconectados. Las políticas comerciales unilaterales pueden generar conflictos no solo entre países, sino también dentro de ellos, ya que diferentes sectores económicos pueden experimentar efectos distintos según su exposición al comercio exterior.

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