La evaluación de la función auditiva es fundamental para diagnosticar diversos tipos de pérdida auditiva, que pueden ser de naturaleza conductiva, sensorineural o mixta. Para ello, se utilizan varias pruebas que permiten determinar el grado y la localización del daño en las vías auditivas. A continuación, se analizan algunas de las pruebas más comunes en audiología.
El audiograma es considerado uno de los métodos más confiables para medir la audición, principalmente cuando se utiliza la técnica de tonos puros. Los resultados del audiograma pueden indicar diversos tipos de pérdida auditiva, como se muestra en la Figura 40.5. En los casos de pérdida auditiva conductiva en el oído izquierdo, por ejemplo, el umbral de conducción aérea se ve alterado, lo que puede reflejar una obstrucción o patología en el oído medio. En cambio, cuando se observa una pérdida auditiva sensorioneural (SNHL), el umbral de la conducción ósea se ve alterado sin anomalías en la conducción aérea. Un caso más complejo, la pérdida auditiva mixta, combina ambos tipos de deficiencia. Además, los pacientes con patología retrococlear pueden mostrar un fenómeno denominado "rollover", que es una disminución en la capacidad de reconocimiento de palabras a volúmenes elevados, sugiriendo una lesión en el nervio auditivo.
El Speech Reception Threshold (SRT) y el Word Recognition Score (WRS) son medidas frecuentemente utilizadas para evaluar la discapacidad auditiva en un entorno tranquilo, aunque no siempre reflejan con precisión la discapacidad experimentada en entornos ruidosos. La capacidad de reconocer palabras en condiciones de ruido de fondo difiere de la evaluación en silencio, lo que resalta la importancia de evaluar la audición en situaciones reales. En la actualidad, se están desarrollando nuevos protocolos de prueba que incorporan la audición en ruido, pues la cóclea procesa la información auditiva de manera diferente cuando se presenta en un entorno ruidoso.
Por otro lado, las emisiones otoacústicas (OAE) y la timpanometría son herramientas fundamentales en la evaluación auditiva. La timpanometría mide la admisión acústica del oído medio en presencia de diferentes presiones estáticas, permitiendo detectar alteraciones en la movilidad del tímpano. A través de la inserción de una sonda en el canal auditivo, se genera un cambio de presión que permite observar las respuestas del oído medio en un gráfico denominado timpanograma. Este análisis permite clasificar las condiciones en tipos A, Ad, As, B y C, dependiendo de la movilidad del tímpano y la presencia de anomalías.
Las emisiones otoacústicas (TEOAEs y DPOAEs) son sonidos de bajo nivel generados por las células ciliadas externas del oído interno, que viajan a través del oído medio y se reflejan en el canal auditivo. Estas emisiones son captadas por un micrófono miniatura colocado en el canal auditivo. Las TEOAEs se generan con estímulos transitorios como clics o ráfagas tonales, mientras que las DPOAEs se inducen mediante tonos continuos a distintas intensidades. Ambas pruebas son no invasivas, rápidas y fáciles de realizar, y se utilizan comúnmente en la evaluación de niños y adultos difíciles de manejar, como aquellos con discapacidades de aprendizaje o pérdida auditiva no orgánica.
Las emisiones otoacústicas también tienen una utilidad importante en la monitorización de la toxicidad de medicamentos ototóxicos y la pérdida auditiva inducida por ruido (NIHL). Los DPOAEs son particularmente sensibles a la pérdida auditiva en frecuencias altas, lo que los hace ideales para detectar cambios en el espectro coclear afectado por estas patologías antes que otros métodos, como el audiograma de tonos puros.
El ABR (Respuesta Auditiva del Tronco Encefálico) es otra herramienta crucial para evaluar la función del nervio auditivo y la integridad de las vías auditivas. Este test mide las respuestas eléctricas del cerebro ante estímulos auditivos y es esencial para detectar patologías retrococleares, como los schwannomas acústicos. Aunque los resultados del ABR pueden ser útiles para identificar tumores grandes (de más de 1 cm), es recomendable realizar una resonancia magnética (RMN) para evaluar a pacientes con sospecha de tumores pequeños o si los resultados del ABR se encuentran dentro de los límites normales. El ABR también se utiliza para la evaluación de umbrales auditivos en recién nacidos y niños de alto riesgo.
