En el ámbito de la psicopatología, uno de los elementos fundamentales que define y caracteriza la naturaleza de los trastornos psicológicos es la inflexibilidad. Este término se refiere a la tendencia de las personas a adherirse a patrones de pensamiento, comportamiento y emociones que no están funcionando, esperando, a pesar de todo, un resultado diferente. Por otro lado, también puede implicar la falta de persistencia en actividades o comportamientos que podrían, en última instancia, mejorar la vida de la persona.
Para abordar este fenómeno, los investigadores han identificado seis procesos que contribuyen a esta inflexibilidad, que no solo nos mantienen atrapados, sino que nos impiden avanzar hacia una vida más satisfactoria. Estos procesos están profundamente interrelacionados, como se ilustra en el modelo hexagonal denominado “inflexahex”. A continuación, se exploran estos procesos y cómo pueden ayudarnos a entender por qué nos sentimos estancados, un sentimiento común en muchas personas que luchan con la ansiedad y otros trastornos emocionales.
El primero de estos procesos es el "Apego al Yo Conceptualizado". Muchas veces, las personas definen su identidad de forma rígida, asumiendo que su ansiedad o sufrimiento es una parte inmutable de su ser. Esta identificación con una idea fija de uno mismo, como “soy una persona ansiosa”, se convierte en una trampa. El individuo se olvida de que su ser es mucho más amplio que las limitaciones que su ansiedad parece imponerle. Cuanto más nos aferramos a una imagen rígida de nosotros mismos, más difícil es romper ese ciclo de sufrimiento.
El segundo proceso, la "Fusión Cognitiva", ocurre cuando nos identificamos demasiado con nuestros pensamientos. Si un pensamiento ansioso nos invade, es común que lo tomemos como una realidad, como algo indiscutible. Esto puede llevarnos a vivir constantemente bajo el peso de esos pensamientos, sin distanciarse de ellos para verlos como lo que realmente son: solo pensamientos, y no una representación exacta de la realidad. Esta fusión cognitiva refuerza la ansiedad, pues el pensamiento se convierte en una especie de “película mental” en la que nos vemos atrapados, ignorando que solo es una proyección en nuestra mente.
El tercer proceso, "Evitación Experiencial", está relacionado con el deseo natural de escapar de las experiencias dolorosas. La ansiedad, como todas las emociones desagradables, invita al individuo a evitar las sensaciones incómodas, lo que a su vez crea una estrategia de huida que, a largo plazo, agrava el problema. El hecho de que el cuerpo experimenta la ansiedad no significa que se trate de algo externo que deba ser eliminado; es una respuesta natural de nuestro organismo ante situaciones de estrés. La evasión constante de las emociones no solo nos impide aprender a manejar nuestra ansiedad, sino que nos limita a evitar situaciones que, al enfrentarlas, podrían ayudarnos a superar nuestros temores.
En cuarto lugar, tenemos el "Dominio del Pasado y el Futuro", que puede hacernos perder el contacto con el presente. La ansiedad suele arrastrarnos hacia el futuro, donde imaginamos posibles catástrofes, o hacia el pasado, donde revivimos momentos dolorosos. Vivir constantemente en estos dos tiempos nos priva de la capacidad de actuar en el único momento que realmente podemos cambiar: el presente. Además, cuando estamos demasiado concentrados en lo que sucedió o en lo que podría suceder, nos desconectamos de nosotros mismos y de nuestras necesidades inmediatas.
El quinto proceso, "Falta de Claridad o Contacto con los Valores", está estrechamente relacionado con la sensación de que la vida carece de propósito. Si nuestra atención se centra exclusivamente en nuestros problemas y miedos, nos resulta difícil encontrar motivación para vivir de manera plena. La vida pierde significado cuando no estamos alineados con lo que realmente valoramos. A menudo, nos dejamos llevar por las expectativas externas de otros, como las de nuestros padres o amigos, y nos olvidamos de lo que realmente importa para nosotros. Este desconcierto interno nos deja atrapados en una rutina sin satisfacción.
