En el análisis del apoyo de Donald Trump, uno de los puntos clave es comprender la relación entre la identidad racial, el nacionalismo y las actitudes hacia la inmigración. Aunque muchos analistas señalan que el éxito de Trump se debe, en parte, al resentimiento racial, es fundamental abordar cómo sus seguidores pueden creer que no están motivados por el racismo, a pesar de las evidentes tensiones raciales en sus discursos y políticas. No se trata de excusar el comportamiento racista, sino de entender por qué estos individuos no lo perciben de esa manera y cómo sus creencias sobre la seguridad y la identidad nacional influyen en su visión del mundo.

El fenómeno es complejo y está ligado a una definición más estricta de lo que significa ser "insider" (miembro del grupo) frente a "outsider" (extranjero o forastero). Para muchos seguidores de Trump, la lealtad a un grupo definido de "insiders" —aquellos que cumplen con las normas y valores tradicionales de la nación— es lo que define su identidad. Esto no significa que rechacen a todos los que no son de su grupo; más bien, creen que aquellos que no pertenecen a su círculo deben demostrar su valía, su disposición a contribuir a la seguridad y el bienestar de ese grupo. Este punto de vista está relacionado con la creencia de que, para que un país sea seguro y cohesivo, debe existir homogeneidad cultural, social y étnica. La diversidad, desde esta perspectiva, se ve como una amenaza a la unidad y a la fortaleza de los "insiders".

Una de las razones por las que los seguidores de Trump no se ven como racistas radica en su enfoque securitario. Para ellos, el racismo no necesariamente se define por el trato desigual hacia los grupos raciales o étnicos en términos generales, sino por la capacidad de estos grupos de fortalecer o debilitar la seguridad del país. Si una persona o grupo no demuestra estar comprometido con la protección y el fortalecimiento de la nación, no se les considera parte del grupo de "insiders" y, por lo tanto, son percibidos como una amenaza. En esta lógica, los inmigrantes, refugiados o miembros de minorías deben "probar" que son leales y útiles al país antes de ser aceptados.

Esto lleva a una interpretación de la política de inmigración y la seguridad nacional que puede parecer xenófoba o incluso racista desde una perspectiva externa, pero que los seguidores de Trump consideran una cuestión de sentido común. Ellos argumentan que no se trata de discriminar, sino de proteger lo que consideran la "identidad nacional" frente a las amenazas externas. En este sentido, el racismo no se ve como el principal motor de sus actitudes, sino más bien como una cuestión de mantener la integridad y la cohesión del grupo de "insiders".

Los experimentos psicológicos también han mostrado que los seguidores de Trump reaccionan de manera diferente dependiendo de quién les pida apoyo. Un estudio de psicólogos políticos reveló que los seguidores de Trump eran más reacios a apoyar políticas de asistencia social cuando la solicitud venía de una persona negra, pero mostraban una actitud más abierta si la solicitud provenía de una persona blanca. Este comportamiento se interpreta como un claro indicio de prejuicio racial por parte de los seguidores de Trump, pero para ellos, esta diferencia en las actitudes refleja la influencia de las divisiones entre "insiders" y "outsiders". Para los seguidores de Trump, los "outsiders", independientemente de su raza, son percibidos como una amenaza a la seguridad y estabilidad del grupo dominante.

En este contexto, el racismo y la xenofobia se redefinen no solo como prejuicios hacia las minorías, sino también como una forma de proteger a los "insiders" de lo que perciben como una invasión cultural o social. La defensa del país se convierte en el principal objetivo, y cualquier política que promueva la inclusión o la diversidad es vista como un riesgo para esa defensa.

Es importante entender que, desde la perspectiva de los seguidores más fervientes de Trump, estas actitudes no se consideran racismo, sino una estrategia necesaria para proteger su forma de vida, que consideran amenazada por las influencias externas. Para ellos, la idea de una nación fuerte y unificada requiere límites claros, y la seguridad de los "insiders" es la máxima prioridad. El problema con la "diversidad", según este punto de vista, es que diluye la cohesión de los "insiders" y debilita la nación.

Este enfoque también está relacionado con la idea de que la nación debe anteponer sus propios intereses frente a los de otras naciones. En discursos como el del presidente Trump en la Asamblea General de la ONU en 2019, quedó claro que la postura de su base es la de un nacionalismo estrecho que pone la soberanía y la seguridad nacional por encima de la cooperación internacional. Esta visión implica que los países deben ocuparse de sus propios problemas y no esperar ayuda externa, especialmente en términos de inmigración o asistencia.

El nacionalismo securitario se basa en la creencia de que la seguridad de la nación depende de la exclusión de aquellos que no han demostrado su lealtad. En este sentido, no se trata de un racismo "tradicional", sino de una visión del mundo en la que las prioridades de los "insiders" —aquellos que ya están establecidos en la nación— deben prevalecer sobre las de los "outsiders". El miedo a perder esta cohesión social es lo que impulsa las políticas restrictivas y la desconfianza hacia los que vienen de fuera.