Es importante comprender que los resultados de estas pruebas deben ser interpretados en conjunto con otros exámenes, ya que factores como la condición del oído medio, el ruido ambiental o la movilidad del paciente pueden influir en los resultados. Los avances en la tecnología auditiva continúan expandiendo las posibilidades de diagnóstico, permitiendo la detección temprana de enfermedades auditivas y mejorando la precisión en la evaluación de los trastornos auditivos en diversas poblaciones. A medida que se perfeccionan estos métodos, se hace más evidente que la combinación de distintas pruebas permite obtener una imagen más clara y precisa del estado de la audición de cada paciente.
¿Cómo se evalúan los trastornos del equilibrio y la audición?
La integración de la información proveniente del sistema vestibular, visual y propioceptivo en el cerebro es crucial para mantener el equilibrio humano. Cualquier alteración en estas estructuras sensoriales, o en las vías que permiten la integración de esta información, puede dar lugar a un trastorno del equilibrio. Por ello, las patologías que afectan la audición y el balance suelen estar estrechamente relacionadas, ya que ambas se originan en el mismo sistema: el sistema otoneurológico.
La evaluación de un paciente con síntomas de mareo debe comenzar con una historia clínica detallada que permita identificar el origen de los trastornos. El diagnóstico debe considerar tanto la naturaleza de los síntomas (¿son episódicos o continuos?), como su evolución, y los posibles factores que puedan haber contribuido a su aparición. Además, una revisión de los sistemas cardiovascular, neurológico y musculoesquelético puede ser útil, ya que algunas condiciones de desequilibrio pueden estar relacionadas con problemas fuera del oído, como alteraciones en la circulación sanguínea o neuropatías.
En la exploración física, el examen del oído externo y la membrana timpánica es esencial para excluir causas periféricas de desequilibrio, como perforaciones del tímpano, infecciones o enfermedades como el colesteatoma o la otosclerosis. En este contexto, observar el nistagmo (movimiento involuntario de los ojos) durante maniobras de presión sobre el trágus o con la realización de la maniobra de Valsalva puede proporcionar pistas sobre la existencia de una fístula perilinfática o síndrome de deshiscencia del canal semicircular superior. Además, la respuesta a ciertos estímulos como ruidos intensos puede ayudar a diferenciar entre varios trastornos otológicos.
El examen audiológico es otro pilar importante. Los test como la audiometría de tonos puros y la timpanometría permiten detectar alteraciones en la audición que pueden estar asociadas a trastornos del equilibrio. Por ejemplo, la pérdida auditiva sensorineural en las frecuencias bajas, característica de la enfermedad de Ménière, o los cambios en los umbrales de conducción ósea en el síndrome de deshiscencia del canal semicircular superior son datos clave en el diagnóstico diferencial. Los test de Rinne y Weber, aunque básicos, también pueden proporcionar información relevante al diferenciar entre pérdida auditiva conductiva y sensorineural.
El examen de la marcha y la postura del paciente también debe ser realizado con cuidado. Observar cómo el paciente se desplaza al entrar en la consulta o al caminar por un pasillo puede ofrecer indicios sobre la causa de su desequilibrio. El test de Romberg, que evalúa la estabilidad postural del paciente con los ojos cerrados, es útil para detectar déficits vestibulares o propioceptivos. Sin embargo, su baja especificidad requiere que los resultados se interpreten junto con otros hallazgos clínicos. Pruebas adicionales como el test de Unterberger, en el que se solicita al paciente que marche en el sitio con los ojos cerrados, pueden revelar indicios de un déficit vestibular unilateral.
Al evaluar los movimientos oculares, se debe examinar la agudeza visual y realizar pruebas para detectar estrabismo o nistagmo. El sistema de control ocular, que incluye los movimientos sacádicos, la persecución suave y los movimientos optocinéticos, también debe ser evaluado para asegurarse de que no existan alteraciones que contribuyan al desequilibrio. Estos movimientos se controlan de manera sofisticada y son esenciales para mantener la estabilidad visual y, por lo tanto, el equilibrio del cuerpo.