Finalmente, el sexto proceso, las "Acciones Inútiles", es una de las trampas más comunes en las que caemos. La gente que lucha contra la ansiedad a menudo se siente atrapada en un ciclo de intentos infructuosos de controlarla. Se hace mucho esfuerzo por eliminar la ansiedad, pero cuando las estrategias utilizadas no producen resultados, la frustración crece. A veces, el simple hecho de persistir en las mismas acciones, que no generan resultados, es lo que nos mantiene atrapados. El secreto está en entender que hacer lo mismo una y otra vez, esperando un resultado diferente, es una receta segura para el estancamiento.
Es fundamental que el proceso de sanación comience con el reconocimiento de estos patrones que nos mantienen atrapados. La toma de conciencia de estas seis áreas puede ser el primer paso hacia una vida más flexible, en la que se puedan experimentar tanto los momentos difíciles como los momentos agradables sin sentir que estamos atrapados en ellos. El reto es aprender a liberarnos de la identificación con los pensamientos y emociones que nos limitan, enfrentando la ansiedad y el dolor sin tratar de evitarlos, y reconociendo el valor de las experiencias del presente.
Lo más importante, más allá de simplemente comprender estos seis procesos, es la capacidad de empezar a aplicarlos en la vida cotidiana. Vivir de manera más flexible no significa deshacerse del dolor, sino aprender a convivir con él, aceptarlo como parte de nuestra experiencia humana y, a partir de ahí, tomar decisiones más alineadas con nuestros verdaderos valores. El cambio no ocurre de inmediato, pero cada pequeño paso hacia la conciencia de estos procesos es un avance hacia una vida más plena.
¿Cómo la Aceptación Ayuda a Romper el Ciclo de Evitación en el Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT)?
El trauma es una cuestión frecuente en el trabajo clínico, y en aquellos clientes que han vivido experiencias traumáticas, existen consideraciones especiales que deben ser tomadas en cuenta. Sin embargo, los principios fundamentales de la evitación y la aceptación siguen siendo cruciales, especialmente cuando se trata del Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT). Uno de los factores principales que perpetúa este trastorno es la constante batalla que tiene lugar entre los pensamientos, recuerdos, sentimientos y sensaciones corporales. Debido a la incomodidad que provocan estas experiencias internas, el sobreviviente del trauma tiende a evitar todo lo que le recuerde lo sucedido, lo que a menudo lleva a una vida cada vez más restringida.
Con el tiempo, esta vida limitada se convierte en una existencia centrada únicamente en la supervivencia, dejando de lado el disfrute genuino de vivir. El TEPT se ve perpetuado por la evitación. No es raro que, al intentar usar enfoques basados en la atención plena o mindfulness para distraer al cliente de sus síntomas, estos se agraven, como muestran estudios previos (Boeschen, Koss, Figuerdo y Coan, 2001; Sears & Chard, 2016). Sin embargo, el uso de la aceptación y la atención plena de manera correcta puede ayudar a los pacientes a volverse más tolerantes a la incomodidad, enfrentándose con menor temor a las experiencias desagradables que surgen.
Al disminuir el miedo hacia esas vivencias internas, la persona se vuelve más flexible y está más dispuesta a realizar actividades significativas, en lugar de limitarse a evitar todo lo que las podría desencadenar. Este proceso no es solo importante para el tratamiento del TEPT, sino también para cualquier persona que, en mayor o menor medida, se enfrente a una respuesta ansiosa frente a experiencias desagradables.
Un ejemplo personal puede ilustrar cómo se puede aplicar esta teoría en la práctica. Un día de Navidad, mientras estaba en el lago con mi hija, un incidente traumático ocurrió cuando la canoa en la que estábamos se volcó, lanzándonos al agua helada. El momento en que caímos fue angustiante, y más aún al no poder ver a mi hija después de que el barco se llenó de agua. Sin embargo, logré rescatarla y nadamos hasta la orilla, cansados y aterrados, pero finalmente a salvo.
En los días posteriores, mi hija comenzó a experimentar momentos repentinos de miedo y lágrimas, acompañados de pensamientos intrusivos sobre el incidente. En lugar de restarle importancia a sus sentimientos o intentar distraerla, la apoyé con abrazos y le aseguré que era normal tener esos pensamientos y emociones. Le expliqué que, aunque nunca olvidaría el incidente, eventualmente lo recordaría sin la carga emocional intensa que sentía en ese momento. Después de un tiempo, su relación con la experiencia cambió: dejó de temer al lago y comenzó a pensar que, quizás algún día, podría volver a salir en una balsa.
