En la política estadounidense, el papel de los activistas evangélicos ha sido un tema de considerable interés, especialmente dentro del Partido Republicano. Tradicionalmente, los evangélicos han sido considerados una base de apoyo crucial para los conservadores, pero la dinámica dentro de este grupo no es tan uniforme como muchos podrían suponer. A pesar de que los activistas evangélicos se presentan generalmente como una fuerza política unificada, sus actitudes políticas, especialmente en temas como la inmigración ilegal, el islam y la moderación política, muestran variaciones que van más allá de su devoción religiosa.

En términos generales, los evangélicos comprometidos tienden a ser más conservadores que los no evangélicos, pero la relación entre la devoción religiosa y las actitudes políticas no siempre es directa. Por ejemplo, a pesar de la fuerte identificación religiosa de los evangélicos más comprometidos, su apoyo a políticas económicas conservadoras y al Tea Party no se debe exclusivamente a su devoción religiosa, sino más bien a una inclinación ideológica que caracteriza a los evangélicos como grupo. Este fenómeno se observa particularmente en sus posturas sobre el rol del gobierno y el sistema de bienestar social, donde todos los grupos de activistas republicanos son igualmente conservadores, independientemente de su nivel de compromiso religioso.

En cuanto a la inmigración ilegal, los activistas evangélicos, incluso los más comprometidos, no parecen diferir de los no evangélicos en su percepción de la amenaza que representa la inmigración ilegal para Estados Unidos. Sin embargo, cuando se trata de las actitudes hacia el islam, los activistas evangélicos comprometidos son significativamente más negativos que los no evangélicos. Esta postura se alinea con el apoyo que ciertos grupos evangélicos dieron a las políticas de Trump, como la prohibición temporal de la entrada de musulmanes al país, que se convirtió en uno de sus temas clave durante la campaña presidencial de 2016.

Un aspecto particularmente interesante de los activistas evangélicos comprometidos es su actitud hacia la política dentro del Partido Republicano. A diferencia de otros grupos, estos activistas muestran una fuerte inclinación hacia una política más purista, donde se valoran los principios ideológicos por encima de la unidad o el compromiso dentro del partido. Están menos dispuestos a aceptar compromisos intra-partidarios y favorecen una postura más firme en la defensa de sus principios ideológicos, lo que podría haber contribuido a la polarización dentro del Partido Republicano en los últimos años.

En 2016, cuando Donald Trump ganó la nominación presidencial del Partido Republicano, muchos observadores señalaron que su victoria podría indicar una disminución de la influencia de los activistas evangélicos en el partido. Esto se debía en parte a que Trump no parecía adherirse completamente a los valores conservadores tradicionales, como el apoyo al matrimonio entre personas del mismo sexo o su historial personal de divorcios. Sin embargo, a pesar de sus diferencias con la visión moral tradicional, Trump recibió un apoyo significativo de líderes evangélicos como Jerry Falwell Jr. y otros, quienes valoraron su promesa de nombrar jueces pro-vida y su compromiso con políticas como el recorte de fondos a Planned Parenthood.

Aunque la figura de Trump puede haber distado de la imagen tradicional de un candidato conservador cristiano, su éxito en la primaria republicana no fue una derrota para los activistas evangélicos, sino que reflejó un cambio en el tipo de apoyo que los evangélicos podían ofrecer. Es importante notar que Trump ganó la nominación no a pesar de los evangélicos, sino gracias a ellos. Sin embargo, su apoyo no fue homogéneo: el apoyo de los evangélicos menos comprometidos fue más fuerte que el de los más devotos, lo que sugiere una división dentro de este grupo con respecto a la política de Trump.

Una observación relevante de este fenómeno es que los activistas evangélicos que se identifican como menos devotos o que asisten menos a la iglesia, tienden a apoyar a Trump de manera más decidida que aquellos cuyo compromiso religioso es más profundo. Este patrón es claro cuando se observa el apoyo de los activistas evangélicos en las encuestas de salida de las primarias republicanas, donde Trump obtuvo un apoyo notablemente mayor entre los evangélicos de baja asistencia a la iglesia en comparación con los más devotos.