El balance de los pacientes puede verse afectado no solo por trastornos del oído interno o del cerebro, sino también por factores no orgánicos como la ansiedad. En muchos casos, la distinción entre las causas orgánicas y no orgánicas es crucial. Además, los trastornos del equilibrio no siempre se manifiestan de manera clara y pueden confundirse con otras afecciones, lo que hace esencial un enfoque exhaustivo y multidisciplinario en el diagnóstico y tratamiento de estos pacientes.
Es fundamental recordar que el diagnóstico de un trastorno del equilibrio y la audición no solo depende de la identificación de los síntomas, sino también de la interpretación conjunta de los diferentes tests clínicos y audiológicos. La evaluación debe ser lo más completa posible para poder decidir si es necesario realizar pruebas adicionales o si el tratamiento puede iniciarse de inmediato. Las patologías otoneurológicas, en su mayoría, requieren un enfoque temprano y adecuado para evitar complicaciones a largo plazo. El manejo adecuado no solo depende de la identificación de los síntomas, sino también de un entendimiento profundo de cómo estos afectan tanto la calidad de vida del paciente como sus capacidades funcionales.
¿Cómo se trata el colesteatoma en niños?
El colesteatoma es una enfermedad del oído que se presenta con pérdida de audición, y cuando la matriz del colesteatoma se rompe tanto en la membrana timpánica como en el oído medio, o atraviesa la membrana timpánica, se comporta de la misma manera que la otitis media crónica, lo que requiere un enfoque adecuado para su diagnóstico y tratamiento. Los niños pequeños no toleran bien la microsucción ambulatoria, pues encuentran la sensación y el ruido alarmantes, y a menudo es necesario realizar un examen bajo anestesia. La microsucción cuidadosa permite una evaluación exhaustiva de la enfermedad, y la terapia antibiótica tópica mediante gotas puede hacer que el oído esté seco antes de realizar una cirugía definitiva, lo cual es apreciado por los pacientes y facilita el procedimiento, mejorando los resultados.
Es fundamental realizar una audiometría apropiada para la edad, con el fin de determinar la audición preoperatoria, lo ideal es un audiograma de tonos puros con conducción aérea y ósea enmascarada. Un gran intervalo entre la conducción aérea y ósea puede indicar discontinuidade de los huesecillos, aunque en algunos casos el colesteatoma puede puente entre los huesos erosionados y mantener una sorprendente transmisión del sonido, lo que puede empeorar después de la operación. La tomografía computarizada (TC) es obligatoria para mostrar la anatomía y el grado de neumonización, lo que influirá en el enfoque quirúrgico, y para evaluar la erosión ósea, lo que da indicaciones sobre la extensión de la enfermedad, la cual, en raros casos, puede llegar hasta el vértice petroso. Además, la TC muestra el grado de daño a las estructuras del oído medio (huesecillos, canal semicircular horizontal, tegmen y canal del nervio facial). La TC puede requerir anestesia general en niños pequeños o aquellos con retraso en su desarrollo. La resonancia magnética (RM) no utilizada por EPI (Difusión ponderada) puede tener un papel en casos donde el diagnóstico es incierto y en niños con el oído medio completamente opacificado. La fusión de las imágenes de TC y RM puede permitir una localización precisa de la enfermedad.
El tratamiento del colesteatoma consiste en la extirpación quirúrgica del colesteatoma, con el objetivo de lograr un oído “seguro”, libre de riesgos de complicaciones o recurrencia del colesteatoma, prevenir infecciones recurrentes y mejorar la audición. Las técnicas quirúrgicas para la eliminación del colesteatoma se tratan en profundidad en otros textos, pero en resumen, los colesteatomas congénitos intactos pequeños pueden eliminarse mediante timpanotomía, elevando un colgajo timpanomeatal posterior, superior o anterior según sea necesario. En algunos casos, los colesteatomas adquiridos pequeños o localizados se pueden manejar mediante cirugía permeatal utilizando un endoscopio o microscopio. En casos de colesteatoma extenso, se hace necesario acceder al mastoides para eliminar la enfermedad.