Este proceso de aceptación es esencial para romper el ciclo de evitación que caracteriza al TEPT. El cerebro humano, a través de la corteza, se resiste a recordar experiencias traumáticas, mientras que el sistema límbico, que regula las emociones, insiste en que no podemos olvidar lo vivido, ya que podría salvarnos en el futuro. Esto crea una constante lucha interna entre la mente racional y la emocional, lo que se manifiesta a través de los recuerdos intrusivos, los flashbacks y las pesadillas.
El objetivo aquí no es eliminar las emociones o los pensamientos dolorosos, sino aprender a aceptar su presencia. Un enfoque terapéutico efectivo en el tratamiento del trauma consiste en permitir que los pacientes reconozcan y se enfrenten a sus pensamientos y emociones con compasión, sin intentar suprimirlos. Esta práctica de aceptación es un ingrediente poderoso en la sanación de traumas y juega un papel crucial en la recuperación a largo plazo. Es importante que, en una sesión terapéutica, cuando un cliente se vea desencadenado por un recuerdo traumático, no se intente inmediatamente deshacerse de esos pensamientos o emociones, ya que esto solo perpetuaría la lucha interna.
La aceptación activa de las experiencias internas no significa resignarse, sino más bien desarrollar una actitud de apertura y entendimiento hacia ellas. Con el tiempo, las personas que practican la aceptación pueden aprender a vivir una vida más plena, sin verse atrapadas por sus recuerdos o emociones, sino siendo capaces de actuar de manera más libre y flexible ante las adversidades.
Es fundamental que las personas comprendan que el trauma no se supera simplemente al ignorarlo o al distraerse de él. El proceso de sanación exige un acercamiento consciente y compasivo hacia las emociones y los recuerdos, lo que permite que la persona recupere el control de su vida. Solo al dejar de luchar contra el dolor, se puede empezar a avanzar hacia una vida más auténtica y significativa, más allá del trauma.
¿Cómo liberarnos de la ansiedad al vivir en el presente?
A lo largo de la vida, desde la infancia hasta la adultez, se nos inculca una idea constante: hay que avanzar hacia la siguiente etapa para alcanzar una meta mayor. La escuela primaria, la secundaria, la universidad, la graduación, el examen de licencia, el empleo, el dinero, la casa, la familia, el ascenso y la jubilación parecen ser un recorrido lineal hacia una felicidad futura prometida, casi siempre aplazada. Sin embargo, la realidad nos muestra otra cosa. La vida no es una línea recta que lleva a un punto definitivo; es el conjunto de momentos que vivimos ahora, y ese “ahora” es lo único que verdaderamente existe.
Muchas personas, especialmente en la madurez, experimentan un despertar revelador: se dan cuenta de que han estado atrapadas en una carrera interminable, siempre anticipando un futuro que nunca llega plenamente, y que la vida ha pasado sin que realmente la hayan vivido. Esta desconexión con el presente genera una sensación de vacío y arrepentimiento, pues se desperdician no solo los grandes eventos, sino también las pequeñas alegrías cotidianas. La mente, atrapada en la preocupación por lo que sigue o en la nostalgia por el pasado, olvida habitar el momento presente.
Además, no es raro quedar prisioneros del pasado. Las vivencias, los errores, los arrepentimientos y las idealizaciones de tiempos anteriores se convierten en una carga que consume el tiempo y la energía. Vivir anclados en lo que fue o en la fantasía de “los buenos viejos tiempos” bloquea el disfrute del ahora y limita la posibilidad de crear una vida auténtica en el presente. Muchas veces, esos recuerdos idealizados omiten el sufrimiento que también existió, y la realidad se distorsiona bajo el prisma de la nostalgia.
La falta de contacto con el presente no solo afecta nuestra percepción del tiempo, sino también el conocimiento de nosotros mismos. Vivimos en una especie de piloto automático, reaccionando de forma automática a pensamientos y emociones sin ser plenamente conscientes. Esta desconexión conduce a comportamientos rígidos y poco efectivos, como cuando alguien, herido por experiencias pasadas, construye muros emocionales para protegerse, pero luego se lamenta de su soledad sin reconocer que su propio modo de actuar la perpetúa. La ausencia de autoconciencia dificulta también comprender el impacto que tenemos en quienes nos rodean, generando aislamiento y conflictos.