Es crucial para comprender la dinámica interna del Partido Republicano reconocer que el activismo evangélico no es un bloque monolítico. Aunque los evangélicos comprometidos continúan siendo una voz influyente dentro del partido, sus actitudes políticas son variadas y responden tanto a factores ideológicos como a dinámicas personales y sociales. Los evangélicos siguen siendo una fuerza poderosa para empujar al partido hacia una postura más conservadora, pero su apoyo a figuras como Trump y su actitud hacia temas como la inmigración y el islam demuestran que sus prioridades no se limitan únicamente a los temas culturales que tradicionalmente han dominado su agenda.

Además, el crecimiento de la influencia de los evangélicos menos comprometidos en la política republicana podría cambiar la forma en que los partidos políticos en Estados Unidos interactúan con este grupo en el futuro. La política evangélica, por tanto, parece estar evolucionando, y con ella, el paisaje político del Partido Republicano.

¿Cómo los evangélicos transformaron la coalición republicana y la política estadounidense?

Las transformaciones políticas dentro de la coalición republicana en los últimos cincuenta años figuran entre los cambios más notables en la política de los Estados Unidos. En los años 60, el 64% de los activistas republicanos provenían de tradiciones religiosas más tradicionales o de líneas principales, pero para 2008 este porcentaje había caído drásticamente al 21%. Por otro lado, los activistas evangélicos, que representaban aproximadamente el 20% de los republicanos en los años 60, alcanzaron un notable 47% en 2008, lo que los convirtió en la mayor parte del electorado republicano. Este cambio, más que un simple ajuste numérico, representa una transformación fundamental de la composición religiosa dentro del Partido Republicano.

En muchos estudios sobre las coaliciones políticas y los delegados nacionales, se observa que los movimientos evangélicos, que habían tenido un papel limitado en la política estadounidense durante la mayor parte de su historia, ganaron relevancia a partir de la segunda mitad del siglo XX. Este fenómeno es reflejo de los profundos cambios religiosos en los Estados Unidos, donde, en términos sociológicos, los grupos evangélicos resistieron los avances del secularismo y, en cambio, se unieron en una lucha contra lo que percibían como una amenaza a los valores tradicionales. En contraste, muchas denominaciones históricas, como la presbiteriana, episcopal y metodista, se inclinaron hacia una teología más progresista, que les permitió adaptarse a los avances de la ciencia y la modernidad.

Este proceso está íntimamente ligado a la llamada "guerra cultural", un conflicto entre progresistas religiosos y seculares contra los defensores del tradicionalismo religioso. Durante las décadas posteriores, el Partido Demócrata adoptó posiciones que favorecían a los progresistas religiosos y seculares, mientras que el Partido Republicano se fue alineando con los defensores de los valores tradicionales, creando una polarización aún más profunda en el espectro político estadounidense.

El ascenso de los evangélicos coincidió con un boom demográfico en sus números. Este fenómeno, descrito por autores como Putnam y Campbell, indica una polarización significativa, donde los evangélicos se encontraban en un extremo conservador, mientras que los "nones" (aquellos sin afiliación religiosa) ocupaban el otro extremo del espectro. Esta polarización también trajo consigo un mayor énfasis político en las identidades religiosas, convirtiéndolas en factores clave para la determinación de políticas dentro de los dos principales partidos.

A lo largo de la historia, el cristianismo evangélico se mostró como una de las fuerzas predominantes en la política estadounidense, influenciando no solo la religión, sino también la cultura y la política. La organización de los evangélicos en movimientos como la "Moral Majority" y la "Christian Coalition" durante los años 70 y 80 permitió una movilización más efectiva. Estos grupos se centraron en cuestiones como el aborto y las políticas sexuales, presentando estos temas como luchas legales y constitucionales, alineando los deberes morales cristianos con los deberes cívicos. A pesar de algunas derrotas importantes, como la reciente decisión sobre el matrimonio homosexual, los derechos al aborto continúan siendo un tema importante que moviliza a los votantes evangélicos.