El acceso al mastoides se puede lograr ensanchando progresivamente el canal auditivo superior y posteriormente para seguir la enfermedad desde su origen, lo que se denomina cirugía “de pared del canal hacia abajo” o “cirugía de atrás hacia adelante” (anteriormente conocida como mastoidectomía radical modificada). Alternativamente, el mastoides puede ser accedido de manera independiente al canal auditivo realizando una mastoidectomía cortical o cirugía de preservación de la pared del canal, también llamada “cirugía combinada de timpanoplastia”, que puede extenderse para permitir el acceso a la enfermedad en el retrotiempo o en el ático.
En los niños, generalmente se prefiere una técnica que preserve la pared del canal, ya que la cirugía de pared del canal hacia abajo puede requerir cuidados regulares del oído (que en los niños es mal tolerada), precauciones con el agua (menos aceptables que en los adultos) y puede tener peores resultados auditivos a largo plazo. Sin embargo, una técnica de preservación de la pared del canal es más probable que necesite cirugía adicional para identificar enfermedad residual. El cirujano debe ser capaz de personalizar la cirugía según las necesidades del paciente individual, utilizando cualquiera de las técnicas de pared del canal hacia abajo o hacia arriba según lo exija la situación.
Una de las técnicas utilizadas para reducir la posibilidad de recurrencia y la enfermedad residual es la obliteración del mastoides. Este procedimiento se puede realizar en la cirugía primaria o en una cirugía posterior y puede formar parte tanto de una técnica de preservación de la pared del canal como de una técnica de pared del canal hacia abajo. La obliteración del mastoides generalmente se lleva a cabo utilizando pasta ósea, aunque también se pueden emplear materiales exógenos o, en raras ocasiones, tejido blando. El uso de tejido blando debe realizarse con cautela, ya que puede inducir adherencias a los tejidos cercanos.
La plástica de los huesecillos, o ossiculoplastia, se puede realizar durante la cirugía primaria o en una cirugía de revisión, generalmente utilizando prótesis exógenas, aunque también es posible reutilizar el yunque autólogo. Si bien la cirugía puede ser exitosa en muchos casos, la tasa de recurrencia es relativamente alta si no se extirpa completamente la enfermedad o si no se preservan adecuadamente las estructuras auditivas clave.
La resonancia magnética posterior a la cirugía es fundamental para detectar cualquier enfermedad residual, especialmente en pacientes que tienen paredes del canal intactas, mastoides obliterados o injertos de cartílago. Las imágenes deben realizarse en intervalos de hasta cinco años después de la cirugía, ya que la recurrencia del colesteatoma puede no ser fácilmente detectable a través de una simple inspección clínica.
¿Cuáles son los avances futuros en el tratamiento de la otitis crónica supurativa y sus implicaciones para las masas del cuello?
En el ámbito de la otología, los avances en el tratamiento de la otitis crónica supurativa están estrechamente relacionados con los progresos tecnológicos y los enfoques quirúrgicos innovadores. La otitis crónica supurativa es una enfermedad inflamatoria persistente que afecta al oído medio y puede tener consecuencias significativas para la audición si no se trata adecuadamente. La interrelación entre esta afección y las masas del cuello plantea un desafío diagnóstico y terapéutico, dado que las infecciones crónicas pueden extenderse a estructuras cercanas, como los ganglios linfáticos cervicales y otras estructuras del cuello, complicando el tratamiento y el pronóstico de los pacientes.
En los últimos años, se ha observado un notable desarrollo en las técnicas de mastoidectomía, particularmente en lo que respecta a su aplicación en casos de otitis crónica supurativa que afectan la región mastoidea. Los avances en las técnicas de imágenes, como la tomografía computarizada (TC) y la resonancia magnética (RM), han permitido una evaluación más precisa de las estructuras del oído medio y el cuello, lo que facilita la toma de decisiones terapéuticas más informadas. La mastoidectomía cortical, por ejemplo, ha demostrado ser un procedimiento eficaz en la erradicación de infecciones crónicas, pero se debe tener en cuenta que este tipo de cirugía puede tener implicaciones en la audición, por lo que el seguimiento postoperatorio es crucial para evaluar los resultados funcionales.