¿Qué impulsa a los seguidores más fervientes de Trump?

Los seguidores más comprometidos de Trump se distinguen por su visión particular sobre la autoridad y la seguridad, factores que se deben comprender más allá de las explicaciones comunes sobre motivaciones económicas o emocionales. En términos de amenaza, los seguidores de Trump se sienten más amenazados por elementos externos como inmigrantes, terroristas, criminales y potencias extranjeras, así como aquellos que apoyan a estos grupos, especialmente los liberales y el gobierno, al que consideran parte de un "estado profundo". Este enfoque está claramente delimitado; su percepción de la amenaza se centra en factores externos más que en problemas internos como la desigualdad de ingresos o el acceso a la salud, cuestiones que preocupan más a los liberales.

Sin embargo, aunque los seguidores de Trump se muestran especialmente preocupados por cuestiones de seguridad, esto no significa que su apoyo a la inmigración o a la política en general esté basado exclusivamente en un sentimiento de miedo. Su rechazo a la inmigración no depende tanto de un temor visceral hacia los inmigrantes, sino más bien de la creencia de que los valores nacionales deben ser preservados frente a la influencia de factores externos. Esta postura se relaciona con una idea de seguridad que va más allá de la protección física, tocando aspectos culturales y nacionales de la identidad.

Además, los seguidores de Trump también se muestran más propensos a sostener creencias racistas, específicamente en cuanto a la noción de que los negros no reciben menos de lo que merecen, y que si desean mejorar su situación, todo lo que deben hacer es esforzarse más. Este punto se diferencia claramente de otros conservadores que no apoyan a Trump, quienes suelen ser menos inclinados a sostener tales puntos de vista. En cuanto a las mujeres, los seguidores de Trump no se apartan significativamente de otros conservadores en cuanto a actitudes de sexismo, tanto hostil como benevolente, lo que indica una postura conservadora común sobre el rol de la mujer en la sociedad.

Es importante recalcar que no se trata de presentar a los seguidores de Trump como seres despreciables ni admirables, sino de entender que sus actitudes no se reducen a explicaciones simplistas. Las convenciones actuales, que vinculaban las actitudes autoritarias con cuestiones de inseguridad económica o emociones negativas, no logran captar la complejidad de sus puntos de vista. En lugar de simplemente ser atraídos por el poder de una figura autoritaria, estos seguidores buscan figuras de autoridad que puedan garantizarles seguridad frente a las amenazas percibidas, tanto externas como internas.

El autoritarismo, tal como se conceptualiza en la actualidad, va más allá de la simple sumisión a una figura de autoridad. Implica una inclinación hacia el convencionalismo, la adhesión a las tradiciones sociales, y una disposición a tratar con hostilidad a aquellos que se perciben como enemigos del orden establecido. Sin embargo, los seguidores de Trump no se ajustan completamente a esta descripción de autoritarismo. Si bien existe un componente autoritario en su comportamiento, no buscan seguir a cualquier líder por el simple hecho de ser autoridad, sino que prefieren aquellos que prometen seguridad frente a las amenazas externas.

Un aspecto fundamental en la comprensión de este fenómeno es la distinción entre deseo de autoridad y deseo de seguridad. Las medidas tradicionales de autoritarismo a menudo confluyen estos dos conceptos, lo que dificulta el análisis preciso de las motivaciones subyacentes. En realidad, los seguidores de Trump no necesariamente desean someterse a cualquier tipo de autoridad, sino que anhelan líderes que les proporcionen seguridad contra las amenazas percibidas, garantizando así la protección de su grupo y sus valores.

Este análisis se ve respaldado por datos que muestran que la base de apoyo de Trump no se caracteriza por un autoritarismo genérico, sino por un deseo de empoderar solo a aquellas figuras de autoridad que son vistas como protectoras frente a los enemigos percibidos. En este sentido, el apoyo a Trump no debe entenderse solo como una cuestión de ideología política, sino como una respuesta a la inseguridad percibida y al deseo de preservar la identidad y la estabilidad dentro del propio grupo.

Es importante también que los lectores comprendan que la noción de "seguridad" aquí va más allá de lo físico, abarcando dimensiones culturales, económicas y sociales. Los seguidores más fervientes de Trump no solo buscan protección frente a amenazas externas, sino que también tienen un fuerte impulso por preservar el statu quo cultural y social, lo que incluye una visión del mundo que favorece a aquellos que consideran "dentro" frente a los que ven como "fuera". Esta visión también está profundamente relacionada con la forma en que perciben el orden social y la jerarquía, lo que se refleja en sus actitudes hacia el racismo, el sexismo y otros aspectos de la estructura social.