Este relato, que ha sido ampliamente aceptado, plantea una serie de interrogantes. Si bien la oposición al aborto ha sido una de las principales razones del giro de los evangélicos hacia el Partido Republicano, algunos analistas señalan que el factor racial también juega un papel fundamental en este cambio. La oposición a las políticas federales de reducción de la desigualdad racial podría haber influido, en gran medida, en el apoyo creciente de los evangélicos hacia el partido republicano.

El surgimiento de organizaciones políticas evangélicas, como la Christian Coalition, no solo movilizó a los votantes, sino que también cambió la manera en que los evangélicos se relacionan con el gobierno. Con el paso del tiempo, sin embargo, estas organizaciones han mostrado signos de debilitamiento, pero aún conservan una influencia significativa, especialmente a nivel estatal.

Es fundamental entender que los movimientos evangélicos en el Partido Republicano no son simplemente una reacción a temas como el aborto o la política sexual, sino que responden a una profunda división cultural y religiosa dentro de la sociedad estadounidense. Estas transformaciones muestran cómo la política y la religión se entrelazan de manera compleja, y cómo las cuestiones morales y culturales continúan desempeñando un papel crucial en la configuración del panorama político.

¿Cuál es el impacto del movimiento de la Derecha Cristiana en la política estatal de EE. UU.?

El movimiento de la Derecha Cristiana en los Estados Unidos ha jugado un papel fundamental en la configuración de la política estatal, especialmente en las últimas décadas. La evolución de este movimiento, sus interacciones con la política local y su influencia en las decisiones electorales y legislativas han sido objeto de constantes batallas ideológicas. En este análisis, es crucial desentrañar cómo la Derecha Cristiana ha afectado el panorama político a nivel estatal, cómo sus organizaciones han utilizado los recursos religiosos para impulsar su agenda, y cómo esta influencia se ha manifestado en las elecciones y en la gobernanza estatal.

Uno de los principales desafíos en el estudio del activismo político de los evangélicos estadounidenses ha sido la confusión entre el electorado evangélico en su conjunto y el movimiento organizado de la Derecha Cristiana. Aunque hay una superposición significativa entre ambos, las figuras prominentes y las organizaciones de la Derecha Cristiana adoptan posturas políticas mucho más definidas y coherentes que el voto evangélico en general. Es importante señalar que, aunque pocos líderes de la Derecha Cristiana respaldaron públicamente a Donald Trump en las elecciones de 2016, una gran mayoría de los evangélicos votaron por él, con más del 80% de su voto. Esta disparidad revela cómo las bases pueden actuar de manera independiente de los líderes que deberían representarlas, lo que es relevante para entender la dinámica del movimiento en la política estatal.

Los estados en los EE. UU. son los escenarios donde estas interacciones se hacen más evidentes. Si bien los estados reflejan en gran medida las estructuras y procedimientos del gobierno federal, las diferencias entre ellos son notables. Desde los procedimientos electorales hasta las reglas informales de los partidos políticos, cada estado tiene características que pueden facilitar o dificultar la capacidad de los movimientos religiosos para influir en la política. Un aspecto fundamental que determina la capacidad de la Derecha Cristiana para incidir en las políticas estatales es la proporción de la población que se identifica como evangélica. En estados como Tennessee, donde más del 50% de la población es evangélica, el movimiento tiene un impacto mucho mayor que en estados de la Costa Este, donde esa proporción puede ser inferior al 10%.

El punto de inflexión para la Derecha Cristiana como movimiento político surgió a raíz de ciertas leyes locales, especialmente las que prohibían la discriminación contra los gays y las lesbianas y las que regulaban el funcionamiento de librerías para adultos. A partir de ahí, la agenda del movimiento se expandió hacia la oposición al aborto y las polémicas sobre el comportamiento y el currículo en las escuelas. Estos temas fueron la base sobre la que los activistas religiosos construyeron una plataforma política, ayudados por la destreza de figuras como Ralph Reed, que supieron transformar este activismo local en un movimiento coherente a nivel estatal. A partir de los años 90, la influencia de la Derecha Cristiana se incrementó significativamente, especialmente dentro de los partidos republicanos estatales.

