En la morfología, se comprende que las palabras no se componen de manera aleatoria, sino que están organizadas de acuerdo a ciertas reglas estructurales. Por ejemplo, el sufijo {im} se adjunta a adjetivos como polite para formar impolite, una palabra que sigue siendo un adjetivo. Sin embargo, cuando el sufijo {ness} se adjunta a impolite, la palabra cambia de categoría gramatical y pasa a ser un sustantivo: impoliteness. Esta estructura refleja el orden lineal y jerárquico que existe en la morfología, es decir, cómo un componente morfológico se une con otro para crear una palabra de un tipo diferente. Los diagramas de árboles, como el que se muestra en la Figura 3.4, permiten visualizar de manera clara este proceso de formación de palabras.
En cuanto a los errores comunes que los niños cometen al aprender un idioma, como el uso de goed en lugar de went en inglés, o foots en lugar de feet, no son errores, sino un reflejo de las reglas morfológicas que aún no se han ajustado completamente. Los niños no cometen estos errores porque no entiendan el idioma, sino porque su gramática interna aún no ha alcanzado la complejidad de la gramática adulta. Cuando un niño produce una forma como goed, está aplicando una regla que ha internalizado: agregar el sufijo {ed} a los verbos para formar el pasado. Al principio, los niños tienden a aplicar reglas generales sin tener en cuenta las excepciones, lo que lleva a la creación de formas irregulares como comed en lugar de came o hitted en lugar de hit. Con el tiempo, los niños aprenden a ajustar sus hipótesis y a manejar las excepciones de manera adecuada.
El proceso que sigue un niño para llegar a usar correctamente el sistema morfológico de su lengua es fascinante. Por ejemplo, los niños angloparlantes aprenden a usar el sufijo {ed} para formar el pasado de los verbos, pero inicialmente lo aplican de manera indiscriminada a todos los verbos, incluidas las formas irregulares. Con el tiempo, esta regla se ajusta y los niños comienzan a usar came en lugar de comed, y went en lugar de goed. Este mismo tipo de proceso ocurre en otros idiomas, aunque las reglas y los morfemas pueden variar. En italiano, por ejemplo, los niños aprenden a usar el género gramatical y a conjugar los verbos en varios tiempos y personas mucho antes de cumplir los dos años. Así, los niños italianos aprenden que "io parlo" significa "yo hablo", mientras que "tu parli" es "tú hablas", y "noi parliamo" es "nosotros hablamos". Este sistema morfológico es más complejo que el inglés, y por ello, los niños italianos deben aprender una mayor cantidad de formas verbales.
Lo más asombroso de este proceso es que los niños son capaces de aprender estas reglas sin que se les enseñen explícitamente. A través de la interacción con su entorno, los niños desarrollan una comprensión intuitiva de las reglas gramaticales, aplicándolas a medida que crecen. En su camino hacia la competencia lingüística, los niños también experimentan un período de sobregeneralización, utilizando palabras de manera más amplia de lo que los adultos harían. Por ejemplo, un niño puede llamar doggie a cualquier animal de cuatro patas o ball a cualquier objeto redondo. Este fenómeno desaparece a medida que el niño aprende más palabras y ajusta sus conceptos a las definiciones más precisas del adulto.
Es importante entender que el proceso de aprendizaje de la morfología no solo implica la adquisición de palabras, sino también la comprensión profunda de las relaciones entre los elementos lingüísticos. Los niños no solo aprenden palabras como unidades independientes, sino que también aprenden cómo se componen esas palabras, reconociendo los morfemas que las componen. En este sentido, el proceso de adquisición de la lengua es tanto cognitivo como social. La interacción con los demás y el uso constante de la lengua son cruciales para el desarrollo de una gramática interna que se asemeje a la de los adultos.
Además de las reglas morfológicas, los niños también desarrollan una comprensión de la flexión de las palabras, es decir, cómo los morfemas se combinan para expresar diferentes significados o categorías gramaticales. Por ejemplo, en los sustantivos, la morfología de número (singular/plural) o de posesión (como en "el libro de Juan") es fundamental para la comprensión de las relaciones entre los elementos de una oración. En los verbos, la conjugación para expresar tiempos, modos, y personas es esencial para la comunicación precisa.
De esta manera, a medida que los niños aprenden su lengua materna, no solo van incorporando palabras a su vocabulario, sino que también están desarrollando una comprensión cada vez más compleja de cómo esas palabras se estructuran y se combinan para formar frases y oraciones con significados específicos.
¿Cómo aprenden los niños su lengua materna?
El proceso de adquisición del lenguaje en los niños es un fenómeno complejo y fascinante que ha desconcertado a lingüistas, psicólogos y educadores durante siglos. A pesar de la creencia común de que los niños aprenden su lengua materna gracias a la enseñanza explícita de los adultos, la realidad es que la adquisición del lenguaje ocurre en gran medida de manera inconsciente y sin la necesidad de instrucción formal. Este proceso, denominado adquisición de la primera lengua o L1, no depende de clases, tareas o ejercicios repetitivos, y sin embargo, a la edad de cinco años, antes de ingresar a la escuela, los niños ya han dominado un sistema gramatical complejo y son capaces de combinar unidades lingüísticas para crear significado.
