El comportamiento de prevención en diversas especies, incluidos los zorros y los ratones, es una cuestión compleja y a menudo subestimada. Mientras que algunos animales responden a los peligros inmediatos de forma agresiva o sumisa, otros adoptan una postura más cautelosa, observando con atención a su entorno antes de actuar. Este comportamiento, que podría describirse como "securitario", refleja una estrategia de minimizar la vulnerabilidad y mantener el control sobre su seguridad. En el caso de los zorros de Belyaev, un grupo de animales observó a los humanos con una atención crítica, sin la impulsividad de los zorros más dóciles ni la agresividad de los más violentos. Este comportamiento no solo se limitaba a la desconfianza, sino que implicaba una evaluación constante del peligro potencial.

En este contexto, el término "securitario" no se refiere simplemente a una tendencia hacia la agresión o la sumisión, sino a una estrategia de cautela. Estos zorros, al igual que los seres humanos que se ajustan a este comportamiento, no se apresuran a involucrarse con un posible peligro, sino que adoptan una postura vigilante. Prefieren observar desde una distancia segura, evaluando cualquier señal que sugiera una amenaza antes de tomar una decisión. Esta prudencia podría parecer excesiva a aquellos que prefieren responder de inmediato a cualquier peligro, ya sea luchando o sometiéndose, pero los securitarios prefieren actuar solo cuando las circunstancias lo exigen.

El comportamiento securitario puede verse como una estrategia de adaptación frente a un entorno potencialmente peligroso, pero también como una respuesta genética profundamente arraigada. En estudios de ratones, como el de los ratones Oldfield y Deer, se ha demostrado que ciertos comportamientos, como la construcción de túneles de escape, no son solo respuestas a experiencias vividas, sino también rasgos genéticos heredados. Los ratones Oldfield, a diferencia de los Deer, construyen túneles de escape en sus madrigueras, una respuesta genética que les permite huir rápidamente de amenazas como las serpientes. Este comportamiento no está relacionado con un mayor miedo o ansiedad, sino con una predisposición genética a prepararse para los peligros potenciales. La genética, por tanto, juega un papel crucial en la forma en que los animales, y probablemente los humanos, reaccionan ante amenazas.

Este estudio sobre los ratones Oldfield y Deer revela un punto clave: no todos los comportamientos adaptativos son el resultado de experiencias pasadas o de una educación ambiental. La biología y los genes influyen poderosamente en la conducta, incluso en comportamientos tan complejos como la construcción de túneles de escape. En el caso de los humanos, aunque las experiencias de vida y el entorno social juegan un papel importante, no se puede descartar la influencia de la genética en comportamientos relacionados con la seguridad y la protección. Los humanos, al igual que los ratones, tienen predisposiciones inherentes que determinan sus respuestas frente a posibles amenazas.

En el contexto humano, las personas securitarias tienden a evitar situaciones en las que se sientan vulnerables o desprotegidas. Prefieren construir muros, tanto físicos como conceptuales, para protegerse de lo que perciben como amenazas. Esta actitud puede verse reflejada en la construcción de murallas, en la promoción de leyes que favorezcan la defensa personal, en la acumulación de recursos o en la construcción de perímetros defensivos. La respuesta de los securitarios no es ni la huida ni la confrontación directa, sino la preparación constante para minimizar la vulnerabilidad, anticipándose a las amenazas antes de que se materialicen.

En resumen, la tendencia a adoptar una postura securitaria no es simplemente el resultado de la experiencia o de las condiciones sociales. También está influenciada por la biología y la genética, que modelan nuestras reacciones frente a posibles peligros. Al igual que los ratones Oldfield, que construyen túneles de escape debido a una predisposición genética, los humanos también están predispuestos a adoptar comportamientos de protección y prevención. Estos comportamientos no siempre se basan en el miedo o en la ansiedad, sino en una estrategia evolutiva para reducir el riesgo y la vulnerabilidad.

Es importante señalar que, aunque los securitarios no son los primeros en iniciar un conflicto, tampoco se sienten cómodos en situaciones en las que no pueden prever o controlar el peligro. La clave de su comportamiento radica en la prevención, en la construcción de barreras físicas o sociales que les permitan mantener el control y la seguridad. Si bien la genética influye en estos patrones, el entorno y las experiencias de vida pueden reforzar o modificar la forma en que se manifiestan. La comprensión de estos mecanismos es esencial para entender no solo la conducta animal, sino también las dinámicas sociales y políticas en los seres humanos.