En términos de impacto electoral, las cifras de la elección presidencial de 2008 reflejan cómo la influencia de la Derecha Cristiana se correlacionaba con la orientación política de los votantes en los estados. Los estados donde el movimiento tenía una fuerte presencia, como en la región del sur, mostraron una inclinación más marcada hacia los valores conservadores y a favor del Partido Republicano. Sin embargo, este patrón no fue uniforme. Algunos estados como Dakota del Norte y Virginia Occidental, a pesar de tener menos evangélicos, apoyaron fuertemente a Trump en 2016, lo que subraya la relevancia de otros factores como el resentimiento cultural hacia las élites liberales y las preocupaciones económicas que también formaron parte de la coalición de votantes de Trump.

El resentimiento cultural, alimentado por la sensación de que los valores evangélicos y conservadores estaban siendo ignorados o ridiculizados por las élites de la costa, fue un factor decisivo para que muchos votantes evangélicos apoyaran a Trump en 2016. La constante sensación de pérdida de terreno frente a una sociedad más secular y progresista contribuyó a que muchos evangélicos consideraran que, a pesar de las objeciones de sus líderes, votar por Trump era la mejor opción para preservar sus valores. Este fenómeno es un reflejo de cómo el contexto cultural y las dinámicas internas del movimiento de la Derecha Cristiana influyen en sus decisiones políticas.

Es esencial entender que la Derecha Cristiana no es homogénea y que sus líderes pueden, en ocasiones, estar desconectados de las preocupaciones y decisiones de su base. Mientras que los líderes más visibles podrían mostrar reservas hacia figuras como Trump debido a sus características no completamente conservadoras, la base de votantes evangélicos reaccionó en gran medida a los sentimientos de alienación y al deseo de frenar lo que veían como una erosión de los valores tradicionales. Esta desconexión entre los líderes del movimiento y sus seguidores subraya la complejidad del papel que juega la Derecha Cristiana en la política estadounidense, especialmente en un sistema federal que permite una gran diversidad de estrategias y enfoques.

El futuro de la Derecha Cristiana en la política estatal dependerá de varios factores, incluyendo el crecimiento de la secularización, la respuesta de los líderes del movimiento a los cambios en la política nacional, y la dinámica interna entre los votantes evangélicos y sus líderes. Sin embargo, es probable que su influencia siga siendo una constante, no solo en las elecciones presidenciales, sino también en las legislaturas estatales, donde continúan presionando por políticas que reflejan sus valores religiosos.

¿Cómo influyen la religión y la política en el comportamiento electoral de los evangélicos?

El papel de los evangélicos en la política de Estados Unidos ha sido un tema central de debate durante las últimas décadas, especialmente en lo que respecta a su relación con temas como el aborto, el matrimonio homosexual y la libertad religiosa. Estos temas, al ser fundamentales en la agenda política de los movimientos conservadores cristianos, continúan siendo una constante en el panorama político, aunque algunos estudios sugieren que el comportamiento político de los evangélicos podría ser más complejo de lo que parece a simple vista.

El trabajo de Daniel Bennett sobre las organizaciones legales cristianas conservadoras muestra cómo la oposición al aborto, al matrimonio entre personas del mismo sexo y la defensa de la libertad religiosa siguen siendo pilares centrales de su actividad política. Sin embargo, cuando se examinan las actitudes de los evangélicos, especialmente en lo que respecta a la raza, el comportamiento electoral comienza a mostrar una dinámica diferente. Ryan Claassen destaca la importancia de entender cómo los cambios en las actitudes hacia la raza influyen en las elecciones de los evangélicos. Aunque existe una correlación fuerte entre sus posiciones sobre el aborto y el matrimonio gay, entender el voto de los evangélicos a través de una sola elección resulta limitado, ya que los patrones de voto y las actitudes hacia la raza han evolucionado significativamente a lo largo del tiempo.