En cuanto al uso de esteroides, su administración en casos de otitis crónica supurativa y patologías asociadas, como las masas en el cuello, ha mostrado resultados positivos en el manejo de la inflamación y en la mejora de la función auditiva. Sin embargo, la elección del momento adecuado para su uso sigue siendo un tema de debate, ya que su administración temprana o excesiva podría interferir con la cicatrización natural de los tejidos y agravar las infecciones.
Por otro lado, la implementación de dispositivos híbridos en cirugía, como los implantes totalmente integrados, está ganando popularidad. Estos dispositivos no solo ayudan a mejorar la función auditiva en pacientes con pérdida auditiva significativa, sino que también pueden jugar un papel importante en la rehabilitación de pacientes con otitis crónica y complicaciones relacionadas, como la mastoiditis y las infecciones cervicales secundarias.
El enfoque hacia la cirugía de las masas del cuello, relacionadas o no con otitis crónica supurativa, ha cambiado sustancialmente con el tiempo. La intervención quirúrgica se ha convertido en una herramienta fundamental para tratar las infecciones cervicales profundas, como las abscesos de los espacios del cuello, donde las técnicas mínimamente invasivas y la intervención temprana pueden reducir el riesgo de complicaciones graves. La combinación de cirugía, antibióticos y el uso de esteroides ofrece un enfoque más integral para el tratamiento de estas patologías, pero el manejo debe ser siempre personalizado, considerando los riesgos y beneficios para cada paciente.
Además de los tratamientos quirúrgicos y farmacológicos, el manejo integral de los pacientes con otitis crónica y masas cervicales requiere un enfoque multidisciplinario. Esto incluye la colaboración entre otorrinolaringólogos, radiólogos, cirujanos de cabeza y cuello, y otros especialistas que puedan proporcionar una atención más completa. La educación del paciente sobre los signos y síntomas de complicaciones graves, como la propagación de infecciones, es esencial para prevenir resultados desfavorables.
Es fundamental también que los pacientes comprendan que, aunque los avances en los tratamientos son prometedores, la prevención sigue siendo clave. El tratamiento temprano de las infecciones del oído medio, la mejora de la higiene nasal y el manejo adecuado de condiciones subyacentes, como las rinitis crónicas, pueden disminuir significativamente el riesgo de desarrollar otitis crónica supurativa y las complicaciones asociadas en el cuello.
Por último, aunque el tratamiento de la otitis crónica supurativa y sus complicaciones sigue avanzando, el desafío de alcanzar una cura definitiva para todas las formas de esta enfermedad persiste. Los tratamientos continúan evolucionando, pero cada caso debe ser tratado de manera individualizada, teniendo en cuenta no solo la patología en sí, sino también las condiciones generales de salud del paciente y su respuesta a los tratamientos previos.
¿Cómo se desarrolla la anatomía de los senos paranasales y la nariz durante la embriogénesis?
El desarrollo de los senos paranasales comienza durante la vida embrionaria y sigue una secuencia compleja que implica la diferenciación y expansión de diversos procesos nasales. En las primeras etapas, los procesos nasales mediales y laterales de la septum nasal primitivo se osifican para formar los procesos del hueso perpendicular medial y el vómer, respectivamente. Estos procesos nasales se fusionan alrededor de la sexta semana para dar origen al primordio del tabique y del puente nasal. Es importante resaltar que las porciones anterior e inferior de estas estructuras permanecen cartilaginosas y darán lugar al tabique cartilaginoso cuadrilátero. La fusión de los aspectos dorsales de las fosas nasales origina una cavidad nasal única que estará separada de la cavidad oral por la membrana oronasal. Esta membrana se desintegra por completo, formando la coana primitiva, lo que proporciona la continuidad entre las cavidades nasal y oral.