Desde un punto de vista lingüístico, se argumenta que los niños poseen una predisposición innata para aprender el lenguaje, aunque la naturaleza exacta de esta predisposición sigue siendo objeto de debate. Muchos lingüistas creen que esta predisposición se debe a lo que se conoce como la Gramática Universal (GU), un conjunto de principios gramaticales que todas las lenguas comparten y que está inscrito en nuestra biología. La GU, según esta teoría, actúa como un plano genético que guía a los niños para aprender cualquier idioma sin la necesidad de conocer explícitamente todas sus reglas. A lo largo del proceso, los niños no solo adquieren sonidos, palabras y frases, sino que también internalizan estructuras gramaticales complejas, como la sintaxis y la morfología.
Aunque la teoría de la Gramática Universal tiene una gran aceptación, existen también teorías que argumentan que no nacemos con un conocimiento innato de estos principios, sino con ciertas estrategias cognitivas que nos permiten deducir rápidamente el sistema subyacente del lenguaje. Estas teorías subrayan la importancia de la experiencia y el entorno en la adquisición lingüística, y sostienen que los niños pueden aprender un idioma a partir de un conjunto de datos que, a priori, parece insuficiente. Es decir, el lenguaje que los niños escuchan (o ven, en el caso de las lenguas de señas) a su alrededor está lleno de interrupciones, frases incompletas, ruidos no lingüísticos y deslices verbales, lo que hace difícil discernir las reglas subyacentes. A pesar de todo esto, los niños logran aprender rápidamente, atravesando etapas de adquisición que muestran similitudes sorprendentes, sin importar el idioma que estén aprendiendo, ya sea chino, español o lengua de señas.
El proceso de adquisición del lenguaje se desarrolla a través de una serie de etapas que, aunque pueden variar ligeramente en su duración y secuencia exacta, siguen un patrón general. En la etapa prelingüística, los niños aprenden a distinguir los sonidos del habla de otros ruidos ambientales y a reconocer los patrones de entonación de su lengua materna. A continuación, en la etapa de balbuceo (alrededor de los seis meses), los niños comienzan a producir sonidos que se asemejan a las unidades lingüísticas de su idioma, repitiendo sílabas como "dadadada". Este balbuceo es sorprendentemente similar en todas las lenguas y es una de las primeras formas de práctica en la adquisición del lenguaje.
En la siguiente etapa, denominada de una palabra, los niños empiezan a usar palabras que se refieren a personas, acciones u objetos familiares. En esta fase, palabras como "mamá" o "leche" pueden funcionar como oraciones completas: "Quiero leche". La etapa de dos palabras, que generalmente ocurre entre los 18 y 24 meses, marca el comienzo de la formación de combinaciones más complejas, como "zapato mamá", que puede expresar "ese es el zapato de mamá" o "dame el zapato de mamá". En la etapa multi-palabra (24 a 48 meses), los niños comienzan a usar frases más largas y complejas, aprendiendo a formar oraciones que incluyen negaciones, preguntas y cláusulas subordinadas.
A la edad de cinco años, los niños ya dominan los aspectos básicos de la fonología, morfología y sintaxis de su idioma, aunque aún pueden cometer errores de generalización. La rapidez con la que adquieren estas habilidades es asombrosa, y el vocabulario sigue creciendo a un ritmo impresionante: se estima que a los seis años, los niños conocen aproximadamente 8,000 palabras, cifra que aumentará a unos 17,000 para cuando tengan ocho años.
Es fundamental comprender que, en el contexto lingüístico, la competencia no se refiere a la habilidad para hablar de manera fluida o elocuente, sino a la capacidad inconsciente que tienen todos los hablantes nativos para producir y entender su lengua de manera correcta. Esta competencia es algo que poseemos de forma innata, y todos los hablantes de un idioma comparten una competencia lingüística similar. Lo que varía es el desempeño lingüístico, es decir, cómo aplicamos esa competencia en situaciones reales de comunicación.
Todo lenguaje, independientemente de su tipo, está regido por reglas que estructuran los sonidos, las palabras, las frases y las oraciones. Estas reglas no deben entenderse como las que aprendemos en la escuela sobre ortografía o gramática prescriptiva, sino como principios que gobiernan la forma en que se construyen los enunciados lingüísticos. De este modo, la estructura y las reglas son fundamentales para entender cómo se organiza cualquier idioma, y son precisamente estas reglas las que permiten que los niños, al interactuar con su entorno, sean capaces de aprender su lengua de manera rápida y eficiente, a pesar de la "pobreza de datos" en el que se encuentran.
Es crucial que los lectores comprendan que la adquisición del lenguaje no solo se limita a la simple reproducción de palabras o frases que escuchan a su alrededor, sino que implica una internalización profunda y compleja de las estructuras lingüísticas subyacentes, lo que permite a los niños generar y comprender oraciones que nunca han escuchado antes. A medida que los niños maduran, su conocimiento del lenguaje se expande rápidamente, permitiéndoles no solo dominar una lengua, sino también adaptarse a las nuevas complejidades que se presentan a lo largo de su vida.
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