En la obra de Shakespeare, Hamlet, el encuentro con la muerte no se limita a un simple suceso físico, sino que se transforma en un encuentro con lo efímero, lo inevitable y lo que está más allá de la vida misma. Este tema, que se introduce y se desarrolla a lo largo de la tragedia, alcanza su momento culminante en el célebre diálogo entre Hamlet y el primer sepulturero. La escena, cargada de simbolismo, no solo nos invita a reflexionar sobre el destino final de los seres humanos, sino que nos recuerda la fugacidad de la vida y la ironía de la muerte, que en muchas ocasiones llega sin aviso y con una indiferencia que trasciende las emociones humanas.
La aparición del cráneo de Yorick, el bufón de la corte, desencadena en Hamlet una reflexión profunda sobre la naturaleza de la existencia. "Alas, pobre Yorick", dice Hamlet, mientras sostiene el cráneo, "yo le conocía, Horacio, un hombre de infinita jocosidad." En este instante, Hamlet se ve confrontado no solo con la muerte de un individuo, sino con la muerte misma como un proceso irreversible que afecta por igual a reyes, bufones, nobles y plebeyos. La conciencia de la finitud humana se muestra aquí de una forma tan visceral que la comedia del pasado se convierte en tragedia en la mente de Hamlet.
Este encuentro con la muerte pone en evidencia la absurda igualdad de todos ante el destino final. La muerte borra las distinciones sociales y, de hecho, el bufón, que fue una figura de entretenimiento y desprecio en vida, se convierte en el objeto de la reflexión filosófica más seria de Hamlet. Esta confrontación con la mortalidad sirve también para destacar la futilidad de las preocupaciones humanas, especialmente aquellas que se centran en el poder, la venganza o la vanidad personal. En este sentido, la obra trasciende el simple drama familiar para plantear una cuestión más profunda sobre la existencia.
La pregunta sobre qué ocurre con el alma después de la muerte también aparece a lo largo de la obra. Hamlet se pregunta si aquellos que han muerto en circunstancias violentas, como su padre, encontrarán paz o si permanecerán atrapados en un estado de sufrimiento eterno. Esto refleja una duda universal sobre el más allá, que no tiene respuestas claras, pero que se convierte en una preocupación fundamental para los personajes.
El hecho de que Hamlet sea testigo de la muerte de su madre, su padre, su amada Ofelia, y finalmente su propia caída, refleja la inevitabilidad de la muerte en todos los ámbitos de la vida humana. La escena final del duelo entre Hamlet y Laertes, que culmina en la muerte de ambos, es el último recordatorio de que la venganza, el odio y la lucha por el poder solo llevan al mismo fin: la muerte.
Este tema se enriquece al explorar cómo los personajes lidian con la muerte de maneras distintas. Mientras Hamlet se encuentra en un estado de parálisis mental y existencial, incapaz de tomar decisiones claras sobre su vida, Laertes, en su desesperación, busca venganza sin medir las consecuencias. Gertrudis, por otro lado, parece aceptar la muerte de manera más resignada, sin la misma carga filosófica que Hamlet. Es en esta multiplicidad de enfoques hacia la muerte donde la obra encuentra su profundidad.
Al considerar el impacto de la muerte, no solo como una tragedia personal, sino como un fenómeno que afecta a todos sin distinción, Hamlet se convierte en una reflexión sobre lo que realmente importa en la vida humana. La obra invita a los lectores a cuestionarse sobre la validez de nuestras preocupaciones cotidianas y la verdadera naturaleza de la existencia. ¿De qué sirve vivir si, al final, todos terminamos bajo la misma tierra? Esta interrogante, que Shakespeare plantea a través de su protagonista, resuena con todos nosotros, independientemente del tiempo o el contexto histórico.
A medida que la tragedia de Hamlet llega a su fin, lo que predomina es la comprensión de que la muerte no es solo un final, sino una constante que define toda la existencia humana. A lo largo de la obra, Hamlet pasa de la desesperación a la aceptación de esta verdad universal, una transición que culmina en su muerte. Sin embargo, su caída no es un fracaso, sino un recordatorio de la lucha interna que todos enfrentamos frente a lo ineludible. En última instancia, la muerte, lejos de ser una figura que aniquila, se revela como el principio de una reflexión más profunda sobre lo que significa ser humano.
¿Cómo transforman las pantallas interactivas nuestra percepción del mundo digital?
Las pantallas interactivas no son simplemente superficies en las que observamos contenido. Son, cada vez más, el punto de encuentro entre lo físico y lo digital, donde el espectador no solo observa, sino que también interactúa. Estas pantallas se convierten en espejos digitales, en donde la imagen reflejada puede ser modificada, amplificada, o incluso distorsionada, creando experiencias únicas que fusionan la tecnología con la percepción humana.