Este fenómeno de la relación entre religión y política no es nuevo. Barry Goldwater, en su oposición a las Leyes de Derechos Civiles de 1964, marcó un punto de inflexión importante en la política estadounidense, especialmente en lo que respecta a la raza. Las leyes de libertad religiosa de la actualidad, que permiten que ciertos establecimientos, como panaderías, se nieguen a atender a personas homosexuales por motivos religiosos, siguen una lógica que remite a la defensa de las escuelas segregadas hace apenas unas décadas. Este fenómeno revela la complejidad de las motivaciones políticas de los evangélicos, y cómo cuestiones aparentemente no relacionadas, como la raza, pueden ser determinantes en su comportamiento electoral.

La polarización en torno al aborto, que en un principio no separaba tanto a los partidos políticos, se ha intensificado en las últimas décadas. Sin embargo, es difícil determinar si el aborto sigue siendo el tema central de la política evangélica o si, como parece indicar el apoyo de algunos evangélicos a figuras como Donald Trump, otros temas como la identidad cultural o el miedo a la pérdida de valores tradicionales están ocupando un lugar más importante en su decisión electoral. La constante en las elecciones más recientes, como la de 2016, es que, a pesar de la controversia en torno a los candidatos, el comportamiento político evangélico continuó siendo en gran medida predecible, en parte debido a la influencia de los grupos conservadores y de derecha que siguen siendo muy activos en la movilización del voto evangélico.

Algunos teóricos plantean que la mayor conexión social entre los evangélicos, producto de la reducción de la aislamiento social, podría disminuir su distintividad política. Sin embargo, estudios recientes de autores como Juhem Navarro-Rivera y Robert Jones sugieren que, por el contrario, los evangélicos con redes sociales más diversas tienden a abrazar más intensamente la mentalidad del cristianismo conservador. La llamada "iglesia emergente", que promueve creencias menos rígidas y más abiertas a la diversidad, podría ser vista como una contradicción dentro de este contexto, aunque, en muchos casos, este tipo de movimientos suelen atraer a evangélicos con orientaciones políticas más progresistas.

Una reflexión interesante surge al analizar la manera en que los evangélicos reaccionan ante mensajes disonantes dentro de su propio círculo religioso. En muchos casos, cuando los líderes evangélicos expresan opiniones contrarias a la tradición, la reacción de la comunidad tiende a ser negativa, o incluso provoca un aumento en el apoyo a figuras como Trump. Este comportamiento sugiere que, a pesar de la presencia de movimientos o voces disidentes, la mayoría de los evangélicos sigue siendo fiel a una visión política conservadora, principalmente motivada por factores de identidad cultural y de pertenencia a una comunidad específica más que por la orientación religiosa estricta.

Los resultados de las elecciones de 2016, a pesar de la excepcionalidad de los candidatos, no alteraron significativamente las inclinaciones políticas de los evangélicos. Esto pone en duda si la religión institucionalizada realmente juega el papel estructurante que muchos científicos políticos habían asumido. ¿Es posible que el comportamiento electoral de los evangélicos, más allá de lo que afirman en las encuestas sobre su fe, se deba a factores externos como la raza y la ubicación geográfica, especialmente en el Sur de Estados Unidos, más que a una influencia directa de las enseñanzas religiosas? Para muchos, la respuesta podría ser afirmativa, ya que las divisiones raciales y culturales en estas regiones podrían ser más influyentes que las enseñanzas doctrinales que predican los pastores en los púlpitos.

El análisis de estos factores también puede llevarnos a cuestionar la relación entre religión y política en el futuro. Si bien algunos pueden ver esto como una limitación para aquellos que esperan que la religión juegue un papel más destacado en la política, para otros podría ser una señal de que las divisiones sectarias no son tan profundas como se pensaba, y que la política de los evangélicos está influenciada por factores más amplios que trascienden lo religioso.