La práctica de la atención plena o mindfulness emerge como una vía para recuperar ese contacto perdido con el presente y con uno mismo. Mindfulness implica simplemente prestar atención: a los pensamientos, emociones y sensaciones corporales, y también al entorno externo. Este ejercicio continuo fortalece la autoconciencia y la capacidad de observarse sin juicio, lo que ayuda a soltar la lucha interna contra nuestras experiencias internas y a responder de forma flexible y ajustada a las circunstancias.
Desde la perspectiva clínica, la práctica de mindfulness se relaciona con una mayor autocompasión y una mejor gestión emocional. Reconocer los propios procesos internos en el momento en que ocurren permite tomar decisiones más acertadas y adaptativas, en lugar de reaccionar impulsivamente o aferrarse a patrones rígidos. Este contacto con la realidad presente es la única vía para cambiar, para actuar conforme a nuestros valores y para vivir plenamente.
Un ejemplo cotidiano ilustra esta tendencia a perderse en la mente: mirar el planificador o la agenda, especialmente en las primeras horas del día, puede generar una avalancha de estrés anticipatorio. Ante la lista interminable de tareas y compromisos, la mente se adelanta al futuro con preocupaciones y ansiedad, antes incluso de comenzar la jornada. Practicar la atención plena aquí significa recordar que, en ese momento, solo estamos mirando una lista. Todo lo demás sucede en nuestra mente, y no en el presente tangible.
Es fundamental comprender que la única realidad accesible es el momento presente. La flexibilidad, la creatividad y la acción consciente solo pueden darse en este instante. Aunque no siempre nos guste lo que la realidad nos presenta, enfrentarnos a ella con plena atención y autoconciencia es la mejor forma de manejar la ansiedad y construir una vida con sentido.
Es importante tener en cuenta que vivir en el presente no significa ignorar el pasado ni dejar de planificar el futuro, sino reconocer que el verdadero poder para transformar nuestra experiencia reside en la capacidad de estar conscientes y atentos ahora. Solo así podemos romper con ciclos automáticos, desarrollar un autoconocimiento profundo y encontrar una satisfacción genuina que no dependa de logros futuros ni de nostalgias pretéritas.
¿Cómo abordar la ansiedad y comenzar a actuar?
Si has lidiado con la ansiedad durante un tiempo, es probable que hayas intentado evitarla, ignorarla o rechazarla, buscando formas de huir de ella. Sin embargo, este enfoque solo brinda alivio temporal. Para comenzar a hacer un cambio real en tu vida, es esencial conocer a fondo tu ansiedad, pero no de la forma en que usualmente lo has hecho. Es necesario comprenderla en un nivel más profundo y detallado. Después de todo, ¿cómo se puede cambiar algo si no se sabe exactamente con qué se está lidiando? La ansiedad probablemente ha creado muchos problemas en tu vida, lo que ha motivado a huir de ella. No obstante, esta estrategia solo suele aumentar la lucha interna. Para provocar un verdadero cambio, debemos acercarnos a ella, entenderla y relacionarnos con ella de manera diferente. Si te acercas a tu ansiedad como lo haría un científico curioso, podrás comenzar a observarla de manera más objetiva y menos reactivamente.
La ansiedad se presenta en diferentes niveles, y cada uno tiene una manifestación particular. Imagina la ansiedad como un nivel de agua. Cuando este nivel alcanza tus oídos, cualquier pequeña ola de la vida puede parecer que te está ahogando. Sin embargo, si el nivel de ansiedad está en tus tobillos, necesitarás una ola mucho más grande para desequilibrarte.
Ansiedad de bajo nivel
Comencemos con los signos más tempranos de ansiedad, cuando esta está en un nivel bajo, metafóricamente a la altura de los tobillos. Es posible que hayas entrenado a tu mente para no notar estos pequeños indicios. Intenta prestar atención a cómo reconoces su presencia. ¿Qué situaciones, pensamientos, sentimientos o sensaciones corporales suelen desencadenarla? Cuando experimentas ansiedad de bajo nivel, ¿qué pensamientos suelen aparecer en tu mente? ¿Qué emociones o sentimientos acompañan este estado? A menudo, más allá de la ansiedad en sí, puede haber otros sentimientos sutiles. Observa también las sensaciones físicas: ¿hay tensión muscular, ardor, hormigueo o palpitaciones? ¿Cómo cambian con el tiempo?