El caso de la instalación "Vitrine" de Baggar y Yoram Mesuere es un ejemplo claro de cómo las interfaces digitales pueden transformar la manera en que interactuamos con el mundo. Este tipo de instalaciones, aunque basadas en tecnología avanzada, logran mantener una conexión profunda con lo físico y lo humano. Las pantallas de gran formato permiten que los cuerpos de los espectadores se reflejen en ellas, pero no de una manera pasiva. En lugar de solo mostrar una imagen, la pantalla responde a la proximidad, el movimiento y las gesticulaciones de los individuos. Es como un espejo, pero con un poder transformador: el espectador puede convertirse en un protagonista activo de la experiencia, alterando y redibujando su reflejo.
Por ejemplo, la obra "You Fade to Light" de Random International explora una forma de espejo digital que utiliza una cámara para rastrear los movimientos del espectador. A través de una cuadrícula de LEDs y un sistema de seguimiento de movimiento, la imagen del espectador no solo es reflejada, sino modificada en tiempo real, creando transformaciones visuales que pueden ir desde simples distorsiones hasta la adición de elementos como ropa digital o máscaras. Este tipo de interacción despierta en el espectador una sensación de maravilla, similar al efecto que provoca el famoso "Alicia en el País de las Maravillas", cuando se ve a uno mismo de una manera completamente diferente gracias a la intervención de la tecnología.
De manera similar, la instalación "Interactive Portfolio Table" de Moving Brands aplicada en la London College of Fashion explora la interacción a una escala más pequeña y centrada. En este caso, el uso de una superficie de mesa sensible al tacto permite que las postales de los estudiantes, cada una con un marcador único, se conviertan en puntos de activación para proyectar imágenes de los portafolios digitales. La capacidad de interactuar con estas imágenes simplemente moviendo las postales sobre la mesa hace que la experiencia no solo sea visual, sino táctil y física. Esta fusión de lo físico con lo digital permite una experiencia mucho más inmersiva e intuitiva, transformando lo que en principio es un objeto común, como una postal impresa, en un canal para una exploración más profunda de contenido multimedia.
Las pantallas pequeñas, por su parte, juegan un papel esencial en la transformación de la experiencia visual cotidiana. Si bien a menudo se utilizan para propósitos más limitados, su potencial no debe subestimarse. En algunos proyectos interactivos, como aquellos que exploran la tecnología de "visión por computadora" o "computer vision", estas pantallas pueden servir como la interfaz entre el espectador y la máquina, procesando datos visuales en tiempo real y respondiendo a movimientos, gestos o incluso patrones faciales.
El uso de cámaras en combinación con algoritmos que reconocen y procesan imágenes visuales ha dado lugar a una nueva manera de ver el mundo. Una de las aplicaciones más fascinantes de esto es el análisis del color y la reorganización de las imágenes basadas en sus valores tonales. A través de programas como Pixel Data, de Matthieu Savary, las imágenes tomadas con teléfonos inteligentes pueden ser transformadas en representaciones abstractas al manipular los valores de color de manera matemática. De esta forma, el espectador no solo ve la imagen original, sino que tiene la oportunidad de interpretarla de nuevas maneras, desafiando las percepciones convencionales de lo que se considera una "fotografía correcta".
Lo interesante de estos avances es que permiten una reconfiguración total de cómo interactuamos con el contenido visual. La visión por computadora y las pantallas interactivas tienen el poder de abrir nuevas posibilidades para artistas, diseñadores y creativos. Al involucrar al espectador de manera activa, estas tecnologías no solo amplían las formas en que podemos ver el mundo, sino que también nos invitan a replantear la relación entre la máquina y el humano. Esta integración de lo físico con lo digital está reescribiendo las reglas de la interacción, haciendo que la tecnología sea no solo una herramienta, sino una parte integral de la experiencia humana misma.
Además, es fundamental entender que la combinación de lo físico y lo digital no es solo un fenómeno de exhibición o entretenimiento. En muchos casos, estas instalaciones interactivas son también una manera de cuestionar nuestra relación con la tecnología, la privacidad y el control de los datos. A medida que las máquinas se vuelven más sensibles y capaces de "ver" y procesar nuestras acciones y movimientos, surgen nuevas interrogantes sobre los límites entre lo que es privado y lo que es accesible para la máquina. Al mismo tiempo, este tipo de experiencias abren la puerta a un nuevo tipo de interacción: no más una interacción pasiva entre el usuario y la pantalla, sino una interacción en la que el espectador es co-creador de la experiencia.

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