¿Por qué algunas personas creen que las mujeres son menos capaces que los hombres?

Los estudios sobre actitudes raciales y de género han revelado patrones complejos en la forma en que diferentes grupos sociales perciben a las mujeres y a las minorías. Un aspecto particularmente relevante es la creencia extendida entre ciertos sectores de la sociedad de que las mujeres son inherentemente menos capaces que los hombres. Aunque estas ideas reflejan prejuicios profundamente arraigados, no dejan de ser erróneas y deben ser cuestionadas constantemente.

En un análisis detallado sobre actitudes hacia las mujeres, se observa una clara división según la orientación política. Los resultados muestran que una parte considerable de la población sostiene la idea de que “los hombres aún tienen muchas ventajas sobre las mujeres”, particularmente en sectores más conservadores. Mientras que el 80% de los liberales están de acuerdo con esta afirmación, solo el 40% de los seguidores más fieles de Trump, considerados como "veneradores de Trump", coinciden en que los hombres tienen ventajas sociales sobre las mujeres. Este contraste destaca una de las brechas ideológicas fundamentales que separan a los liberales de los conservadores, y que también subraya las diferentes formas en las que se percibe la igualdad de género en la sociedad.

Un patrón aún más notable se presenta en la tendencia a considerar a las mujeres como seres que deben ser “protegidos” o “adorados” por los hombres. Este tipo de sexismo benevolente se ve con más frecuencia en los sectores conservadores, donde un 74% de los veneradores de Trump está de acuerdo con la afirmación de que las mujeres deben ser “protegidas y apreciadas”, mientras que solo el 34% de los liberales comparten esta opinión. Este fenómeno refleja una concepción paternalista de la feminidad, que a menudo se confunde con una forma de protección, pero que en realidad limita la autonomía y la capacidad de las mujeres para definir su propio destino.

El sexismo manifiesto, en el que se afirma que las mujeres no son tan talentosas como los hombres, es otro tema que debe ser abordado. Aunque las estadísticas muestran que solo un 20% de los conservadores más radicales están de acuerdo con esta afirmación, esta cifra sigue siendo alarmante. Sin embargo, un consenso generalizado está surgiendo entre los diferentes grupos en torno a la idea de que la noción de que las mujeres son menos capaces que los hombres es, en efecto, errónea. Este cambio en la percepción, aunque positivo, todavía no es suficiente para erradicar completamente la desigualdad de género.

En relación con las creencias más amplias sobre el papel de las mujeres en la sociedad, se observa que la posición conservadora frente a las mujeres es más rígida, mientras que los liberales muestran una mayor aceptación de la igualdad de género. Esta disparidad es relevante a la hora de analizar las políticas públicas, ya que el sexismo en forma de actitudes y estereotipos sigue influyendo en las decisiones políticas, sociales y económicas que afectan a las mujeres en el día a día.

Más allá de las estadísticas, es importante comprender que el simple hecho de reconocer que las mujeres tienen las mismas capacidades que los hombres no es suficiente para superar la desigualdad. El cambio debe implicar una transformación profunda en las estructuras sociales, políticas y culturales que siguen perpetuando la discriminación de género. Esto incluye repensar los roles tradicionales de género, revisar las políticas laborales, y cuestionar los sistemas educativos que siguen reproduciendo la idea de que hay diferencias fundamentales entre los hombres y las mujeres.

Además, el concepto de "capacidad" debe ser reexaminado en su totalidad. No se trata solo de comparar habilidades físicas o cognitivas, sino también de reconocer las diversas formas de inteligencia, creatividad y liderazgo que las mujeres aportan a todos los ámbitos de la vida. Las mujeres han demostrado en múltiples ocasiones que son igualmente capaces de liderar, innovar y generar cambios significativos, aunque la sociedad aún no reconozca de manera plena estos logros.

El esfuerzo para reducir la brecha de género no debe limitarse a cambios en las creencias individuales, sino que debe estar acompañado de un cambio estructural que garantice una representación equitativa en todos los niveles: político, económico y social. Las mujeres deben tener las mismas oportunidades para acceder a los mismos roles y beneficios que los hombres, sin enfrentarse a barreras sistemáticas que las sitúen en una posición de desventaja.