A medida que el proceso continúa, se forman las estructuras que sustentan y mantienen la cavidad nasal. Los procesos palatinos derivados del mesénquima maxilar lateral crecen hacia la línea media, fusionándose con el tabique para separar las cavidades nasal y oral en la parte anterior. En la parte posterior, esta fusión da lugar al paladar blando, estableciendo la separación entre la nasofaringe y la cavidad oral.
En cuanto al desarrollo de los senos paranasales, es clave entender que estas cavidades aéreas no están presentes o son rudimentarias al nacer, y experimentan un crecimiento progresivo durante los primeros años de vida. El seno maxilar es el primero en desarrollarse, apareciendo como una hendidura poco profunda que se extiende a partir del infundíbulo primitivo durante el tercer mes de gestación. A medida que el proceso continúa, este seno se expande hacia el proceso maxilar, y se llena inicialmente con líquido amniótico durante el periodo prenatal. Tras el nacimiento, el seno maxilar se airea, generalmente antes de los seis meses, y su crecimiento continúa a lo largo de la infancia, alcanzando su cercanía con los dientes maxilares a medida que la dentición permanente emerge.
El seno etmoidal, por otro lado, se origina a partir de una evaginación de la pared lateral de la cavidad nasal en el tercer mes de gestación. La formación de las células etmoidales anteriores y posteriores sigue patrones específicos de crecimiento, lo que explica la variabilidad en los trayectos de drenaje funcional de estas estructuras. Las células etmoidales anteriores drenan a través del meato medio, mientras que las células posteriores lo hacen a través del meato superior. El desarrollo de los senos etmoidales es más acelerado en la infancia, alcanzando su madurez alrededor de los 12 años.
En lo que respecta al desarrollo del seno frontal, se debe señalar que este es el último de los senos paranasales en formarse. Aparece en el cuarto mes de vida fetal, pero no se desarrolla completamente hasta la adolescencia. Los senos frontales se desarrollan de los huecos ubicados entre los primeros y segundos turbinados etmoidales, y la cavidad de estos senos se expande a lo largo de los primeros años de vida, diferenciándose en los primeros 12 años.
El seno esfenoidal, por su parte, tiene una formación peculiar, ya que no se origina de la pared lateral de la cavidad nasal, sino de una evaginación posterior dentro de la cápsula nasal. El proceso de pneumatiización de este seno es detectable entre los tres y cinco años, y su expansión continúa hasta la edad de 12 años, cuando alcanza su tamaño adulto. De hecho, su crecimiento hacia áreas como el canal pterigoideo y la silla turca es una característica importante de su desarrollo.
La anatomía del seno esfenoidal es clave para comprender la relación entre los senos paranasales y las estructuras craneales, ya que este seno se encuentra en cercanía con la base del cráneo y las estructuras cerebrales. Es en la infancia cuando se hacen visibles las primeras etapas de expansión y maduración de estas cavidades nasales.
Los senos paranasales, que se encuentran a lo largo de la cavidad nasal, están revestidos de epitelio respiratorio. La cavidad nasal se divide en dos secciones, una derecha y otra izquierda, por el tabique nasal. Cada una de estas cavidades tiene una pared medial, lateral, un techo y un suelo. El techo se forma por el cartílago superior lateral y los huesos nasales, mientras que el suelo es el resultado de la fusión de los procesos horizontales de los huesos palatinos. La pared lateral de la nariz está sostenida por los cartílagos alares, los cuales tienen un papel fundamental en la estructura y soporte de las narinas.
El conocimiento detallado de los procesos de desarrollo y maduración de los senos paranasales es esencial para comprender no solo su formación, sino también cómo su crecimiento afecta la anatomía y la funcionalidad de la cavidad nasal en su conjunto. Estos senos tienen implicaciones en el drenaje nasal, la función respiratoria, y pueden estar involucrados en diversas patologías nasales. El estudio de estos procesos debe ir más allá de la simple comprensión anatómica, ya que el conocimiento de su evolución durante la embriogénesis ofrece claves para diagnosticar y tratar trastornos nasales desde la infancia.
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