Ansiedad de nivel medio
A continuación, exploramos la ansiedad de nivel medio, cuando la sensación alcanza tu cintura. Este nivel puede ser más difícil de ignorar, pero aún es manejable. ¿Qué situaciones o pensamientos tienden a desencadenarla? Al igual que con el nivel bajo, identifica qué emociones y sensaciones corporales están presentes. La ansiedad de nivel medio se experimenta como algo más fuerte, pero es importante no etiquetarla como un enemigo, sino como una señal que debe ser observada detenidamente. Al observarla con curiosidad, podrás diferenciar las sutiles variaciones en la intensidad de la ansiedad, reconociendo sus matices y profundizando en su comprensión.
Ansiedad de alto nivel
Finalmente, llega el nivel de ansiedad más extremo, cuando el agua metafórica alcanza el cuello. En este caso, la ansiedad puede ser tan abrumadora que parece apoderarse de tu capacidad para pensar o actuar con claridad. ¿Qué situaciones o pensamientos desencadenan este pico de ansiedad? A nivel físico, puedes sentir presión en el pecho, dificultad para respirar, o un aumento de la frecuencia cardíaca. Las emociones se vuelven intensas y difíciles de manejar, y la mente se llena de pensamientos catastróficos. Sin embargo, aquí también es útil adoptar la perspectiva de un observador curioso, tratando de identificar con precisión cada sensación y cada cambio que se experimenta.
A través de la práctica de observar estos niveles de ansiedad, serás capaz de reconocer más matices y sutilidades en tus experiencias. Es probable que, en un principio, hayas entrenado tu mente para evitar estas sensaciones, lo que genera que, cuando la ansiedad se vuelve abrumadora, te sientas atrapado. Sin embargo, al aprender a identificarla en su forma más temprana y aceptarla con compasión, serás capaz de reducir su impacto.
Acción comprometida: El siguiente paso
Cuando las personas sufren de ansiedad, a menudo se quedan atrapadas en una lucha constante con sus pensamientos y emociones, lo que les impide hacer lo que realmente importa. Pueden llegar a creer que una vez que todas sus preocupaciones y problemas desaparezcan, podrán comenzar a vivir plenamente. Pero lo cierto es que esta mentalidad lleva al estancamiento. El tiempo pasa y, a menudo, se desperdicia esperando la "momento perfecto" que nunca llega.
Los objetivos y planes de vida, por muy grandes que parezcan, solo se materializan mediante acciones concretas y cotidianas. Esta es la base de la acción comprometida, uno de los pilares de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT). A menudo nos encontramos pensando y hablando mucho sobre lo que queremos hacer, pero sin actuar. Las palabras y los pensamientos no cambian el mundo, solo lo hacen nuestras acciones.
Acción no efectiva
Cuando seguimos haciendo lo mismo y no obtenemos resultados, nos encontramos atrapados en una acción ineficaz. Es necesario liberar lo que no está funcionando y hacer algo diferente. Este concepto de "acción no efectiva" requiere un cambio de perspectiva. No se trata solo de dejar de evitar el sufrimiento, sino de hacer lo que importa a pesar de ello. Incluso si la ansiedad persiste, tomar acción es la clave para avanzar hacia lo que realmente queremos.
Es fundamental que al enfrentar la ansiedad no esperemos que se disuelva antes de actuar. La vida no será perfecta, ni el momento ideal llegará, pero puedes dar un paso hacia tus valores y metas hoy mismo, por pequeño que sea. Tomar acción, sin importar cuán pequeña sea, es lo que marca la diferencia.
Lo importante a tener en cuenta
Es importante recordar que la ansiedad no es un enemigo al que debas temer. Al aprender a identificarla y observarla sin juicio, te permitirás una mayor flexibilidad y control sobre tu vida. La acción comprometida, aunque desafiante, es el camino hacia una vida significativa, incluso cuando las emociones difíciles como la ansiedad estén presentes. La clave está en no esperar a que las condiciones sean "perfectas", sino comenzar a actuar ahora, con valentía, incluso si la ansiedad sigue siendo parte del proceso.

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